9 de Julio de 2012.
Nuestra etapa de hoy comenzaría
acercándonos a unos 40 km de Quebec, para visitar en primer lugar el cañón de
Santa Ana. (12 dólares por persona). Una propiedad privada donde encontraríamos
una espectacular cascada de unos 70 metros de altura, alrededor de la cual
pudimos realizar una ruta circular que te va llevando entre miradores y tres
puentes colgantes, uno de hasta 52 metros sobre el precipicio, desde los que
puedes ver diferentes perspectivas de la gran masa de agua.
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Puente Mestachibo. Cañón de Santa Ana |
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Cañón de Santa Ana |
Está bastante entretenido,
especialmente el último puente, el que está a menos altura, ya que el suelo de
este está formado por rendijas de acero y mientras vas pasando sobre él, ves
como la fuerza del agua del río, transcurre debajo de ti. Todo esto sin
desmerecer los otros dos puentes, ya que cuando te asomas la sensación de
vértigo es considerable.
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Puente Mc Nicoll. Cañón de Santa Ana |
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Cañón de Santa Ana |
Se pueden realizar actividades
dentro de este pequeño parque, de hecho vimos como unos chavales se estaban
preparando para hacer el paso de un lado a otro del cañón por una tirolina,
mientras que otros descendían por otra de las paredes del cañón haciendo rapel,
así que como se ve, se puede pasar perfectamente un día aquí sin aburrirse lo
más mínimo. Lo que ya no sé a que precio. Los puentes se mueven ligeramente si
saltas un poco sobre ellos, por lo que antes de irnos estuvimos un rato
haciendo el chorra, hasta que nos cansamos.
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Cañón de Santa Ana |
Deshaciendo el camino recorrido a
primera hora de la mañana y como no íbamos mal de tiempo, decidimos hacer una
nueva parada para ver la basílica de Santa Anne de Beaupré, construida en los
años veinte e importante centro de peregrinación. El interior está decorado con
vidrieras, mosaicos y azulejos contando la vida de la Santa y creo que con buen
gusto. Estuvimos un rato, ya que tampoco da para mucho más y continuamos el
camino.
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Basílica de Sainte Anne de Beaupre |
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Basílica de Sainte Anne de Beaupre |
A tan sólo siete kilómetros de
Quebec, se encuentra el Parque de la Chuté Montmorency, por el que ya nos
habíamos dejado caer la noche anterior y claro ahora queríamos volver y
disfrutarlo desde dentro, desde sus entrañas. Como el día anterior, cuando
llegamos a hacer las fotos, eran ya las 22.30, pues evidentemente, a esas
horas, no había ni Dios en las casetas del aparcamiento y pudimos pasar sin
problema. Pero en condiciones normales, los listos, te cobran 10,50 dólares por
dejar el coche allí y la verdad que nos parecía un robo y una pasada, así que
nos fuimos al aparcamiento gratuito que está en frente de la iglesia de
Beauport, un pequeño pueblo a un kilómetro del parque y desde allí, nos fuimos
dando un paseo.
Las cataratas miden 83 metros de
alto, superando en treinta a las del Niágara. Se pueden visitar de forma
gratuita, accediendo por unas escaleras de madera, que te hacen ir ganando
altura hasta una pasarela en lo más alto, que las atraviesa por completo y
desde donde ves como el río Montmorency discurre plácido, sin rápidos, ni
gargantas, hasta que de buenas a primeras, se desploma abruptamente sobre las
aguas del San Lorenzo y levanta una gigantesca nube de vapor.
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Escalera hacia miradores de Montmorency Falls |
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Montmorency Falls |
También existe un teleférico que
te permite llegar hasta allí, ahorrándote la subidita, pero cuesta 8 dólares,
sólo ida y más de 10 con la vuelta. Así que, por supuesto, que ni nos
planteamos esta opción y nos fuimos andando para poder plasmar todo en fotos,
desde los distintos miradores que te vas encontrando en la subida.
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Montmorency Falls |
Para volver lo que hicimos fue
seguir por la parte alta de las cataratas, por una senda que atraviesa una zona
residencial con unas casas chulísimas y que te acaba dejando, de nuevo, en la
iglesia de Beauport. Y así con la tontería, nos habíamos plantado en las tres
de la tarde, por lo que como estábamos al lado de la zona de restaurantes
cercana a nuestro hotel, nos acercamos en esta ocasión al Mac Donald (8 dólares
el menú), donde nos recreamos hora y pico, antes de empezar con la jornada
turística de la tarde.
De primeras, nos comeríamos un
atasco bastante majo, intentando aparcar por la zona baja de Quebec, de lo que
al final, desistimos al ser toda la zona de pago y más cara que la alta. Por
pasar, sólo la tarde nos soplaban por el coche 17 dólares, así que visto lo
visto, volvimos a la parte alta, al mismo parking donde lo habíamos dejado
hacía dos días (10 dólares).
Desde aquí nos encaminamos,
primero a la Coté de la Montagne, que conecta la ciudad alta con la baja.
Existe también un funicular, pero ni nos planteamos el tomarlo, ya que también
te cobran, no sé la cantidad. Desde esta calle cogimos la encantadora Rue du
Petit-Champlein, una estrecha callecita, realmente bonita, con un montón de
restaurantes y tiendas, decoradas con muy buen gusto con placas y estatuas en
sus puertas. Es una calle que es de obligada visita y no te puedes perder, pues
es de lo mejor de la ciudad. A mí fue de lo que más me gustó y con diferencia.
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Calle Petit- Champlain |
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Calle Petit- Champlain |
Después de recorrerla de arriba
abajo, saldríamos muy cerca de otro lugar con mucho encanto.Hablo de la plaza
Royale, en pleno centro de la vieja Ciudad Baja. Aquí también se encuentra la
iglesia de Notre Dame les Victories que
cierra un flanco de esta plaza. Además para alardear con orgullo de su pasado
francés se puede encontrar en un lado de esta, un busto de Luis XIV. Sería
aquí, en unos bancos situados debajo de este ilustre personaje, donde nos
sentaríamos un rato, antes de continuar paseando por el paseo marítimo del
viejo puerto, desde donde hay una buena perspectiva de toda la ciudad alta.
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Plaza Royale y Notre Dame des Victoires |
Empezaba a atardecer, por lo que
caminaríamos de nuevo hacia la parte alta de Quebec, donde disfrutaríamos otra vez del Chateau
Frontenac, del que tanto me había enamorado, y del Hotel du Parlament, entre
otros edificios, antes de despedirnos definitivamente de todos ellos.
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Parlamento |
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Terraza Dufferin y Chateau Frontenac |
Mientras, el ambiente cada vez se iba animando más,
como consecuencia del Festival d´Eté, un importante evento donde se dan todo tipo de conciertos con la presencia
de artistas internacionales de renombre y de obras de teatro gratuitas. Las
masas de gente joven inundaban todo el centro de la ciudad, mientras avanzaban
como una marabunta hacia las planicies de Abraham, donde se iban a producir los
eventos. No cabía un alfiler por las calles y eso sin estar en el epicentro de
los acontecimientos. Intenté tirar varias indirectas para ver si lograba el
quedarnos a alguno de estos conciertos, pero la democracia manda y no hubo
suerte. Pudo más la cordura de mis amigos ante el hecho de que a la mañana
siguiente tocaba levantarse a horas intempestivas, por lo que teníamos que
volver al hotel a hacer las maletas y dejarlo todo listo para afrontar nuestra
segunda parte del viaje. ¡¡Bientôt, Quebec!!
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Escultura en el Boulevard Champlain |
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