LUXEMBURGO - DIA 03. Esch - Sur - Sure y ruta de los Siete Castillos

5 de Septiembre de 2018.

Me lo tomo con la misma tranquilidad que ayer y me levanto y desayuno con calma antes de volver a afrontar la larga y empinada cuesta de la Grand Rue, camino hacia el coche y contemplar, por última vez, antes de meterme en el mismo, el maravilloso e inolvidable castillo de Vianden.

El día amanece espectacular con un cielo completamente despejado, por lo que no me lo pienso dos veces a la hora de dirigirme hacia el oeste del país que tiene gran fama por los paisajes naturales que se dan en el mismo.

En unos treinta kilómetros y por carreteras secundarias, por las que casi no caben dos vehículos en paralelo, conseguiría llegar hasta la pequeña localidad de Esch – Sur Sure, con una privilegiada situación al estar rodeada por el río Sûre, dominada por los acantilados circundantes y un magnífico entorno lleno de bosques.

Esch-Sur-Sure

Esch-Sur-Sure

Esch-Sur-Sure

Esch-Sur-Sure

El pueblecito es precioso, con jardines inmaculados en cuyos arbustos se encuentra tallado el nombre de la localidad, la iglesia, restos de la antigua muralla, casas blancas con techos de pizarra y estrechas callejuelas que van a parar a su parte más alta donde se encuentran los restos de una inmensa fortaleza, construida en el siglo X, y depositaria desde siempre de multitud de leyendas, algunas de las cuales persisten todavía. Con el paso del tiempo sería destruida y, como decía, lo que ahora se puede contemplar son únicamente un conjunto de ruinas, ya que el castillo nunca se llegó a restaurar, pero a cambio se pueden disfrutar de unas vistas excepcionales de su entorno, con el río rodeando al conjunto histórico. Es un lugar al que bien merece la pena llegar y recrearte en él como así haría yo casi cuarenta minutos.

Esch-Sur-Sure

Castillo de Esch-Sur-Sure

Castillo de Esch-Sur-Sure

Castillo de Esch-Sur-Sure

Esta pequeña población sería una de las que más me gustarían en el viaje, por lo que me costaría volver a ponerme en marcha, pues me hubiera quedado en ella buena parte de la jornada, pero al final conseguiría continuar con más planes.

Esch-Sur-Sure desde su Castillo

Hay que decir que la localidad, además, está dentro de los límites del parque natural Upper Sure, uno de los más bonitos del país, así que me animaría a improvisar y tratar de hacer alguna ruta de senderismo por el mismo. Investigando encontré una que era bastante llamativa, paisajísticamente hablando, por lo que preguntaría a unos obreros como llegar hasta el pueblo impronunciable desde la que partía, pero no tendría suerte porque estos me comunicarían que su acceso más directo estaba cortado por obras y que me suponía dar un largo rodeo que me iba a hacer perder mucho tiempo, aún estando en un país donde las distancias no son reseñables. Pero tendría suerte con mi interlocutor pues, haciendo un esfuerzo ambos por comprendernos, con un inglés bastante paupérrimo por ambas partes, me conseguiría indicar en el mapa varios miradores y puntos interesantes donde poder lograr unas preciosas panorámicas e incluso, en alguno de ellos, con algún banco donde descansar y poder contemplar el paisaje.

P.Natural Upper Sûre Lake

P.Natural Upper Sûre Lake

Esta área también se la conoce como “zona de agua” de Luxemburgo y proporciona el marco ideal para el desarrollo del turismo sostenible y actividades de ocio, poseyendo un gran lago artificial, considerado el mayor embalse de agua potable del país. Además las laderas escarpadas y boscosas invitan a la relajación y a disfrutar de la naturaleza más si cabe.

P.Natural Upper Sûre Lake

Mi Seat Ibiza en P.Natural Upper Sûre Lake

Había llegado el momento de dejar esta región para dirigirme a conocer otra parte del estado luxemburgués, localizada en el valle del Eisch y a menos de treinta kilómetros de la capital, en el que me esperaban nuevas fortalezas y que se la conoce con el nombre de “Ruta de los sietes castillos”, pero ya anticipo que, salvo alguna excepción, las que la componen en nada se pueden comparar a las situadas en el norte y este del país, por lo que se puede prescindir de ellas tranquilamente si no se tiene mucho tiempo y vas con los días justos, pues es probable que te lleves cierta decepción, como así me pasaría a mí, después de haber vistos los pesos pesados como Vianden o Bourscheid entre otras.

En primer lugar comenzaría con el situado en la ciudad de Mersch, bastante restaurado y destinado a oficinas, sólo se puede visitar con cita previa. Como curiosidad hay que decir que el castillo quedó arrasado durante la Guerra de los Treinta Años, para ir siendo, poco a poco, reconstruido en años posteriores.

Castillo de Mersch

Castillo de Mersch

También merece darse una vuelta por el centro de la localidad, pues es agradable y puedes ver la torre de una antigua iglesia, la iglesia principal, valga la redundancia, así como la escultura de un dragón situada justo delante del castillo.

Iglesia de Mersch

Torre de Antigua Iglesia.Mersch

Dragón de Mersch

La siguiente parada sería en la diminuta villa de Schoenfels donde lo único que queda de su fortaleza es la deteriorada torre del homenaje, cerrada a cal y canto y localizada en un parque al inicio o final de la población según de donde se provenga. Así que como se ve la visita sería fugaz.

