01 de Mayo de 2017.
Cuando planificaba este viaje a la capital francesa y ya
tenía hecho, más o menos, un borrador de lo que haría y vería cada día en ella,
de repente caería en la cuenta de que no había contado con dos factores
realmente importantes y que hay que tener en cuenta, si no quieres llevarte más
de una sorpresa, al viajar en las mismas fechas que lo hice yo. La primera
cuestión era que uno de los cuatro días que iba a estar en París era la fiesta
del trabajo y para los franceses es igual de sagrada e incluso más que en
España y otros países, lo que supone que cierran todos los museos y muchos
otros lugares de interés. La segunda premisa con la que hay que contar, y ya
aplicable a cualquier época del año, era saber el día de cierre por descanso
semanal de los monumentos y museos, que suele coincidir en bastantes casos con
el martes.
Todo lo anterior me haría tener que replanificar el planning
inicial y realizar un auténtico encaje de bolillos para que cuando llegara a
muchos de los sitios que quería visitar no me los encontrara cerrados, teniendo
en cuenta que tanto el lunes como el martes eran dos días complicados a este
respecto. Al final creo que no me saldría la cosa tan mal y pude encajarlo todo
como ya se ha podido ir viendo.
Sin duda que hoy era el día más complicado de todos en
referencia a lo que acabo de relatar, por lo que después de darle muchas
vueltas a la cabeza llegué a la conclusión de que lo mejor iba a ser centrarme
en el barrio de Montmartre donde una buena parte de los lugares a visitar eran
exteriores y a los que se podía entrar, sí que se encontraban abiertos hoy, así
que en cuanto desayuné me encaminé directo hacia allí.
Para no tener que hacer transbordo en el metro y que así
fuera más cómodo caminaría unos cuantos minutos hasta la estación de
Volontaires que ya era línea 12 y desde ella llegaría directo hasta la estación
de Pigalle, donde iba a iniciar mi ruta matinal.
Me había bajado una parada antes de la tradicional estación
Abbesses, donde mucha gente comienza a caminar hacia el Sacre Coeur, y es que
quería recordar aquel paseo por el Boulevard de Clicy, que tanto me impactaría
cuando lo realicé con mi familia. En aquellos recién iniciados años noventa
esta zona era una increíble mezcolanza de mafiosos, prostitutas, bares de
alterne y una variada fauna de chulos y gentes de dudosa reputación que se
mezclaban con turistas con ganas de juerga. Todo ello visible a cualquier hora
del día, consiguiendo su máximo apogeo cuando llegaba la noche. Hoy sin embargo
apenas quedan unos cuantos sex-shops, desapareciendo buena parte de los bajos
fondos y de la vida de lujuria y perversión que se podía ver en directo.
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Boulevard de Clichy |
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Sex Shop en el Boulevard de Clichy |
No tardaría más de diez minutos en recorrer el trozo de
avenida que me separaba del mítico y famoso cabaré Moulin Rouge, inaugurado en
1889, donde se agolpaban los parisinos para aplaudir a las estrellas y
bailarinas de moda que deleitaban al público bailando el sensual baile llamado
cancán, recién creado y magistralmente
pintado en muchos de los carteles y cuadros del genial Toulouse Lautrec, que
hacía apenas quince días tendría la suerte de admirar en el museo del pintor
ubicado en la ciudad de Albi.
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Moulin Rouge |
Montmartre sigue conservando el carácter de pueblo, el mismo
que entre finales del siglo XIX y la gran guerra, acogió a numerosos poetas,
pintores y escultores que decidieron instalarse aquí para inspirarse. No era
extraño, por tanto, ver por sus calles a Renoir, Utrillo o Picasso dar rienda
suelta a su pincel y conseguir creaciones tan míticas como “Las señoritas de
Aviñón”, de este último.
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Boulevard de Clichy y Rue Lepic |
La empinada calle que parte de forma endiablada hacia arriba
desde la esquina del Moulin Rouge es conocida como Rue Lepic y tras avanzar
unos pocos metros por ella podría encontrar la famosa cafetería Deux Moulins,
en la que trabajaba Amelie en la exitosa película, mientras observaba con
curiosidad la gente que se encontraba a su alrededor. No tomaría nada en ella
pero sí que asomaría la cabeza para poder comprobar que su decoración interior
sigue exactamente igual que en la cinta.
