8 de Septiembre de 2015.
Seguro que todo amante del séptimo arte habrá visto, al
menos una vez, la película “Memorias de una Geisha”, donde se cuenta el duro
camino que una niña, vendida por su padre, ha de seguir hasta que se convierte
en Geisha. Aparte de que la historia es ya de por sí conmovedora, si a ello le
sumas la increíble banda sonora y la fotografía, pues casi podemos decir que es
una obra perfecta. Pero, tratando de no irme por las ramas, el motivo por el
que comenzaba el capítulo refiriéndome a esta película, no era otro que por una
escena de la misma donde se puede ver a una niña corriendo por un pasillo de
toriis de color rojo, escenario que corresponde al espectacular santuario
Fushimi Inari, por donde hoy quería comenzar la jornada.
Pero más allá de aparecer como localización en el cine, hay
que tener en cuenta que este es uno de los lugares sintoístas más venerados y
famosos de Japón. Fue fundado en el 711 y está dedicado a cinco deidades shinto,
entre las que destaca Inari, deidad del arroz y del sake.
Al igual que ayer tomaría el tren local de las 7.32 con
dirección a Nara, para en tan sólo dos paradas apearme en la estación Inari,
que te deja en la misma explanada que da acceso al Santuario. Por cierto que
está incluido en el Japan Rail Pass.
Aprovechando que tenía un supermercado nada más salir al
exterior de la estación, desayunaría el tradicional brick de leche y unos
dulces (500 yenes), antes de empezar con la visita. Esta comenzaría atravesando
el inmenso torii de color bermellón que te da la bienvenida.
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Santuario Sintoista Fushimi Inari |
Eran las 08.00 y no había ni un alma, todo estaba desierto y
yo era la primera persona que accedía al lugar y en un país como Japón en que
siempre tienes que estar peleándote con las masas, esto resulta cuanto menos
extraño. Hasta te impone estar en un lugar tan renombrado e importante tú sólo,
pero también es cierto que se disfrutan el triple momentos como este, es una
mezcla extraña de sensaciones.
En unos pasos llegaba hasta la inmensa puerta Romon,
protegida por dos fieros guerreros y dos zorros ataviados con baberos rojos.
Estos últimos son los mensajeros del Dios Inari, la deidad de la agricultura, y
se les suele representar custodiando en su boca o un pergamino o una llave, la
cual abre y cierra las puertas del granero donde se guarda el arroz. En este
complejo, especialmente, se pueden ver muchas de estas estatuas distribuidas
por casi por cualquier rincón.
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Zorro Inari en Santuario Sintoista Fushimi Inari |
El siguiente espacio al que accedería sería el del santuario
principal o Honden, donde la gente lleva a cabo sus ofrendas y realiza sus
oraciones. Como en cualquier santuario hay una pileta de agua donde poder
purificarse antes de entrar a la zona sagrada.
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Santuario Sintoista Fushimi Inari |
Tras pulular un poco más por algún que otro santuario menor,
del que se puede prescindir sin problema, por fin llegaría a la parte trasera
del templo principal, donde se esconde el inicio del afamado pasadizo compuesto
por miles de puertas rojas que serpentean por el monte Inari hasta la mismísima
cima. Era un momento muy especial para mí pues esta era otra de las
experiencias que más llevaba esperando en el país, así que estaría un largo
rato delante del primer e inmenso torii que abre la sucesiva hilera de estos,
creando un misterioso pasillo cuyo final no sabes bien donde podría conducirte.
Es aquí donde el lugar te invita a crear tus propias historias fantásticas, a
pensar que en cualquier momento podría aparecer algún ser mitológico, o algún
duende o hada que pudiera transportarte a otra dimensión paralela o incluso
pudiera parecer que el túnel de puertas pudiera ser una máquina del tiempo que
te va a permitir conocer los secretos del país nipón en siglos pasados. En
definitiva este lugar evoca historias fantasiosas y sueños, más que ningún otro
en el que había estado y la emoción era por ello más grande que en otros muchos
lugares que ya había conocido.
