Aunque ya me había alojado en un templo en Takayama, hacía
ya unos días, es cierto que allí no tendría la oportunidad de vivir una cena y
un desayuno tradicional, ni asistir a una de las ceremonias religiosas de los
monjes, ni vestirme con un kimono, ni siquiera disfrutar de una habitación
dividida en dos compartimentos diferenciando entre la zona de dormir y la sala
de estar, por lo que aunque aquella fue una humilde pero gran experiencia,
también es cierto que me habían quedado muchas cosas pendientes que tenía
muchas ganas de vivir y hoy iba a ser ese día y encima en una de las zonas más
espirituales que existen para ello en Japón: el área de Koyasan. Pero para disfrutar
de todo lo mencionado anteriormente, todavía quedaban bastantes horas por delante.
Como ya hice en mi incursión por los Alpes japoneses el
grueso del equipaje lo dejaría en Hostel por la simbólica cantidad de 100 yenes
por maleta. De esta manera sólo llevaba una pequeña mochila, que a la espalda
no me molestaba lo más mínimo.
El día comenzaba corriendo como un poseso para intentar
llegar del hostal a la estación de Kyoto mojándome lo menos posible. Algo que
no conseguiría pues llegaría hecho una sopa y es que estaba diluviando. Estaba
ya bastante cansado de las lluvias y es que aunque me estaban permitiendo hacer
todo lo previsto al ser intercaladas, al final, es cierto, que te acaban
mermando un poco. Y es que ya decía yo que venir a estos lugares sin ser la
época idónea tenía sus riesgos, pero bueno era lo que había.
En la estación de Kyoto tomaría un shinkansen que me
llevaría directo a la estación de Osaka, para allí cambiar a la ya familiar
Loop line y llegar así hasta la estación de Shin Imamiya. Hasta aquí todo
estaba cubierto por el Japan Rail Pass. En esta estación tendría que salir a la
calle para hacer transbordo a la línea Nankai, donde en la planta superior
compraría el World Heritage Koyasan Ticket, ya que a partir de este momento
nada está incluido en el afamado pase. Con este ticket, que acabo de mencionar,
te ahorras una auténtica fortuna al contrario de si se decide comprar los
trayectos de forma separada. Este pase especial me costaría 2860 yenes y te
incluye lo siguiente:
- Ida y vuelta de Shin Imamiya a la estación de Koyasan y viceversa con todos los trenes y el cable car incluidos
- Trayectos ilimitados en autobús en todo el área de Koyasan.
- Descuentos en las entradas a los principales templos y en alguna que otra tienda de souvenirs.
Mientras venía el primer tren aprovecharía para desayunar
algo en una de las tiendas de la estación y a las 08.22 estaba partiendo hacia
Koyasan. No tendría ningún problema en coger el tren y es que el método
infalible de preguntar a los revisores antes de montarme en ningún vagón,
seguía sin fallar. Unos más amables que otros, pero todos igual de eficientes a
la hora de evitar que te confundas.
Éramos poquísimos en el vagón y aunque ya estaba bien
encaminado, todavía tenía cierta preocupación porque no sabía si tenía que
cambiar o no de locomotora para llegar hasta mi destino final y es que algunos
van directos y otros no. Al final habría suerte y unas chinas que iban en mi
tren, con su peculiar alboroto, iban preguntando cada dos estaciones, a los
encargados de las estaciones que si había o no que bajarse, por lo que además
de partirme de la risa, no tendría problemas para enterarme, perfectamente, donde había que apearse.
De todas maneras tampoco hubiera habido ningún motivo para
la confusión ya que los propios revisores te indican que hay que cambiar de tren
en el momento oportuno, así que es sencillo. La máquina correspondiente ya se
encontraba en la vía de al lado, por lo que en tres pasos nos metimos en él,
las chinas, una pareja española, que ya les había escuchado hablar, y yo.
El trayecto que restaba transcurrió entre un entorno natural
único de frondosa vegetación, riachuelos y alguna que otra pequeña localidad
perdida entre las montañas por las que el tren circulaba. La última estación de
la línea era Gokurakubashi, donde hay que realizar el cambio para tomar el
cable car y el cual no supone pérdida ninguna. Además se encuentran coordinados
para que no tengas que esperar.
