Para hoy daban malísimo de tiempo y, efectivamente, no se
equivocaron. La lluvia no dejaba de caer con fuerza, el viento no permitía
abrir ningún paraguas e incluso hacía fresco y los pantalones cortos y ropa de
verano hubiesen dejado helado a más de uno. Aún así no desistí de mis planes y
decidiría ir hacia la zona que quería visitar y en donde, según las
previsiones, parecía que el temporal sería algo más benévolo que en Kyoto.
Así que partiría hacia mi primer destino: Kobe, ciudad famosa
por su excelente carne, considerada de las mejores del mundo, y también por el
trágico terremoto de 1995, que destruiría totalmente la ciudad y que se
cobraría la vida de más de 6000 personas. Aunque no es un destino de los más
turísticos y habían pasado ya veinte años, tenía curiosidad por ver como había
resurgido de sus cenizas y había vuelto a ser una de las ciudades punteras en
Japón, con el sexto puesto en cuanto a población se refiere y el cuarto puerto
de mayor actividad del país.
No venía con grandes planes, tan sólo quería pasar parte de
la mañana caminando por su paseo marítimo y empezar el día relajado, pero ello
no iba a ser casi posible porque tampoco aquí el tiempo iba a tener miramientos
conmigo.
Para llegar hasta esta ciudad cogería un tren bala hasta la
estación de Shin-Kobe (ni media hora), después haría un transbordo hasta la
estación de Sannomiya (180 yenes) y luego otro hasta la estación de Hyogo (160
yenes), donde esperaba comenzar mi jornada turística.
Al salir a la calle me encontré, de nuevo, con mis peores
temores, el cielo a punto de caer sobre mi cabeza y una lluvia implacable
cayendo son saña. Ante el panorama optaría por meterme en un establecimiento
llamado Vie de France y ponerme ciego a croissants y otras delicatesen
francesas. (540 yenes).
Mis planes, de momento, habían fallado y no sabía muy bien
qué hacer, pues con la que estaba cayendo hubiese acabado empapado y sin cámara
y no era plan, por lo que sólo me quedaba esperar.
Llevaba ya una hora y no parecía parar y eran ya las 09.30.
Si esto seguía así toda mi planificación se iba a ir al garete. Sobre las 10.00
comenzó a llover menos y decidí aprovechar la pequeña tregua, para llegar al
primer lugar que quería conocer.
El motivo por el que me había bajado en esta estación de
Hyogo, en vez de en Kobe, la anterior y más cercana al puerto, la torre y todo
lo principal para ver, sería que en el plano que había conseguido en la
estación se veía dibujado un pequeño buda en esta zona y dado que estaba al
lado, me pico la curiosidad por saber cómo era este.
Tras un paseo de unos diez minutos llegaba hasta él,
encontrándome que de pequeño no tenía un pelo. Después me enteraría de que está
considerado el tercer buda más grande de Japón con once metros de altura, con
permiso de los situados en Nara y Kamakura. Así que por pura casualidad me iba
a llevar el trío de ases.
Gran Buda del Templo Nofukuji.Kobe |
La escultura pertenece al templo Nofukuji y es una réplica
del original, pues en la Segunda Guerra Mundial, a consecuencia de la escasez
de metal, sería confiscado por el Gobierno.
Me ansié de mirar al Buda y esta vez no por gusto, porque
aunque es interesante, no es para estarte allí cuarenta minutos de reloj, pero
no me quedó otra porque, de nuevo, no se podían dar dos pasos sin terminar
empapado, así que me serví de una repisa para cobijarme.
Aproveché otro pequeño paréntesis que me daba el cielo, para
llegar a paso ligero, otra vez, a la estación y tras una parada, ahora sí,
bajarme en Kobe.
Me quedaría en un inmenso centro comercial viendo unos
bailes de la polinesia francesa realizados por señoras japonesas de avanzada
edad, las cuales hacían lo que podían pero estaban un poco lejos de la
sensualidad de los originales. Mi cara era un poema, pero es que fuera el
tiempo había empeorado más todavía, así que no me quedaba otra.
Eran las 12.30 cuando empezaba a amainar el temporal, por
lo, desgraciadamente, ya no me quedaba mucho tiempo para disfrutar de Kobe, así
que me ceñiría a subir a la noria, que la acababan de abrir (800 yenes), y me
hacía ilusión montar en una, pues ya llevaba vistas unas cuantas y no había
tenido todavía oportunidad de acceder a ninguna de ellas. Las vistas de la
ciudad y la bahía son increíbles, aunque empobrecidas por el cielo encapotado y
amenazante que se había quedado. La sacrificada en este caso sería la torre de
Kobe, que tendría que dejar para mejor ocasión si algún día vuelvo a Japón.