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Inicio de la senda de Toriis.Santuario Sintoista Fushimi Inari |
Comencé a dar mis primeros pasos, sólo, sin que todavía
supiera lo que era ver un ser humano en el entorno. Esto hacía todo más místico
y especial si cabe. Sólo me acompañaba el sonido esporádico del canto de algún
pájaro y el ruido que hacía alguna que otra chicharra que cada vez brillaban
más por su ausencia, pues no hacía ni bochorno ni casi calor. La temperatura
era agradable, más propia de la primavera española que del agobiante calor
japonés por el que me decían se caracterizaba esta época del año.
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Senda de Toriis.Santuario Sintoista Fushimi Inari |
Seguí avanzando fijándome en los detalles y marcas por los
que están marcados los cientos de toriis que iba atravesando. Estas hacen referencia
al nombre de la persona que ha llevado a cabo la donación de la puerta Torii
respectiva y de la fecha en que la hizo. No olvidemos que estas eran ofrendas
que hacían los comerciantes al Dios Inari para que este les protegiera en la
buena marcha de sus negocios.
Tras avanzar varios tramos donde apenas se podían ver las
nubes que cubrían el cielo, pues la distancia entre las puertas es tan escasa
que no te permiten ver casi nada de lo que hay al otro lado de ellas, llegaba
hasta un primer llano donde la imagen volvía a ser irrepetible, pues si bello
es observar un camino de toriis, ante mis ojos se mostraban dos de ellos, casi
paralelos y simétricos el uno del otro. Elegí al azar cual seguir y continué
subiendo, sobrecogido por la atmósfera misteriosa e inigualable que seguía
acompañándome.
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Senda de Toriis. Santuario Sintoista Fushimi Inari |
Mi objetivo era claro, llegar hasta la cima del camino que
estaba siguiendo, el cual cada vez era más empinado y la separación entre los
toriis algo más amplia, permitiendo esta que se pudiera apreciar mejor la perfecta
armonía existente entre las construcciones del camino por el que transitaba y
el bosque y la naturaleza en el que se encuentra emplazado el mismo.
Aunque como he dicho no hacía calor, el esfuerzo de la
subida sí que invitaba a beber agua constantemente, la cual ya traía, pues
aunque en diferentes llanos de la subida hay multitud de tiendas que ofrecen
avituallamiento, al ser tan temprano todas ellas estaban cerradas, por lo que
si no llego a ser previsor, me hubiera quedado seco.
Y así paso a paso llegaba hasta nuevas explanadas compuestas
algunas por miradores, otra por un pequeño lago de agua verdosa y la gran parte
de ellas por pequeños templos y altares donde había algunas ofrendas de los
devotos. También casi a cada metro cuadrado pude encontrarme con miles de
pequeños toriis, seguramente de aquellas personas más humildes y que no pueden
permitirse el ofrecimiento de las colosales puertas que había ido atravesando.
Y tampoco podían faltar cientos de estatuillas del zorro Inari, protegiendo
cada rincón allá por donde pisaba.
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Senda de Toriis. Santuario Sintoista Fushimi Inari |
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Senda de Toriis. Santuario Sintoista Fushimi Inari |
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Lago camino a la Cima.Santuario Sintoista Fushimi Inari |
Pero parecía que aquello no terminaba nunca, porque el
sendero seguía subiendo y yo lejos de rendirme, continué por él y así y tras
algún que otro santuario más, llegaba hasta la que parecía que era la cima,
encontrándome una roca sostenida sobre un conjunto de piedras y rodeada toda
ella de nuevos cientos de toriis, sin que apenas quedara espacio para uno más.
Se amontonaban unos sobre otros, sin orden ni colocación de ningún tipo, pero
el lugar era hermoso y trasmitía una paz y serenidad complicadas de explicar
con palabras.
