GRECIA - DIA 24. Osios Loukas, Templo de Artemisa y Cabo Sounion, antes del regreso a casa

18 de Septiembre de 2022.

Llegué a pensar que por estar en continuo contacto con los lugares que fueron frecuentados por los dioses, estos se apiadarían de mí y me permitirían quedarme en sus dominios helenos, disfrutando de sus privilegios y buena vida, mandándome una señal que me constatara ese hecho. Fui demasiado iluso, pues siendo un simple mortal era de esperar que aquellos me ignoraran y me viese obligado a regresar a mi lugar de origen y seguir trabajando. Y ese fatídico día había llegado, ya que a última hora de la tarde salía mi avión de regreso a Madrid.

Pero eso no me iba a impedir que a lo largo de la jornada y hasta la hora de salida del vuelo, realizase, en el trayecto de vuelta hacia el aeropuerto, varias paradas de interés que me permitirían ponerle la guinda final a mi viaje por Grecia.

Tras un sabroso y contundente desayuno, volvería al paseo marítimo de Galaxidi para deleitarme una vez más con las vistas y la tranquilidad de esta población marinera, para acto seguido dirigirme ya al coche y empezar a recorrer kilómetros.

OSIOS LOUKAS

El lugar elegido para mi primera parada del día iba a ser el importante monasterio de Osios Loukas, al que llegaría tras 62 kilómetros y una hora de recorrido.

Este histórico monasterio está situado en la ladera oeste del monte Helikon, a unos 160 kilómetros de Atenas, cerca de la ciudad de Distomo, conocida por la masacre de los alemanes en junio de 1944. Es uno de los monumentos más importantes de la arquitectura y el arte bizantino y está excelentemente conservado.

Monasterio de Osios Loukás

Nada más llegar podría dejar el coche en un gran aparcamiento, para poco después atravesar un gran patio sombreado flanqueado por edificios administrativos, una tienda y una cafetería que cuenta con un mirador hacia una pequeña y fértil llanura.

Su horario es  de 08:00 a 15:30 y la visita cuesta cuatro euros.

Sería fundado a principios del siglo X por el venerable ermitaño Osios Loukas, cuyas reliquias se conservan dentro del cenobio hasta el día de hoy. San Lucas (que no debe confundirse con el evangelista autor del Evangelio) moriría en febrero del 953, siendo en el monasterio principal donde se ubica su tumba, originalmente situada bajo la bóveda pero luego colocada en el punto de unión de las dos iglesias. El monasterio derivó su riqueza del hecho de que se decía que las reliquias de San Lucas exudaban una especie de aceite perfumado que producía milagros curativos, congregando a un buen número de peregrinos que dormían al lado de la tumba con la esperanza de sanar sus dolencias.

Monasterio de Osios Loukás

Monasterio de Osios Loukás

Monasterio de Osios Loukás

Un muro rodea el monasterio. Accediendo por la puerta principal, junto al campanario, uno se encuentra con el patio principal con una fuente de mármol de la que brota agua fresca, que está rodeado por bloques de celdas de dos y tres pisos. Algunas de estas celdas se han transformado en un museo histórico.

En el refectorio, por ejemplo, se halla una colección de esculturas, donde se exhiben artefactos arquitectónicos excepcionales del monasterio y de la región. Desde este y por unas escaleras se llega a una sala de prensa de aceite reconstruida. Continúan luego las dos iglesias contiguas: Katholikon o San Lucas y la iglesia de la Virgen María. Detrás de estas hay otro patio donde se levanta el calefactor o casa del calentamiento y otras edificaciones.

Refectorio. Monasterio de Osios Loukás

Se accede luego al establo donde se pueden ver pinturas murales  expuestas del siglo XVIII, provenientes del templo de San Spyridon  Medeon, en el área de Antikyra. A la derecha del calefactor se encuentra la puerta norte del monasterio, fuera de la cual se puede acceder al cementerio.