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Cafe Deux Moulins.Rue Lepic |
Tras otro pequeño esfuerzo terminaba de subir la cuesta en
la que me hallaba y por la rue des Abbesses llegaría hasta la plaza del mismo
nombre donde destaca la iglesia de Saint Jean de Montmartre, un sencillo templo
construido en ladrillo donde la gente del barrio se reúne para escuchar misa. Pero
lo mejor es el pequeño y tranquilo jardín que se encuentra justo en frente con
la popular pared que tiene escrito “te quiero” en cientos de idiomas. Un lugar
apacible y lleno de encanto donde poder descansar en uno de sus bancos mientras
ves las muestras de amor de los enamorados.
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Muro del Amor.Plaza Les Abesses |
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Muro del Amor.Plaza Les Abesses |
Desde aquí continuaría descubriendo pequeños y encantadores
rincones, siempre cuesta arriba y entre casas destartaladas, muros vacilantes
cubiertos de yedra, senderos escondidos y jardines salvajes, que aparecían de
repente y sin buscarlos. Tal era el caso de la plaza Emile Goudeau en la que se
sitúa el viejo edificio Bateau Lavoir, el cual alojaría a algunos de los
artistas con más talento de la época tales como Juan Gris, Picasso y Modigliani; o los dos únicos molinos que se
conservan (Radet y de la Galette o Blute – fin) de los más de catorce que llegó
a haber por aquí y que sirvieron de inspiración a grandes artistas como Renoir
o Van Gogh; u otra encantadora plaza conocida como Marcel Aymé en la que se
puede ver a un hombre saliendo de un muro de piedra y que se conoce como el
“Pasa Murallas”, el cual se creó en honor al personaje de ficción que crearía
el escritor Aymé que viviría en una de la viviendas cercanas al cuadrilátero.
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Plaza Emile Goudeau |
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Pasa Murallas.Plaza Marcel Aymé |
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Molino Radet o Galette |
La verdad que no conocía ninguno de estos lugares, pues la
vez anterior nos limitamos a ver el Sagrado Corazón y no callejeamos por el
barrio, lo que sería un gran error, pues cualquier calle cercana al gran templo
merece muchísimo la pena y te obsequia con sorpresas como las anteriores o como
las que todavía me quedaban por disfrutar. Tal es el caso de un cruce de calles
en el que se localizan los muros que encierran el cementerio de Saint Vincet,
el antiguo cabaret Au Lapin Agile con el famoso cártel que muestra a un conejo
huyendo de una cazuela y el viñedo Clos Montmartre, el único que se conserva
del centro de París y cuyos orígenes se remontan a 1933. Posee 2000 vides que
producen un promedio de 800 botellas de vino cada octubre, cuando se celebran
durante cinco días las fiestas de la Vendimia en el barrio.
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Viñedo Clos Montmartre |
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Cabaret Au Lapin Agile |
Y después de tanto subir y subir, por fin llegaría a lo más
alto queriendo la casualidad que lo primero que me encontrase fuese una pequeña
y agradable calle repleta de tiendas de souvenirs y restaurantes, desde la que
se podía gozar de unas vistas privilegiadas del Sacre Coeur y su fabulosa
cúpula. Su nombre era Rue de Chevalier de la Barre y se encuentra justo en la
parte trasera de la basílica. Antes de llegar a esta también tendría oportunidad
de visitar Saint Pierre de Montmartre, una de las iglesias más antiguas de
París. Aunque el exterior no dice nada, en el interior se erigen cuatro
poderosas columnas de mármol.
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Sacre Coeur desde Rue de Chevalier de la Barre |
Y ahora sí y sin más preámbulos, torcía la esquina y me daba
de bruces con una de las imágenes más fotografiadas de París: la espectacular
basílica blanca del Sacre Coeur (Sagrado Corazón), que se alza en el punto más alto
de la ciudad. Esta se edificó para honrar la memoria de los casi 60000 soldados
franceses muertos durante la guerra franco – prusiana, tardándose 46 años en
concluirla. Su mezcla de estilos romano y bizantino influiría en otros templos
construidos durante el siglos XX y no es de extrañar pues su belleza es
incuestionable. Merece la pena detenerse unos minutos para contemplar sus
soberbias cúpulas y otros muchos detalles exteriores, y si puede ser desde
diferentes ángulos mejor, pues cada perspectiva te aporta una visión diferente
de la anterior.
