PARÍS - DIA 03. De las Tullerías al barrio Latino

30 de Abril de 2017.

Tanto hoy como en los días sucesivos me permitiría media hora más de sueño, de esa manera descansaba un poco más y, sobre todo, podía aprovechar el desayuno que estaba incluido en el precio de la habitación y no era plan de perderlo como ya haría ayer. Este se encontraba disponible a partir de las 07:30, así que a dicha hora estaba en el bar dispuesto a llenar bien el estómago y coger suficientes fuerzas para aguantar sin problemas toda la mañana. Había zumos, cereales, yogures, pan con mermeladas varias, nutella, leche y café. Como se ve algo normal y en la línea de este tipo de alojamientos, pero suficiente para salir satisfecho de allí.

En la nueva e intensa jornada que tenía por delante comenzaría tomando el metro situado al lado del hostal y que correspondía a la estación Commerce y me desplazaría de forma directa y sin trasbordos hasta Concorde, correspondientes ambas a la línea ocho.

Efectivamente volvía a la soberbia plaza de la Concordia, en la que siendo las horas que eran de la mañana de un domingo casi no había un alma y el tráfico era casi nulo. Después de quedarme durante unos instantes fijándome, otra vez, en los mil detalles que ofrece, le daría la espalda y procedería a atravesar las puertas doradas de hiero forjado que tenía delante de mí y que me separaban del jardín de las Tullerías.

Plaza de la Concordia

Sería la reina Catalina de Médicis la responsable de su creación, junto con el antiguo palacio, hoy desaparecido. Tienen el honor de ser el primer parque público de París, destinándose para ello poco tiempo después de la Revolución Francesa.

Jardín de las Tullerías

Jardín de las Tullerías

Eran las 08:15 y no había nadie, salvo algunos policías y algún que otro deportista sudando la camiseta.

El jardín no tiene desperdicio, contando con magnificas estatuas de Maillot, Rodin y Giacometti, fuentes, estanques y rincones de lo más encantadores. También cuenta con un buen número de sillas, algunas de ellas reclinadas, ideales para relajarse y ver el mundo pasar, leer o disfrutar de una buena siesta.

Jardín de las Tullerías

Escultura.Jardín de las Tullerías

La primavera es una de las mejores épocas para disfrutar de este espacio y ver los árboles y plantas en plena floración, creando una fiesta de flores de colores, cuya elegancia recuerda tiempos pasados.

Yo acababa de empezar el día y no estaba cansado, por lo que preferí pasear de un lado para otro, admirando las mencionadas esculturas y descubriendo algún que otro lugar escondido.

Y así, entre paseo y paseo, dejaría las Tullerías y llegaría al imponente arco del Triunfo del jardín del Carrusel, continuación del anterior. La imponente construcción se mandaría construir por Napoleón para festejar las victorias militares y es la antesala del antiguo palacio real del Louvre, que en la actualidad alberga el mejor museo del mundo, el cual iba a ser objeto de mi siguiente visita.

Arco del Triunfo del Jardín del Carrusel

Pero antes de introducirme en sus entrañas me permitiría darme un paseo por el exterior, especialmente por donde está situada la famosa pirámide que supone la armonía perfecta entre lo clásico y lo moderno y aunque cuando se inauguró fue tachada de una aberración, hoy se ha convertido en sinónimo de la imagen del Louvre, siendo una seña inseparable del museo y del propio París.

Museo del Louvre

Museo del Louvre

Había leído en más de un sitio que para evitar las filas que se forman en la entrada de la pirámide, había otras dos opciones  de lo más interesantes y que estaban mucho menos solicitadas que la primera. Por un lado por el centro comercial llamado Carrusel del Louvre, situado en el subsuelo del museo y con entrada por la Rue de Rivoli, 99 y, por otro, por la llamada Puerta de los Leones, hacia donde me dirigí, pero mi gozo en un pozo, porque tanto yo como unos americanos que tuvieron la misma idea, nos encontramos que el acceso sólo estaba reservado para grupos organizados, así que como no quería perder más el tiempo con este tipo de sorpresas, me fui directo a la entrada de la pirámide y esperé en la fila de los que poseíamos la París Museum Card ( entrada gratuita). Sin ella la entrada cuesta 15 euros.

