11 de Noviembre de 2008.
Cierto es que soy el primero en querer levantarse pronto para aprovechar
todo lo que se pueda el día, pero… ¿tanto?
Pues si quieres conocer muchas de las maravillas que ofrece Egipto parece ser
que esta es la norma habitual, madrugones criminales con el fin de evitar las
horas del mediodía que son abrasadoras en verano. Y si vas en una época que no
lo sean tanto, como nuestro caso, lo mismo te da porque la navegación por el
Nilo manda y hay que estar en el barco a las horas estipuladas. Así que quieras
o no quieras el madrugar es su lema preferido.
Dicho esto, a las cinco de la madrugada estábamos desayunando en el amplio
comedor del Amarante, la motonave en la que habíamos embarcado. Esta no era
grande, lo que me sorprendería, pues esperaba que al ser un crucero por el
Nilo, fuera de mayores dimensiones. Su interior era acogedor, confortable y
decorado con mobiliario antiguo en madera. Las diferentes comidas se servían
mayoritariamente en buffet y sólo algunos días había menú a la carta para
elegir. La bebida no estaba incluida y si bien para Egipto era caro, no lo era
para un crucero.
Sería a esas horas intempestivas cuando conoceríamos al grupo con el que
íbamos a pasar la mayor parte del tiempo por el país. Estaría formado por dos
brasileños, ocho catalanes, dos vascos y siete madrileños con nosotros
incluidos. Así que, como puede verse, la península tenía una buena y diversa
representación. Dadas las horas que eran a nadie le apetecía decir palabra
alguna por lo que el silencio fue la nota imperante en esta primera toma de
contacto.
Estábamos amarrados a tierra, por lo que tras coger fuerzas,
desembarcaríamos y unos pocos metros más adelante volveríamos a embarcar, pero
en esta ocasión en la tradicional embarcación egipcia, que se conoce por falúa
o faluca. Esta se caracteriza por contar con un solo mástil que soporta una
vela a la cual llega el viento sin problema, lo que le permite no tener que
utilizar motores.
En un abrir y cerrar de ojos habíamos cruzado de una orilla a otra del gran
río, por lo que nos quedaríamos todos con una cara de decepción total, ya que
nos habían dejado con la miel en los labios de lo que se considera una de las
mejores experiencias de un viaje a Egipto, pero Alí, rápidamente, se encargaría
de serenarnos al confirmarnos que la disfrutaríamos días después como es debido
y que esta vez sólo era un trámite para ganar tiempo y acceder más rápido a
nuestra primera visita, a la que llegaríamos como un cuarto hora después en un
autobús que nos recogió nada más desembarcar de la falúa.
El sol empezaba a aparecer por el horizonte y ante nosotros se mostraban
dos descomunales estatuas de piedra que hacían de centinelas del valle en el
que nos encontrábamos. Estábamos ante los colosos de Memnón que un día fueron
parte del inmenso templo mortuorio que levantó Amenofis III para mantener vivo
su propio recuerdo y que una crecida del Nilo dejaría en lo que hoy se puede
ver: dos cíclopes gemelos sedentes y desfigurados que guardan la vasta
necrópolis de Tebas.
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Amaneciendo en los Colosos de Memnón |
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Colosos de Memnón |
Mientras sacaba las obligadas fotografías, empecé a comprobar que por
detrás y por uno de los laterales de las imponentes estatuas el cielo empezaba
a estar salpicado por un ejército de globos de mil colores que en pocos segundo
empezarían a sobrevolar nuestras cabezas. La imagen unida al final del amanecer
era, sin duda, la mejor manera de dar la bienvenida a las horas de luz.
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Globos sobrevolando Colosos de Memnón |
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Colosos de Memnón |
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Coloso de Memnón |
Dejando atrás los Colosos de Memnón y unos kilómetros después, el terreno
comenzaba a elevarse unos pocos metros del nivel del río y el paisaje quedaba
dominado, de repente, por una aridez implacable y extenuante. Era la señal de
que entrábamos en el célebre Valle de los Reyes, en el que los faraones se
labraron profundas tumbas. Aquí se escondieron momificados bajo tierra,
cubiertos de sellos y talismanes, cargados de tesoros, preparados para el
juicio de los dioses.
Esta nueva forma de enterramiento comenzaría con el inicio del Imperio
Nuevo, abandonando definitivamente el uso de las pirámides. A partir de
Amenofis I, los faraones decidieron, por motivos logísticos y de seguridad,
separar la tumba y el templo funerario y aislarlos en dos ambientes diferentes
de la orilla occidental de la capital, Tebas. A continuación, las tumbas
encontraron una nueva localización en el valle de los Reyes, en la parte
occidental de Tebas, y los templos funerarios en su llanura delantera.
