INDONESIA - DIA 03. Nuevas visitas de orangutanes en las selvas de Kalimantan

9 de Septiembre de 2013.

El día comenzaba para nosotros al mismo tiempo que los primeros rayos del sol se introducían levemente por los distintos huecos que quedaban sin tapar por las telas que nos habían cubierto y protegido durante la noche. Esto sucedía sobre las seis de la mañana, por lo que me desperecé, sin ningún tipo de esfuerzo, y con el mismo entusiasmo con el que empecé el día de ayer, me dirigí hacia la proa del Klotok para observar como el sol iba ganando en intensidad y los macacos más madrugadores saltaban de árbol en árbol, haciéndose notar mediante sus estridentes alaridos. La selva empezaba a despertar y del mismo modo la actividad a bordo de nuestra embarcación, también. La tripulación se dispuso a prepararlo todo y tras unos minutos estaba todo listo, empezando a navegar inmediatamente.

No pasarían ni quince minutos desde que zarpamos, cuando comenzaron a servirnos el rico y contundente desayuno consistente en huevos revueltos con tostadas, una especie de pastel típico de la zona y té y café. Todo para chuparse los dedos.

Desayuno en el Klotok.P.N.Tanjung Puting


Después tendríamos tiempo para asearnos un poco y relajarnos mientras seguíamos navegando curso arriba el río Sekonyer hasta llegar al segundo centro de interpretación de orangutanes llamado Pondok Tanggui. Después de ir saltando de cubierta en cubierta de otros klotoks que ya estaban allí amarrados, comenzaríamos a andar por una senda sobre tablones de madera que nos conduciría tras unos veinte minutos a la plataforma donde se deja comida a aquellos orangutanes que aunque más adultos siguen sin poder valerse por sí mismos.

Estación Pondok Tanggui

Durante el trayecto podríamos ir aprendiendo de mano de Khris cosas tan interesantes como la eficacia contra la malaria de una de las plantas que emergían de la vegetación, mucho más efectiva que cualquier otra medicina; a diferenciar cual sería el agua a beber, en caso de necesitarla, entre dos tipos de ramas diferentes; a no tocar plantas venenosas que al rozarte con ellas te causarían  un dolor insoportable en la zona afectada y así muchos más detalles acerca de la naturaleza que nos rodeaba.

Estación Pondok Tanggui

Nada más llegar al punto clave, nos encontraríamos con un pequeño grupo de personas con las cámaras desenfundadas y disparando como posesas y es que allí se encontraba Doyoa, un orangután macho de 31 años, líder de la manada y que estaba posando, cual modelo, amarrado en cruz a dos árboles.

Orangután Macho en Estación Pondok Tanggui

Orangután Macho en Estación Pondok Tanggui

Nos observaba con curiosidad, a la par que con el gesto serio y solemne, como si no le hiciera demasiada gracia que tanto humano estuviese en su territorio acosándole con tanta fotografía y video. De repente y tras un rato en esta postura, daría un giro bastante brusco y nos daría la espalda a todos lo que estábamos allí. Parecía que su paciencia se había agotado y que ya no estaba dispuesto a que le siguiéramos sacando su mejor perfil. Los guías nos pidieron que nos alejáramos un poco y le dejásemos tranquilo, pues la reacción de un orangután macho enfadado puede ser impredecible. Así que le dejamos allí a lo suyo y nos pusimos a observar como varias madres, con sus respectivos hijos,  degustaban un gran número de bananas acompañadas de buenos tazones de leche.

Estación Pondok Tanggui

Mientras veíamos el espectáculo y como se iban acercando más hembras con sus hijos, pudimos también saber que los machos suelen llegar a pesar 250 kg, controlan territorios de unos tres metros cuadrados y se encargan de buscar comida y proteger a las hembras y sus crías. No obstante, viven solos  y sólo se unen a las hembras para procrear, siendo los únicos que pueden aparearse con las hembras del grupo al que pertenecen y no compartiéndolas nunca con ningún otro macho. Ellas por su lado, una vez que dan a luz, no vuelven a concebir hasta que no destetan a sus crías y esto no sucede hasta que transcurren tres años y medio. Se encargan, además de cuidarlas y educarlas, de mantenerlas limpias, utilizando sus dientes para peinarlas y cortarles las uñas. También las bañan con agua de lluvia y tienen mucho cuidado para que no ensucien el nido donde pasan la noche, por lo que son realmente limpios. 