Puerta de los Leones.Museo del Louvre

Esperaría como veinte minutos y a tras los controles respectivos de seguridad, a las 09:30 estaba bajo la pirámide y en los tornos que permiten la entrada al interior del museo.

Museo del Louvre

Museo del Louvre

Como ya comentaba, antaño sería el mayor palacio del mundo, siendo hoy el mayor museo de arte. El edificio, que se extiende casi 800 metros junto a la orilla del Sena, comenzó como una fortaleza medieval y fue extendiéndose a lo largo de los siglos hasta convertirse en una lujosa residencia real. Fue designado como museo justo después de la Revolución y su colección creció de forma significativa gracias a Napoleón.

Si tenemos en cuenta que es el hogar de 400.000 obras de arte en total, de las cuales aproximadamente 35.000 se exponen de forma permanente, necesitaríamos de una semana completa para visitarlo en su totalidad. En consecuencia, es mejor rehuir la tentación de querer verlo todo, siendo recomendable adentrarse en su selva con objetivos claros y precisos.

Es por ello que desde Madrid ya traía el listado de obras que quería ver, siendo mi intención ceñirme exclusivamente en ellas.

Esperaba comenzar por la planta baja, donde me encontraba, y no sé lo que hice, ni como interpreté el mapa, que sin quererlo, y sin tener conocimiento de que si quiera existían, acabaría en los aposentos de Napoleón III. Me quedaría con la boca abierta en la primera habitación y, como es evidente, ya no podría evitar acabar la visita. La pomposidad con las que están decoradas todas sus salas impresiona sobremanera. Ni el más mínimo espacio escapa de la suntuosidad y son tantos los detalles que es imposible poder abarcarlos todos. Lo ostentoso llevado al límite es lo que se puede ver en cualquier habitación, desde la sala del Trono hasta el comedor, pasando por los dormitorios y el resto de estancias. Sin duda que es una visita que no debería faltar en la visita al Louvre.

Aposentos Napoleón III.Museo del Louvre

Aposentos Napoleón III.Museo del Louvre

Aposentos Napoleón III.Museo del Louvre

Después de tanto lujo, no me pensaría dos veces preguntar a unos de los vigilantes de sala como podía llegar a la primera obra que quería observar, indicándomelo amablemente. Esta no era otra que el código de Hammurabi, la famosa columna de basalto en la que se encuentra grabado uno de los conjuntos de leyes más antiguos que se han hallado. Muy cercanas a la misma se puede observar una buena muestra de arte asirio difícil de ver en otros lugares.

Código de Hammurabi.Museo del Louvre

Arte Asirio.Museo del Louvre

Vistas estas continuaría con otras obras como “El sarcófago de Cerveteri” de autor desconocido, “Esclavo moribundo” de Miguel Ángel, “Psique reanimada por el beso del amor” de Antonio Canova”, etc.

Psique reanimada por el beso del Amor.Museo del Louvre

Esclavo Moribundo de Miguel Angel.Museo del Louvre

Así hasta que llegaría a una sala donde el murmullo era constante e intenso. El motivo no era otro que en el centro de la misma estaba “La Venus de Milo”, la famosa escultura griega sin brazos y de mármol blanco que representa a la diosa del amor.

Dentro de lo que cabe no había excesiva gente y, esperando un poco y con algo de paciencia, pude situarme delante de ella y hacerle alguna que otra foto casi sin empujones, además de contemplarla durante unos minutos.

Venus de Milo. Museo del Louvre

Son tantas las esculturas que se pueden ver a cada paso que das que por mucho que vayas con la idea de pararte sólo en las que de antemano has seleccionado, no puedes evitar detenerte en alguna más y eso es tiempo extra que se esfuma.