Cablecar hacia Koyasan |
El ascenso a través de los densos y espesos bosques que nos
rodeaban y de los antiguos y mojados rieles fue vertiginoso y espectacular y en
unos minutos salvábamos un desnivel de casi 600 metros.
Paisaje en el Cablecar hacia Koyasan |
A las 10.20 estaba en la estación de Koyasan, por lo que
tenía casi todo el día para disfrutar de la zona.
El monte Koya es un centro de práctica y estudio budista
situado a unos 900 metros de altitud, en un valle de montaña que se extiende
seis kilómetros de este a oeste y tres kilómetros de norte a sur. Tiene una
circunferencia de 15 kilómetros cuadrados y se encuentra rodeado por ocho picos
bajos.
Koyasan fue fundada
hace unos doce siglos por el gran monje budista Kobo Daishi Kubai como un
centro de formación budista Shingon. Su mayor deseo era establecer un
monasterio en las montañas, lejos de las distracciones mundanas, donde los
monjes budistas pudieran practicar y orar por la paz y el bienestar de las
personas.
En Julio de 2004, Koyasan fue registrado como Patrimonio de
la Humanidad por la Unesco como parte de los “Sitios Sagrados y rutas de
peregrinación de la cordillera de Kii, y los paisajes culturales que lo
rodean.”
Lo primero que haría sería hacer uso del billete de autobús
que me permitía montar de forma ilimitada en cualquiera de estos y dirigirme en
uno de ellos con dirección hacia el centro, pero bajándome en la primera parada
llamada Nyonindo, donde llevaría a cabo la primera visita de hoy.
Dado que Koyasan era un monasterio sólo para hombres, las
mujeres tenían prohibido entrar a este lugar hasta 1872. Por esta razón, los
templos especiales para las mujeres serían construidos en la periferia de
Koyasan. De los siete originales, Nyonindo es el único que se mantiene en pie.
Nyonindo |
Cruzando la carretera podría encontrarme cara a cara con una
estatua budista de piedra negra, realmente bonita, llamada Otake- Jizo.
Buda Otake Jizo.Nyonindo |
Las distancias a partir de este punto no son grandes, por lo
que decidiría pasear hasta el mausoleo de la familia Tokugawa. Este lugar sería
construido en 1643 por Iemitsu, el tercer Shogun Tokugawa, que dedicó veinte
años a su construcción. El exterior está construido de madera sin terminar y el
interior está decorado en pan de oro y plata, que recuerda al santuario Toshogu
en Nikko. La entrada cuesta 200 yenes.
Mausoleo Tokugawa |
Mausoleo Tokugawa |
Para mi siguiente trayecto hasta la puerta Daimon, sí que
volvería a optar por el autobús, con el que me plantaría allí en pocos minutos.
Ante mí se encontraba la entrada principal de Koyasan. La estructura actual fue
reconstruida en 1705 y es de 25 metros de altura. A ambos lados de la puerta se
encuentran las estatuas de las deidades protectoras que vigilan la entrada al
complejo. En días claros desde aquí se puede vislumbrar la lejana isla de Awaji
y el mar interior en el oeste. También los atardeceres desde aquí dicen que son
increíbles. Pero no podría contemplar ni una cosa ni la otra, pues justo en
este momento se volvía a poner a llover, después de que lo que llevaba de
mañana el tiempo hubiera permanecido tranquilo. Tengo que reconocer que aquí se
me terminaría la paciencia y me lo tomé bastante mal, me pillé un rebote de
cojones y me pasé casi una hora jurando en hebreo, debajo de unos arbustos que
más o menos me resguardaban. La imagen hubiera sido una buena grabación para algún
programa de humor de televisión. Afortunadamente estaba sólo. A alguien le debí
dar mucha pena y la climatología se apiadaría de mí, parando, de nuevo, de
llover e incluso empezando a aparecer pequeños claros en el cielo.