La iglesia de la Virgen María, por su parte, fue construida en el siglo X, cuando aún vivía San Lucas. Es el ejemplo más antiguo conocido del tipo de cruz en cuadrado de cuatro columnas. Las paredes están construidas en ladrillo, piedra y mármol con curiosos patrones geométricos. Se pueden observar restos de hermosas pinturas murales de los siglos XI y XII.

Iglesia de la Virgen María. Monasterio de Osios Loukás

Respecto al Katholikon, es el ejemplo más antiguo conservado de este tipo de iglesia de planta octogonal, construida en la primera mitad del siglo XI. Tiene una cúpula grande y alta con un diámetro de nueve metros. El espacio central abovedado está rodeado por construcciones de dos plantas, que fueron modeladas como capillas con bóvedas de crucería. La iglesia fue construida con grandes y antiguos bloques de piedra y los muros exteriores son muy simples, sin adornos de ladrillos. Las paredes están revestidas con losas de mármol en la parte inferior y decoradas con magníficos mosaicos en la parte superior. Los mosaicos representan el estilo más severo y abstracto del arte decorativo bizantino medio y datan de la primera mitad del siglo XI. El Cristo Pantócrator y los Arcángeles de la cúpula pertenecen a una fase posterior. Las pinturas murales contemporáneas completaron la decoración en mosaico de las paredes de la capilla del lado oeste.

Katholikon. Monasterio de Osios Loukás

También merece la pena bajar a la cripta, con hermosas bóvedas de crucería en el techo. Está dedicada a Santa Bárbara (Agia Varvara) y contiene tres tumbas: la del muro norte es la tumba de Osios Loukas. El techo y gran parte de las paredes están cubiertos con pinturas murales que datan de la primera mitad del siglo XI.

Cripta. Monasterio de Osios Loukás

Antes de dar por finalizada la visita todavía tendría tiempo de acercarme, ya fuera del perímetro de recinto monástico pero sólo a cincuenta metros, hasta la pequeña iglesia de la Transfiguración, a la que se accede por un camino que parte del aparcamiento.

Iglesia de la Transfiguración. Osios Loukás

Iglesia de la Transfiguración. Osios Loukás

BRAURIÓN

Ahora sí continuaría mi camino durante otros 200 kilómetros que me llevarían dos horas y veinte minutos, llegando a las 12:30 al evocador recinto arqueológico de Braurión, cerca de Atenas, el cual tuvo una gran importancia como centro de adoración a Artemisa, diosa de la caza, de la infancia y protectora de los animales. Hermana de Apolo. La entrada cuesta seis euros.

La leyenda cuenta que fue fundada por Orestes e Ifigenia, los hijos de Agamenón, que introdujeron el culto a Artemisa en Grecia. Se han encontrado restos neolíticos y micénicos en la colina que hay sobre el yacimiento, pero fue el tirano Pisístratos quien dio fama a Braurión, cuando en el siglo IV a.C. estableció el mencionado culto a Artemisa como religión oficial de Atenas.

Templo de Artemisa

Templo de Artemisa

El centro de este compacto lugar queda justo al norte de la antigua acrópolis. El dórico templo de Artemisa, del siglo V a.C., constituía el centro del santuario de la diosa. Junto al templo hay una capilla bizantina tardía, dedicada a Agios Geórgios. Desde aquí sale un camino hacia el sureste que llega al templo más antiguo del santuario del que se dice es la tumba de Ifigenia. Junto a ella están los cimientos de la Casa Sagrada, donde vivían las sacerdotisas. Las ruinas más extensas quedan al noroeste, en el Partenón de las Niñas Oso, donde se cree que las niñas representaban el baile del oso. Rodeado por una estoa del siglo V a.C. el patio tenía habitaciones traseras que se utilizaban como comedores y dormitorios, y aún pueden verse camas de piedra y bases de estatuas.

Templo de Artemisa

Templo de Artemisa

El fascinante museo de Braurión alberga numerosos objetos procedentes del yacimiento, incluidas estatuas votivas del árktoi (pequeñas osas), relieves votivos y objetos prehistóricos y micénicos.