Aún así más o menos lograría ser estricto y tras conseguir observar los objetivos de la planta baja, me dirigiría, posteriormente, a la primera. En ella predomina, sobre todo, la pintura que sería en lo que me centraría, comenzando, para intentar evitar la masificación que se forma alrededor de ella, por “La Gioconda”.

La Gioconda.Museo del Louvre

¡Cómo han cambiado las cosas! Recuerdo que cuando pude verla por primera vez se encontraba en la esquina de una de las salas pasando casi desapercibida, como un cuadro más, sin cristal ni protección extra y con no más de quince personas contemplándola. Hoy es una locura y una aventura poder situarte en frente de ella y es que tras ir ganando posiciones entre el tumulto de personas que la rodeaban y tras ganar la ansiada primera fila, poco a poco, dejándome mecer por las masas como en una gran manifestación o un importante concierto, lo que vino después, mientras la contemplaba y la hacía alguna triste foto, fue recibir codazos, más empujones y acabar sudando como un pollo ante tanto calor humano. Todo esto sin olvidar la odisea para salir, pues me encontraba siendo objeto del mayor placaje que había sufrido nunca, como si me encontrara disputando un partido de rugbi, teniendo que empezar moviendo los hombros y la cintura para ir consiguiendo zafarme de todos aquellos que luchaban por ganar la posición que yo dejaba. Así lentamente pude ir desplazándome lateralmente y hacia atrás hasta que por fin conseguí salir de la prisión humana de la que había sido objeto durante diez largos minutos.

Como se puede ver el contemplar “La Gioconda” de cerca te puede dejar exhausto y agotado, así que descansaría cinco minutos en la esquina de un banco hasta que me repuse un poco del esfuerzo. Después continuaría con la visita de otras grandes pinturas como: “La coronación de Napoleón”, “La balsa de la Medusa”, “Las bodas de Caná y “La Libertad guiando al pueblo”.

La Libertad guiando al pueblo.Museo del Louvre

La Coronación de Napoleón.Museo del Louvre

Tampoco quise omitir ver otras dos grandes esculturas. Por un lado la mítica “Victoria de Samotracia”, que ya había podido contemplar la primera vez que visité el Louvre y que también había cambiado de lugar, acertando en mi opinión, con su nueva ubicación pues es mucho más imponente. Y por otro, que no había tenido oportunidad de ver en aquella ocasión, “El escriba sentado”, la escultura del antiguo Egipto que representa a un alto cargo del Estado escribiendo sobre un papiro. La recomiendo pues merece mucho la pena.

Victoria de Samotracia.Museo del Louvre

El Escriba sentado. Museo del Louvre

Aquí terminaría mi visita al Louvre, pues estaba muy cansado y saturado tras casi tres horas en sus instalaciones. Eran las 12:20 y la cantidad de gente, desde hacía ya un rato, era exagerada, costando incluso andar en muchas de sus salas. Efectivamente, no subiría a la segunda planta, pero, aunque pueda parecer mentira, estaba agobiado y no aguantaba ni un minuto más allí dentro, por lo que salí lo más deprisa que pude del interior del museo, escogiendo para ello la Galería del Carrusel, el centro comercial subterráneo compuesto por tiendas de lujo que ya comentaba que era uno de los accesos al museo y que por cierto también estaba hasta arriba de gente, por lo que al final te da igual entrar por un sitio que por otro, porque todos están masificados. Así que lo mejor es madrugar e intentar entrar de los primeros antes de que empiece a llenarse.

Estaba algo tocado y es que no hay cansancio que iguale al que asalta tras esa exposición colosal, por lo que decidiría sentarme diez minutos en los soportales de la Rue de Rivoli para recuperarme un poco, antes de abordar la nueva cita que tenía prevista, que no era otra que la Ópera Garnier. Para llegar hasta ella me impondrían el camino y es que se encontraban cortadas un buen número de calles como consecuencia de un rodaje cinematográfico, por lo que la única opción para llegar hasta ella era caminar por Saint Honoré, una de las calles más caras de la capital, repleta de lujosos comercios. Tras varias manzanas me tocaría torcer a la derecha y en pocos pasos me encontraría con la plaza Vendôme y la imponente columna que preside el centro de la misma, la cual está inspirada en la de Trajano en Roma, y así en ella se relata la campaña victoriosa de Austerlitz sobre el ejército austro – ruso. La figura de Napoleón vestido de emperador romano corona su parte superior. Como curiosidad reseñar también que en el número doce de la plaza murió Chopin.