Noria de la Bahía.Kobe |
A la bajada sólo tendría tiempo ya de dar un paseo por la
bahía, hacer unas cuantas fotos del sky line de la ciudad, ver por encima la
exposición de coches de lujo que habían montado y a los que se les estaba
sacando brillo, después de cómo habían quedado por el chaparrón de toda la
mañana y poco más, pues si quería disfrutar algo de Osaka, no podía estar más
tiempo aquí.
Bahía,Torre y Acuario de Kobe |
Bahía,Torre y Acuario de Kobe |
Utilizaría la línea JR para llegar hasta allí por lo que no
tendría que pagar nada por el trayecto. A la salida del Shinkansen, me encontraría con el puesto de información
turística, donde me llevaría la grata sorpresa de que en esta ciudad, al igual
que en Tokyo, hay una línea circular (Loop Line) que tiene paradas en las
principales estaciones donde hay algo interesante para ver y toda ella está
cubierta por el Japan Rail Pass. Esta línea es fundamental para moverte por la
ciudad y supone un ahorro enorme. Además te das cuenta de lo inmensa que
también es Osaka, por lo que rápidamente fui consciente de que era imposible
verlo todo en medio día que tenía, por lo que traté de organizarme y por lo
menos visitar los lugares más significativos.
Osaka está emplazada sobre la bahía de su nombre en el mar
interior de Japòn y es el centro neurálgico de la red de transportes japonesa.
Es la tercera ciudad del país por su población, después de Tokyo y Yokohama,
pero es la segunda en potencial económico.
Optaría por comenzar visitando su edificio más emblemático y
de mayor tradición: su castillo, al que llegaría tras bajarme en la parada
Osakajokoen y andando luego unos quince minutos hasta adentrarme en los
jardines. Afortunadamente había dejado de llover y eso me iba a permitir
recrearme con los exteriores un rato. De lo que no me libraría nadie es de
acabar con las playeras de barro hasta arriba ya que la ruta que había elegido
hasta llegar a la entrada estaba repleta de charcos y de tierra mojada. Menos
mal que hay que descalzarse sino no sé cómo me hubieran mirado.
Foso y Muralla. Castillo de Osaka |
Puerta de Acceso a Jardines del Castillo de Osaka |
El castillo sería construido por Hideyoshi en 1583, en el
antiguo lugar de un templo budista, pero con la guerra de 1615 el castillo fue
totalmente destruido por el fuego. En 1629 uno de los shogunes Tokugawa lo
volvería a reconstruir, lo que sería una buena idea, pues gracias a ella sería
una pieza clave, estratégica, en todo el episodio que llevó a la unificación de
Japón. Un nuevo incendio y los bombardeos de la segunda guerra mundial acabarían por destruirlo completamente. Sin
embargo gracias a la generosidad y donaciones de los ciudadanos de Osaka, se
lograría reconstruir la torre principal en 1948, que es el edificio que se
puede ver actualmente. Tiene cinco plantas exteriores y ocho interiores que
descansan sobre una base de piedra. La combinación entre la arquitectura
militar y las elegantes líneas estéticas hacen de él un castillo espectacular
se observe desde donde se observe.
Castillo de Osaka |
No se puede decir lo mismo del interior (600 yenes), al
menos para mi gusto, pues me defraudó. Lo mejor, sin duda, es el mirador de su
octava planta, que sería por donde comenzaría la visita, y desde donde se
divisa toda la ciudad. Hasta aquí llegaría en un moderno ascensor. Después,
bajando por las escaleras, me dedicaría a recorrer cada planta e ir fijándome
en algunas de sus obras artísticas y antigüedades, destacando las armaduras y
katanas de samuráis, pero poco más porque el resto del museo hace referencia a
la historia de la fortaleza desde su primera construcción hasta la actual.
Castillo de Osaka |
Osaka desde su Castillo |
A la salida me dirigí de nuevo en metro hasta la estación de
Osaka, a la que había llegado desde Kobe, para desde aquí andar diez minutos y
llegar hasta otro símbolo de la ciudad, pero esta vez moderno y futurista. Se
trataba del rascacielos Umeda Sky
Building. Mi objetivo principal era subir hasta el observatorio exterior
de su parte superior llamado el Jardín flotante del cielo, el cual se puede ver
desde cualquier punto de la ciudad. (800 yenes). Se encuentra situado a 173
metros y las vistas de Osaka son brutales, lástima que la lluvia, que había
vuelto, y bastantes nubes me volvieran a estropear este gran momento. Con sol
debe ser una de las vistas más increíbles del viaje. En su interior podría ver
algún interesante video donde cuentan
con imágenes como se construyó el edificio y el observatorio y que te dejan
boquiabierto.
