28 de Septiembre de 2013.
Sobre las 05.30 empezaba a desperezarse el día y aparecían los primeros momentos de claridad, suficientes para incorporarme de mi colchón e irme a un lateral del barco a ver cómo salía el sol, mientras Raúl y Norris seguían durmiendo en cubierta.
Sobre las 05.30 empezaba a desperezarse el día y aparecían los primeros momentos de claridad, suficientes para incorporarme de mi colchón e irme a un lateral del barco a ver cómo salía el sol, mientras Raúl y Norris seguían durmiendo en cubierta.
Hay momentos en la vida que te quedan grabados y que no
olvidas nunca y yo creo que este que estaba viviendo bien podía ser uno de
ellos, ya que estar casi al otro lado del planeta en un pequeño barquito y
viendo el combinado de luces y sombras que se iban produciendo, me hacía
sentirme el tipo más feliz del mundo.
Pronto fueron apareciendo los primeros rayos procedentes del
astro rey, cegándome casi por completo y pronto, también, comenzaría la
actividad en el barco empezando a preparar los desayunos y otros detalles para
zarpar en breve, por lo que ese silencio y momento especial que estaba viviendo
se rompería inmediatamente con tanto trajín. Por tanto, sólo quedaba sentarse a
la mesa sobre las seis pasadas y esperar a que nos sirvieran el desayuno
consistente en unos sándwiches de nutella y dos tazas de té, más unos batidos
de chocolate que nos habíamos comprado nosotros el día anterior.
Mientras saboreábamos las últimas miguitas, el barco ya se
había puesto en marcha y se aproximaba sin prisa pero sin pausa al pequeño
muelle de Komodo. El desembarco no tuvo el menor inconveniente y pronto
estaríamos en el centro de interpretación esperando a que nos asignaran un guía.
Muelle del P.N.de Komodo.Isla de Komodo |
Parque Nacional de Komodo.Isla de Komodo |
Norris se ocuparía de hacer el resto y gestionarnos los
permisos que ya estaban pagados del día anterior y el coste del nuevo ranger
(40000 rupias por persona). Tras un cuarto de hora de espera aparecería un
chico joven llamado Ari con ropa de sport y un gran palo acabado en forma de V,
el cual se nos presentaría y nos conduciría a un plano del lugar, al igual que
el día anterior, para explicarnos las distintas rutas que se podían hacer y
seleccionar una de ellas.
De nuevo había tres opciones: la corta de una hora,
la media de hora y media y la larga de dos horas. Y esta vez sí que antes de
que nos quisiera vender la moto y recomendarnos ninguna, yo le dije que
queríamos hacer la larga sin dudarlo, a lo que no puso la menor objeción y
simplemente dijo que perfecto. Así que después de darnos unas pequeñas
instrucciones consistentes en decirnos que nunca nos adelantásemos a él, que
permaneciéramos siempre a su lado sin quedarnos atrás y que en el caso de
aparecer, por sorpresa, algún dragón hiciéramos rápido y sin rechistar todo lo
que nos dijese, especialmente mantener una distancia de unos tres o cuatro
metros de la fiera, nos pusimos en marcha.
Esta vez el paisaje no tenía nada que ver con el de Rinca.
De un terreno árido y seco y casi desprovisto de vegetación como era el de esa
isla, pasábamos a mucha más masa forestal y un pequeño sendero que se
introducía en esta. Tras unos diez minutos andando, de repente, fui yo quien
dio la voz de alarma, pues acababa de atravesar el camino hacia la derecha un
varano. Aceleramos entonces nuestros pasos para intentar pillarle pero,
inmediatamente, se perdería entre la espesura y le perderíamos de vista. Ari
nos diría que no nos preocupásemos que todavía quedaba casi toda la ruta para
terminar y que en el último caso y
poniéndonos en lo peor, al final de la excursión seguro que veríamos alguno.
Así que seguimos caminando con bastante sigilo y mirando a ambos lados del
camino por si acaso alguno de estos carnívoros nos acechaba y se lanzaba a mordernos
para acabar convertidos en su presa.
Y es que no queríamos acabar como, dice la leyenda, que
acabó el Barón suizo Rudolph Van Reding, que parece que iba caminando sólo,
cuando en un instante desapareció sin dejar rastro. Muchos creen que lo
devoraron los dragones.