Plaza Vendôme

Atravesada esta, continuando por Rue de la Paix y tras atravesar dos calles más, llegaba, por fin, a la plaza de la Ópera en la que destaca, frente a los demás edificios, la propia Ópera, cuya fachada está adornada con estatuas y otros elementos decorativos, entre los cuales destaca La Danza, un famoso grupo de desnudos de marcado erotismo y que le supusieron a su autor, Jean Baptiste Carpeaux, ser salpicado de tinta por un exaltado ciudadano parisino, en su primera aparición pública.

Ópera

Me entretendría lo justo observando la fachada y me dirigiría rápidamente a la puerta lateral, para intentar conseguir una entrada para las visitas guiadas que se realizan por su interior, pero esta vez no tendría suerte y es que la última sería a las 12:30 y ya eran las 13:10 por lo que esta vez tendría que conformarme con los vagos recuerdos  que me quedaban de la visita que realicé con mis padres.

En frente del histórico edificio y como contrapunto a este se encuentran las galerías Lafayette, donde entraría, después del respectivo control de la mochila, con el único objetivo de dirigirme a su azotea, pues había leído que las vistas desde ella tenían fama de ser bastante buenas y aunque me gustaron, no igualarían ni mucho menos a las que se consiguen desde otros grandes miradores de la ciudad, pero es cierto que puede ser una opción si no quieres gastar dinero en acceder a estos otros.

París desde la Terraza de las Galerías Lafayette

La Ópera desde la Terraza de las Galerías Lafayette

El cielo se había cubierto desde hacía unos minutos y todo parecía indicar que las predicciones de lluvia de última hora de la tarde se iban a cumplir, por lo que después de disfrutar otro rato más de las vistas desde el centro comercial, volvería a la calle y me dirigiría hacia el metro, pues mi siguiente destino estaba lo suficientemente lejos como para no morir en el intento de tratar llegar andando hasta él.

Me encontraba en la estación Haussmann Saint Lazare y en ella tomaría la línea 13 hasta la estación Basilique de St-Denis, que como su propio nombre indica me iba a dejar a dos pasos de la famosa basílica, que tantas ganas tenías de conocer.

Esta no es de las visitas más frecuentadas en París, pero para quienes nos gusta la historia es casi un imprescindible, pues en ella se encuentran enterrados casi la totalidad de los reyes franceses, casi nada.

Basílica de Saint Denis

La entrada sin la París Museum Pass cuesta nueve euros, con ella es gratuita. Por cierto que en este mismo momento quedaba amortizada su compra y no había terminado el segundo día, por lo que clarísimamente se amortiza y la recomiendo.

Según la tradición popular, la iglesia original fue levantada donde estaban enterrados Saint Denis y sus compañeros Rústico y Eleuterio. Los reyes merovingios construyeron al lado una abadía, donde también fueron enterrados,  y los carolingios hicieron de Saint Denis el escenario de sus ceremonias reales, para lo cual levantaron en 1122 una basílica que se convirtió en la necrópolis oficial de los reyes.

Basílica de Saint Denis

Rosetón. Basílica de Saint Denis

Aunque durante la Revolución, el conjunto sufrió importantes daños y saqueos, en la época de Luis XVIII se haría un esfuerzo por depositar aquí tanto los restos de Luis XVI y María Antonieta, como las de otras sepulturas dispersas por otros santuarios parisinos, haciendo de la basílica el más rico legado de la escultura funeraria francesa medieval y renacentista.

Mausoleos.Basílica de Saint Denis

Creo poder afirmar que lo mejor de su interior son los mausoleos y las efigies talladas de un buen número de reyes, encargadas en su momento por Luis XI.

