15 de Agosto de 2014.
Lo iba viendo venir tan sólo tres meses después de mí
llegada de Indonesia. No era demasiado complicado adivinar que este año iba a
tener, de nuevo, un sinfín de papeletas para volver a pasar la gran parte de
mis vacaciones en solitario. Los indicios que me hacían sospechar de todo ello
no eran otros que ver como las dos personas más afines a mí y a mi forma de
viajar, este año uno sería sorprendido por Cupido y el otro por la desgraciada
situación de quedarse en paro, por lo que como se ve tenía todos los números
para que me tocase volver a aventurarme conmigo mismo por el mundo. El
vaticinio se cumpliría, sin mucho tardar, y por tanto era el momento de decidir
que pedacito de este mundo quería conocer este año. Tengo que reconocer que
tampoco me comería mucho la cabeza con ello. El hecho de que la primera gran
experiencia en solitario por Perú en el año 2011 me saliera a pedir de boca, el
sentirme acogido por su gente igual, e incluso mejor, que en mi propio país, el
no dejar de sorprenderme ante la naturaleza desbordante y sus culturas
milenarias y el importante factor del idioma, ante mi eterna pelea con el
dichoso inglés, hacían que el punto de mira volviera a ser, de nuevo, América
del Sur. Y de entre los 12 países que todavía me quedaban por conocer, había
dos que me llevaban tocando la fibra sensible desde hacía tiempo, Chile y
Argentina, por lo que al final serían la conjunción de dos factores: coste de
vuelos combinado con fechas el que decidiría, directamente, por mí. El
agraciado sería el primero de los dos citados antes, el estrecho e inmensamente
largo país bañado en su totalidad por el océano Pacífico.
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Bandera Chilena |
Además, en esta ocasión y por primera vez, iba a salirme de
una de las premisas que para mí siempre había sido fundamental: tratar de
viajar en la época idónea para conocer el estado correspondiente, huyendo
siempre del mal tiempo y de las condiciones más adversas. Estaba claro que
algún día, si quería empezar a conocer otros lugares, tendría que tomar esta
decisión, y en este caso en Chile me iba a encontrar, cara a cara, con justo lo contrario a lo que se
considera el mejor momento para conocerlo, al menos en algunas zonas, pues mi
estancia coincidiría con su último mes del invierno. Como tampoco hay que
pasarse, este motivo me haría enfocar mi viaje visitando las zonas más
emblemáticas de su geografía pero parando justo en el límite donde empieza la
Patagonia, ya que este es un destino y un sueño muy especial para mí y que
quiero afrontar, aquí sí, en la mejor época, es decir, la estival. Tal vez
algún día ocurra el milagro y en mi empresa me den la esperada bendición.
Mientras, seguiremos esperando.
Después de varios borradores, de pasarme muchas horas
jugueteando con buscadores de vuelos y, especialmente, esperando alguna gran
oferta en LAN y de la ayuda casi divina de una amiga chilena que conocí por la
página de
www.viajeros.com y que sin ella
hubiera tenido que renunciar a una parte del viaje como ya contaré, el
resultado quedaría como sigue: una semana por el desierto de Atacama, otra en
la Isla de Pascua, tres días en Valparaíso y Viña del Mar, diez días por el sur
conociendo las regiones de la isla de Chiloé, Los Ríos y los Lagos y los tres
últimos días en su capital: Santiago.
Si algo caracteriza a Chile es, sin duda, su peculiar forma,
ya que se trata de una estrecha franja de 4200 km de longitud por 90 km en su
parte más estrecha y 440 km en la más ancha, abarcando en su territorio los
climas más extremos como los que se dan en el desierto más árido del mundo o en
los campos de hielo de la Patagonia y la Antártida, pasando por valles fértiles
cercanos a Santiago, donde degustar el gran vino de sus viñedos o por la increíble
región de lagos, volcanes y termas, repleta de Parques Nacionales y donde
interactúas de tú a tú con la cordillera de los Andes. Si a todo esto encima le
añades, posiblemente, una de las islas más enigmáticas, misteriosas y alejadas
que hay en el mundo, como es la Isla de Pascua, pues creo que, está claro, que
uno puede volver completamente embriagado de la magia del territorio chileno.
