Tanto hoy como en los días sucesivos me permitiría media
hora más de sueño, de esa manera descansaba un poco más y, sobre todo, podía
aprovechar el desayuno que estaba incluido en el precio de la habitación y no
era plan de perderlo como ya haría ayer. Este se encontraba disponible a partir
de las 07:30, así que a dicha hora estaba en el bar dispuesto a llenar bien el
estómago y coger suficientes fuerzas para aguantar sin problemas toda la
mañana. Había zumos, cereales, yogures, pan con mermeladas varias, nutella,
leche y café. Como se ve algo normal y en la línea de este tipo de
alojamientos, pero suficiente para salir satisfecho de allí.
En la nueva e intensa jornada que tenía por delante
comenzaría tomando el metro situado al lado del hostal y que correspondía a la
estación Commerce y me desplazaría de forma directa y sin trasbordos hasta
Concorde, correspondientes ambas a la línea ocho.
Efectivamente volvía a la soberbia plaza de la Concordia, en
la que siendo las horas que eran de la mañana de un domingo casi no había un
alma y el tráfico era casi nulo. Después de quedarme durante unos instantes
fijándome, otra vez, en los mil detalles que ofrece, le daría la espalda y
procedería a atravesar las puertas doradas de hiero forjado que tenía delante
de mí y que me separaban del jardín de las Tullerías.
Plaza de la Concordia |
Sería la reina Catalina de Médicis la responsable de su
creación, junto con el antiguo palacio, hoy desaparecido. Tienen el honor de
ser el primer parque público de París, destinándose para ello poco tiempo
después de la Revolución Francesa.
Jardín de las Tullerías |
Jardín de las Tullerías |
Eran las 08:15 y no había nadie, salvo algunos policías y
algún que otro deportista sudando la camiseta.
El jardín no tiene desperdicio, contando con magnificas
estatuas de Maillot, Rodin y Giacometti, fuentes, estanques y rincones de lo
más encantadores. También cuenta con un buen número de sillas, algunas de ellas
reclinadas, ideales para relajarse y ver el mundo pasar, leer o disfrutar de
una buena siesta.
Jardín de las Tullerías |
Escultura.Jardín de las Tullerías |
La primavera es una de las mejores épocas para disfrutar de
este espacio y ver los árboles y plantas en plena floración, creando una fiesta
de flores de colores, cuya elegancia recuerda tiempos pasados.
Yo acababa de empezar el día y no estaba cansado, por lo que
preferí pasear de un lado para otro, admirando las mencionadas esculturas y
descubriendo algún que otro lugar escondido.
Y así, entre paseo y paseo, dejaría las Tullerías y llegaría
al imponente arco del Triunfo del jardín del Carrusel, continuación del
anterior. La imponente construcción se mandaría construir por Napoleón para
festejar las victorias militares y es la antesala del antiguo palacio real del
Louvre, que en la actualidad alberga el mejor museo del mundo, el cual iba a
ser objeto de mi siguiente visita.
Arco del Triunfo del Jardín del Carrusel |
Pero antes de introducirme en sus entrañas me permitiría
darme un paseo por el exterior, especialmente por donde está situada la famosa
pirámide que supone la armonía perfecta entre lo clásico y lo moderno y aunque
cuando se inauguró fue tachada de una aberración, hoy se ha convertido en
sinónimo de la imagen del Louvre, siendo una seña inseparable del museo y del
propio París.
Museo del Louvre |
Museo del Louvre |
Había leído en más de un sitio que para evitar las filas que
se forman en la entrada de la pirámide, había otras dos opciones de lo más interesantes y que estaban mucho
menos solicitadas que la primera. Por un lado por el centro comercial llamado
Carrusel del Louvre, situado en el subsuelo del museo y con entrada por la Rue
de Rivoli, 99 y, por otro, por la llamada Puerta de los Leones, hacia donde me
dirigí, pero mi gozo en un pozo, porque tanto yo como unos americanos que
tuvieron la misma idea, nos encontramos que el acceso sólo estaba reservado
para grupos organizados, así que como no quería perder más el tiempo con este
tipo de sorpresas, me fui directo a la entrada de la pirámide y esperé en la
fila de los que poseíamos la París Museum Card ( entrada gratuita). Sin ella la
entrada cuesta 15 euros.