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Santuario Sintoista Fushimi Inari |
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Santuario Sintoista Fushimi Inari |
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Santuario Sintoista Fushimi Inari |
El descenso lo haría por el camino del lado contrario de
donde provenía y aquí empezaría a ser consciente de cómo se pone de gente este
lugar si uno no madruga. Estaba sorprendido de los grupos de gente con los que
me iba cruzando en el camino. Eran cantidades ingentes de personas, lo que por
supuesto, le quitaba todo el encanto y serenidad al lugar que yo había conocido
hacía unas horas. Es que incluso casi que hubiera sido complicado tirar alguna
foto decente a partir de la mitad del camino hasta la entrada principal. Y es
que ya se sabe que a quien madruga…
Aún así todavía podría encontrarme con algún que otro rincón
más lleno de encanto como una fuente con la forma del zorro Inari y una pequeña
cascada apartada en un lugar casi escondido y que descubriría de pura
casualidad.
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Santuario Sintoista Fushimi Inari |
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Santuario Sintoista Fushimi Inari |
Llegaba, de nuevo, a la estación a las 10.30. Habían sido
dos horas y media entre la subida, la bajada, las fotos y el disfrutar de este
increíble lugar que no sólo no me había defraudado sino que había superado con
creces cualquier expectativa que traía, por lo que me iba encantado de aquí.
Volvería a coger el tren local en el que había venido, pero
esta vez en sentido contrario y me bajaría en la siguiente estación a Inari y
justo la anterior a Kyoto. El motivo era que quería conocer otro de los templos
declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y este no era otro que
Tofukuji, nombre que deriva de la mezcla de las denominaciones de los dos
santuarios más importantes de Nara: Todaiji y Kofukuji. Al igual que ellos el
complejo se vincula a la poderosa familia Fujiwara.
Mi principal interés aquí era poder observar sus jardines
zen, pues había leído que están considerados como unos de los más bellos de
Kyoto. Existen dos zonas diferenciadas para poder verlos en su totalidad, pero me
conformaría con los que dicen son los más completos, pues los dos ya era
excesivo. Los elegidos serían los que se encuentran en el Hojo o vivienda
principal del sacerdote (500 yenes). La imagen que te encuentras no decepciona
ni muchísimo menos, al contrario, te hace estremecerte ante una belleza sublime
y serena. La combinación entre las rocas, los guijarros, la arena y el musgo y la
distribución de todos ellos hacen que se convierta en, posiblemente, el jardín
zen más hermoso de los que hasta ahora había contemplado, superando incluso al
del templo Ryoanji. No dudaría en imitar a las personas que se encontraban allí
sentadas con las miradas perdidas en el infinito o en los elementos o en ambos,
quien sabe, pero la media hora que estuve disfrutando de este momento sería
reponedora del cansancio que empezaba a asentarse en mí.
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Templo Tofukuji |
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Jardines Templo Tofukuji |
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Jardines Templo Tofukuji |
Sería en este momento, cuando la lluvia haría acto de
presencia, por lo que el nuevo elemento sería bien recibido hasta que tendría
que dirigirme, de nuevo, a la estación, en cuyo trayecto, de tan sólo cinco
minutos, acabaría calado y como una sopa.
Afortunadamente la espera del tren y el rápido viaje hasta
Kyoto, pues era la siguiente estación, serían suficientes para volver a
encontrarme seco y así poder montar tranquilamente en el autobús número 100 de
las dársenas exteriores de la estación, para dirigirme en él hasta la misma
puerta del templo Sanjusangendo, mi siguiente parada. (400 yenes).
El exterior del edificio principal del complejo, no dice
absolutamente nada, pues es parco en decoración y lo único que destaca es su
alargada forma rectangular. Nada puede hacerte sospechar, salvo que te hayas
documentado, que en el interior te vas a encontrar con la increíble sorpresa
que guarda celosamente. Nada más y nada menos que 1001 imágenes casi idénticas
de la Diosa de la Misericordia, Kannon, distribuidas en varias hileras y
reluciendo en la oscuridad.
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Templo Sanjūsangen-dō |
Si el edificio del Gran Buda de Nara, ya contaba, que está
considerado el más grande del mundo en sus características, en esta ocasión la
estructura de madera que salvaguarda todas estas esculturas está considerada
como la más larga del mundo.
Su nombre proviene de los 33 (sanjusan) espacios existentes
entre los pilares del edificio. También destaca la increíble imagen principal
de una Kannon con 1000 brazos realizada en 1254.