Estas son las sensaciones que pretendía traerme a España, tras recorrer durante
un mes muchos de estos maravillosos lugares. Las experiencias y sensaciones
vividas me dirían si lo conseguiría o no.
En los últimos tiempos, encontrar un vuelo económico y
directo según a que partes de Sudamérica se trate, no es tarea fácil y salvo
que acabes haciendo escalas eternas de un sinfín de horas o te valgas de algún
que otro truco como puntos que te van dando las compañías aéreas o viajes en,
lo que estas consideran, temporada baja, la verdad que es ciertamente complicado
encontrar chollos que hagan que tú billete de avión pueda ser algo asequible.
En mi caso, como las vacaciones no podían sobrepasar la primera quincena de
Septiembre, no me quedaba otra que atenerme a esta premisa y en principio lo
más barato que se veía por la red, del 15 de Agosto al 15 de Septiembre, era ni
más ni menos que precios que iban desde los 1200 a los 1400 euros, algo
imposible de asumir si quería tomar algún que otro vuelo interno. La luz se me
encendería tras unos días de casi tirar la toalla y recordé que durante muchos
años había estado acumulando en la tarjeta Travel Club, una morterada de puntos
entre las promociones por echar gasolina, compras en supermercados y facturas
con compañías determinadas, por lo que era el momento de tirar de ellos y
canjearlos por un importante descuento en el precio del billete. De esta manera
y utilizando 2850 puntos, el precio del preciado billete se me quedaría en 825
euros con Iberia, lo que me permitía valorar el tomar vuelos internos para
poder llegar de forma rápida y sencilla a lugares, que si no es de esta manera,
se hace ciertamente complicado llegar cuando estás tan limitado de tiempo y
quieres conocer tantos sitios de interés. Uno de ellos, por el que además
llevaba suspirando toda una vida, era la inigualable Isla de pascua, hogar de
los famosos moáis: las imponentes esculturas que rebosan misticismo y misterio.
Sin duda el precio de los aviones es el mayor escollo para llegar hasta ella y
es que al estar monopolizado el trayecto por la compañía LAN, ponen los precios
que se les antoja y es realmente difícil ver vuelos por debajo de los 600
euros. Una vez más, la suerte estaría de mi parte y encontraría una promoción
de esta compañía por la que cualquier vuelo interno en América del Sur con ellos
suponía un 20 % de descuento de su precio normal. Esto unido a que todavía
quedaban casi seis meses para mi partida, haría que el precio del billete a la
Isla de Pascua, ida y vuelta, lo consiguiera por 431 euros.
El último destino al que también quería llegar en avión para
ahorrar tiempo iba a ser el desierto de Atacama pero, sorprendentemente, no
conseguía encontrar nada por menos de 315 euros, una barbaridad si, en
proporción, lo comparas con los precios que había conseguido por los otros
vuelos. Fue el momento de recurrir a mi amiga de viajeros, quien tras hacer las
indagaciones oportunas pudo comprobar que sacándolo desde Chile el precio se
reducía a 125 euros, menos de la mitad, por lo que me hizo el inmenso favor de
comprármelo ella, dado que, tendría la suerte, que se dejaría caer por Madrid,
días antes de emprender mi viaje y de esta manera poder hacer efectiva mi deuda
con ella sin comisiones por transferencias ni historias varias.
Sólo me quedaba cómo viajar al sur y en esta ocasión sí que
me decantaría por abaratar costes utilizando los servicios de buses de la
compañía Turbus, en la que puedes ir en sofá cama, viajando de noche y sin casi
enterarte de trayectos que en condiciones normales y sin estas comodidades,
podrían suponerte casi una enfermedad. El precio del billete sería de 25 euros
y también me lo compraría mi amiga para entregármelo en Madrid, por motivos que
ya contaré en el capítulo correspondiente. No obstante hay que decir que en
temporada baja, prácticamente, no hay inconveniente en conseguir estos billetes
directamente en las estaciones de autobuses chilenas, pues poca gente se
aventura a dejarse caer por el sur. Otra cosa ya es la temporada alta. En mi
caso y como tenía la suerte de conocer a esta persona, pues preferiría hacerlo de
esta manera.
Más cosas a tener en cuenta:
VACUNAS: No son necesarias para los españoles en el
territorio chileno.