Estos nidos los construyen en lo alto de los árboles, ya que aquí son mucho más agiles que en el suelo, donde se vuelven bastante más torpes y pueden ser objeto de ataque por su único depredador natural en Borneo: la pantera.

Orangután Macho en Estación Pondok Tanggui

El ambiente estaba tranquilo y nada hacía presagiar que en pocos instantes la cosa se iba animar bastante. Varias madres y sus hijas seguían con el oportuno festín, mientras los turistas de turno seguíamos haciendo fotos y observando cada movimiento. Así continuaría todo hasta que una nueva hembra comenzaría a acercarse desde la espesura del bosque, al principio con rapidez y cuando ya estaba cerca de la comida, con más sigilo y tranquilidad. Poco a poco se iría situando cada vez más despacio, cerca de un pequeño montón de plátanos, que no estaban ni a dos metros de otra madre y su cría. Se mantuvo inmóvil por unos segundos y, en un abrir y cerrar de ojos, alargo la mano y cogió dos o tres bananas. Su compañera del mismo sexo que hasta ese momento había permanecido impasible  y a la que parecía que nada podía afectar, le entraría como un ataque de histeria repentina, comenzaría a lanzar alaridos despavorida y, de buenas a primeras, y más rápida que un rayo, le propinó a la otra orangutana, un tremendo bofetón en toda la cara, que dejaría a la visitante recién llegada viendo las estrellas por unos segundos y acto seguido la haría poner pies en polvorosa hacia lo más alto de uno de los árboles que teníamos sobre nuestras cabezas. Hubo risas generalizadas y todo tipo de comentarios acerca de las malas pulgas de las protagonistas, pero la cosa siguió tranquila.

Pronto se terminaría la leche de los recipientes y uno de los rangers del parque se acercó con un bidón para rellenarlos, momento en el que nuestra amiga, que había salido tan mal parada hace apenas unos minutos, aprovecharía para bajar de su provisional guarida y dirigirse hacia él. Claramente no pensaba andarse con contemplaciones, por lo que se puso a su lado y agarró por el otro extremo el bidón. El guardia trató de impedir que se lo quitase, pero estaba claro quien tenía las de perder, por lo que al final desistió y dejó que se lo sustrajese, llevándoselo, la conflictiva orangutana, hasta lo alto de otro árbol cercano. Aquí comenzaría a ponerse ciega y a beber con ansia el líquido blanco, brotando este a borbotones y poniéndola perdida. Acto seguido y sin dar tiempo a reaccionar a ninguno de los que allí nos encontrábamos, tiraría con toda la fuerza y soberbia que pudo desde la altura en la que estaba asentada, que serían como unos cinco metros, el gran recipiente contra el suelo, cayendo este al lado de una señora alemana, a la que por tan sólo unos centímetros no le cayó en toda la cabeza, lo que le hubiera supuesto por lo menos una buena brecha o quién sabe si algo más grave.

La verdad, que nosotros estábamos tranquilos, pero hubo gente que empezó a ponerse un poco nerviosa y empezó a desfilar hacia los klotok. Chris nos decía que no podíamos olvidar que esto no era un zoo y que éramos los humanos lo que estábamos en el hábitat natural de los orangutanes y que a veces suceden cosas imposibles de adivinar.  Ya casi en solitario, permaneceríamos allí un rato más viendo como unas enormes hormigas, casi del tamaño de un pulgar, iban de un lado para otro, fuimos observando como los orangutanes comenzaban a trepar más alto, a las copas de los árboles y casi ya en soledad, emprendimos el camino de regreso.

Termitas en Estación Pondok Tanggui

Una vez embarcados, de nuevo, en nuestra tradicional embarcación, continuaríamos la travesía hasta el tercer y último campamento al que íbamos a llegar. En este nuevo trayecto podríamos ser testigos de la observación de nuevas especies en las selvas de Borneo tales como libélulas rojas o martines pescadores, además de enormes mariposas y otros pájaros de preciosos colores, cuyos nombres desconocíamos.

