INDONESIA - DIA 13. Bali: tradiciones y vivencias inolvidables

19 de Septiembre de 2013.

Al igual que los dos días anteriores, nuestra jornada comenzaba a la misma hora de siempre, las siete, para desayunar tranquilamente y estar listos a las ocho para realizar una nueva ruta, esta vez hacia el este de la isla. Y es que aunque pequeñita, Bali, tiene tanto que ofrecer, en comparación con otras islas del archipiélago, entre cultura, templos, arrozales, volcanes, lagos, tradiciones, que te puedes tirar dos semanas en ella y nunca te quedarás sin saber qué hacer. Para cambiar un poco de tercio, decidiríamos visitar, en primer lugar, una de las aldeas tradicionales más importantes de la isla llamada Penglipuran. Nos cobrarían 10000 rupias por persona y 2000 por aparcar el coche. La pequeña aldea, únicamente, tiene una calle principal flaqueada a ambos lados por casas tradicionales balinesas.


Aldea Tradicional Penglipuran


Junto con la entrada nos asignaron un vale con un número de casa, que te permitía acudir a la misma y acceder a su interior, ya que todas se encuentran numeradas. En ella una de las personas que viven allí, te la muestra y te habla un poco de su cultura y sus tradiciones. A nosotros nos recibiría una señora de avanzada edad que lo primero que nos mostraría sería el templo en el que todos los días rezan a las divinidades hinduistas tres veces, eso sí desde la verja, pues a los extranjeros no nos está permitido el acceso a la zona sagrada.


Templo de Casa Particular.Aldea Tradicional Penglipuran

Después pasaríamos a una pequeña cocina tradicional, donde una de sus hijas estaba cocinando arroz con algo parecido a champiñones, lo cual tuvimos el honor de probar, pues nos lo ofrecieron casi sin darnos tiempo a sentarnos. Así que allí estuvimos como unos veinte minutos degustando este fabuloso guiso recién sacado del fuego. Después la señora continuaría mostrándonos su hogar, llevándonos a otras dependencias como el salón, el dormitorio o la cuadra con un montón de cerditos. Sin duda, para lo que había podido observar en otras viviendas de Bali e Indonesia, al menos en apariencia desde el exterior, esto era un lugar de una clase media alta.


Cocinando en Casa Particular.Penglipuran

Después de despedirnos de la familia y salir otra vez a la calle principal, nos daríamos una vuelta hasta la zona alta de la aldea para visitar el templo de la comunidad y al mismo tiempo poder observar unas buenas vistas de todo el conjunto urbano, hecho lo cual y como ya le habíamos sacado todo el jugo al lugar, volvimos tranquilamente hasta nuestro coche.


Aldea Tradicional Penglipuran

El conductor, que era el mismo del día anterior, el hombre de negro, yo creo que cada vez flipaba más con nosotros, pues nos miraba con cierta cara de resignación por el tiempo que nos tirábamos en cada sitio, yo creo que porque el hombre tenía la esperanza de acabar pronto y veía que íbamos a apurar hasta el final.

Pura Kehen, el templo del fuego, sería la siguiente parada, donde en un pequeño puesto de madera nos facilitarían las entras y nos pedirían una donación. Le daríamos 10000 rupias por persona, imitando lo que nos habían costado otros templos. Como siempre, como en la mayoría de templos balineses, tendríamos que volver a ponernos el sarong para poder acceder a su interior. Este santuario era el oficial del reino de la ciudad de Bangli y está tan sólo a un kilómetro de esta. Comenzamos accediendo por una empinada escalera, decorada con hermosas esculturas que hacen las veces de guardianes, y que nos condujo hasta la entrada que daba acceso al primer patio en el que podríamos ver el Banyan, es decir, un árbol que es sagrado para los balineses. Después continuaríamos hasta un segundo patio donde, ahora sí, tendríamos delante de nosotros el único meru de once tejadillos de todo el complejo.

Nos seguiríamos recreando otro rato con los pequeños detalles, bueno, para ser sinceros tengo que hablar en singular, ya que Raúl, una vez más, se iría para la salida al considerar que para él había sido suficiente la visita.


