Como no
teníamos que juntarnos con nuestro grupo hasta la noche, la agencia nos había
preparado para hoy la visita a la Esfinge y las famosas pirámides de Giza, pero
con una peculiaridad que nos haría poner una cara de enorme satisfacción cuando
vimos de lo que se trataba y es que teníamos a nuestra disposición una
Furgoneta con conductor y guía para nosotros solos. Verlo para creerlo, por lo
que el viaje no podía comenzar mejor.
Nuestra guía
se llamaba Oda, una mujer jovial y entusiasta que hablaba un perfecto
castellano y es que pronto nos contaría que había pasado dos años estudiando en
España. Ella misma nos diría que es complicado hablar bien una lengua si no vas
a su país de origen, por lo que como tenía los medios no dudaría en hacerlo.
Giza se
encuentra a 23 kilómetros de El Cairo por lo que el trayecto nos serviría para
tener el primer contacto con la forma de conducir y el tráfico en Egipto y, a
decir verdad, el panorama es desolador a la par que impactante. Por lo general,
los conductores son agresivos, no dejan de tocar el claxon y dan bruscos
volantazos de forma inesperada, lo que se convierte en algo similar a una
carrera de rallies en los pocos espacios que no están colapsados, porque esta
es otra de las características que definen El Cairo. Sus calzadas y
circunvalaciones son un continuo fluir de vehículos que la convierten en una
ciudad caótica, envuelta casi siempre por una nube de polución y humo,
consecuencia de los atascos kilométricos que se dan todos los días en la
capital y del polvo procedente del desierto. Además hay que tener en cuenta que
es una de las cinco urbes más pobladas del mundo lo que también es un factor a
tener en cuenta.
Vistas de El Cairo desde Pirámides de Giza |
Tardaríamos
algo más de una hora en llegar a la entrada del recinto que cobija una de las
más grandes maravillas del planeta y la única que ha sobrevivido de las del
mundo antiguo.
Es complicado
expresar con palabras los sentimientos que transmiten las colosales y
enigmáticas construcciones una vez que estás delante de ellas. Su imponente
estampa y el extraordinario ejemplo de equilibrio y monumentalidad te dejan sin
poder reaccionar durante los primeros minutos que las tienes ante ti.
Oda se
encargaría de sacarme de mi estado momentáneo de hipnosis preguntándome - ¿Te
apetecería una breve clase de historia? A lo que asentí con la cabeza. Tony por
su parte, ya le había contestado afirmativamente hacía un rato, pero decidieron
esperar al impacto inicial que me habían producido los panteones.
Y es que,
como la mayoría ya sabe, nos encontrábamos en la necrópolis que alberga el
conjunto funerario más famoso del antiguo Egipto y en el que serían enterrados
los faraones Keops, Kefrén y Micerinos.
Dado que los
egipcios creían en el más allá, para ellos era fundamental conservar el cuerpo
del fallecido para que tras su muerte el alma pudiera fundirse, de nuevo, con
dicho cuerpo y así continuar con la nueva vida que le había correspondido. Es
por ello que los reyes eran embalsamados y enterrados con una gran cantidad de
valiosos objetos que iban a poder utilizar ante los peligros que les pudieran
surgir en el viaje hacia ese mundo desconocido que se abría ante ellos.
La pirámide del
faraón Keops era la primera que teníamos delante de nosotros. Es la más antigua
de Giza y la mayor del mundo, construida alrededor del año 2500 antes de
nuestra era con 2.300.000 bloques de granito de un peso de 2750 kilos cada uno.
Originariamente estaba recubierta de piedra caliza para que resplandeciera con
el sol y se erigió con tanta precisión que la base era casi un cuadrado
perfecto, cada uno de cuyos lados medía 230 metros. En su construcción
trabajaron unos 100.000 hombres en el momento álgido y probablemente se tardó
medio siglo en completarla.
Pirámide de Keops |
Nuestras
caras de sorpresa causarían una pequeña carcajada en Oda, a lo que acto seguido
nos daría casi una hora para rodearla y hacer todas las fotos que quisiéramos.
Dicho y hecho sólo me harían falta unos segundos para sacar el trípode y
colocarlo para tomar la primera fotografía, lo que supuso que, sin tiempo para
reaccionar, me viese rodeado por un montón de niños que habían salido de la
nada y que preguntaban como locos si podían salir ellos también en la imagen y
si les daba permiso para utilizar la cámara. No tendría que decir nada, pues
nuestra guía todavía andaba por allí observándolo todo y se acercó para
explicarles que era ese aparato tan raro y para pedirles cariñosamente que
mejor que no tocasen nada por si se rompía, a lo que obedecieron sin rechistar.