MONEDA: Conviene cambiar a pesos chilenos, ya que si no el
cambio es más desfavorable para nosotros, además que según que sitios, no
admiten euros. A día de hoy el cambio estaba a 1 euro = 775 pesos.
REQUISITOS DE ENTRADA: La teoría según la embajada de Chile,
situada en la calle Lagasca, 88 – 6ª planta es que se necesita lo siguiente:
- Certificado de Solvencia de poder disponer de 60
dólares por día durante el tiempo que se permanezca en el país.
- 600 euros en metálico
- Vuelos de ida y vuelta cerrados
- Pasaporte con 6 meses de caducidad como mínimo
- Tener el primer alojamiento pagado o una carta
de invitación hecha en la oficina de los carabineros por quienes sean tus
anfitriones.
La realidad es que al final no me pidieron absolutamente
nada, pero creo que es una cuestión que depende del agente de aduana que te
toque, así que conviene no tentar a la suerte.
CORRIENTE ELÉCTRICA:220 voltios, igual que en España, por
lo no se necesita adaptadores.
CARNET DE CONDUCIR: Basta con el permiso español. No es
necesario el Carnet de conducir internacional.
Y tras tantos prolegómenos, y como siempre, mi aventura
comenzaría en el aeropuerto de Barajas a las 21.30, al que me llevaría mi padre
en coche. Los vuelos hacia Chile suelen salir a las 00.20 de la T-4, por lo que
conviene estar al menos dos horas antes, sino un poco más.
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Aeropuerto de Barajas |
Entre facturación,
controles, paseos para llegar a la puerta de embarque y tomar algo para cenar,
tan sólo me sobrarían 15 míseros minutos antes de embarcar. Todo se
desarrollaría con normalidad y con puntualidad inglesa estaban cerrando las
puertas de la aeronave a la hora indicada, cuando de repente, la voz del
comandante nos sorprendería. Lo primero que pensé es que era demasiado bonito
para ser verdad: salir varias veces seguidas puntual con Iberia es una utopía y
creo que a día de hoy no he vivido ni dos consecutivas. Siempre hay algo y en
esta ocasión era como consecuencia de que los encargados de separar el tubo de
acceso del avión, una vez cerradas las puertas, no se encontraban en su puesto.
Así que, con la tontería, nos tuvieron 55 minutos de vida contemplativa en el
interior de la nave contando las bonitas estrellas del cielo. Mal empezaba la
cosa, especialmente para mí, pues este retraso hacía peligrar la conexión con
el vuelo de LAN hacia Calama, en el norte de Chile, para la que tenía un poco
menos de tres horas. Tras preguntar a una de las azafatas que como me afectaba
esto, obtuve una amable respuesta diciéndome que lo máximo que podría suceder
es que en el caso de que perdiera el vuelo, me reubicarían el siguiente
disponible, llegando como mucho al día siguiente y sin coste adicional por
pertenecer a la misma alianza de compañías. Anda y se quedó tan fresca. Si
perdía un día en San Pedro de Atacama les daba igual. Veríamos a ver qué
sucedía al final.
A la 01.15 despegábamos por fin y en menos de una hora nos
estaban ofreciendo la cena. Dándonos a elegir entre albóndigas con tomate o
arroz con berenjenas. Yo me decantaría por esta última opción.
Ah! Se me olvidaba comentar, también, lo duro que me resultó
volver a la modernidad y comodidades made in Iberia. Tras varios años
disfrutando de pantallas individuales con las últimas películas en cartelera,
con juegos, música a la carta, etc; con poder regular el aire acondicionado de
manera individual para cada asiento; con cierta flexibilidad, sin abusar, de
poder tomar las bebidas que te apetezcan durante todo el vuelo, etc. Todo ello,
con compañías tales como LAN, US AIRWAYS, DELTA, EMIRATES, etc. Era el momento
de volver a unas pocas pantallas distribuidas por todo el avión para visualizar
en ellas tres películas del año la tana, a conformarte con las bebidas propias
de la cena y en fin a pasar uno de los vuelos más largos que he realizado con
las menores comodidades.
Al final a todo se hace uno y dado que no había demasiados
entretenimientos, lo mejor era ponerse a contar ovejitas, por lo que a eso me
dediqué la mayor parte de la travesía, además de tener pequeñas pero agradables
charlas con mi compañera de al lado, Adriana, una simpática señora chilena de
82 años, que venía de ver a uno de sus hijos en Barcelona. Una persona
envidiable y admirable por su vitalidad y ganas de seguir haciendo planes y
pensando en viajes con su edad. Y es que al final el ser más o menos viejo,
está en la cabeza de cada uno, tal y como me decía la buena mujer.