Con la entrada te facilitan un mapa en tu idioma que te permite situarte y poder seguir un orden razonable en la visita, al igual que en la mayoría de monumentos importantes, por lo que es perfecto para no perderte nada.

Mausoleos.Basílica de Saint Denis

Mausoleos.Basílica de Saint Denis

De esta manera iría pasando, poco a poco, por siglos de historia francesa pudiendo ver inscritos en lápidas y tumbas monarcas de tanta relevancia como Pipino el Breve, Hugo Capeto, Francisco I, Enrique II, Luis XIV y tantos y tantos otros.

Mausoleos.Basílica de Saint Denis

Mausoleos.Basílica de Saint Denis

Mausoleos.Basílica de Saint Denis

Estaría una hora visitando los entresijos de este histórico lugar y a la salida no dudaría en tomarme un Kebab con una fanta de naranja (7 euros), para una vez repuesto del hambre que arrastraba desde hacía ya bastante tiempo, tomar otra vez el metro y dirigirme hacia la estación Cardinal Lemoine, la cual estaba muy cerca de otro histórico monumento: el Panteón.

La idea original para su construcción partió de Luis XV, al quedar postrado por una grave enfermedad, prometiendo que si se recuperaba de ella haría edificar una iglesia en acción de gracias dedicada a la patrona de París. Pero debido a diferentes problemas económicos su construcción se fue dilatando en el tiempo, coincidiendo su conclusión con plena Revolución Francesa, por lo que las nuevas autoridades revolucionarias que no tenían el menor interés en que fuese un templo religioso, decidieron secularizar el edificio y convertirlo en un mausoleo  dedicado a los héroes nacionales de Francia. Sería entonces rebautizado como Panteón y se convirtió en el lugar de descanso de muchas celebridades, como Voltaire, Rousseau, Víctor Hugo, Émile Zola, Alejandro Dumas, Pierre y Marie Curie, Louis Braille y otros muchos.

Panteón

Panteón

La entrada cuesta nueve euros, pero con la París Museum Card es gratuita. Una vez dentro lo que más impresiona son sus descomunales dimensiones y su soberbia cúpula, además de la réplica del péndulo de Foucault suspendido desde esta última. También destacan varias esculturas distribuidas por el inmenso espacio, especialmente la que está situada en el altar mayor.

Panteón

Panteón

 En la cripta podría ver las ya mencionadas tumbas donde se hallan los cuerpos de algunos de los personajes más importantes de Francia, encontrándose aquí desde escritores hasta arquitectos o científicos, por lo que no tiene desperdicio.

Cripta del Panteón

Tumbas de Escritores.Cripta del Panteón

Tumbas de Marie y Pierre Curie.Cripta del Panteón

Justo detrás de este monumento imperdible se encuentra la bonita iglesia de Saint Etienne du Mont, la cual anuncia la entrada al barrio de la Montagne Sainte – Geneviéve.

Dice la leyenda que en el espacio en el que está construida oraba Santa Genoveva y gracias a sus rezos la ciudad se salvó de la invasión de Atila y los bárbaros.

La fachada está llena de encanto con diferentes estilos, pero lo mejor se encuentra en su interior con una bella bóveda gótico flamígera y, lo que es la joya de la iglesia, la tribuna de estilo renacentista, que separa el coro de la nave con escaleras de caracol a ambos lados de la misma, siendo la única que se conserva en París. Desde esa tribuna se leían los evangelios y aunque parezca mentira, muchos feligreses pidieron  que se suprimiera en el siglo XVIII porque impedía ver el coro. Menos mal que no lo lograron.

Iglesia Saint Etienne du Mont

Iglesia Saint Etienne du Mont

En la nave derecha se encuentra la capilla con las reliquias de Santa Genoveva, patrona de París.

Dedo de Sta Genoveva.Saint Etienne du Mont

La tarde continuaría con más construcciones religiosas, aunque mi siguiente visita también estaría muy relacionada con el séptimo arte y es que Saint Sulpice es la protagonista indiscutible de la película “El código da Vinci”, protagonizada por Tom Hanks.