Pirámide de Keops |
Pirámide de Keops |
Después de
estar a nuestro aire el tiempo pactado, volveríamos a juntarnos y nada más ver
a Oda le preguntaría si sería posible entrar al interior de la Gran Pirámide, a
lo que con cara de circunstancia, me respondería negativamente pues estaba en
restauración y es que cada año de forma rotativa se cierra una de las tres y en
esta ocasión era a esta a quien le había correspondido. Aun así me diría que no
me preocupase pues tendría oportunidad de vivir dicha experiencia en nuestra
siguiente visita: la pirámide de Kefrén.
Pirámide de Kefrén |
Dicho faraón
sería el hijo de Keops y su tumba es igual de impresionante que la de su padre.
De hecho aunque mide tres metros menos, a primera vista parece mayor, pero tan
sólo es un efecto óptico ya que no podía construir una pirámide que superase a
la de su progenitor, pero solventaría el problema erigiéndola en un terreno más
alto. En su parte superior, además, se puede apreciar cómo sigue estando
cubierta por piedra caliza que era una nota característica y dominante de todas
las pirámides y que con el tiempo han ido perdiendo.
Pirámide de Kefrén |
Pirámide de Kefrén |
Pirámide de Kefrén |
Aquí sí que
tendríamos la oportunidad de acceder al interior, algo que me apetecía
muchísimo hacer, pues no todos los días se tiene la oportunidad de llegar al
corazón de una pirámide del Antiguo Egipto. Pero llegar hasta la cámara
funeraria del faraón no sería un camino de rosas, sino todo lo contrario. Para
empezar tendríamos que enfrentarnos a una empinada rampa donde, obligadamente,
tuvimos que ir en cuclillas para no darnos con la cabeza en el techo,
añadiéndole a esta incómoda postura el hecho de que al poco de haber atravesado
el umbral, empezáramos a sudar como pollos y quedáramos con la camiseta
empapada en pocos segundos. El calor era asfixiante y la sensación de claustrofobia
importante, pero el hecho de encontrarnos en un lugar histórico tan crucial,
haría que no nos importase cualquier sufrimiento que tuviéramos que padecer.
Al cabo de
unos minutos cambiaríamos la bajada por una subida, a través de otro pasadizo
más estrecho, terminando con un pasillo que nos llevaría de forma directa hasta
la cámara del Rey.
La falta de
aire era considerable y los goterones de sudor caían por mi frente como si de
una cascada se tratasen, pero no importaba. Allí estaba el sarcófago de granito
que un día contuvo el cuerpo del Faraón Kefrén del que no se sabe su paradero,
aunque por lo menos su espíritu persiste
entre las piedras.
Cuando en
1818 un ladrón de tumbas llamado Belzoni se adentró en la pirámide y llegó has
el mismo punto en el nosotros estábamos ahora, descubrió que otros saqueadores
se le habían adelantado, por lo que es incierto el momento en el que
desapareció el cuerpo del rey.
Tras esta
gran experiencia, saldríamos otra vez al exterior, lo que supuso una sensación
de liberación increíble, tal vez de las mejores de mi vida, y bañados en sudor
nos dirigimos hacia la pirámide de Micerino, donde no permaneceríamos mucho
tiempo, lo suficiente como para hacernos unas fotos y saber que el hijo de
Kefrén tendría que conformarse con un lugar de enterramiento más pequeño, sólo
mide 60 metros, y es que en su época el
enorme coste económico y laboral de construir una pirámide ya no era tan
asumible como en tiempos pasados.
Pirámide de Micerinos |
Sería ya con
la furgoneta con la que nos dirigiríamos hacia el llamado mirador Panorama,
desde el que se obtiene una perspectiva conjunta de los tres colosales
monumentos. Oda nos comentaría que se puede llegar andando en unos treinta
minutos pero que muy pocos lo hacen ya que la gran mayoría va con grupos organizados.
El vehículo nos dejaría al principio de un pasillo repleto de puestos por el
que no nos quedó más remedio que pasar y aguantar el constante acoso de los
vendedores, pero con ignorarles y no detenerte es suficiente para que te dejen
en paz.
Las vistas
son fantásticas y además de las pirámides se puede apreciar en la lejanía el
barrio de Giza. Aquí estaríamos otro buen rato en silencio apreciando el
esplendor y la grandiosidad de estos monumentos al pie del desierto y que el
tiempo ha querido conservar para que todavía hoy podamos disfrutarlos.