Es de imaginar la cara de pena que a uno se le queda cuando
según vas recorriendo la larga galería, admirando todo lo descrito
anteriormente, ves también constantes carteles haciendo referencia a la
prohibición absoluta de tirar ninguna fotografía y encima con la amenaza de que
tú cámara será revisada al final del recorrido. Lo nunca visto hasta el
momento. La medida es desde luego disuasoria y al final nadie te revisa nada,
pero es cierto que ante el miedo de que pudiera ser así, me contuve y no pude
hacer alguna trampilla como en otros templos que tampoco estaba permitido y sí
que me llevé algún pequeño recuerdo en imágenes subrepticias.
A la salida eran ya las 13.00 y tenía que volver a la
estación de Kyoto, pues desde donde me encontraba no había ningún bus que me
pillara bien para dirigirme al Palacio Imperial, mi siguiente destino. Esto fue
una auténtica faena dado que haría que temiera no llegar a la hora que tenía
reservada la visita, las 14.00. Además y supuestamente tienes que estar como
veinte minutos antes de la hora, lo que haría si cabe que fuese más nervioso.
El caso es que tomaría un nuevo autobús en la estación
central, iría jurando en hebreo todo el trayecto mientras me culpaba a mí mismo
de lo huevón que era por no ser un poco más previsor, me bajaba en los aledaños
del Palacio a las 13.45, me pegaría una carrera de las de fulminar el reloj y a
las 13.54 llegaba al control de visitantes del Palacio Imperial.
Afortunadamente en esta ocasión lo estricto en la
puntualidad lo dejarían a un lado y pude pasar sin problema, una vez que
comprobaron que la reserva que haría en su día por internet era correcta. Esta
la haría en la página: http://sankan.kunaicho.go.jp/english/index.html
y tienes que pinchar en “Application for visit” y luego ya seguir los pasos. Es
muy sencillo y rápido.
Todas las visitas son estrictamente guiadas y sólo se pueden
hacer en japonés y en inglés. Así que elegiría la segunda opción que era la
menos mala de las dos. Esta elección también se hace cuando se lleva a cabo la
reserva. Antes de comenzar la visita te hacen esperar en una enorme sala de
espera con máquinas de refrescos y unas televisiones donde se van mostrando
imágenes de todo el recinto.
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Palacio Imperial |
A las 14.00 en punto se abriría una puerta y una chica de
edad media, nos invitaría a seguirla al exterior, donde nos advertiría que
nunca deberíamos quedarnos atrás y permanecer siempre en grupo. Las fotos sí
que estaban permitidas en casi todas las instalaciones, pero siempre que no nos
fuéramos nosotros a nuestro aire a realizarlas. Así que como se ve el control
es férreo tanto por la guía como la persona de seguridad que siempre va
cerrando el grupo y que con cara de pocos amigos no te permite quedarte atrás
por si se te pasa por la cabeza.
Después de todo lo anterior comenzaría la visita, la cual
podría seguir más o menos bien, gracias a la información que ya llevaba traducida
de internet.
Tras situarnos en el contexto social y político de la época,
destacando que sería aquí donde vivirían los emperadores de Japón desde 1331
hasta la restauración Meiji, empezaríamos visitando la puerta Okurumayose, la
cual era utilizada para las visitas oficiales de cortesanos a los que se les
había concedido el permiso para entrar en el recinto del Palacio.
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Puerta Okurumayose.Palacio Imperial |
Después continuaríamos con una sucesión de salas, patios,
estancias, habitaciones y jardines cuyas más importantes serían las siguientes:
Shodaibunoma: Edificio que sería utilizado como sala de
espera de los cortesanos. Son tres habitaciones dispuestas desde el rango más
alto al más bajo, de este a oeste.
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Shodaibunoma.Palacio Imperial |
Shishinden: Fue reconstruido en 1855 y es el edificio más
importante en los jardines del palacio. Se utilizó y se sigue utilizando para
la coronación de los emperadores e importantes ceremonias del Estado. Todo en
él es exclusivamente de madera.
