20 de Septiembre de 2013.
Tras pasar los tres días anteriores descubriendo los
secretos que esconde parte de la increíble Bali, la jornada que comenzaba la
dedicaríamos a tomárnosla con más calma, eso sí, haciendo cosas diferentes y
dedicándonos cada uno a hacer lo que nos apeteciese, por tanto se puede decir
que cada uno iríamos a nuestra bola.
De esta manera, Raúl, se dedicaría toda la
mañana a estar tirado en la piscina del hotel y yo como soy un culo inquieto y
me parecía un plan demasiado tranquilo para hoy, me largaría a conocer un poco
Ubud, que después de estar ya varios días aquí, tocaba profundizar un poco más
en ella.
Así que para empezar me acercaría en tan sólo diez minutos paseando
hasta el palacio Real, cuya entrada es gratuita. Este sigue estando habitado
por los descendientes de la familia real, por lo que hoy muchas de sus zonas
están cerradas al público, pero bueno, dentro de lo que se te permite visitar,
me di una pequeña vuelta por el interior, fijándome en las distintas esculturas
de piedra con sus monstruosas caras y vestidas con sarongs.
También pondría
atención en los templetes varios,
afectados por el paso del tiempo y que bien les vendría una restauración.
Cuando terminé, crucé la calle y entraría a visitar otro palacio de grandes
dimensiones, también perteneciente a la familia real.
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Palacio Real de Ubud |
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Palacio Real de Ubud |
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Palacio Real de Ubud |
Creo que las cosas hay que hacerlas porque realmente te
apetezcan y no por obligación y digo esto, aparentemente sin ningún sentido en
estos momentos, porque, de repente, en este punto del día en el que me
encontraba, se me cruzaron los cables y me dejó de apetecer seguir observando
tanto arte balinés, debía ser que el tute de tantos días me estaba empezando a
pasar factura, así que decidí en el mismo instante que esto me ocurrió,
dirigirme andando hacia la calle Kajeng y recorrerla hasta el final. En ella me
dedicaría a ir tranquilamente mirando el sinfín de tiendas que hay a ambos
lados fijándome en todas las cosas que ofrecen los artesanos de la isla. Y es
que esta tranquila localidad que hoy sobrepasa los 30000 habitantes, no ha
perdido el aire romántico, relajado y fresco que hizo que muchos artistas
europeos llegasen hasta aquí a principios del S. XX. Y esto se nota en cada
rincón, pues la ciudad está llena de estos y a cada paso puedes ver tiendas de
escultura, pintura, música, etc.
Cuando llegué al final de esta calle me encontraría con lo
que ya me había informado el bloguero Sele que iba a ver: la imagen de unos
nuevos y espectaculares arrozales cuya visión no llegaba a alcanzar totalmente
el final de los mismos. Me entretuve caminando por los pequeños caminos de la
zona, me llenaría incluso los pies de barro al perderme por el interior de los
mismos y disfrutar todavía más la esencia de la isla y sin querer llegaría
hasta un pequeño puesto improvisado donde una señora se dedicaba a vender y
preparar cocos para su degustación.
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Arrozales al final de la Calle Kajeng.Ubud |
En cuanto me vio no tardo ni un segundo en ofrecerme uno de
ellos por 10000 rupias, a lo que, por supuesto, no me negué, por lo que me
senté tranquilamente en un pequeño banco que allí había y me dispuse a
degustarlo rodeado del maravilloso paisaje verde que lo envolvía todo.
Tras
unos primeros cortes por un lado, primero me bebí el líquido interior que
estaba buenísimo, nada que ver con los concentrados artificiales que tomamos en
Europa a diario. Después cuando le dije que ya me lo había terminado, volvería
a hacer dos nuevos cortes transversales y fue sacando la carne y poniéndomela
en uno de los trozos inservibles a modo de plato. Me acabaría hasta el último
bocado y me quedé llenísimo, ya que me había pasado tomándome, yo sólo, un coco
entero. Por tanto decidí quedarme un poco más allí medio tumbado a la fresca para
hacer un poco la digestión.
Cuando acabé de disfrutar todos estos momentos, me dispuse a
afrontar lo que quedaba de mañana, desplazándome hasta el mercado de Ubud, tan
sólo a unos veinte minutos andando de donde me encontraba, y ver el ambientazo
que había, además de dedicarme a realizar allí y en las calles aledañas, parte
de las compras de recuerdos para la familia, amigos y para mí.
El mercado era
de lo más auténtico, repleto de pasadizos y estrechos pasillos por los que no
cabían dos personas a la vez en más de un momento. También estaba a rebosar de
todo tipo de objetos y comidas. Además los precios eran bastante más económicos,
si regateabas un poco, que en cualquiera de las muchas tiendas de las calles
principales, por lo que después de alguna que otra comparativa y dejarme la
piel en el regateo, pude adquirir algunos objetos interesantes, creo que a
bastante buen precio.
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Mercado de Ubud |
Ya eran casi las 13.15 y el tiempo se me echaba encima, por
lo que decidí dejar alguna que otra compra que me faltaba para mañana y volver
al hotel a buscar a Raúl para ir a comer al mismo restaurante en el que cenamos
unos días atrás, el Cinta Grill & Inn, que nos había gustado bastante,
especialmente por las salchichas a la brasa. Terminamos de comer justo a las
dos en punto, hora en la que teníamos contratado un taxi (250000 rupias) para
llevarnos a otro de los lugares míticos de la isla: el templo de Tanah Lot.