Daimon |
Volvía a estar feliz,
por lo que me dirigí andando hasta el complejo Danjo Garan, una de las áreas
más importantes de Koyasan, junto con el cementerio Okonuin. El nombre Garan se
deriva del sánscrito, y significa un lugar tranquilo y apartado donde los
monjes budistas pueden entrenar. La construcción inicial del complejo monástico
comenzaría aquí a principios del S.IX. El recinto lo conforman cuatro
importantes edificios que me dedicaría a conocer a partir de este mismo
momento. Estos serían los siguientes:
- Kondo: es donde se realizan los principales servicios budistas. Originalmente construido en 819, sería destruido en numerosas ocasiones por el fuego. Aquí está consagrado el Buda de la Medicina. (200 yenes sin descuento. 160 yenes con él).
Kondo.Danjo Garan |
- Konpon Daito o Gran Pagoda: Kobo Daishi planeó el Daito como el centro de su complejo monástico. La construcción comenzó en 816 y fue terminada unos setenta años más tarde. La estructura actual fue reconstruida en 1937, después de que las anteriores fueran destruidas por el fuego varias veces. Es un magnífico edificio de casi 50 metros de altura y de 24 metros por cada lateral. En el centro de su interior se encuentra consagrada una estatua del Buda Mahavairochana, la cual está a su vez rodeada por cuatro budas, con 16 Bodhis attvas pintadas en los pilares que los rodean. El diseño es un expresión tridimensional de las mándalas del budismo Shingon. También existen ocho imágenes de los patriarcas de esta religión pintadas en las esquinas de la estructura. (200 yenes sin descuento. 160 yenes con él).
Gran Pagoda o Konpon Daito.Danjo Garan |
Gran Pagoda o Konpon Daito.Danjo Garan |
- Fudodo: es el edificio más antiguo existente en Koyasan, escapándose en muchas ocasiones de quedar asolado por el fuego que sí afectó a otras estructuras. Fue construido en 1197 y está designado como Tesoro Nacional.
Fudodo.Danjo Garan |
- Miedo: se dice que Kobo Daishi tenía su residencia en este lugar y que aquí se conserva un retrato suyo pintado por uno de sus discípulos, pero que no se muestra al público. Su interior se abre una vez al año en la víspera lunar del día 21 de Marzo. Ese fue el día en que Kobo Daishi entró en la meditación eterna en el año 835.
Miedo.Danjo Garan |
Con gran satisfacción por todo lo que había visto, era el
momento de abandonar esta zona y dirigirme a un nuevo lugar, exactamente al
templo Kongobuji que está considerado la sede de la escuela Shingon y la
residencia del abad de Koyasan. La estructura actual data del S.XIX. (La
entrada cuesta 400 yenes con el descuento y 500 sin él).
Lo más interesante del templo son tanto las pinturas del
S.XVI que decoran las diferentes salas de los viejos edificios de madera, con
diferentes animales y plantas como garzas y flores de temporada y, sin duda, el
soberbio jardín zen en el que destaca la enorme cantidad de rocas utilizadas en
su composición, que dan el efecto de una multitud de fieles petrificados
escuchando el sermón de un monje. Su nombre es Banryutei y el significado real
es un par de dragones emergiendo de un mar de nubes. Está considerado el jardín
de rocas más grande de todo Japón y para mí pasaba a ser uno de los más bonitos
y espectaculares.
Templo Kongobuji |
Jardines Templo Kongobuji |
Jardines Templo Kongobuji |
La visita la terminaría disfrutando de un té y una galleta
con los que te obsequia el templo, los cuales me los tomaría sentado en un gran
tatami, mientras algunas personas rezaban al principio de la gran sala en la
que me encontraba.
Templo Kongobuji |
A la salida mi camino continuaría por la calle principal,
hasta que llegaría al desvío a la derecha que me conduciría directo hasta el
Tahoto o pagoda de dos pisos que fue construida en 1223 y es la más antigua de
Koyasan e inscrita como Tesoro Nacional y registrada como Patrimonio Cultural
de la Humanidad.