Atasco de Klotoks en el Río Sekonyer

Camp Leakey es el nombre del último centro de observación  de orangutanes en su vida salvaje, el que primero se creó, donde desarrollaría gran parte de sus estudios e investigaciones Biruté Galdikas durante más de 30 años y el más importante de todos los que se visitan.  También es donde termina  la navegación para los klotok, ya que más allá de este punto,  la selva se vuelve también impenetrable para este tipo de embarcaciones y sólo es accesible por pequeñas canoas. Sería aquí donde el cielo se volvió completamente gris, el ambiente se volvió de lo más tétrico y tras unos instantes podríamos ser testigos de lo que es realmente llover, parecía que sobre los techos de los klotok estaba precipitándose una catarata y que realmente el cielo iba a caer sobre nuestras cabezas, algo que no le hubiera gustado ver a muchos de los protagonistas de Astérix. Creo que nunca antes había visto llover de esa manera e imponía considerablemente. Mientras el diluvio continuaba, Chris, decidió que era un buen momento para comer y así aprovechábamos y no perdíamos el tiempo.

Y mientras degustábamos alimentos similares a los de las ocasiones anteriores, pudimos saber que justo un poco más adelante, donde antes comentaba que sólo podían acceder canoas, perdería la vida un inglés al ser engullido por cocodrilos, ¿Cómo? Pues no se le ocurrió otra cosa que darse un bañito en las calentitas aguas de la zona. Realmente sorprendente esa genialidad por su parte.

Comida en el Klotok.P.N.Tanjung Puting

Tras unos cuarenta minutos de lluvia torrencial, por fin amainaría y nos permitiría desembarcar y, así, y tras un breve paseo, pronto llegaríamos a una pequeña explanada donde había un montón de macacos, una hembra de orangután con su cría y la hembra dominante por excelencia de Tanjung  Puting: Siswi de 37 años, que desde no hace mucho ha sustituido a la que lo fue por muchos años, Princess, la cual intervino en infinidad de películas y documentales. Hoy descansa tranquilamente en otro centro y disfruta de una merecida jubilación. Siswi, sin embargo, se hizo popular por otro motivo que nada tenía que ver con el cine ni la televisión, por algo mucho más importante, como que era el primer orangután nacido de uno que había sido rehabilitado, lo que demostraba que los orangutanes cautivos podían volver a su hábitat natural.

Estación Camp Leakey

Estación Camp Leakey

Estación Camp Leakey

 Es en este lugar donde más en contacto te encuentras con estos primates, ya que pude estar a tan sólo un metro de ellos, casi pude tocarlos, por lo que me harté a hacerles fotos hasta casi quemar la cámara.

Estación Camp Leakey

Estación Camp Leakey

Después continuaríamos nuestra caminata otros treinta minutos hasta llegar, nuevamente, a otra de las plataformas donde se deposita comida. Sin duda que este es el lugar por excelencia para poder ver a estos simios, pues estaba a rebosar de ellos, había orangutanes por todas partes, unos comiendo, otros tirados en el suelo descansando, otros subidos a los árboles, otros colgados en dianas yendo de un lado a otro. Vamos que campaban a sus anchas y parecía que los humanos no les molestaban lo más mínimo pues pasaban a nuestro lado tan felices. Se notaba que están ya acostumbrados a las visitas y a ser objeto de todas las miradas. A mí de hecho me sorprendería una madre con su cría bajando del árbol en el que estaba apoyado, lo que me haría llevarme un pequeño susto porque me pillaron de improviso, pero nada, me rozó levemente y continuó su camino unos metros más allá, donde empezaría a comerse unos plátanos.

Estación Camp Leakey

Continuamos durante más de una hora allí, observando cada movimiento de muchos de los orangutanes que estaban a nuestro alrededor, pudimos ver de refilón y entre la maleza a dos machos que contemplaban expectantes la situación pero que no se atrevían a mostrarse completamente, vimos como pasaban unos cuantos jabalíes que no querían ser menos que los simios a la hora de darse el festín, fuimos testigos de las travesuras de las crías con los barreños que estaban allí desperdigados, tratando de meterse dentro y de ponérselos de sombrero, etc.