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Sacre Coeur o Sagrado Corazón |
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Sacre Coeur o Sagrado Corazón |
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Sacre Coeur o Sagrado Corazón |
En mi caso tendría cuarenta minutos para hacerlo, pues
quería entrar a su interior y para ello tendría que esperar los mencionados
minutos y es que aunque el acceso es gratuito, también hay control de seguridad
y teniendo en cuenta que hoy gran parte de los monumentos parisinos se
encontraban cerrados, pues la mitad de los turistas de París nos habíamos
dejado caer por esta zona. Tampoco me importaría en exceso pues entre la
monumentalidad del templo, por un lado, y las excepcionales vistas de la ciudad
que se consiguen desde aquí, por otro, hicieron que apenas me enterase de la
espera.
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Sacre Coeur o Sagrado Corazón |
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París desde las Escaleras del Sacre Coeur |
Ya en el interior podría disfrutar de sus impresionantes
mosaicos con dominio del oro, estatuas, galerías de vidrieras y nuevas vistas
interiores de las cúpulas, que tampoco desmerecen a las conseguidas desde el
exterior.
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Cúpula y Mosaico del Sacre Coeur |
Terminada la visita, me dirigiría, de nuevo, al exterior,
pero sólo a la parte que separa la entrada de las verjas donde hacen los
controles, para llegar así al lateral izquierdo del templo que es desde donde
se accede a la cúpula. La entrada no se encuentra incluida en la Paris Museum
Pass, por lo que hay que abonar los seis euros que cuesta la misma. Después
toca hacer un poco de ejercicio extra para afrontar los trescientos escalones
de la estrecha escalera de caracol que te llevará a situarte en otro de los
mejores miradores de la capital francesa.
El esfuerzo que se realiza estará recompensado con creces
una vez que uno se encuentra en la galería circular que rodea completamente la
cúpula y desde donde se tiene una perspectiva de 360 grados de la maravillosa
París, consiguiendo observar a vistas de pájaro los grandes monumentos: los
Inválidos, la torre Eiffel, la Ópera y otros muchos. También se puede gozar de
varias perspectivas del campanario del Sagrado Corazón, tantas veces olvidado,
así como de la colina del propio Montmartre, por lo que uno se puede pasar todo
el tiempo que quiera disfrutando de las panorámicas.
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París desde la cúpula del Sacre Coeur |
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París desde la cúpula del Sacre Coeur |
Cuando empecé a no sentir las manos, ni la nariz, a causa
del viento helado que soplaba desde que llegué hasta aquí, decidiría volver a
bajar y hacer unas cuantas fotografías más desde la famosa escalera que sube
hasta el mismo Sacre Coeur. Una vez más, como tantas veces, me dispuse a
utilizar el trípode para poder llevarme un recuerdo saliendo yo en la imagen,
cuando cual sería mi sorpresa que en pocos segundos tenía detrás de mí a dos
policías pidiéndome que lo recogiera y advirtiéndome que lo sentían pero que en
ese punto no se permitía el uso de esos instrumentos. Por lo menos serían
educados, pero es una prueba más de la psicosis que vive la ciudad en los
tiempos que corren.
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Sacre Coeur o Sagrado Corazón |
Desde hacía un rato llevaba oyendo, que no escuchando, la
música procedente de un arpa. Se trataba de un señor que estaba interpretando
algunas de las canciones románticas más famosas o partituras claves de la música
clásica. Serían las notas del concierto de Aranjuez del maestro Rodrigo, las
que me harían pararme a escuchar con más detalle y me quedaría sorprendido.
Tanto que sólo tardaría unos segundos en sentarme en las escaleras a pocos
metros del genio y disfrutar del concierto callejero que estaba dando. Creo que
fue uno de los momentos más especiales en París. Melodías como el canon de
Pachebel, el adagio de Albinoni, la canción principal de Titanic y otras muchas
se fueron sucediendo, mientras como fondo tenía las únicas y maravillosas
vistas de París. De repente se haría el silencio, pues el hombre había
terminado de tocar. Durante unos segundos y a pesar de la multitud concentrada
a su alrededor no se oía nada y es que nos había dejado a todos los allí presentes
inmóviles y sin palabras. Poco después ese silencio se convertiría en un
atronador aplauso, como el de las mejores salas de conciertos y tras cada uno
dar la voluntad al maestro, la masa de dispersaría.