Castillo de Schoenfels

A continuación seguiría la fortaleza de Hollenfells, la mejor de las visitadas hasta ahora. Se encuentra situada en la zona sur del pueblo del mismo nombre, teniéndose constancia de su existencia desde 1129. Nada más verla lo que más impresiona es su poderoso torreón cuadrado construido en el siglo XIV. La construcción sería compartida por dos familias nobles durante muchos años, en 1681 sería ocupado por las tropas francesas y en el siglo XVIII se adaptaría a una mansión realizada en lado noreste de la torre del homenaje que tendría diferentes propietarios hasta que paso a manos del Estado. Su entorno también es realmente hermoso, rodeado de tupidos bosques. Los lugareños aseguran además que muchas noches se escuchan ruidos extraños, consecuencia del suicidio una dama que no quería casarse con el dueño del castillo y para evitarlo acabó arrojándose desde la torre.

Castillo de Hollenfells

Entorno del Castillo de Hollenfells

Era el momento de conocer, junto al anterior, las joyas de la corona del valle de los castillos. Me estoy refiriendo a las fortalezas Alta y Nueva de la localidad de Ansembourg. La primera de ellas y la más antigua tendría que conformarme con admirarla desde lejos pues no conseguiría encontrar su acceso al no verlo indicado por ninguna parte y ello después de dar mil vueltas, de un lado para otro, sin conseguir encontrar la carretera que me llevara al mismo.

Castillo Viejo de Ansembourg

Este se encuentra sobre un espolón rocoso en la confluencia de un pequeño arroyo a unos cien metros sobre el suelo del valle. Sería construido a principios del siglo XII, teniendo lugar su última restauración a mediados del siglo XVI, pudiéndose verse hoy lo que queda de aquella.

Respecto al castillo nuevo creo que merece más la pena por sus jardines que por el edificio en cuestión, pues este se asemeja más a una mansión que a una fortaleza, aparte de no estar abierto al público.

Castillo Nuevo de Ansembourg

Castillo Nuevo de Ansembourg

Los jardines de estilo barroco, sin embargo, cuidados hasta el más mínimo detalle, son un remanso de paz donde poder disfrutar de esculturas, fuentes, parterres y un sinfín de detalles con los que el tiempo pasa casi sin darte cuenta.

Jardines del Castillo Nuevo de Ansembourg

Jardines del Castillo Nuevo de Ansembourg

Jardines del Castillo Nuevo de Ansembourg

Castillo Nuevo de Ansembourg

Todavía me quedaban en el camino las ruinas de dos castillos por visitar, que sinceramente apenas aportan nada, no mereciendo la pena desplazarse hasta donde se encuentran. Ellos son Septfontaines y Koerich. El primero en lo alto de la localidad, teniendo que acceder hasta él por un solitario y lúgubre camino donde la soledad sería mi única acompañante. Sus exteriores, lo único visitable, están cubiertos por la vegetación y el lugar no me animaría a permanecer demasiado tiempo en el mismo. El segundo se encuentra en plena población pero sólo quedan en pie algunas fachadas con varios andamios que avecinan, salvo una importante restauración, que pronto puedan venirse abajo.

Castillo de Septfontaines

Castillo de Koerich

Había hecho un día espléndido, pero también bastante bochornoso y consecuencia de ello es que el cielo se había cubierto de grandes nubarrones que desde hacía ya un rato venían amenazando con descargar una buena tromba de agua, lo que se produciría en el preciso y oportuno momento en que me volvía a meter en el coche.

Sería perfecto porque por hoy ya sólo me quedaba llegar hasta mi siguiente destino, en el sur del país, donde iba a pasar las dos próximas noches. Ese lugar era Remerschen que efectivamente no suena a nadie porque es un minúsculo pueblo totalmente desconocido, pero si digo que a cuatro kilómetro está Schengen, seguro que a más de uno ya le suena bastante, pues en él se firmaría el tratado que permitiría la libre circulación de personas y mercancías entre la práctica totalidad de países de la Europa occidental y cuya visita afrontaría mañana.

Hasta aquí tardaría unos 45 minutos teniendo que recorrer algo más de cincuenta kilómetros desde Koerich, por lo que como se ve y una vez más apenas hay distancias en el Gran Ducado.

El nombre exacto del alojamiento es Youth Hostel Remerschen y está formado por varios edificios modernos realizados en hormigón lo que le da un aspecto frío a pesar de lo moderno y amplio de sus instalaciones. Las habitaciones son muy grandes lo que te permite tener espacio de sobra para estar cómodo en el cuarto. Posee amplias taquillas para el equipaje y el baño se encuentra en el interior por lo que no es necesario salir fuera. No incluye la toalla que son tres euros, ni candado que te lo dejan con una señal de diez euros que te devuelven cuando lo entregas de nuevo. También posee una amplia terraza con vistas a los viñedos que es de lo más agradable. El coste por las dos noches sería de 49,40 euros.

Viñedos desde Youth Hostel Remerschen

Tendría mucha suerte en esta primera noche y es que no me tocaría compartir cuarto con nadie por lo que podría estar a mis anchas. Tras relajarme un rato decidiría bajar a cenar al restaurante del hostel, lo que sería todo un acierto. Optaría por un menú que estaba compuesto por un Croque Monsieur, es decir un sándwich de jamón y queso, de primero, y una parrillada de ternera a la brasa, pollo, salchichas, verduras gratinadas y ensalada de patata, de segundo. De postre un cocktail de frutas. Todo estaba riquísimo, costándome 10,90 más las dos coca colas, en total serían 12,90.

Eran las 20:30 cuando ya estaba en mi cuarto viendo como el sol se ponía detrás de los viñedos, una bonita imagen para terminar un fantástico día.

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