Templo Pura Kehen

Cuando terminé también me dirigiría hasta el coche, para ahora sí, poner rumbo al templo de todos los templos. El más importante y de mayor significación religiosa. Su nombre: Pura Besakih o también llamado el templo madre (15000 rupias por entrada) que se yergue imponente sobre una ladera de casi 1000 metros y que es el que mayor fervor religioso despierta entre los balineses. Hay que decir que realmente no es un único templo sino que en realidad se trata de un gran complejo de 23 templos independientes, pero relacionados entre sí.

Este sin duda es el mejor ejemplo y que más hace honor al sobrenombre de “isla de los dioses” con el que se conoce a Bali. El hecho de los cultos ligados a los antepasados y  a la naturaleza y que se mezclen con la cosmología hindú, sumado todo ello a la creencia de la existencia también de demonios, supone que se rinda culto hasta lo más insignificante de su vida cotidiana. Un buen ejemplo es ver como a los seres malignos que se esculpen en la entrada de los templos para guardar la pureza interior, también se les hacen ofrendas.

Llegar a la entrada de este templo es algo digno de destacar, resaltar y poner en negrita, pues supone una aventura y todo un reto para probar la paciencia y la serenidad de cualquier mortal. Es como si los afamados dioses pusieran pruebas para ver quién es digno de entrar en su hogar.

De primeras, ya nuestro propio conductor nos había intentado vender la moto y nos había ofrecido un guía que conocía para poder visitar el templo, diciéndonos que sin él no podríamos visitarlo. Ya había tenido desde ayer varios detalles feos de este tipo, por lo que distaba mucho de la buena fe de Madi del primer día, por lo que es cierto que nuestra relación con él, se ceñía casi exclusivamente a llevarnos de un lado a otro, sin apenas articular palabra, y es que si hay algo que no soporto es a los mentirosos. Mal empezábamos cuando hasta nuestro propio conductor quería sacar tajada. Evidentemente le dije que eso no era verdad y que lo íbamos a visitar solos.

De segundas, había leído en internet, en multitud de foros, en diarios de viaje y en la propia Lonely Planet, el tremendo problema, que viene ya de lejos, con este asunto. El tema es que hay multitud de personajillos, por llamarles de alguna manera, que trata de cualquier manera y a toda costa pegarse a ti y hacerte de guía y luego cuando acaba la visita tratan de cobrarte cantidades desproporcionadas.

Yo tenía muy claro que iba a seguir los consejos de la gente de la web y que iba a tratar de que no me engañaran. Así que nada más salir del coche, efectivamente, comenzamos a sufrir un acoso continuo, pesado y constante, ofreciéndonos los mencionados servicios, por parte de dos y tres individuos. Como ya iba a la defensiva, el mal genio no tardó mucho en aflorar en mí, al igual que la cara de mala leche que no sé disimular, y comencé a decir NO, NO, NO, según íbamos avanzando a paso muy rápido, casi dando zancadas, lo que nos permitió llegar hasta el inicio de la escalinata que te lleva al interior del templo. Aquí la cosa se calmaría y pude empezar a sacar, relajadamente, mis fotillos de rigor. Aquí Raúl, algo agobiado ante el panorama que habíamos empezado a vivir y en previsión de lo que nos esperaba y algo cansado por la situación, además de estar algo agotado de tanto templo, decidiría plantarse y esperarme en un rincón, tranquilamente sentado a la sombra, hasta que acabara la visita.

Tras este pequeño descanso empezaría, ya en solitario, a subir la escalinata, donde tras los primeros peldaños, volvería a ser asaltado por tres nuevos moscones y donde reconozco que acabé desquiciado pero adoptando una postura diferente a la de otras ocasiones y es que tan sólo seguí avanzando sin detenerme, en el más absoluto silencio y negando con la cabeza todo el rato, lo que consiguió que, por fin, me dejaran en paz, no sin antes dedicarme unas bonitas lindezas en su idioma y con un tono de voz algo subido de intensidad.