Puerta de los Leones.Museo del Louvre |
Esperaría como veinte minutos y a tras los controles
respectivos de seguridad, a las 09:30 estaba bajo la pirámide y en los tornos
que permiten la entrada al interior del museo.
Museo del Louvre |
Museo del Louvre |
Como ya comentaba, antaño sería el mayor palacio del mundo,
siendo hoy el mayor museo de arte. El edificio, que se extiende casi 800 metros
junto a la orilla del Sena, comenzó como una fortaleza medieval y fue
extendiéndose a lo largo de los siglos hasta convertirse en una lujosa
residencia real. Fue designado como museo justo después de la Revolución y su
colección creció de forma significativa gracias a Napoleón.
Si tenemos en cuenta que es el hogar de 400.000 obras de
arte en total, de las cuales aproximadamente 35.000 se exponen de forma
permanente, necesitaríamos de una semana completa para visitarlo en su
totalidad. En consecuencia, es mejor rehuir la tentación de querer verlo todo,
siendo recomendable adentrarse en su selva con objetivos claros y precisos.
Es por ello que desde Madrid ya traía el listado de obras
que quería ver, siendo mi intención ceñirme exclusivamente en ellas.
Esperaba comenzar por la planta baja, donde me encontraba, y
no sé lo que hice, ni como interpreté el mapa, que sin quererlo, y sin tener
conocimiento de que si quiera existían, acabaría en los aposentos de Napoleón
III. Me quedaría con la boca abierta en la primera habitación y, como es
evidente, ya no podría evitar acabar la visita. La pomposidad con las que están
decoradas todas sus salas impresiona sobremanera. Ni el más mínimo espacio
escapa de la suntuosidad y son tantos los detalles que es imposible poder
abarcarlos todos. Lo ostentoso llevado al límite es lo que se puede ver en
cualquier habitación, desde la sala del Trono hasta el comedor, pasando por los
dormitorios y el resto de estancias. Sin duda que es una visita que no debería
faltar en la visita al Louvre.
Aposentos Napoleón III.Museo del Louvre |
Aposentos Napoleón III.Museo del Louvre |
Aposentos Napoleón III.Museo del Louvre |
Después de tanto lujo, no me pensaría dos veces preguntar a
unos de los vigilantes de sala como podía llegar a la primera obra que quería
observar, indicándomelo amablemente. Esta no era otra que el código de
Hammurabi, la famosa columna de basalto en la que se encuentra grabado uno de
los conjuntos de leyes más antiguos que se han hallado. Muy cercanas a la misma
se puede observar una buena muestra de arte asirio difícil de ver en otros
lugares.
Código de Hammurabi.Museo del Louvre |
Arte Asirio.Museo del Louvre |
Vistas estas continuaría con otras obras como “El sarcófago
de Cerveteri” de autor desconocido, “Esclavo moribundo” de Miguel Ángel,
“Psique reanimada por el beso del amor” de Antonio Canova”, etc.
Psique reanimada por el beso del Amor.Museo del Louvre |
Esclavo Moribundo de Miguel Angel.Museo del Louvre |
Así hasta que llegaría a una sala donde el murmullo era
constante e intenso. El motivo no era otro que en el centro de la misma estaba
“La Venus de Milo”, la famosa escultura griega sin brazos y de mármol blanco
que representa a la diosa del amor.
Dentro de lo que cabe no había excesiva gente y, esperando
un poco y con algo de paciencia, pude situarme delante de ella y hacerle alguna
que otra foto casi sin empujones, además de contemplarla durante unos minutos.
Venus de Milo. Museo del Louvre |
Son tantas las esculturas que se pueden ver a cada paso que
das que por mucho que vayas con la idea de pararte sólo en las que de antemano
has seleccionado, no puedes evitar detenerte en alguna más y eso es tiempo
extra que se esfuma.
