19 de Noviembre de 2019.
Los que hayáis leído algún que otro diario donde la
navegación haya sido la protagonista o los que me conozcáis un poco, lo mismo
os estaréis preguntado cómo es posible que no haya hecho mención todavía al
asunto de los mareos y es que efectivamente, para los que no lo sepáis soy
propenso a marearme especialmente en coche y en barco, en el momento que el
primero tiene que afrontar unas cuantas curvas cerradas o en caso del segundo
la mar esté algo revuelta o haya más movimiento del normal. Y si no me he
referido a todo ello hasta ahora no es por otra razón que porque había
conseguido llegar hasta este punto ileso y sin el menor atisbo de la
desagradable sensación de angustia. También tengo que decir que no había sido
muy difícil al ser el mar Caribe algo más parecido a una piscina que a otra
cosa.
Pero hoy al despertarme finalizaría mi record de
imbatibilidad respecto a los mareos y es que la noche había sido algo toledana
y el catamarán había estado todo el rato girando sobre su propio eje y
balanceándose más de lo normal debido al viento, lo que haría que me levantase
bastante revuelto.
Hoy también habíamos empezado pronto a navegar, pues
teníamos que afrontar el trayecto más largo entre islas ya que queríamos llegar
hasta Anegada, la más lejana de
todas las BVI y donde más allá de la misma sólo hay mar abierto, situada a unas
catorce millas de donde estábamos.
No obstante tanto el madrugón como el mareo serían
compensados, de alguna manera, por un maravilloso amanecer que nos dejaría
obnubilados y con la vista perdida en el horizonte, mientras el sol se
desperezaba y hacía acto de presencia.
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Amaneciendo en Leverick Bay. Virgin Gorda Island |
Cuando subí a la cubierta mi cara me delataría pronto,
ofreciéndome mis amigos algo de desayuno, pero no sería capaz de dar más de dos
mordiscos seguidos al bagel, por lo que optaría por subirme al techo del
catamarán y esperar que se me pasara el malestar. Afortunadamente el viento
sería mano de santo y conseguiría recuperarme bastante, por lo que pude
disfrutar de la siguiente gran experiencia con la que nos iba a deleitar nuestro
capitán.
Esta no era otra que apagar los motores y navegar, buena
parte de la travesía que restaba, a vela utilizando las dos con la que cuenta
la embarcación. Aunque parecía fácil debido a la destreza con que se manejaba
Yago, no lo es ni mucho menos para gente sin ninguna o con poca experiencia,
pues los catamaranes no van nunca en contra del viento ni tienen inclinación, al
contrario que otras embarcaciones, por lo que hay que buscar la posición
correcta para que este pueda coger una buena velocidad y el suficiente impulso.
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Navegando hacia la Isla de Anegada |
Tras unas tres horas llegábamos hasta Anegada utilizando,
evidentemente, más tiempo del que se tardaría navegando sólo a motor.
La travesía sería espectacular, olvidándome pronto de cómo
había empezado el día, gracias también a la imagen de Anegada situada en medio
del mar sin nada más a su alrededor, reuniendo las características perfectas
para convertirse en la imagen de película de la típica isla desierta donde
tendría que sobrevivir un náufrago durante meses.
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Loblolly Beach. Anegada Island |
A diferencia de las otras islas volcánicas, Anegada es la
única que cuenta con un arrecife de coral único en forma de herradura de 29
kilómetros de largo que casi envuelve por completo los 18 kilómetros de la
isla, razón por la que se eleva tan poco sobre el nivel del mar y tiene esa
apariencia tan plana. Por tanto es una de esas pequeñas joyas escondidas que
bien merece la pena conocer aunque suponga una navegación adicional al estar tan
apartada del resto de las BVI.
El nombre “Anegada” proviene del término español “tierra
inundada” o tierra anegada”, aunque afortunadamente este santuario de la
naturaleza todavía no se ha hundido bajo su hermoso cielo azul.
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Loblolly Beach. Anegada Island |
Ojo porque según te vas acercando a la isla nada hace
presagiar que muy cerca se encuentra el hermoso pero traicionero arrecife de
coral en el que han encallado más de 150 embarcaciones hasta el momento, por lo
que es importante llevar buenos mapas de navegación para evitar caer en sus
garras.
Comenzaríamos fondeando lo suficientemente lejos de la costa
y del susodicho arrecife, de tal manera que evitábamos dañarlo y nos
protegíamos nosotros, para acto seguido coger la dinghy y desplazarnos con ella
al mismo, donde Sergio se quedaría manejando la pequeña lancha mientras los
demás nos sumergíamos con nuestras máscaras de snorkel y tratábamos de disfrutar de los fondos
marinos de la barrera de coral más grande del Caribe y la tercera más grande
del mundo, aunque a decir verdad no era el mejor día para ello al estar el agua
algo revuelta.