Por lo menos, los dioses querían premiar mi aguante y me obsequiaron con el poder ver como en ese momento salían del recinto interior una gran comitiva vestida toda ella con sus trajes tradicionales y llevando una gran cantidad de ofrendas en sus cabezas. Fueron sólo unos instantes de ir viendo como bajaban las escaleras, pero suficientes para ser consciente de la gran repercusión que tienen este tipo de actos para los habitantes de esta zona de Indonesia.


Ofrendas en Templo Madre Pura Besakih

Una vez transcurrieron estos minutos de simbólica procesión, por fin, llegaba al final de la escalera y me situaba en la misma entrada del templo principal, el llamado Pura Penataran Agung, donde me encontraría con un nuevo obstáculo. Estos no acababan nunca.

Al ir a pasar, un chico joven que se encontraba allí en la puerta, me dijo que donde iba, que no podía pasar si no era con una persona que dispusiera del carnet oficial que le acredite como representante del gobierno, ya que hoy era el llamado “Full Moon” y se estaba poniendo de gala el templo para una gran celebración que tendría lugar por la tarde – noche. Por supuesto, que me quede con cara de gran perplejidad y no me creí ni una palabra de todo lo que me estaba diciendo, creía que volvían a las andadas para intentar engañarme nuevamente. Así que le comenté que yo había pagado mi entrada y que por tanto tenía derecho a pasar y no quería guía y que, por favor, me dejara acceder al interior. Fue entonces cuando se esfumó su inicial amabilidad, se pondría más borde y casi a gritos me volvió a repetir lo mismo y me invitó a que observara al resto de turistas y que si veía a alguno que pasara sólo se lo dijera. Además me enseñó su identificación oficial, lo que hizo que se me quedase cara de circunstancia.

Al final estas cosas pasan por el abuso de otros y la desconfianza que te crean. Le dije que perdonase y que lo sentía y, otra vez de buenas maneras y aceptando mis disculpas, él me dijo que esperase un momento, pues sería él quien me acompañaría al interior del templo Madre.

En unos minutos comenzaría a mostrarme todos los secretos de Pura Besakih. Me llevaría, poco a poco, por los recovecos del gran templo, mostrándome y explicándome en un inglés sencillo, debido a mi nivel bajo, las características de cada lugar que visitábamos y de cada zona. Iríamos accediendo a los distintos niveles y en cada terraza me narraba algún que otro dato de interés y me invitaba a tomar fotografías de las mejores perspectivas. Así y con mucha calma llegaríamos hasta la cuarta terraza. Aquí me contaría que  cada balinés, en función de su casta, su profesión o su lugar de origen, está ligado como mínimo a una decena de dioses, y habrá de atender a todos ellos en su templo correspondiente, donde a la tríada sagrada de Brahma, Shiva y Vishnú se suman los dioses de los volcanes y las diosas de los muchos lagos que adornan los relieves más bucólicos de la isla. Hasta la acción más insignificante del día a día está inspirada por fuerzas sobrenaturales.


Templo Madre Pura Besakih

Templo Madre Pura Besakih

Tras esta charla me comentó que era la hora en la que tenía que hacer el correspondiente ofrecimiento a sus dioses hindúes y que si quería y me apetecía estaba invitado a participar con él en esta ceremonia. Yo estaba bastante desubicado e incrédulo pero de forma instintiva le contesté afirmativamente. No podía creerme lo que me estaba pasando. ¿Era cierto que iba a presenciar in situ un ritual balinés y no contento con esto, a participar en las ofrendas que en el mismo se llevan a cabo y en el templo más importante de toda Bali? ¿Eso me estaba pasando a mí? Pues parece ser que sí, que así era. Desde luego que estaba flipando. Me invitó, entonces, a pasar a una de las zonas del complejo religioso que están prohibidas para los turistas y me hizo sentarme en el suelo delante de un pequeño altar. Allí esperaría, tan sólo unos minutos, a que él regresara y se sentara a mi lado, trayendo consigo dos pequeños cestitos de paja compuestos por flores y algo de hierba y dos pequeñas bengalas.