Museo Braurión

Museo Braurión

CABO SOUNION

Tras la anterior visita era el momento de dirigirme hacia mi última visita en el país heleno: el cabo Sounion, situado a 45 kilómetros y unos cincuenta minutos del anterior.

Dicen que es uno de los lugares más bellos de Grecia, por lo que me pareció la manera perfecta de concluir el viaje. Se encuentra en la punta de la región histórica de Ática y en esta misma se levanta el hermoso templo de Poseidón, en un promontorio sobre los acantilados del Egeo. Sin duda, un lugar ideal para rendir culto al dios del mar. Sus brillantes columnas de mármol blanco han servido de referencia a los marineros durante siglos.

Cabo Sounion y Templo de Poseidón

Cabo Sounion

El templo actual data del año 440 a.C. y ocupa el emplazamiento de otras ruinas aún más antiguas. En el camino principal que lleva al templo, hay un friso jónico formado por trece losas de mármol de Paros. Está bastante erosionado, pero se sabe que contenía escenas de la batalla mitológica de los lapitas y los centauros y también de las aventuras de Teseo, posiblemente hijo de Poseidón.

Templo de Poseidón. Cabo Sounion

Templo de Poseidón. Cabo Sounion

El mármol local se utilizó para las 34 esbeltas columnas dóricas del templo, de las que han sobrevivido quince. Poseen un rasgo único  que permite combatir los efectos de la erosión del agua del mar: las columnas sólo tienen 16 estrías en lugar de 20, de modo que se reduce el área expuesta a los elementos.

Templo de Poseidón. Cabo Sounion

Templo de Poseidón. Cabo Sounion

Cabo Sounion

Cuando Lord Byron grabó su nombre en una de las columnas en 1810 estableció un mal precedente y, por desgracia, hoy el templo tiene un buen número de firmas.

La entrada cuesta diez euros y cierra justo después de la puesta de sol, por lo que nunca es a la misma hora. Desgraciadamente, no tendría oportunidad de poder deleitarme con esta ya que de hacerlo hubiese perdido el avión.

Así que sobre las 17:00 dejaría el lugar y me dirigiría con calma hacia el aeropuerto que distaba del cabo Sounion 45 kilómetros, tardando en llegar cuarenta minutos.

Tan sólo me quedaba ya entregar el coche de alquiler, tras veinte días con él, sin que tuviera ninguna incidencia al respecto. Facturaría la maleta en los mostradores de Iberia, pasaría los controles de seguridad y tras embarcar, a las 20:20 despegaba el vuelo hacia Madrid, llegando a la capital a las 23:10.

Durante el vuelo repasaría mentalmente todo lo vivido. Me parecía mentira que ya sólo fuesen recuerdos mis paseos por la Acrópolis; los apasionantes recorridos por Micenas, Olimpia, Epidauro o Delfos, mientras aprendía algo de mitología griega; el relax en las playas paradisiacas de Elafonisos o Zakynthos; mis rutas senderistas perdidas en los desfiladeros de Lousios y Vikos; las puestas de sol en los monasterios de Meteora; la sabrosa gastronomía griega que casi me hacía relamer el plato en cada comida; el carácter alegre y desenfadado de sus gentes; tantas y tantas cosas.

Había sucumbido ante Grecia y me traía una parte de ella en el corazón, deseando volver sin casi haber regresado; con ganas de seguir aprendiendo in situ de las apasionantes historias de Zeus, Atenea, Poseidón y el resto de los dioses; con un deseo atroz de conocer sus islas paradisiacas que este viaje sólo me había permitido apreciarlas casi de refilón; con la ilusión de regresar a lugares tan hermosos como Monemvasía o Voidokilia, para ver el tiempo pasar durante días y disfrutarlas en compañía.

Todos los países te aportan algo, pero sé que Grecia no es uno más, es especial y por ello tengo la intuición de que me quedan muchos otros capítulos por escribir en el país heleno.


No hay comentarios :

Publicar un comentario