Debido a ello tampoco duraríamos mucho, por lo que volvimos
a la dinghy y nos fuimos hacia el centro de la inmensa playa de Loblolly, nombre con el que se conoce a toda esta área.
Desgraciadamente para mí, el ajetreo de la lancha y las
condiciones en que realizamos el snorkel, con corrientes algo fuertes que te
hacen emplearte más a fondo, volverían a revolverme y a crearme un gran
malestar por lo que según puse un pie en la arena, me fui directo a una pequeña
caseta con techo y me desplomé sobre la blanca arena, mientras mis amigos
disfrutaban del baño.
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Loblolly Beach. Anegada Island |
El hecho de estar en tierra firme me haría reponerme
relativamente rápido y podría unirme a los chapuzones y cachondeo que se traían
mis colegas.
Hay que decir que esta playa está catalogada como una de las
mejores del mundo y no es para menos pues posee kilómetros y kilómetros de
arena blanca e impresionante aguas cristalinas, sin ningún atisbo de
civilización en varios kilómetros a la redonda. La verdad que parecía un sueño
estar en un paisaje de tales características sin nadie más que nosotros, un
auténtico privilegio del que cada vez se puede disfrutar en menos lugares del
mundo. Desde luego que las fotos y vídeos no hacen justicia a su belleza.
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Loblolly Beach. Anegada Island |
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Loblolly Beach. Anegada Island |
Aprovecharíamos también para estirar un poco las piernas y
dar varios largos paseos por la playa hasta que nos dio la hora de comer y
volveríamos al catamarán, donde prepararíamos unos huevos con arroz blanco y
salchichas, para después volver al agua pero ya en alta mar.
A estas alturas de la jornada la verdad que teníamos ganas
de algo de civilización por lo que optaríamos por levar el ancla y zarpar hacia
Setting Point, el único punto de
amarre seguro de toda la isla, donde hay tanto boyas libres como de alquiler y
donde habíamos reservado una de ellas a primera hora de la mañana.
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Setting Point. Anegada Island |
Es por tanto en este lugar donde se concentra todo el
bullicio de la isla. Es aquí donde están todos los hoteles y restaurantes y
donde decidiríamos bajar a tierra, como siempre con nuestra dinghy. Lo primero
que veríamos al llegar al muelle principal sería el popular bar “Potter´s by the Sea”, donde no nos lo
pensaríamos y pararíamos a tomar unas espectaculares piñas coladas. De verdad,
de las mejores que he tomado. Este lugar también es muy famoso por la langosta
fresca que ofrece a sus clientes, de hecho podríamos ver como tenían preparadas
más de cincuenta, ya que por la noche estaría completo, algo que garantizaría
que también hubiese orquesta pues cuando se supera cierto número de personas se
cuenta con ella, por lo que todo hacía presagiar que la fiesta estaba
asegurada.
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Setting Point. Anegada Island |
Sería aquí cuando decidiríamos votar, pues había una parte
de la tripulación que le apetecía pasar una noche de juerga y baile y otra que
optaba mejor por abandonar la boya, fondear enfrente de Loblolly beach y dormir
en la más absoluta soledad sin aguantar música, gritos ni nada similar. Ganaría
esta segunda opción por un solo voto, por lo que con el tiempo justo antes de
que se hiciera de noche volveríamos al mismo lugar al que habíamos llegado por
la mañana para pasar la noche, aunque es cierto que nos daría tiempo a un
último baño mientras presenciábamos la espectacular puesta de sol, otro de esos
momentos mágicos que quedan para siempre en la retina.
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Atardecer en Loblolly Beach. Anegada Island |
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Atardecer en Loblolly Beach. Anegada Island |
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Atardecer en Loblolly Beach. Anegada Island |
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Atardecer en Loblolly Beach. Anegada Island |
Hoy para cenar tendríamos sorpresa y es que nuestro capitán
nos sorprendería utilizando la barbacoa con la que cuenta el barco en la popa,
haciendo unas espectaculares alitas de pollo con salsa barbacoa y unas
hamburguesas que estaban brutales, acompañado todo con ensalada y patatas
fritas. Una buena manera de compensar las langostas a la brasa que quedaron en
el puerto.
La jornada había sido intensa y estábamos especialmente
cansados por lo que a las 21:00 no quedaba nadie en la cubierta del catamarán,
cayendo todos rendidos en nuestros confortables camarotes.
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