Aún así más o menos lograría ser estricto y tras conseguir
observar los objetivos de la planta baja, me dirigiría, posteriormente, a la
primera. En ella predomina, sobre todo, la pintura que sería en lo que me
centraría, comenzando, para intentar evitar la masificación que se forma
alrededor de ella, por “La Gioconda”.
La Gioconda.Museo del Louvre |
¡Cómo han cambiado las cosas! Recuerdo que cuando pude verla
por primera vez se encontraba en la esquina de una de las salas pasando casi
desapercibida, como un cuadro más, sin cristal ni protección extra y con no más
de quince personas contemplándola. Hoy es una locura y una aventura poder
situarte en frente de ella y es que tras ir ganando posiciones entre el tumulto
de personas que la rodeaban y tras ganar la ansiada primera fila, poco a poco, dejándome
mecer por las masas como en una gran manifestación o un importante concierto,
lo que vino después, mientras la contemplaba y la hacía alguna triste foto, fue
recibir codazos, más empujones y acabar sudando como un pollo ante tanto calor
humano. Todo esto sin olvidar la odisea para salir, pues me encontraba siendo
objeto del mayor placaje que había sufrido nunca, como si me encontrara
disputando un partido de rugbi, teniendo que empezar moviendo los hombros y la
cintura para ir consiguiendo zafarme de todos aquellos que luchaban por ganar
la posición que yo dejaba. Así lentamente pude ir desplazándome lateralmente y
hacia atrás hasta que por fin conseguí salir de la prisión humana de la que
había sido objeto durante diez largos minutos.
Como se puede ver el contemplar “La Gioconda” de cerca te
puede dejar exhausto y agotado, así que descansaría cinco minutos en la esquina
de un banco hasta que me repuse un poco del esfuerzo. Después continuaría con
la visita de otras grandes pinturas como: “La coronación de Napoleón”, “La
balsa de la Medusa”, “Las bodas de Caná y “La Libertad guiando al pueblo”.
La Libertad guiando al pueblo.Museo del Louvre |
La Coronación de Napoleón.Museo del Louvre |
Tampoco quise omitir ver otras dos grandes esculturas. Por
un lado la mítica “Victoria de Samotracia”, que ya había podido contemplar la
primera vez que visité el Louvre y que también había cambiado de lugar,
acertando en mi opinión, con su nueva ubicación pues es mucho más imponente. Y
por otro, que no había tenido oportunidad de ver en aquella ocasión, “El
escriba sentado”, la escultura del antiguo Egipto que representa a un alto
cargo del Estado escribiendo sobre un papiro. La recomiendo pues merece mucho
la pena.
Victoria de Samotracia.Museo del Louvre |
El Escriba sentado. Museo del Louvre |
Aquí terminaría mi visita al Louvre, pues estaba muy cansado
y saturado tras casi tres horas en sus instalaciones. Eran las 12:20 y la
cantidad de gente, desde hacía ya un rato, era exagerada, costando incluso
andar en muchas de sus salas. Efectivamente, no subiría a la segunda planta,
pero, aunque pueda parecer mentira, estaba agobiado y no aguantaba ni un minuto
más allí dentro, por lo que salí lo más deprisa que pude del interior del museo,
escogiendo para ello la Galería del Carrusel, el centro comercial subterráneo
compuesto por tiendas de lujo que ya comentaba que era uno de los accesos al
museo y que por cierto también estaba hasta arriba de gente, por lo que al
final te da igual entrar por un sitio que por otro, porque todos están
masificados. Así que lo mejor es madrugar e intentar entrar de los primeros
antes de que empiece a llenarse.
Estaba algo tocado y es que no hay cansancio que iguale al
que asalta tras esa exposición colosal, por lo que decidiría sentarme diez
minutos en los soportales de la Rue de Rivoli para recuperarme un poco, antes
de abordar la nueva cita que tenía prevista, que no era otra que la Ópera
Garnier. Para llegar hasta ella me impondrían el camino y es que se encontraban
cortadas un buen número de calles como consecuencia de un rodaje
cinematográfico, por lo que la única opción para llegar hasta ella era caminar
por Saint Honoré, una de las calles más caras de la capital, repleta de lujosos
comercios. Tras varias manzanas me tocaría torcer a la derecha y en pocos pasos
me encontraría con la plaza Vendôme y la imponente columna que preside el
centro de la misma, la cual está inspirada en la de Trajano en Roma, y así en
ella se relata la campaña victoriosa de Austerlitz sobre el ejército austro –
ruso. La figura de Napoleón vestido de emperador romano corona su parte
superior. Como curiosidad reseñar también que en el número doce de la plaza
murió Chopin.