Tras bajarnos del vehículo, un pequeño tren nos llevaría hasta el punto
neurálgico del valle en el que nos dispondríamos a conocer tan sólo tres de las
más de sesenta tumbas monumentales, que componen la importante necrópolis.
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Valle de los Reyes |
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Valle de los Reyes |
Y es que ya se sabe que el tiempo es un tesoro valioso y cuando vas con una
agencia más si cabe. A nuestro grupo nos correspondería entrar a conocer las
criptas de Ramsés IX, Ramsés I y Ramsés IV, por ese orden. Lo que más destacan
en todas ellas son las escenas del Libro de los Muertos y otros textos
ceremoniales que cubren las paredes y el techo del corredor que da acceso a la
cámara funeraria. Tenían la función de acompañar y guiar al difunto en su viaje
al más allá. Son obras extraordinarias que sorprenden por su riqueza artística
e intelectual, con colores alegres: rojo brillante, amarillo y azul.
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Valle de los Reyes |
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Valle de los Reyes |
Las cámaras mortuorias resultan inmensas, con brillantes jeroglíficos,
cubriendo también las paredes y el techo. Lástima que no te permitan sacar ni
una sola fotografía, amenazándote incluso con detenerte si lo intentabas, así
que a ver quién era el valiente.
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Valle de los Reyes |
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Valle de los Reyes |
Cuando salimos de la última tumba, Alí nos señaló la entrada de otra
situada justo bajo nosotros. Era la de Tutankamón, que quedaría oculta por
completo por los escombros cuando excavaron la de Ramsés VI y por ello no sería
descubierta hasta 1922. Una pena que no pudiéramos visitarla.
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Tumba de Tutankamón.Valle de los Reyes |
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Valle de los Reyes |
Tras la visita volveríamos por donde habíamos venido y el autobús se
dirigiría hacia el primer templo que íbamos a visitar llamado Medinet Habu y
dedicado a Ramsés III el cual está inspirado en el del gran Ramsés II y sólo es
superado en tamaño por el templo de Karnak.
Es un lugar poco visitado por el turismo, pero no por ello menos
impresionante que otros recintos similares. Incluso se puede decir que en
algunos aspectos es todavía más espectacular.
Accedimos al complejo a través de la puerta Migdol, que se encuentra junto
al pilono ptolemaico del siglo III a. C., para salir poco después a un gran
espacio compuesto por varias capillas funerarias. Desde aquí no tardaríamos
casi nada en plantarnos delante del principal templo del recinto que te recibe
con un espectacular pilono de casi treinta metros de altura y que está repleto de
soberbios relieves que muestran a Ramsés derrotando a los nubios a la izquierda
y a los sirios a la derecha.
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Puerta Migdol. Complejo de Medinet Habu |
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Templo de Medinet Habu |
Nada más atravesar aquel, nos encontraríamos con un primer patio en el que
nos quedaríamos inmóviles al admirar las inmensas columnas campaniformes y
osíricas que lo flanqueaban, para tras admirar este y un segundo pilono, llegar,
atravesándolo, a otro patio llamado “De las Fiestas” en cuyas paredes se pueden
seguir observando un sinfín de relieves con escenas de rituales y temas
militares.
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Templo de Medinet Habu |
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Grabados del Templo de Medinet Habu |
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Templo de Medinet Habu |
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Templo de Medinet Habu |
Seguiríamos avanzando, a través de una rampa, hasta la Gran Sala Hipóstila,
que se asemeja en tamaño e importancia a la de Karnak. Sólo se conservan en
ella las bases cubiertas de jeroglíficos de los 24 pilares, ya que el tejado y
la nave central de ocho columnas
desaparecieron a causa del terremoto que tuvo lugar en el año 27 a. C. Aún así
es la zona del templo que más sorprende, por lo que no quiero ni pensar como
debería ser antes de ser destruida.
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Sala Hipóstila. Templo de Medinet Habu |
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Sala Hipóstila. Templo de Medinet Habu |
La visita concluiría con una segunda y una tercera sala hipóstila y varias
capillas laterales dedicadas a Ramsés, Ramsés II y a los dioses Ptah, Osiris y
Sokar.