Mirador de las Pirámides |
Mirador de las Pirámides |
Mirador de las Pirámides |
Cuando nos
volvimos a encontrar con Oda, esta nos preguntaría si queríamos ir directos a
la Esfinge o preferíamos pasar antes a ver el museo de la Barca Solar y, cómo
íbamos muy bien de tiempo, optamos por ver antes este y terminar la visita por
todo lo alto.
Dicho museo
está muy cerca de la pirámide de Keops. En él se puede observar una barca
funeraria de madera de cedro, descubierta en 1945 en una de las cinco fosas de
barcas enterradas alrededor de la Gran Pirámide. Debió tener como función
llevar al faraón muerto con el dios Sol en su viaje diurno por el cielo y en su
viaje nocturno por el mundo subterráneo.
Museo Barca Solar |
Y, ahora sí,
que llegaba el momento de poner el broche de oro a la mañana con la visita de
la enigmática e imponente Esfinge y completar así la imagen mítica del antiguo
Egipto. Con veinte metros de altura, cabeza humana y garras de león, sería
construida para vigilar la propia tumba del rey Kefrén, quien la mandaría
construir allá por el siglo XXVI a.C.
Esfinge y Pirámide de Kefrén |
Es con ella
con la que culmina el talento creativo del país de los faraones, pudiendo resumirse
en sus rasgos las características esenciales de esta vieja civilización:
habilidad artística, misterio y la preocupación del hombre por la brevedad de
la vida y por lo que hay más allá de esta.
Esfinge y Pirámide de Kefrén |
Esfinge de Giza |
Esfinge de Giza |
No dudaríamos
en inmortalizar estos momentos con la Esfinge con las clásicas fotos de
perspectiva en las que se engaña a la vista haciendo que un monumento sea más
pequeño o más grande de lo que en realidad es. De esta manera acabaríamos
mirándola desafiantes y fijamente a los ojos, como si tuviera la misma altura
que nosotros.
Esfinge de Giza |
Pasaban ya
varios minutos de las 13:30 por lo que Oda se nos acercaría a preguntarnos si
nos parecía bien el ir yéndonos a comer, a lo que respondimos afirmativamente.
Pero antes nos plantearía si queríamos ir a ver una tienda de auténticos
papiros egipcios, lo que no nos importó ya que incluso estábamos interesados en
hacernos con alguno como recuerdo para nuestras respectivas casas. Creo que
merece la pena pasarse, al menos una vez, por alguna de ellas pues exponen
cientos de preciosos dibujos realizados sobre el peculiar material. Yo me haría
al final con uno de tamaño folio de la clásica máscara de Tutankamón que hoy
todavía sigue enmarcada en perfecto estado en mi casa.
Papiro con la máscara de Tutankamon |
Para comprar
el papiro genuino es aconsejable ir a los denominados “institutos del papiro”,
es decir, tiendas especializadas en este antiguo tipo de papel. Los precios
suelen ser altos por lo general y, excepto en las tiendas con tarifas fijas, se
espera que el cliente regatee. Uno se puede tomar todo el tiempo del mundo y
mientras también se puede disfrutar de las muestras de cordialidad con las que
te reciben los vendedores acompañado por un buen té.
Cuidado con
comprar los papiros en cualquier sitio porque te puede suceder que te acaben
vendiendo imitaciones realizadas en hojas secas de plátano que se desintegran
al cabo de poco tiempo, después de haber pagado una fortuna.
Saldríamos de
allí como a las 14:30 y aunque ya estábamos muertos de hambre, Oda nos
propondría otra visita a una tienda de esencias y perfumes, seguramente
motivada por haber visto que habíamos comprado algo unos minutos antes, pero en
esta ocasión nuestro interés era nulo por lo que nos ofrecían y a decir verdad,
habíamos accedido a ir a este nuevo comercio más por educación y no hacerle un
feo a nuestra guía, con lo bien que se había portado con nosotros toda la
mañana, que por otra cosa. Así que tras cumplir el trámite, ahora sí que nos
montaríamos en la furgoneta y nos marcharíamos directos al hotel, donde nos
despediríamos de la amable Oda y nos iríamos a un centro comercial cercano a
comer en un Burguer.
Tienda de Esencias en Giza |
Como a media
tarde, nos trasladarían a Tony y a mí al aeropuerto de El Cairo donde
tomaríamos un nuevo vuelo con dirección a la ciudad de Luxor, donde llegaríamos
en poco más de una hora. Cuando salimos al exterior nos esperaba el que iba a
ser nuestro guía definitivo durante el resto del viaje. Se llamaba Alí y él sería el encargado de acompañarnos
al coche que nos dejaría a los tres en el puerto, donde embarcaríamos en el
barco que navegaría por el río Nilo en los días sucesivos.
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