El comandante del avión al final hay que reconocer que se
portó ya que consiguió recortar la casi
una hora perdida al principio del viaje, lo malo que tampoco le sirvió de mucho
al pobre porque una vez en el aeropuerto de Santiago, Arturo Merino Benítez,
todos los puestos para aparcar el avión estaban ocupados y nos tuvieron algo
más de media hora hasta que nos dieron permiso para estacionar, increíble pero
cierto.
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Cordillera de los Andes llegando a Santiago |
Por fin, pisaba tierra firme tras unas 14 horas, entre unas
cosas y otras, metido en el cómodo trasto. Pronto llegaría a los trámites de
inmigración donde la señorita que me tocó casi ni me miró a la cara. Únicamente
tomó mi pasaporte, hizo los trámites pertinentes, estampó el sello oportuno de
entrada en el país y listo. Luego llegaría hasta la cinta de recogida de
equipajes donde me volverían a poner a prueba ya que mi mochila no aparecería
hasta como los últimos diez equipajes, por lo que es de imaginar la cara que
debía tener, un auténtico poema. Ya con esta me dirigí hacía el último control,
donde se entrega la declaración jurada de no introducir ningún tipo de alimento
no autorizado en Chile y se pasa el equipaje por el correspondiente detector.
Ojo con lo de los alimentos porque en este sentido son bastante estrictos y si
te pillan algo que no haya sido declarado y que se considere ilegal, las multas
pueden ser desorbitadas.
Y por fin estaba fuera de la zona internacional, pero con el
tiempo más que justo para dirigirme a paso ligero, tampoco corriendo, hacia la
zona de vuelos nacionales para en ella volver a facturar mi equipaje con
dirección a Calama, en el norte de Chile, y punto de entrada para conocer el increíble
desierto de Atacama, donde comenzarían mis visitas por el País.
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Aeropuerto Arturo Merino Benítez.Santiago de Chile |
Todo transcurrió sin el mayor sobresalto y es que ahora
volvía a volar con la fabulosa LAN y a las 10.45 en punto despegaba nuestro
vuelo hacia el norte. Si ya me había resultado apoteósico el contemplar la
cordillera de los Andes, totalmente nevada, bajo un cielo azul radiante, por
momentos, al aproximarnos a Santiago, los sentimientos de emoción tampoco se
quedarían atrás al ir viendo durante gran parte de este segundo vuelo, nuevos
tramos de la soberbia columna vertebral de América y como tras ella se perdían
los territorios argentinos. Tras una 01.40 minutos aterrizaba en Calama. Aquí
sí, que no tardaría casi nada en desembarcar, recoger el equipaje y salir al
exterior.
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Snacks en el vuelo hacia Calama |
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Aeropuerto de Calama |
Eran las 15.00 cuando hacía mi aparición por la pequeña y
cutre recepción del Hostal Juriques, mi alojamiento durante los próximos siete
días. Este se organiza a través de un patio principal, alrededor del cual se
distribuyen todas las habitaciones, la cocina y los baños. Yo había optado por
una habitación de cuatro personas que había reservado a través de
www.hostelBookers.com y cuyo precio
final ascendía a 65,31 euros, de los cuales ya me habían cargado en su día 9,33
como señal. Ahora sólo tuve que abonar la diferencia, pero ya en pesos
chilenos, por lo que nada más acomodarme pagué 41.650 pesos.
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Hostal Juriques.San Pedro de Atacama |
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Hostal Juriques.San Pedro de Atacama |
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Hostal Juriques.San Pedro de Atacama |
Y qué decir del hostal, pues que es evidente que por ese
precio tampoco es que pudieras esperar gran cosa y así fue. Lo justo y
necesario, todo cutrecillo, antiguo, los baños dejando bastante que desear, con
únicamente dos duchas de agua caliente para todas las habitaciones y estás
bastante justas de espacio. Las taquillas pequeñas, sin que te quepa una
mochila grande de viaje y sin candado, por lo que tuve que comprarme uno sobre
la marcha. Pero tratando de ser justos, es evidente que en un lugar como San
Pedro donde todo es caro en comparación, en muchos aspectos, incluso con
Europa, pues bastante que encuentras estos hostales para salir del paso y más
teniendo en cuenta que no paras de hacer planes durante todo el día y tampoco
permaneces mucho en ellos.