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Templo de Medinet Habu |
No se podía comenzar mejor el contacto con los templos del Antiguo Egipto y
estaba realmente entusiasmado, pero en un momento mi cara de satisfacción se
transformaría en otra de decepción, porque Alí nos comunicaba que habíamos
visitado este templo en sustitución del de la reina Hatshepsut, el mítico
templo de terrazas escalonadas que se diferencia así de otras construcciones
egipcias. El motivo no era otro que porque así lo había decidido él bajo su
criterio al considerar que nos aportaría mucho más el de Ramsés III. Nadie
diría nada y a todo el mundo le pareció fenomenal, pero tengo que reconocer que
a mí me sentaría a cuerno quemado porque me apetecía mucho conocer el de la
reina. Así que para ser discreto y no montar un espectáculo me acercaría a él
para decirle que al menos tenía que haberlo preguntado. Me contestaría que
tenía razón y que lo sentía mucho y que si quería lo subsanábamos yendo en ese
momento, pero me advertía que haciendo esto corríamos el riesgo de no poder
visitar los complejos de Luxor o de Karnak, lo que, evidentemente, no era de
recibo, así que al final tuve que aceptar la jugarreta, por muy mal que me
hubiese parecido, y es que está claro que luchar con los guías de este tipo de
viajes es una batalla perdida de antemano ya que se las saben todas.
Unos veinte minutos después volvíamos a atravesar el Nilo para dirigirnos a
los platos fuertes de la jornada: los recién mencionados templos de Luxor y
Karnak, constituyendo los más majestuosos ejemplos de la arquitectura egipcia
por lo imponente de sus dimensiones, la riqueza de espacios y la monumentalidad
de su concepción.
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Falua por el Río Nilo |
Comenzaríamos por el gran centro ceremonial de Luxor, donde se adoraba al
faraón como si de un dios en vida se tratase. El templo tiene como peculiaridad
su forma: es alargado, 230 metros, y estrecho. Sería fundado por Amenofis III y
terminado por Ramsés II, sobre la ribera este del Nilo y se encuentra dedicado
a Amón – Ra, el astro solar y principal dios del panteón egipcio.
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Templo de Luxor |
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Templo de Luxor |
De nuevo lo que más impresiona es su descomunal Pilono de 65 metros de largo,
además del gran obelisco que se alza en la entrada, a la izquierda, con una
altura de 25 metros. El de la derecha sería regalado a Francia y hoy se puede
ver en la popular plaza de la Concordia de París. Tampoco dejan indiferente a
nadie los colosos que representan al faraón sentado en su trono.
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Templo de Luxor |
La estructura de todos los templos egipcios es muy similar, por lo que tras
visitar Medinet Habu, hacía unas pocas horas, la distribución del templo nos
era familiar, aunque el impacto visual seguiría siendo muy parecido al de la
primera vez y es que es difícil acostumbrarse a semejantes creaciones.
Así seguirían los patios solares de Ramsés II y Amenofis III separados por
una columnata procesional y repletos de columnas papiriformes, la soberbia sala
hipóstila que te deja sin aliento ya que se conserva en un buen estado, así
como otras salas dedicadas a diferentes dioses y el santuario final en el que
se rendía culto al propio faraón. Todos ellos decorados con increíbles grabados
con los que podrías estar entretenido una jornada entera, aunque tendríamos que
conformarnos con sólo hora y media para todo el complejo.
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Templo de Luxor |
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Templo de Luxor |
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Templo de Luxor |
Un paseo de esfinges leoninas de unos cuatro kilómetros une el templo de
Luxor con el de Karnak, el cual como es evidente no podríamos hacer andando,
por lo que nos tendríamos que conformar con recorrer unos cuantos metros para
hacer las correspondientes fotografías y poco más, antes de montar en el
autobús que nos dejara en la misma puerta del nuevo complejo que íbamos a
visitar.
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Avenida de Esfinges. Templo de Luxor |
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Templo de Karnak |
Karnak es único e incomparable. Probablemente se trate de uno de los más grandes santuarios de la
historia en todos los aspectos. Ante nosotros se abría un inmenso complejo
monumental construido con ladrillos crudos, de ocho metros de grosor. Se
accedía a su interior por medio de ocho puertas abiertas en los muros. Su
tamaño es impresionante, un kilómetro y medio de largo por ochocientos metros
de ancho, en el que se calcula que dentro se podrían construir unas diez
catedrales.
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Templo de Karnak |
Tanto impresiona que incluso cuentan que los soldados de un batallón
napoleónico se cuadraron ante su entrada sin orden previa cuando dieron con él
por azar.
-“Serían más de mil quinientos años los que se tardarían en construirse
esta proeza y siendo el santuario más grande de Egipto tenía que estar
dedicado, como no podía ser de otro modo, al gran dios, Amón – Ra, el dios del
sol ”, - empezaba explicando Alí en su primera intervención aquí. No escucharía
mucho más, pues pocos segundos después estaba ya alejándome del grupo para
perderme sólo por el vasto recinto, pues al final las explicaciones son muy
similares en cuanto al contenido y preferí ir a mi aire durante la hora y media
que nos habían dado, antes de quedar todos de nuevo en la entrada al templo.