Estación Camp Leakey

Estación Camp Leakey

Sería en este momento, donde nuestro guía aprovecharía para hacernos saber que durante más de veinte años las organizaciones internacionales pro – conservación de la naturaleza han trabajado para salvar al orangután, pero los cambios climáticos están teniendo efectos muy adversos en la agricultura, provocándose sequías e incendios que destruyen gran parte del hábitat natural de estos animales. Esto unido a la caza furtiva y el asesinato por muchos de los aldeanos que se encuentran a los simios en sus cultivos, está haciendo que si no se frenan pronto todos estos peligros, sea una especie avocada a la desaparición en no muchos años.

Estación Camp Leakey

Esto contado aquí puede resultar triste pero no tiene nada que ver con lo que uno siente cuando está allí, rodeado por todos ellos, por lo que se te cae el corazón a los pies según vas conociendo todos estos datos.

Pronto cambiaríamos de tema, pues no queríamos ponernos tristes en un día tan especial y comenzaríamos a ver como varios guías de otros grupos empezaban a realizar imitaciones  de sonidos imposibles de estos primates. No sabíamos que era lo que pretendían, pero estuvieron bastante tiempo con ello, pero sin conseguir el objetivo final que perseguían y que hubiera sido la guinda perfecta a nuestra exploración. Lo que trataban era de atraer hasta el lugar para que todos pudiésemos verlo al macho dominante de Tanjung Puting, al gran Tom. El rey de reyes no quiso mostrarse aquel día, tal vez por pereza, tal vez por encontrarse lejos pues a veces recorren grandes distancias y nunca se sabe a ciencia cierta donde están, tal vez por caprichoso, pero vamos que nos quedamos con las ganas de verle. Nos dijeron que hay veces que incluso pasan dos semanas y no se le ve. En fin, una lástima.

A pesar de ello, estábamos a rebosar de felicidad, pues una experiencia así no ocurre todos los días e incluso, a veces, sólo se te presenta una vez en la vida y nosotros la estábamos viviendo de tú a tú con esta fantástica especie.

Estación Camp Leakey

Estación Camp Leakey

Pudimos seguir durante unos cuantos minutos más observando los diversos movimientos de las familias que allí se encontraban, pero desgraciadamente, pronto oiríamos la voz de Chris diciéndonos que teníamos que volver, que había tratado de aguantar todo lo posible para que disfrutáramos de la experiencia lo máximo y para ver si ocurría algo especial ante la tranquilidad existente, pero ya no teníamos más tiempo, por lo que comenzamos el camino de regreso casi en solitario, ya que el resto de grupos hacía ya tiempo que se habían marchado. 

Además teníamos todavía que deshacer gran parte de lo navegado esa misma tarde y eran ya casi las 16.00 y no quedaban muchas horas de luz.

Estación Camp Leakey

La travesía durante la tarde sería de lo más relajada, consistente en seguir disfrutando de todo lo que nos rodeaba, charlas entre nosotros, observación de la fauna y un relax absoluto en un entorno tan privilegiado.

Sobre las ocho detendríamos la embarcación después de estar unas cuatro horas viajando y la mitad de ellas haciéndolo de noche, algo que no gustaba demasiado al capitán, pero los horarios de los vuelos del día siguiente mandaban y no quedaba otra. Una vez anclado bien el barco al lado de los grandes juncos de uno de los laterales del río Sekonyer, nos dispusimos a degustar la última cena, donde nos agasajaron, más que nunca, con pescado, noodles, patatas fritas de gajo, tortilla de verduras, arroz y piña. Vamos, un auténtico festín.

El día estaba llegando a su fin y tan sólo quedaba ya volver a disfrutar bajo la luz de dos velas de los sonidos nocturnos de la selva, de los inciertos ruidos que el río Sekonyer ofrecía cada poco tiempo, mientras el barco se balanceaba ligeramente al son de la corriente y las luciérnagas brillaban con fuerza entre la vegetación. De esta manera me dejaba caer sobre el pequeño colchón de la cubierta, con un cúmulo de sensaciones y emociones vividas, imposibles de describir con palabras, mientras la noche seguía avanzando  y el sueño acababa venciéndome.

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