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Hostal Juriques.San Pedro de Atacama |
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Hostal Juriques.San Pedro de Atacama |
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Hostal Juriques.San Pedro de Atacama |
Deshice el equipaje y coloqué las cosas como pude y sin
apenas sentarme ni cinco minutos, me fui a dar mi primer paseo por el peculiar
pueblo, característico por sus calles polvorientas y sus casas de adobe. Las
principales calles son dos, Caracoles y Toconao, donde se desarrolla toda la
actividad comercial. Aquí se encuentran las agencias y tour operadores, los
restaurantes, las tiendas, la farmacia y todo lo imprescindible que puedas
necesitar.
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Ayuntamiento.San Pedro de Atacama |
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Plaza de San Pedro de Atacama |
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Calle Caracoles.San Pedro de Atacama |
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Calle Caracoles.San Pedro de Atacama |
Mi objetivo para dar por finalizado el largo, larguísimo,
mega día, era encontrar una agencia seria y más o menos económica con la que
poder hacer las visitas en los próximos días a los lugares más significativos
en el desierto de Atacama. Respecto a este tema de si ir o no con agencia,
tengo que decir que me parece que es recomendable hacerlo así y eso que a mí me
gusta mucho más ir a mi aire, pero es cierto que el mal estado de los caminos,
la no señalización en muchas ocasiones para llegar a un destino, el gran
trasiego de vehículos que se monta en las horas punta, la estrechez de las
propias calles de San Pedro, hacen que no sea muy recomendable alquilar un
vehículo por tu cuenta y riesgo sin conocer la zona o sin ir con alguien que la
conozca. Eso a parte del coste de alquiler de vehículos y más yendo sólo.
Así que tras recorrerme una y otra vez las calles
principales y ver que hay mil posibilidades (más de cincuenta), decidí entrar
en unas seis, especialmente las más recomendadas por la web y la Lonely planet,
y decidir en base a lo que estas me ofrecieran.
Visité entre otras: Nomade, Terra Extreme, Inca North,
Juriques, Cumbres 6000, Vulcano Expedition y Desert Adventura. Fue esta última,
que por otro lado, sería la primera en visitar, la que más me convenció de
todas ellas. A veces hay que fiarse de la intuición cuando los precios son
realmente parecidos entre gran parte de ellas y eso fue lo que hice y creo que
no me equivoqué con ellos. Serios, cumplidores de todo lo pactado, magníficos y
profesionales guías y bastante demandada por lo que pude ver en todas las
excursiones que realicé con ellos.
Esas excursiones serían las siguientes:
- Salar de Atacama y Lagunas Altiplánicas
- Laguna Cejar, Ojos del Salar y Laguna
Tebinquinche
- Geiseres del Tatio y Machuca
- Valles de la Muerte y de la Luna
- Salar de Tara
El precio final por todas ellas me lo dejarían por 60.000
las cuatro primeras y 40.000 la última de ellas, es decir que 100.000 pesos, lo
que creo que es un precio bastante razonable en base a los precios que ofrecen
las demás y sobre todo la calidad prestada por ellos. Decir que este precio es
consecuencia de contratarlo todo con ellos y por el número de excursiones, sino
evidentemente, el precio sube.
Con toda esta historia, me habían dado ya las 19.00 de la
tarde y mi cuerpo parecía un cadáver andante que casi ni sabía dónde ir, por lo
que me dirigí hacia mi hostal, me duché y antes de las 20.00 estaba ya metido
en la cama. Pero antes de dormirme todavía tendría tiempo de conocer a las que
serían mis compañeras de cuarto durante las próximas dos noches: tres chicas
chilenas que venían a conocer esta parte de su país gracias a que el viernes
también era festivo en Chile. Vamos que una visita fugaz y muy bien aprovechada
por lo que me contaron. Ahora sí que ya no habría tiempo para nada más, pues
casi sin haber dejado caer mi cabeza en la almohada, perdía el conocimiento
vencido por el más absoluto agotamiento.
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