Tardaríamos en llegar una hora y veinte minutos, ya que hay
que atravesar la zona de Kuta y encontramos un atasco de los que quita el
sueño, pff, menuda diferencia que había con la zona de Ubud, aquello parecía
Benidorm en el mes de Agosto. Aún así a las 15.30 estábamos en el parking del
templo (30000 rupias por entrada), listos para pasar toda la tarde disfrutando
de este idílico lugar.
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Templo Pura Tanah Lot |
El templo está situado encima de una gran roca negra sobre
la que el mar choca con fuerza en cuanto empieza a subir la marea. A nuestra
llegada esta todavía no estaba demasiado alta y había un montón de gente
paseando por la arena y acercándose hasta donde te permitían los guardianes del
templo, ya que a su interior sólo pueden acceder los balineses que vayan a rezar
y a realizar ofrendas. Nosotros decidiríamos comenzar por subir a una roca que
se encuentra justo en frente y desde donde las perspectivas del templo son
bastante buenas. Aquí nos detendríamos unos momentos a disfrutar del
espectáculo y de la fuerza y energía que este lugar desprende.
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Templo Pura Tanah Lot |
Después bajaríamos hasta la arena para ir rodeándolo y
fijarnos en los curiosos detalles de los altares situados en las cuevas que ha
ido creando la fuerza del agua. Existen unas escaleras que te permiten llegar
hasta la mitad del acceso al templo, pero tan sólo es para que te puedas hacer
una foto y luego tratar de vendértela, por lo que como se ve tratan de sacar
tajada por todas partes, hasta de lo sagrado.
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Templo Pura Tanah Lot |
Decidimos pasar de ello, pues fotos ya teníamos muchas y nos
pegamos otro paseo hasta el final de la playa, donde hay un resort privado y no
puedes pasar salvo que te encuentres alojado, para seguir saboreando este
lugar. Entre unas cosas y otras, tan sólo tendríamos ya tiempo de volver sobre
nuestros pasos hasta el templo, buscar un buen sitio para contemplar bien la
caída del sol y esperar a que esto sucediese.
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Playa y Templo Pura Tanah Lot |
Poco a poco, el astro rey empezaría a ir decayendo,
comenzaría su lento descenso hasta ser engullido un día más por las aguas del
océano. Los colores del atardecer se iban sucediendo a la vez que el sol se iba
despidiendo, pudiendo observar como en el horizonte se iban alternando
tonalidades anaranjadas, rojizas, azules, amarillas. Una fiesta de luz y color
que te hacía permanecer hipnotizado mientras esa fusión de colores se mezclaban
entre la línea del horizonte y del mar. Todo esto sucedía mientras el arrullo
de las olas también te acompañaba, haciendo que el espectáculo visual tuviera
el aporte de la orquesta perfecta y así de esta manera quedar atrapado por un lugar
lleno de energía, convirtiéndose en una nueva imagen imborrable de otro lugar
del mundo que te deja huella.
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Puesta de Sol en Pura Tanah Lot |
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Puesta de Sol en Pura Tanah Lot |
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Puesta de Sol en Pura Tanah Lot |
Éramos miles de personas los que allí nos concentrábamos
para vivir, de primera mano, el crepúsculo y ser testigos de un lugar tan
mágico y encantador, por lo que antes de que empezara el desfile de vuelta a
los coches y cuando el sol ya se había ocultado, nos fuimos rápido para el
nuestro y así tratar de evitar el monumental atasco que seguro que se formaría
sin mucho tardar. Objetivo que conseguiríamos, siendo de los primeros en partir
de allí con dirección a Ubud, tardando lo mismo que a la ida, hora y cuarto.
A la llegada estábamos bastante cansados por lo que, qué
mejor que reponernos de este estado físico con otro nuevo masaje de una hora en
el centro Milano, que tanto nos había gustado hacía dos noches. Esta vez me
tocaría otra señorita que me daría todavía más caña que la de hace dos días,
por lo que me dejaría baldado.
Para cenar, dado que habíamos quedado bastante contentos con
el restaurante de hacía dos noches, el Ibu Rai, volveríamos a él y nos
volveríamos a poner ciegos (180000 rupias los dos).
También y dado que era la
última noche en Ubud, no queríamos irnos de aquí sin celebrar por todo lo alto
lo bien que se nos había dado todo, por lo que nos iríamos a tomar unas copas
antes de irnos a descansar y poner fin a casi una semana en este maravilloso
lugar.
A TENER EN CUENTA:
- Conviene
comparar precios entre los diferentes comercios de las calles principales de
Ubud y los puestos existentes en el mercado, pues la diferencia puede llegar a
ser considerable.
- Si vas a Tanah Lot desde Ubud, conviene salir sin
prisas, por lo menos una hora y media antes de que comience la puesta de sol,
para evitar perdérsela, ya que entre el tráfico que puede haber en Kuta y el
paseo del parking al templo te puede llevar fácilmente ese tiempo.
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