Tahoto |
Tras otros diez minutos andando desde aquí, llegaba a las
15.15 al que iba a ser mi alojamiento durante esta noche: el templo
Shojoshinin, uno de los más de cincuenta templos de los que está compuesta la
gran avenida principal de Koyasan. Tras descalzarme, un monje me haría pasar a
una sala que hacía las veces de administración y donde comprobaría que mis
datos eran correctos y me cobraría. Todo de forma rápida y muy breve. La
reserva la llevaría a cabo cuatro meses antes a través de la página www.japaneseguesthouses.com ,
donde seleccioné el Ryokan que más se adaptaba a mi presupuesto. El alojamiento
con la cena y el desayuno incluido me saldría por unos 95 euros, un merecido
capricho que me di el gusto de darme, tras muchos días compartiendo habitación.
Templo Shojoshinin |
Una vez hecho el check-in otro monje me enseñaría las
instalaciones del templo y me indicaría que a las 17.30 tenía que estar en un
pasillo con habitaciones a los lados donde se servía la cena. Por supuesto que
ataviado con el correspondiente Kimono que me habían dejado en la habitación.
Todavía quedaban dos horas para ese momento, así que
aprovecharía que el templo estaba en la misma entrada del cementerio Okonu-in
para perderme por este lo que restaba de tarde. Un sinuoso sendero adoquinado,
flanqueado por cedros y gran cantidad de tumbas de todo tipo de tamaños y
formas me adentrarían en el mundo de lo misterioso y desconocido. Casi no había
nadie y la luz empezaba a ser escasa, por lo que aquel inmenso lugar imponía.
Es aquí donde gran parte de la gente que practica el budismo en Japón, quiere
ser enterrado y en su recinto encuentras todo tipos de tumbas, algunas de lo
más peculiares con un perro o un cohete esculpidos en ellas. Es un lugar
profundamente sagrado y se pueden llegar a contabilizar hasta 200.000 tumbas en
él.
Cementerio Okunoin |
Cementerio Okunoin |
Cementerio Okunoin |
Tras unos 45 minutos andando, entre la distancia del
sendero, las fotos y los momentos contemplativos, llegaría hasta el mausoleo de
Kobo Daishi, donde su edificio principal, el Torodo, alberga cientos de
farolillos, incluidos dos que se dice ardieron durante más de 900 años. Todo el
recinto se encuentra rodeado de cedros de más de mil años de edad y de pequeños
riachuelos que dotan al lugar de una paz muy especial.
Mausoleo de Kobo Daishi |
Mausoleo de Kobo Daishi |
Mausoleo de Kobo Daishi |
Todavía tenía que volver, por lo que me interné por un
camino diferente y más ancho, donde pude seguir admirando increíbles tumbas y
una pequeña explanada donde varias personas echaban agua por encima de varias
esculturas dispuestas en línea, para rezar por sus seres queridos.
Cementerio Okunoin |
Cementerio Okunoin |
Casi sin darme tiempo, volvía a llegar al templo en el que
estaba alojado, me desprendía de los zapatos, me vestía el yukata o kimono
tradicional de algodón y me disponía a vivir una noche oriental como un
auténtico japonés, en un lugar donde todavía late lo más ancestral de la
cultura nipona.
A la hora dispuesta me conducían hasta la pequeña habitación
en cuyo centro había una mesa baja con un cojín al lado de la misma, donde me
sentaría con las piernas cruzadas y esperaría, menos de cinco minutos, a que me
trajeran una bandeja compuesta por pequeños boles y recipientes que contenían
platos de la cocina tradicional de los monjes, muchos de los cuales no sabía en
qué consistían, pero no me importaba, era un momento realmente especial y lleno
de simbolismo, por lo que me dispuse a afinar todo lo que pude el paladar y
disfrutar de aquellos manjares refinados y peculiares.
Cenando en el Templo Shojoshinin |
Cenando en el Templo Shojoshinin |
Después de saciar el apetito, me marcharía hacia la zona de
los baños, donde podría disfrutar de un baño termal con agua burbujeante en una
bañera individual de madera, donde la relajación más absoluta se apoderaría de
mí hasta que tras una media hora, unos golpes en la puerta me sacarían de mi
estado de felicidad absoluta y es que una nueva persona quería disfrutar de lo
mismo que yo acababa de hacer.
Mi habitación en el Templo Shojoshinin |
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