Estando ambos con las piernas cruzadas, comenzaría el ritual. Primero encenderíamos las bengalas y ya con el olor a incienso impregnado en el ambiente, me indicaría que tomase un puñado de unas flores concretas que representaban a Brahma, ya que cada color representa a un Dios. Las pasaríamos por la leve humareda que desprendía cada una de las bengalas y después las mantendríamos entre las palmas de las manos a la vez que la punta de los dedos tocaban nuestra barbilla y acto seguido, con unas palabras en hindú, ofrecerlas a Brahma, para hecho esto colocarlas en las orejas. El mismo procedimiento se repetiría con Vishnú y Shiva, colocando las flores encima de la cabeza en el segundo caso y las otras lanzándolas delante de ti en el tercero. Tras unos cuantos minutos más de reflexión con los ojos cerrados se nos acercaría un sacerdote, el cual nos echaría agua por la cabeza y en la palma de la mano, que teníamos dispuesta a modo de vasija, para poder beber de ella en sorbos pequeños en tres ocasiones y de forma consecutiva. Por último y ya con las dos palmas dispuestas, derramaría sobre ellas agua, por cuarta vez, para que nos mojásemos la cara y acto seguido impregnarnos en la  frente pequeños granos de arroz. Luego, una vez que se retiró el religioso, iríamos al altar para depositar allí el pequeño cesto. Para finalizar volveríamos a sentarnos y daríamos por última vez las gracias en la postura de máximo respeto.

No me podía creer lo que acababa de vivir y donde lo había hecho. Estaba muy emocionado y me costó reponerme y continuar con la visita, me sentía relajado y con una paz interior que en pocas ocasiones había tenido la oportunidad de sentir, al menos tan intensa. Mientras seguía perdido en mis pensamientos, iríamos avanzando entre un sinfín de merus, a uno y otro lado, y pronto llegaríamos al último de los niveles o terrazas del templo Madre, donde las vistas sobrecogedoras casi te dejan sin aliento.


Templo Madre Pura Besakih

Templo Madre Pura Besakih

Había un poco de bruma y estaba nublándose desde hacía un rato, por lo que no conseguí ver las vistas del mar que se ven desde aquí, pero después de lo que había vivido hacía unos minutos, la verdad que me importaba más bien poco. En este lugar se me permitiría estar como un cuarto de hora, el cual aproveché para sentarme en un lugar no demasiado frecuentado y quedarme observando la simbiosis de templos y de naturaleza que tenía ante mí, a la vez que me perdía en mis pensamientos. Después comenzaríamos la bajada por un lateral hacia la entrada, para a medio camino recibir a un grupo de unos quince niños que querían hacerse fotos conmigo, lo que aprovecharía yo también para sacarme fotos con ellos y llevarme conmigo otro grato recuerdo de esta vivencia.


Templo Madre Pura Besakih

Con los niños en el Templo Madre Pura Besakih

La verdad que el chico se había portado fabulosamente bien conmigo, por lo que decidí darle, sin que me dijera nada, una propina de 50000 rupias, que en base a lo que costaban las entradas de los templos, creo que estaba bien. Gesto que me agradeció con  una media reverencia y se marchó sin decir nada más.

Después de contarle mi gran experiencia a Raúl, que se tiraba un poco de los pelos por no haberme acompañado, volveríamos al coche para seguir con la ruta. Eran ya la una y había hambre, por lo que se lo dijimos al conductor, y como nos pillaba de paso, decidió parar en un nuevo restaurante con vistas a otro maravilloso arrozal: Lereng Agung, del mismo nombre que el restaurante, y la verdad que eran soberbias.