Plaza Vendôme |
Atravesada esta, continuando por Rue de la Paix y tras
atravesar dos calles más, llegaba, por fin, a la plaza de la Ópera en la que
destaca, frente a los demás edificios, la propia Ópera, cuya fachada está
adornada con estatuas y otros elementos decorativos, entre los cuales destaca
La Danza, un famoso grupo de desnudos de marcado erotismo y que le supusieron a
su autor, Jean Baptiste Carpeaux, ser salpicado de tinta por un exaltado
ciudadano parisino, en su primera aparición pública.
Ópera |
Me entretendría lo justo observando la fachada y me
dirigiría rápidamente a la puerta lateral, para intentar conseguir una entrada
para las visitas guiadas que se realizan por su interior, pero esta vez no
tendría suerte y es que la última sería a las 12:30 y ya eran las 13:10 por lo
que esta vez tendría que conformarme con los vagos recuerdos que me quedaban de la visita que realicé con
mis padres.
En frente del histórico edificio y como contrapunto a este
se encuentran las galerías Lafayette, donde entraría, después del respectivo
control de la mochila, con el único objetivo de dirigirme a su azotea, pues
había leído que las vistas desde ella tenían fama de ser bastante buenas y
aunque me gustaron, no igualarían ni mucho menos a las que se consiguen desde
otros grandes miradores de la ciudad, pero es cierto que puede ser una opción
si no quieres gastar dinero en acceder a estos otros.
París desde la Terraza de las Galerías Lafayette |
La Ópera desde la Terraza de las Galerías Lafayette |
El cielo se había cubierto desde hacía unos minutos y todo
parecía indicar que las predicciones de lluvia de última hora de la tarde se
iban a cumplir, por lo que después de disfrutar otro rato más de las vistas
desde el centro comercial, volvería a la calle y me dirigiría hacia el metro,
pues mi siguiente destino estaba lo suficientemente lejos como para no morir en
el intento de tratar llegar andando hasta él.
Me encontraba en la estación Haussmann Saint Lazare y en
ella tomaría la línea 13 hasta la estación Basilique de St-Denis, que como su
propio nombre indica me iba a dejar a dos pasos de la famosa basílica, que
tantas ganas tenías de conocer.
Esta no es de las visitas más frecuentadas en París, pero
para quienes nos gusta la historia es casi un imprescindible, pues en ella se
encuentran enterrados casi la totalidad de los reyes franceses, casi nada.
Basílica de Saint Denis |
La entrada sin la París Museum Pass cuesta nueve euros, con
ella es gratuita. Por cierto que en este mismo momento quedaba amortizada su
compra y no había terminado el segundo día, por lo que clarísimamente se
amortiza y la recomiendo.
Según la tradición popular, la iglesia original fue
levantada donde estaban enterrados Saint Denis y sus compañeros Rústico y
Eleuterio. Los reyes merovingios construyeron al lado una abadía, donde también
fueron enterrados, y los carolingios
hicieron de Saint Denis el escenario de sus ceremonias reales, para lo cual
levantaron en 1122 una basílica que se convirtió en la necrópolis oficial de
los reyes.
Basílica de Saint Denis |
Rosetón. Basílica de Saint Denis |
Aunque durante la Revolución, el conjunto sufrió importantes
daños y saqueos, en la época de Luis XVIII se haría un esfuerzo por depositar
aquí tanto los restos de Luis XVI y María Antonieta, como las de otras
sepulturas dispersas por otros santuarios parisinos, haciendo de la basílica el
más rico legado de la escultura funeraria francesa medieval y renacentista.
Mausoleos.Basílica de Saint Denis |
Creo poder afirmar que lo mejor de su interior son los
mausoleos y las efigies talladas de un buen número de reyes, encargadas en su
momento por Luis XI.