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Músico tocando el Arpa en las Escaleras del Sacre Coeur |
A mí me quedaba todavía por visitar un imprescindible en
esta zona y que seguro que más de uno ha echado de menos. Efectivamente había
dejado para el final la plaza du tertre o popularmente conocida como plaza de
los pintores. Pero cuando llegué el corazón se me encogió y es que la
autenticidad de los años noventa había desaparecido, no quedaba apenas nada de
todo aquello cuando la plaza estaba repleta de retratistas, caballetes y
pintores a cualquier hora del día. Hoy sólo hay unos pocos alrededor de
terrazas de restaurantes que invaden casi todo el espacio y le quitan la
esencia a este lugar. No podía creer que un sitio tan auténtico se hubiera
convertido en un corredor de masas donde costaba avanzar y donde los pocos
artistas que había casi que se peleaban por conseguir clientes. Traté de hacer
alguna que otra foto que me recordara algo de aquel pasado glorioso y volvería
a la gran escalinata del Sacre Coeur para proceder a bajarla hasta la plaza en
la que se encuentra un tiovivo que también es otro referente en el barrio
gracias, entre otras cosas, a la película Amelie.
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Place du Tertre o de los Pintores.Montmartre |
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Place du Tertre o de los Pintores.Montmartre |
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Place du Tertre o de los Pintores.Montmartre |
No quería dejar todavía Montmartre, por lo que desde la
plaza Saint Pierre decidiría atravesarlo de este a oeste hasta llegar al
cementerio donde reposan los restos de grandes genios.
Su paisaje sinuoso, la paz que se respira, sus árboles
centenarios y la belleza de sus estatuas componen este cementerio romántico
donde descansan, entre otros, Truffaut, Degas, Foucault, Offenbach y muchas
otras personalidades del barrio. En su momento también estuvieron aquí
enterrados Alexandre Dumas y Émile Zola, pero sus restos serían trasladados al
Panteón por su importancia, aún así merece la pena acercarse a sus tumbas que
son auténticas obras de arte y permiten recordarles.
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Tumba de Émile Zola. Cementerio de Montmartre |
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Tumba de Alexandre Dumas. Cementerio de Montmartre |
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Tumba de Alexandre Dumas. Cementerio de Montmartre |
Encontrar el lugar donde reposan todas esas celebridades no
es complicado, pues estos franceses están en todo y en la entrada principal
están disponibles planos plastificados gratuitos, colgados de un enorme cártel,
donde vienen localizadas todas las sepulturas importantes, así que sólo tienes
que elegir las que más te interesen y dirigirte hacia ellas.
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Cementerio de Montmartre |
El hambre había llamado a la puerta desde hacía ya tiempo y
es que eran más de las dos de la tarde, así que me dirigí hacia la avenida de
Clichy donde imaginé que podía haber más de un lugar para comer y,
efectivamente, encontraría varios, decantándome por el tradicional Mc Donalds.
(11 euros)
Había decidido comenzar la tarde de forma relajada, por lo
que tomaría el metro hasta la estación Bir – Hakeim y desde ella ir paseando, a
orillas del Sena, por la avenida Quai – Branly, la cual me ofrecía nuevas e
increíbles perspectivas de la torre Eiffel que no había tenido hasta ahora. Las
conseguiría de casualidad y es que este camino era el más corto para llegar
justo debajo del puente que más cerca se encuentra de ella, llamado Pont
d´Iéna. El motivo de llegar hasta aquí era que del pequeño puerto aquí situado,
salían los cruceros de la empresa Bateaux Parisien, cuya entrada ya había
comprado en la oficina de turismo de París en Madrid por 9,50 euros. Los barcos
salen continuamente desde las 10:00 hasta las 22:30 en primavera y verano por
lo que puedes elegir el horario que más te convenga.