En mi vagabundeo por las instalaciones iría pasando por los diferentes pilonos
y salas deteniendo la mirada, una y otra vez, en la increíble decoración interior
de muchas de ellas: figuras de guardianes fuertemente policromadas, escorzos
con ángulos fantásticos, restos de pinturas, etc.
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Templo de Karnak |
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Templo de Karnak |
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Templo de Karnak |
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Grabados del Templo de Karnak |
Sería testigo de los vestíbulos, columnas, obeliscos, portales que
mostraban inscripciones jeroglíficas y
representaciones de los dioses y los faraones, y de mil detalles más.
Me quedaría casi petrificado al contemplar la sala hipóstila, con sus 134
columnas gigantes con forma de plantas de papiro, conservando algunas de ellas
trazos de colores originales. De hecho también se la conoce como “Bosque de
Piedra”.
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Sala Hipóstila.Templo de Karnak |
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Sala Hipóstila.Templo de Karnak |
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Grabados del Templo de Karnak |
Nuevas sorpresas se irían sucediendo sin parar: la figura colosal del
faraón Ramsés II, con su hija a los pies; el obelisco que honra a Hatshepsut,
la mujer de un faraón que gobernó en el siglo XV a.n.e.; la estatua sagrada de
Amón; el gran lago sagrado que simbolizaba las aguas sacras del Nun, de las que
surgió la creación y en el que se desarrollaban las ceremonias de la barca
sagrada que transportaba la imagen del dios; las residencias de los sacerdotes;
pudiendo seguir haciendo referencias a mil detalles más.
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Lago Sagrado. Templo de Karnak |
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Templo de Karnak |
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Templo de Karnak |
No exagero si digo que podrías pasarte aquí una jornada completa admirando
todo lo que ofrece este asombroso lugar, aún a riesgo de padecer el mal de
Sthendal que consiste en quedar catatónico por una sobredosis de arte, no
siendo el entorno ideal para ello al poder ser confundido con una momia y
sufrir las respectivas consecuencias.
Y aunque no sería mi caso, no sé si en algo me afectaría, pues aunque suelo
ser cuidadoso con la puntualidad, en esta ocasión se me pasaría la hora y llegaría
tarde al punto en el que habíamos quedado todo el grupo, encontrándome que era
la última persona que faltaba y, por tanto, alguna que otra cara larga por
parte de algún compañero y del propio guía. Así que pedí perdón, agaché la
cabeza y disimulé el enorme subidón que tenía por dentro tras haber podido
disfrutar a mi aire del soberbio templo de Karnak.
Eran casi las 14:00 cuando subíamos de nuevo al barco y la temperatura
rondaba los treinta grados, por lo que no quiero ni pensar lo que debe suponer
visitar Egipto en Julio o Agosto.
En diez minutos estábamos sentados en la mesa del comedor con el aire
acondicionado refrescándonos y dispuesto a disfrutar del buffet libre que nos
habían preparado con carne, arroz, humus, garbanzos y muchos otros alimentos.
Sería aquí cuando empezaríamos a intercambiar las primeras impresiones con
nuestros compañeros de viaje, mientras devorábamos la comida.
La tarde la dedicaríamos a echarnos una buena siesta, pues estábamos
fundidos, y a disfrutar de la brisa del Nilo y las vistas de sus riberas
mientras navegábamos por él.
Y entre alguna charla más y paseos de un lado a otro de la motonave, de
repente, seríamos testigos de un espectáculo que nos pillaría completamente por
sorpresa. Empezaríamos a escuchar gritos en árabe que provenían de las
tranquilas aguas del río, lo que nos hizo, a todos los que estábamos allí,
sobresaltarnos y asomarnos por ambos lados de la embarcación para ver que
sucedía y casi sin tiempo para deducir nada, empezarían a caer sobre nuestras
cabezas y el suelo del barco, como si de proyectiles se trataran, una lluvia de
bolsas que contenían chilabas. Venían de todas partes y parecía que estábamos
siendo atacados por un ejército que había surgido de la nada. Muchos no
podíamos parar de reírnos y es que la situación era realmente surrealista y
cómica. Segundos después comenzábamos con el contraataque devolviendo a los
vendedores todo el género que nos habían lanzado, acertando en ocasiones y
otros errando nuestros tiros, pero afortunadamente las prendas estaban bien
envueltas en plástico y quedaban flotando en el Nilo, hasta que eran de nuevo
recogidas por los comerciantes. Por cierto que ya pensando más en frío, son
increíbles los métodos que llegan a utilizar para ganarse la vida y salir
adelante. Cuanto menos te da que pensar.
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Puesta de Sol desde el Crucero Amarante |
Después
de estos momentos únicos llegaría la hora de la cena, para justo después irnos
pronto a descansar, ya que si no al día siguiente lo íbamos a pagar caro.
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