Estos inmensos lagartos no inyectan veneno como tal, pero su
saliva contiene al menos siete cepas de bacterias tóxicas. Un animal herido
puede escapar pero la infección le llevará a la muerte. Un dragón siempre
preferirá alimentarse de un cadáver que arriesgarse a ser herido persiguiendo a
su presa. Pueden detectar un cuerpo en descomposición desde más de once
kilómetros de distancia, pues el olor lo recogen las puntas de su lengua bífida
y penetra hasta los receptores en la parte posterior de la boca. Estos órganos
sensoriales analizan las variaciones de las muestras de cada punta, para
determinar con precisión la dirección del olor. Los dientes del varano tienen
un enorme parecido al de los dinosaurios, están ocultos detrás de las encías
que, a menudo, sangran mientras se alimentan. Esta sangre infectada también se
une al cóctel tóxico del interior de su boca. Los dientes los utilizan como una
sierra para desgarrar y arrancar la carne.
De momento la cosa seguía sin dar sus frutos y la caminata
iba transcurriendo entre explicaciones de los distintos tipos de árboles, las
defecaciones de los reptiles y alguna
que otra anécdota como cuando encontraron únicamente las cámaras y las tarjetas
de memoria de dos fotógrafos neozelandeses que perderían aquí su vida entre las
fauces de estos parientes de los dinosaurios.
Pronto alcanzaríamos a una pareja de europeos que se
encontraban mirando hacia arriba, por lo que pararíamos y haríamos exactamente
lo mismo y lo que pudimos observar fue una inmensa tela de araña con una de
estas en su interior, pero como mi mano de grande. Me impresionó bastante pues
no había visto algo así en mi vida.
Araña gigante.Trekking por P.N.de Komodo.Isla de Komodo |
La ruta continuaría sin el menor contratiempo y más
anécdotas y curiosidades como que las mujeres con menstruación suponen una fuerte
atracción para los lagartos y que les vuelve más agresivos de lo normal. A
pesar de todo, de las advertencias y de pedir, que por favor, se informe de
ello a los guías, nos contaba que son muchas mujeres las que con tal de poder
verlos no dicen nada y lo ocultan, haciendo luego a los guardias tener que
emplearse a fondo en su protección cuando aparecen los dragones, porque vaya
que si aparecen. Así que si os queréis asegurar ver dragones en ruta ya sabéis
que cebo llevar.
El camino acabaría dejándonos en lo alto de una colina
llamada Sulphure Hill, donde a falta de ver los animalitos podríamos contemplar
unas magníficas vistas de parte del entorno de la isla de Komodo y de la bahía
a la que habíamos llegado con el barco a primera hora de la mañana.
Panorámica del P.N.de Komodo.Isla de Komodo durante el Trekking |
Aquí nos haríamos alguna que otra foto con Ari, nuestro guía
y protector, para inmortalizar el momento y escucharíamos nuevos datos curiosos
tales como que los dragones viven en solitario pero el acto de la comida lo
hacen en sociedad y se respeta una jerarquía para ello.
También se producen
peleas entre ellos. Muestran su fuerza adoptando una postura agresiva y
emitiendo un profundo sonido de siseo. Primero evalúan a su adversario antes de
lanzar un ataque. Normalmente la batalla es corta. El vencedor mantiene
inmovilizado a su contrincante hasta que este se rinde. Estas peleas sirven
también para definir las jerarquías en el apareamiento.
El sexo de los dragones ni siquiera es apreciable para los
expertos. Los propios varanos se guían por el olor para determinar si se trata
de un macho o una hembra a la hora de cortejar. Una hembra poco receptiva
acabará huyendo.
A la hora de poner los huevos siempre optarán por lo fácil,
utilizar un nido preexistente a tener que excavar otro desde el principio. Para
ello, muchas veces, lo que hacen es utilizar los de la especie pavo de
matorral. Aunque esta especie es pequeña, sus nidos alcanzan hasta dos metros,
tamaño más que suficiente para que sean utilizados por los dragones. Estos
defenderán sus nidos sólo hasta que haya terminado de poner su nidada, después
quedarán abandonados a su propio destino por lo que, sólo, una cuarta parte de
ellos conseguirán sobrevivir ya que el resto serán devorados por otras especies
y por los de la suya propia.