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Torre Eiffel desde Avenida Quai Branly |
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Puente d´Iéna |
La ocupación del barco sería de la mitad, por lo que los que
elegimos la parte superior, íbamos a nuestras
anchas, además con el abrigo se estaba bastante a gusto, así que solo quedaba
esperar a que el barco zarpase, lo que sucedería a las 17:30. Tras ello sólo
quedaba deleitarse con las vistas de los monumentos más famosos desde el río
Sena, pudiendo ver los Inválidos, la Asamblea Nacional, la plaza de la
Concordia, el Louvre, la isla de La Cité con Notre Dame y la Conciergerie, la
estatua de la Libertad y muchos otros.
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Puente Alejandro III desde Crucero por el Río Sena |
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Isla de la Cité desde crucero por el Río Sena |
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Notre Dame desde crucero por el Río Sena |
Sería una hora de lo más agradable y que se me haría
demasiado corta, pero es que en París el tiempo vuela excesivamente deprisa.
Realizando el mismo camino que me había traído hasta aquí,
pero en sentido inverso, volvería a la estación de metro Bir – Hakeim, en la
línea seis, para en unas cuantas paradas bajarme en Montparnasse – Bienvenüe,
que me iba a permitir salir justo debajo de la torre Montparnasse, valga la
redundancia.
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Torre Montparnasse |
Ante mí tenía un enorme mazacote de acero y cristal de casi
200 metros y aunque su exterior es bastante feo, sin embargo había leído que
ocurría todo lo contrario con las vistas que se obtienen desde arriba, razón
por la que me había desplazado hasta aquí. El mayor inconveniente que me
encontraba era tener que desembolsar la nada desdeñable cifra de 17 euros, dado
que la entrada no se encuentra incluida en la París Museum Card. Así que
esperaríamos que mereciese la pena.
Para llegar a lo más alto tomaría uno de los lujosos
ascensores del hall que en tan sólo 38 segundos te permiten subir al piso
cubierto que hace de mirador. Este cuenta con un itinerario interactivo que no
está mal, pero lo mejor y lo que recomiendo encarecidamente es subir hasta la
terraza por las escaleras que parten del anterior, pues el pequeño esfuerzo
final de tan sólo dos pisos se verá recompensado con una vista soberbia de la
ciudad. Los grandes monumentos se ven a la perfección y parecen una maqueta de
juguete. Creo que es el mejor de los miradores para poder contemplar los iconos
de París y que desbanca a muchos otros, ya que al estar situado en pleno centro
abarca todo desde mucho más cerca y desde una posición mucho más privilegiada
que las demás.
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Museo del Louvre desde Torre Montparnasse |
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Notre Dame desde Torre Montparnasse |
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Torre Eiffel y Los Inválidos desde Torre Montparnasse |
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Torre Eiffel desde Torre Montparnasse |
Si te lo puedes permitir también hay pub con sillas para
tomarte algo, lo que en mi caso dejaría para mejor ocasión, pues no quiero ni
pensar lo que pueden llegar a cobrarte.
Aunque apenas me quedaban dos horas de luz, eran más que
suficientes para poder acercarme a otro lugar del que apenas me acordaba de mi
estancia anterior. Me refiero a los jardines y al palacio de Luxemburgo. Desde
la torre de Montparnasse apenas son quince minutos caminando, por lo que
llegaría de esta manera hasta ellos.
Sin duda que es uno de los jardines más bonitos de París, romántico a más no poder, con sus
avenidas sombreadas, parterres, fuentes, senderos, y todo ello en pleno corazón del Barrio Latino. Son muchas las
sorpresas que encierra destacando sobre todo la escultura original de la
estatua de la Libertad, la cual me costaría encontrar una barbaridad, teniendo
que preguntar por ella hasta en diez ocasiones y es que hay muchos parisinos
que no saben que se encuentra aquí y entre eso y que no está demasiado a la
vista, pues puede ser un acertijo adivinar su paradero. A ella hay que sumarle
otra buena exposición de esculturas de gran gusto y el magnífico estanque
central que atrae a los marineros de tierra, que navegan con sus veleros de
madera en miniatura. Sin olvidar la sublime fuente de Médicis del S. XVII.
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Jardines de Luxemburgo |
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Estatua de la Libertad.Jardines de Luxemburgo |
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Fuente Medicis. Jardines de Luxemburgo |
No es de extrañar, por tanto, que este fuera el lugar
predilecto de los más prestigiosos intelectuales franceses. Rousseau y Diderot,
Baudelaire y Chopin, Balzac y Hemingway, todos ellos se inspiraron en ellos y
es que desprenden algo especial.