Terrazas de Arroz Lereng Agung

Murciélago gigante en Terrazas de Arroz Lereng Agung

Aquí comeríamos de buffet por 90000 rupias por persona y seguiríamos con dirección a Goa Lawah o cueva de los murciélagos (6000 rupias por persona). Este es un templo con más de mil años de antigüedad y que ejerce un importante papel en los rituales relacionados con la vida después de la muerte. Según la leyenda se extiende a lo largo de treinta kilómetros hasta llegar al templo Madre. La verdad que el templo en sí no es gran cosa, pero merece la pena su visita sólo por ver a los miles de murciélagos que habitan en el interior de la cueva que hay aquí. Cuando te acercas hasta ella y levantas la cabeza hacia las alturas y te encuentras con una gran masa negra de tantísimos de estos animalitos desprendiendo estridentes sonidos y moviéndose sin parar, no puedes evitar que un escalofrío atraviese todo tú cuerpo. Aquí se nos volvería a ir más tiempo de lo habitual ya que entre lo que estuvimos entretenido fijándonos en la colmena de murciélagos y que nos pusimos a hablar con una pareja catalana, al final con la tontería nos dieron las cuatro.


Templo Goa Lawah o Cueva de los Murciélagos

Templo Goa Lawah o Cueva de los Murciélagos

Templo Goa Lawah o Cueva de los Murciélagos

La última parada de la jornada iba a ser en Klungkung o más conocida por los balineses como Semara Pura, uno de los reinos que más poderoso fue de toda Bali. Aquí nuestro interés era visitar su fabuloso palacio de Justicia o Kerthagosa, donde pudimos disfrutar especialmente de la arquitectura Klungkung y de los espectaculares grabados que cubren el techo, referentes a historias como el Ramayana o el Mahabharata, propias, evidentemente, de la religión hinduista. También estaríamos paseando un rato por los pabellones que hay en el recinto y que hacen de museo y alrededor de los estanques cubiertos por nenúfares y flores de loto.


Palacio de Justicia o Bale Kerta Gosa.Klungkung

Palacio de Justicia o Bale Kerta Gosa.Klungkung

Eran ya las 17.20 por lo que era la hora de volver a Ubud, donde llegaríamos a las 18.00 en punto a nuestro hotel. Aquí pagaríamos a nuestro conductor las 400000 rupias por las 10 horas pactadas en su momento y nos iríamos un rato a descansar a la habitación. Tampoco sería mucho ya que hoy también teníamos una nueva actividad nocturna, pues no quería quedarme sin ver una danza tradicional balinesa. Para ello nos recomendarían el espectáculo que todos los días se celebra a las 19.30 en el Palacio Real de Ubud (80000 rupias por persona). Conviene llegar con tiempo, ya que nosotros sólo llegamos con veinte minutos de antelación y todos los buenos sitios estaban ya cogidos, pues son sillas dispuestas alrededor del escenario y no se encuentran numeradas. Se ocupan según vas llegando. El espectáculo consiste en pequeñas demostraciones de danzas balinesas, representándose entre otras las siguientes:
  •      Legong: una danza que se caracteriza por que únicamente es bailada por muchachas que aún no han alcanzado la pubertad y se encuentran en trance, realizando intrincados y complicados movimientos mezclados con gestos faciales sumamente expresivos.
Espectáculo Danza Legong.Palacio Real.Ubud

  •      Jauk: Un bailarín cubierto con una danza demoniaca tiene que transmitir individualmente sus emociones a través de sus movimientos y gestos.
Espectáculo Danza Jauk.Palacio Real.Ubud

  •      Lancana Agung: En esta danza se representa la tradición y la cultura de la villa de Ubud, pues es este un pueblo de artesanos y que rebosa espiritualidad por todas partes. Con sus diferentes movimientos expresan todo ello.
Espectáculo Danza Lancana Agung.Palacio Real.Ubud

Sin duda fue el espectáculo de los que llevaba vistos en Indonesia que más me gustó, por lo que es muy recomendable al ser algo muy distinto y de lo más tradicional. Además la hora y media de duración se pasa volando.

Por hoy, ya sólo nos quedaría ir a cenar a un restaurante – café llamado Lobang, donde acabaríamos tomando unos sándwiches de pollo más bebida por 130000 rupias ambos.

A TENER EN CUENTA:

En el templo Madre o Pura Besakih te tocará lidiar con gran cantidad de falsos guías que NO son necesarios. Mantente firme y di siempre que no quieres contratar sus servicios por muy borde y desagradables que se pongan. No te creas ninguna de sus advertencias ni amenazas, son todas mentira. 

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