Umeda Sky Building |
Umeda Sky Building |
Osaka desde Umeda Sky Building |
De nuevo en la calle y siendo ya noche cerrada me dedicaría
a pasear un rato por este barrio que es uno de los más modernos de la ciudad,
con grandes almacenes, centros comerciales, negocios adyacentes y los
rascacielos más altos.
Para el final del día había dejado los barrios de Shinsekai y
Dotonbori, dos de las zonas que más me apetecía conocer de Osaka y por las que
quería moverme de noche para verlas en uno de los momentos de mayor ambiente y con
las luces de neón, por las que se caracterizan, funcionando al máximo.
Comenzaría dirigiéndome a Shinsekai , para lo que tomaría,
de nuevo, la Loop Line y me bajaría en la estación de Shin-Imamiya. Otro paseo
de diez minutos sería suficiente para plantarme en el corazón de este curioso barrio
con la Tsutentaku tower como icono del mismo. Esta torre sería un símbolo de
progreso del país tras la II Guerra Mundial y los alrededores de la misma están
plagados de infinidad de carteles luminosos y restaurantes donde poder comer lo
que se te antoje. El ambiente es el más informal y macarra que había visto
hasta este momento en Japón y me sorprendió bastante por ello, pero como
siempre no se respiraba sensación de peligro por ningún lado.
Torre Tsutenkaku. Osaka |
Barrio Shinsekai.Osaka |
Barrio Shinsekai.Osaka |
Aunque no se halla excesivamente lejos, estaba ya algo
cansado, por lo que decidí coger el metro en la estación de Ebisucho, la más
cercana de donde me encontraba, y bajarme una parada después en Nippombashi,
donde está el famoso barrio de Dotonbori, en el que me dedicaría a pasear por
la calle principal repleta de neones de colores, a cada cual más llamativo, y con los que se
pretende llamar la atención de los transeúntes para que entres en los
restaurantes que los anuncian. La verdad es que todos son espectaculares y
compiten entre sí en originalidad e ingenio, habiendo incluso alguno
articulado. Su función principal es destacar la especialidad gastronómica de
cada casa, haciéndote complicada la elección final.
Barrio Dotonbori. Osaka |
Barrio Dotonbori. Osaka |
Barrio Dotonbori. Osaka |
Además de infinidad de tiendas de souvenirs, también te
encuentras, cada dos pasos, puestos callejeros donde se cocinan los famosos
Takoyakis, buñuelos fritos rellenos de trozos de pulpo, que ya había probado en
Tokyo y que no me harían demasiada gracia porque por mucho que el pulpo esté
adornado, no deja de ser pulpo y este no es que me entusiasme.
Pero por si acaso no se tiene suficiente con todo lo
anterior, también está la zona paralela a esta calle principal, donde se
encuentra el canal por el que navegan pequeños barcos y es atravesado por agradables
puentes desde donde obtener unas buenas vistas y sacar alguna que otra
fotografía. Aquí también hay varios puntos destacables, con más carteles
luminosos, destacando sobre todo aquel en el que se concentran un buen número
de marcas y entre ellas el famoso neón luminoso de la marca Glico. Dicho así lo
mismo no suena a nada conocido, pero si hablamos de Mikado, el nombre con el
que se comercializan en España las barritas de galleta con chocolate, seguro
que sí se asocia rápidamente. En él se representa a un atleta, sobre una pista,
levantando los brazos en señal de triunfo. Si no estuve aquí media hora no
estuve nada y es que esta era otra de esas imágenes que quería inmortalizar
tanto en mi retina como en las fotografías.
Barrio Dotonbori. Osaka |
Barrio Dotonbori. Osaka |
Estaba muerto de hambre y es que sólo había picado algo para
salir del paso en la comida y me empezaba a pasar factura, por lo que tenía
claro que cenaría la especialidad que más me había gustado en Japón: el okonomiyaki,
así que decidiría un restaurante al azar de la infinidad de los que había y
disfruté con mucha calma la deliciosa cena. Con la bebida incluida me saldría
por 1300 yenes.
Esperando el Okonomiyaki |
Cenando Okonomiyaki en Osaka |
No saldría del local hasta las 22.40 y es que me había
tomado con toda la parsimonia del mundo este momento, pero es cierto que ahora
iba algo nervioso por si perdía el último tren a Kyoto. Afortunadamente no
sería así y conseguiría deshacer otra vez todo el camino. De Nippombashi a
Shin-Imamiya. De Shin-Imamiya a Osaka y de esta última, con un tren bala,
directo a Kyoto, por lo que pagaría sólo el primer trayecto de metro (180
yenes) al estar todo lo demás incluido en el Japan Rail Pass.
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