El trekking estaba llegando a su fin y tras dos horas no
habíamos tenido rastro de ningún varano, por lo que parecía que nos íbamos a
marchar en blanco. Pero cuando ya estábamos llegando a la zona que aquí se
conoce como “The Kitchen”, porque es donde había unas cafeterías, que se
quemaron no hace demasiado tiempo, y donde se cocinaba la comida para los
rangers del parque nacional, de repente y ahora sí, en medio de la senda por la
que íbamos nos topamos con un pedazo de dragón tumbado y de lo más relajado.
¡Qué ilusión! ¡Ya no nos íbamos a ir con las manos vacías! Nos colocamos a una
distancia prudencial y fuimos rodeándole para poder continuar el camino.
Dragón de Komodo en la Isla de Komodo |
Esto sucedía mientras él nos iba siguiendo con la mirada,
pero sin inmutarse. Tras hacerle un buen book de fotos avanzamos unos metros
más y ¡Bien!, otros dos dragones más, cerca de las antiguas construcciones de
madera que antes comentaba, uno estaba totalmente como aletargado y el otro
estaba un poco más pendiente de los que hacíamos y dejábamos de hacer.
Dragón de Komodo en la Isla de Komodo |
Me puse como de costumbre
a sacarle fotos y, en un abrir y cerrar de ojos, se incorporó y empezó a
avanzar lentamente hacia mí, que me encontraba agachado. Los cinco o seis
metros iniciales que nos separaban pasaron a ser cuatro y como, de momento, los
guías no decían nada, pues yo seguí ahí sacando mil tomas más. Me estaba
observando y volvió a avanzar otro metro y medio hasta situarse sólo a algo más
de dos metros y medio de mí. Lo tenía tan cerca que casi podía acariciarlo,
pero ahí fue cuando Ari, se puso delante de mí y extendió la vara en forma de V
en previsión de que pudiera atacar. Me dijo que me echara para atrás y obedecí
de inmediato. El dragón miró hacia otro lado y cambió de rumbo y de esta manera
se alejó de nosotros y se ponía fin a la increíble estancia en Komodo,
habiéndose conseguido, una vez más, el objetivo es estar tan cerca de esta
increíble criatura, así que no se podía pedir más.
Dragón de Komodo en la Isla de Komodo |
Dragón de Komodo en la Isla de Komodo |
Dragón de Komodo en la Isla de Komodo |
Nos encaminaríamos tranquilamente hacia el muelle y
volveríamos a la navegación, pero esta vez para deshacer la travesía realizada
en estos dos días. Eso sí, todavía nos quedaban por vivir dos nuevas
actividades de snorkel en dos islas diferentes. La primera de ellas y tras un
poco más de tres horas de viaje marítimo sería en las transparentes aguas de la
isla de Sebayur, una minúscula isla donde pude volver a apreciar increíbles
fondos de coral con un sinfín de peces de colores. Igualmente sucedería en la
segunda de ellas, en la isla de Kanawa, donde volvería a repetir la misma
actividad. Serían cuarenta minutos en cada una de ellas, más que suficiente
para no borrar de mi rostro las muestras de mi más absoluta satisfacción y
felicidad. Raúl en estos dos casos decidiría quedarse descansando
tranquilamente a bordo.
Isla de Sebayur |
Snorkeling en la Isla de Sebayur |
Snorkeling en la Isla de Sebayur |
Así, de esta manera, acabaría nuestra última gran aventura en
Indonesia la cual iba a ser difícil de superar.
Tras cuarenta minutos más llegaríamos al puerto de Labuan
Bajo, desembarcando a las 16.30 de la tarde. Esta transcurriría de lo más
relajada entre dormir la siesta por parte de Raúl y paseos por el puerto por lo
que a mí respecta, además de estar entretenido mirando como preparaban alguna
que otra embarcación para ir de buceo, pues sin duda es la actividad por
excelencia del lugar, lo cual no me extraña en absoluto, pues si simplemente
haciendo snorkeling había podido ver auténticas maravillas, no quiero ni pensar
lo que se podrá ver unos metros más abajo. Pero eso ya lo dejo para los más
aventajados ya que a mí esa actividad me impone y me da más respeto.
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