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Shishinden. Palacio Imperial |
Takamikura y Michodai: Se trata de los tronos imperiales
para el Emperador y la Emperatriz, respectivamente, y son utilizados con motivo
de la ceremonia de coronación. Estas estructuras se encuentran en el centro del
Shishinden y serían llevadas a Tokyo para la coronación del Emperador Akihito.
Seiryoden: Durante mucho tiempo este compartimento sería
utilizado como residencia del Emperador. Es un edificio práctico y pensado para
la vida cotidiana. También es muy reconocido en la literatura japonesa, por la
cantidad de obras que hacen referencia a él.
Kogosho: Esta estructura fue utilizada en ceremonias tales
como la puesta de largo de la ceremonia de edad y en ocasiones importantes como
cuando el Emperador recibió al Shogun.
Kemarinoniwa: Este espacio era dedicado para jugar a Kemari,
un juego llevado a cabo por los cortesanos del palacio. Consistía en un
partido, en el que con una pelota realizada con piel de venado, había que
conseguir pasar el balón de uno a otro, sin que este cayera al suelo. Hoy en
día todavía se juega en alguna ocasión.
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Kemarinoniwa. Palacio Imperial |
Jardín Oikeniwa: Es un jardín de paseo, cuya característica
principal es su gran estanque con una línea de playa artificial. También
destaca el puente Keyakibashi en forma de arco.
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Jardín Oikeniwa. Palacio Imperial |
Otsunegoten: Es la estructura más grande de los jardines del
palacio, cuenta con quince habitaciones y está construido en estilo shoin.
Aunque ya hemos dicho que el Seiryoden se utilizaba para la vida diaria del
Emperador, cuando se restauró el Palacio Imperial a finales del S.XVI, este
sería el nuevo lugar para vivir de la familia imperial hasta que la capital fue
trasladada a Tokyo en 1869.
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Otsunegoten. Palacio Imperial |
A las 15.00 poníamos fin al recorrido por todas las
estancias que acabo de mencionar, siempre visitadas desde cierta distancia y
nunca pudiendo acceder a sus interiores, ni siquiera se permite el paseo por
los jardines, lo cual es una pena, porque todo el conjunto es realmente
espectacular. Por lo menos la visita es gratuita.
Sería en este momento cuando el cielo gris y oscuro que nos
venía acompañando en toda la visita guiada, se dejó de contemplaciones y
comenzó a descargar lo que no estaba escrito. Afortunadamente nos dejarían
permanecer en la sala de espera hasta que escampó un poco, momento que
aprovecharía para salir a paso ligero hacia algún restaurante que pudiera
encontrarme por los alrededores. Tras quince minutos andando y salir de la espesura
de los jardines que rodean al Palacio Imperial encontraría un pequeño
restaurante donde me metería a probar el
gyudon, es decir, carne de ternera picada mezclada con arroz, queso y cebolla.
(600 yenes). Estaba buenísimo y estuve relamiéndome aquí una hora, mientras
fuera seguía lloviendo.
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Comiendo Gyudon |
Parecía que el tiempo ya no iba a dar ningún tipo de tregua
en toda la tarde, por lo que tenía claro que me pasaría esta curioseando en el
mercado Nishiki, donde compraría algunos recuerdos para la familia, pues hay
alguna que otra tienda original para comprar algún detalle, y por otro lado
descansaba de templos y palacios que estaba ya saturado por hoy.
Pero lo mejor de este mercado son sin duda la infinidad de
puestos que ofrecen todo tipo de comidas extrañas, olores y sabores nunca
vistos en occidente, especias picantes, frutas, mariscos, etc.
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Nishiki Market |
Disfrutaría muchísimo del ambiente y de la variedad
gastronómica que ofrecen aquí, además de la enorme vitalidad que desprenden
todos los comerciantes.
Sobre las 18.00, casi todos los puestos empezarían a cerrar
y aquello quedó casi desierto, lo que sería la excusa perfecta, sumada al
tiempo y a que ya casi era de noche, para dirigirme al Hostel y recogerme
prontito, pues mañana volvía a tocar madrugón.
Para cenar, como casi siempre, unos bollitos de arroz
con zumos y helados, serían suficientes. (850 yenes).
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