Con la entrada te facilitan un mapa en tu idioma que te
permite situarte y poder seguir un orden razonable en la visita, al igual que
en la mayoría de monumentos importantes, por lo que es perfecto para no
perderte nada.
Mausoleos.Basílica de Saint Denis |
Mausoleos.Basílica de Saint Denis |
De esta manera iría pasando, poco a poco, por siglos de
historia francesa pudiendo ver inscritos en lápidas y tumbas monarcas de tanta
relevancia como Pipino el Breve, Hugo Capeto, Francisco I, Enrique II, Luis XIV
y tantos y tantos otros.
Mausoleos.Basílica de Saint Denis |
Mausoleos.Basílica de Saint Denis |
Mausoleos.Basílica de Saint Denis |
Estaría una hora visitando los entresijos de este histórico
lugar y a la salida no dudaría en tomarme un Kebab con una fanta de naranja (7
euros), para una vez repuesto del hambre que arrastraba desde hacía ya bastante
tiempo, tomar otra vez el metro y dirigirme hacia la estación Cardinal Lemoine,
la cual estaba muy cerca de otro histórico monumento: el Panteón.
La idea original para su construcción partió de Luis XV, al
quedar postrado por una grave enfermedad, prometiendo que si se recuperaba de
ella haría edificar una iglesia en acción de gracias dedicada a la patrona de
París. Pero debido a diferentes problemas económicos su construcción se fue
dilatando en el tiempo, coincidiendo su conclusión con plena Revolución
Francesa, por lo que las nuevas autoridades revolucionarias que no tenían el
menor interés en que fuese un templo religioso, decidieron secularizar el
edificio y convertirlo en un mausoleo
dedicado a los héroes nacionales de Francia. Sería entonces rebautizado
como Panteón y se convirtió en el lugar de descanso de muchas celebridades,
como Voltaire, Rousseau, Víctor Hugo, Émile Zola, Alejandro Dumas, Pierre y
Marie Curie, Louis Braille y otros muchos.
Panteón |
Panteón |
La entrada cuesta nueve euros, pero con la París Museum Card
es gratuita. Una vez dentro lo que más impresiona son sus descomunales
dimensiones y su soberbia cúpula, además de la réplica del péndulo de Foucault
suspendido desde esta última. También destacan varias esculturas distribuidas
por el inmenso espacio, especialmente la que está situada en el altar mayor.
Panteón |
Panteón |
En la cripta podría
ver las ya mencionadas tumbas donde se hallan los cuerpos de algunos de los
personajes más importantes de Francia, encontrándose aquí desde escritores
hasta arquitectos o científicos, por lo que no tiene desperdicio.
Cripta del Panteón |
Tumbas de Escritores.Cripta del Panteón |
Tumbas de Marie y Pierre Curie.Cripta del Panteón |
Justo detrás de este monumento imperdible se encuentra la
bonita iglesia de Saint Etienne du Mont, la cual anuncia la entrada al barrio
de la Montagne Sainte – Geneviéve.
Dice la leyenda que en el espacio en el que está construida
oraba Santa Genoveva y gracias a sus rezos la ciudad se salvó de la invasión de
Atila y los bárbaros.
La fachada está llena de encanto con diferentes estilos,
pero lo mejor se encuentra en su interior con una bella bóveda gótico flamígera
y, lo que es la joya de la iglesia, la tribuna de estilo renacentista, que
separa el coro de la nave con escaleras de caracol a ambos lados de la misma,
siendo la única que se conserva en París. Desde esa tribuna se leían los
evangelios y aunque parezca mentira, muchos feligreses pidieron que se suprimiera en el siglo XVIII porque
impedía ver el coro. Menos mal que no lo lograron.
Iglesia Saint Etienne du Mont |
Iglesia Saint Etienne du Mont |
En la nave derecha se encuentra la capilla con las reliquias
de Santa Genoveva, patrona de París.