Iglesia de Saint Sulpice

Además y más allá de los siempre aburridos detalles arquitectónicos lo interesante de esta iglesia son las importantes celebraciones ocurridas entre sus muros y es que aquí serían bautizados Baudelaire y  el marqués de Sade, y tendría lugar la boda entre Víctor Hugo y Camille con Robespierre como testigo.

Iglesia de Saint Sulpice

También es interesante mencionar las dos bellas pinturas murales de Delacroix.

Por otro lado, la plaza que me encontraría a la salida en su parte delantera, ya que entraría por un lateral, me sorprendería gratamente por la gran fuente adornada con estatuas que se sitúa en el centro.

Desde ella tomaría una de sus calles laterales que me introduciría casi de forma directa en el barrio de Saint Germain des Prés, el cual posee una personalidad propia entre boutiques de lujo y cadenas de ropa que han ocupado el espacio de las antiguas instituciones culturales y que, a pesar de ello, no acaba de despegar.

Pero si hay un lugar que destaca por encima de los demás en esta zona es la iglesia que da nombre al barrio. Y es que Saint Germain des Pres es la más antigua de París, edificada en el año 900 sobre cimientos de una antigua basílica merovingia y llegando a ser en su día una auténtica ciudad dentro de la ciudad, que prosperó hasta la Revolución.

Iglesia Saint Germain des Press

En su interior podría ver frescos con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, entre otras cosas destacables, pero mi mayor interés no era todo ello, sino que consistía en encontrar la tumba de Descartes, el famoso filósofo y matemático. No lo conseguiría por mí mismo, por lo que tendría que preguntar a un señor al que pillé saliendo de detrás de una cinta que cortaba el paso más allá del altar mayor, es decir de la zona conocida como deambulatorio y que se encuentra en la parte trasera de aquel. Este esbozaría una leve sonrisa y me pediría que le acompañara por el lado derecho, mostrándome la losa funeraria en donde reposan sus restos. En el lado contrario también me enseñaría el lugar en el que descansa el poeta Boileau. Después de darle  las gracias unas cuantas veces, me despediría y volvería a salir al exterior.

Tumba de Descartes. Iglesia Saint Germain des Press

Me encontré que había comenzado a llover de forma débil, lo que no impediría que realizase un nuevo paseo por el área del barrio latino por la que todavía no había transitado, pero no duraría más de diez minutos por las calles que habían quedado desangeladas y es que pronto la lluvia caería con más fuerza. Eran las 19:30 y no tenía ganas de mojarme así que no dudaría en dar por finalizada la jornada turística dirigiéndome a una pizzería cercana al Panteón que me había gustado al pasar por su puerta. Se llamaba Il Gigolo y estaba situada en la Rue Soufflot, 9. Allí me pediría una pizza enorme y una fanta de naranja (18 euros). También probaría el pedir una jarra de agua, que había leído que son gratuitas y tienen obligación por ley de ponértela y, efectivamente no habría ningún problema. Así que si quieres ahorrar ya sabes, porque el capricho de la fanta me costaría cinco euros, casi la mitad que el plato.

Estuve entretenido viendo cómo caía una tromba de agua monumental que ya no pararía en lo que quedaba de tarde y parte de la noche, así que cuando terminé de cenar y de reponerme un poco del palizón que llevaba hoy, tomaría el metro hasta el hostal, aprovechando el breve paseo hasta la puerta para tomarme una tarrina de helados de una heladería de calidad llamada Berthillon. (4 euros). Estaban buenísimos y la recomiendo sin dudarlo. Hay varias localizadas por toda la ciudad.

Eran las 22:15 cuando apagaba la luz, lo que me iba a permitir descansar las suficientes horas como para afrontar, con la misma vitalidad que había tenido hasta ahora, los dos días que me quedaban en la capital francesa.

2 comentarios :

  1. wauuu, qué maravilla de descripcion,k muchísimas gracias! he de regresar al hermoso Paris!

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  2. Gracias a ti, Sandra, por leerme! La verdad es que nunca te cansas de volver a París!

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