Dominando el centro del espacio ajardinado se encuentra en
una posición privilegiada el Palacio de Luxemburgo, que hoy alberga el Senado y
que tiene una clara inspiración en el florentino Palazzo Pitti, porque la reina
María de Médicis, que fue quien lo mandó edificar, era original de allí.
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Palacio y Jardines de Luxemburgo |
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Palacio y Jardines de Luxemburgo |
Saliendo por la puerta contraria a la que había entrado,
llegaría con los últimos rayos de luz hasta la fachada de la Universidad de la
Sorbona, una de las más prestigiosas y antiguas del mundo, remontándose sus
orígenes a ocho siglos atrás. Entre sus muros han estudiado o impartido clases
magistrales personajes de la talla de Víctor Hugo, Dante, Pierre y Marie Curie
o Richelieu. Por cierto que este último se encuentra aquí enterrado en un
elegante sepulcro situado en la iglesia. Lástima que ya estuviera cerrado el
acceso.
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La Sorbona |
Aunque ya era casi de noche, mis andanzas no terminarían
todavía aquí, sino que cogería, otra vez, el metro en la estación de Odéon y
tras dos transbordos llegaría a la del Louvre, donde volvería a salir al
exterior con el fin de poder admirar el Palais Royal, al cual no me daría
tiempo de acercarme hacía dos días, a pesar de que estuve muy cerca. Este fue
el antiguo palacio del cardenal Richelieu y Luis XIV pasó los primeros años de
su existencia en él. Hoy acoge en sus instalaciones el Consejo de Estado y el
Consejo Constitucional, garante, entre otras funciones del resultado de las
elecciones. Pero en lo que más interesado estaba de todo este conjunto era en
su Patio de Honor en el cual se hallan las famosas Columnas de Buren, una obra
contemporánea de 1986 que fue objeto de cuantiosas críticas por el contraste
que supuso con un edifico con varios siglos de historia y es que ya se sabe que
este tipo de decisiones nunca van exentas de polémica. Ante mí se encontraban
260 columnas de granito con franjas blancas y negras y de diferentes tamaños,
las cuales dependiendo desde la perspectiva en la que son observadas parece que
están ordenadas o desordenadas.
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Columnas de Buren. Palais Royal |
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Columnas de Buren. Palais Royal |
Con el tiempo la gente aceptaría la obra del artista y en mi
humilde opinión creo que existe bastante concordancia entre estas y el palacio.
El espacio invita a realizar un sinfín de fotografías y a relajarte con la
tenue iluminación, lo cual podría hacer al no haber nadie en estos momentos. También
merecen muchísimo la pena las dos fuentes
del belga Pol Bury de la plaza contigua, pues son un buen ejemplo de
escultura cinética y el reflejo del palacio en las mismas con el contraste de
las luces y el agua, te permiten disfrutar de una imagen realmente bonita.
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Fuente de Pol Bury. Palais Royal |
Desde aquí llevaría a cabo un paseo circular que me llevaría
a poder ver los exteriores de la Biblioteca Nacional y de La Bolsa, dos
edificios descomunales y grandiosos que como cualquier otro en París no te
dejan indiferentes. Por cierto que sería en este trayecto donde aprovecharía
que un supermercado se encontraba abierto para comprarme un sándwich, un zumo y
algo de chocolate para cenar. (6 euros).
Y hoy quería terminar la jornada con la soledad y la
tranquilidad que se dan en los exteriores del museo del Louvre a las 23:00 de
la noche, cuando apenas queda ya nadie por las calles, salvo algunos recién
casados chinos haciéndose el libro de fotos de su boda, con un despliegue de
medios difícilmente superable, y algún que otro aficionado a la fotografía,
como yo, que también tendría la misma idea de concluir aquí la jornada.
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Museo del Louvre |
Y es que bien merece la pena trasnochar un poco para
disfrutar del antiguo palacio y las pirámides iluminadas reflejadas sobre el
agua de los estanques. Todo ello acompañado por la discreta compañía de la luna
que de forma improvisada había hecho acto de presencia hacía unos instantes y
permitía que la imagen fuese perfecta para cerrar con ella otro día inolvidable
en la Ciudad de la luz.
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Museo del Louvre |
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Museo del Louvre |
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