Dedo de Sta Genoveva.Saint Etienne du Mont |
La tarde continuaría con más construcciones religiosas, aunque
mi siguiente visita también estaría muy relacionada con el séptimo arte y es
que Saint Sulpice es la protagonista indiscutible de la película “El código da
Vinci”, protagonizada por Tom Hanks.
Iglesia de Saint Sulpice |
Además y más allá de los siempre aburridos detalles arquitectónicos
lo interesante de esta iglesia son las importantes celebraciones ocurridas
entre sus muros y es que aquí serían bautizados Baudelaire y el marqués de Sade, y tendría lugar la boda
entre Víctor Hugo y Camille con Robespierre como testigo.
Iglesia de Saint Sulpice |
También es interesante mencionar las dos bellas pinturas
murales de Delacroix.
Por otro lado, la plaza que me encontraría a la salida en su
parte delantera, ya que entraría por un lateral, me sorprendería gratamente por
la gran fuente adornada con estatuas que se sitúa en el centro.
Desde ella tomaría una de sus calles laterales que me
introduciría casi de forma directa en el barrio de Saint Germain des Prés, el
cual posee una personalidad propia entre boutiques de lujo y cadenas de ropa
que han ocupado el espacio de las antiguas instituciones culturales y que, a
pesar de ello, no acaba de despegar.
Pero si hay un lugar que destaca por encima de los demás en
esta zona es la iglesia que da nombre al barrio. Y es que Saint Germain des
Pres es la más antigua de París, edificada en el año 900 sobre cimientos de una
antigua basílica merovingia y llegando a ser en su día una auténtica ciudad
dentro de la ciudad, que prosperó hasta la Revolución.
Iglesia Saint Germain des Press |
En su interior podría ver frescos con escenas del Antiguo y Nuevo
Testamento, entre otras cosas destacables, pero mi mayor interés no era todo
ello, sino que consistía en encontrar la tumba de Descartes, el famoso filósofo
y matemático. No lo conseguiría por mí mismo, por lo que tendría que preguntar
a un señor al que pillé saliendo de detrás de una cinta que cortaba el paso más
allá del altar mayor, es decir de la zona conocida como deambulatorio y que se
encuentra en la parte trasera de aquel. Este esbozaría una leve sonrisa y me
pediría que le acompañara por el lado derecho, mostrándome la losa funeraria en
donde reposan sus restos. En el lado contrario también me enseñaría el lugar en
el que descansa el poeta Boileau. Después de darle las gracias unas cuantas veces, me despediría
y volvería a salir al exterior.
Tumba de Descartes. Iglesia Saint Germain des Press |
Me encontré que había comenzado a llover de forma débil, lo
que no impediría que realizase un nuevo paseo por el área del barrio latino por
la que todavía no había transitado, pero no duraría más de diez minutos por las
calles que habían quedado desangeladas y es que pronto la lluvia caería con más
fuerza. Eran las 19:30 y no tenía ganas de mojarme así que no dudaría en dar
por finalizada la jornada turística dirigiéndome a una pizzería cercana al
Panteón que me había gustado al pasar por su puerta. Se llamaba Il Gigolo y
estaba situada en la Rue Soufflot, 9. Allí me pediría una pizza enorme y una
fanta de naranja (18 euros). También probaría el pedir una jarra de agua, que
había leído que son gratuitas y tienen obligación por ley de ponértela y, efectivamente
no habría ningún problema. Así que si quieres ahorrar ya sabes, porque el
capricho de la fanta me costaría cinco euros, casi la mitad que el plato.
Estuve entretenido viendo cómo caía una tromba de agua
monumental que ya no pararía en lo que quedaba de tarde y parte de la noche,
así que cuando terminé de cenar y de reponerme un poco del palizón que llevaba
hoy, tomaría el metro hasta el hostal, aprovechando el breve paseo hasta la
puerta para tomarme una tarrina de helados de una heladería de calidad llamada
Berthillon. (4 euros). Estaban buenísimos y la recomiendo sin dudarlo. Hay
varias localizadas por toda la ciudad.
wauuu, qué maravilla de descripcion,k muchísimas gracias! he de regresar al hermoso Paris!
ResponderEliminarGracias a ti, Sandra, por leerme! La verdad es que nunca te cansas de volver a París!
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