8 de Julio de 2012.
A las 07.45 estábamos montados en
el coche, desayunados y todo, para afrontar los casi 210 km que teníamos por
delante hasta el pueblecito de Tadoussac,
la primera factoría de comercio de pieles europea en Norteamérica, allá por el
año 1600, ocho años antes de la fundación de Quebec. El nombre en cuestión en
idioma innu quiere decir “pecho” y hace referencia a las dos colinas que
enmarcan el fiordo y la bahía.
Tardamos en llegar dos horas y media, pero
diciendo toda la verdad y nada más que la verdad, lo cierto es que no respeté
los límites de velocidad con un máximo establecido de 90 km/h y fui a una media de unos 110 km/h y es que
es complicado no sucumbir a las maravillosas rectas con las que te vas encontrando
a lo largo del camino. La verdad es que cuesta resistir la tentación de apretar
el acelerador ante tantos kilómetros de bien conservado asfalto y con un buen
coche, por lo que aunque asumo el mea culpa por la imprudencia, al igual que en
USA, al final con un poco de coherencia en las zonas de curvas y en los tramos
urbanos, tampoco pasa nada, siempre y cuando no te toque la china de
encontrarte con alguna patrulla escondida a lo largo de la ruta. Así que bueno,
que si se va respetando las señales, se puede tardar fácilmente en llegar unas
cuatro horas. Nosotros llegaríamos allí, un poco antes de las once.
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Vistas camino a Tadoussac |
Justo antes de llegar al pueblecito, te
encuentras que de repente la carretera se acaba y desemboca en el espectacular
fiordo de Saguenay. Pero no hay ningún problema, ya que existe un servicio de
Ferry gratuito las 24 horas, que trasporta los vehículos de una orilla a otra
de forma continua y sólo tarde como un cuarto de hora. Además te puedes bajar
del coche, como así hicimos, e ir disfrutando de las bonitas vistas que te
ofrece el entorno, mientras dura el trayecto.
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Ferry en el Fiordo de Saguenay |
Después de cruzar, empezamos a
buscar una empresa que nos convenciera para ir a avistar ballenas, de entre las
muchas que hay a un lado y otro de la carretera. Entre que esta me convence y
esta otra no, que si yo creo que esta es mejor que esa y con la historia de ir
más pendiente de todo esto que de las señales de tráfico, pues me salté un
stop, vamos que ni lo vi, así que nada, yo continué tan tranquilo, ya que hasta
ese momento yo no era consciente de haberme saltado nada. Al poco rato, veo por
el retrovisor unas bonitas luces de colores rojas y azules y pensé: “anda,
mira, ¡si ha llegado la Navidad!” Pero no, desgraciadamente no era así, se
trataba de un coche de policía que empezaba a hacerme señales con las luces
para que me detuviera. Así que tragué saliva y estacioné el vehículo en una
calle cercana y como en la mejor de las películas, el poli se bajó de su coche
y se aproximó al nuestro. Bajé la ventanilla, le saludé con un Hello de lo más
Spanish y esperé a ver que me decía. Comenzó a hablarme en francés con lo que
rápidamente le dije que sorry, pero que no entendía ni papa, el hombre de lo
más insistente, volvió a intentarlo presumiendo del aire independentista de
este estado, y de nuevo le dije que no, que no entendía, unido a mi cara y a mi
gesto con los hombros, hizo que, por fin, desistiera.
Pasó luego al inglés, y
bueno le tuve que decir que un poquito más despacio que tampoco controlaba
mucho, a lo que respondió con un gesto como de “Dios mío, que paciencia”, digno
de las mejores películas de humor. Me dijo que vale, que tranquilo, que si
sabía que me había saltado un stop, a lo que evidentemente, le dije que no.
Luego me pediría el carnet y los papeles del coche, se iría a comprobarlo a la
radio patrulla y volvió a acercarse para devolverme todo y para decirme que por
esta vez no pasaba nada, pero que la próxima no tendría tanta benevolencia y me
haría pagar los 200 dólares de multa que supone cometer esta infracción, y se despidió.
Nada más irse, las carcajadas de mis dos queridos amigos no pararon de sonar
durante un largo rato hasta que mi cara volvió a pasar de blanca a rosada,
Dios, que soponcio.
Al poco rato de la anécdota de lo
que llevábamos de viaje, por fin, decidimos la empresa con la que íbamos a
hacer el tour de las ballenas. Se
trataba de AML y tras valorar las diferentes opciones que nos ofrecían, al
final nos decantamos por la de ir en zodiac con otras quince personas y dejar
la opción del barco grande para otra posible ocasión. Además decidimos hacer
tres horas para así aprovechar la excursión y dar un pequeño paseo por el
interior del fiordo de Saguenay. (80 dólares por persona). Puedes hacer sólo el
avistamiento y entonces serían dos horas y más barato. Hasta las 13.30 que
salíamos a la mar, nos entretuvimos comiéndonos unos bocatas, que compramos en
un supermercado cercano, en el paseo marítimo, sentados tranquilamente mientras
disfrutábamos de las vistas.
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Iglesia de Tadoussac |
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Bahía de Tadoussac |
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Puerto de Tadoussac |
Y por fin, llegó la hora de la
verdad. Allí estábamos, en la central de la empresa AML, donde nos facilitaron
pantalones y abrigos impermeables y nos dieron las instrucciones necesarias
para que todo saliera bien. Desde aquí, recorrimos andando la pequeña distancia
que nos separaba del muelle hasta llegar al embarcadero, donde nos esperaba la
Zodiak en la que nos iríamos sentando, según fuimos llegando. Cuando estuvimos
todos en nuestros puestos, la capitana arrancó la embarcación, desamarró el
barco del muelle, hizo unas pequeñas maniobras y nos fuimos a la búsqueda de
los cetáceos.
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Zodiacs en el Puerto de Tadoussac |
Tras una hora de navegación, dando tumbos y
empezando a refrescarnos considerablemente con las gélidas aguas, mezcla del
río San Lorenzo y del mar, como consecuencia de que las aguas estaban bastante
revueltas y del viento que hacía, nos fuimos aproximando hasta donde estaban
dos grandes barcos y otras dos zodiaks.
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Navegando en Zodiac por el Río San Lorenzo |
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Navegando en Zodiac por el Río San Lorenzo |
Aquí se pararía el motor de la
embarcación y empezó una pequeña espera, mientras nos dejábamos llevar por el
oleaje. De repente un grito desgarrador, procedente de uno de los miembros del
pasaje, como sí le hubieran arrancado el corazón, nos avisaba de que allí
estaban las ballenas. Todos empezamos a mirar nerviosos a nuestro alrededor,
esperando ver lo que ya había conseguido uno de los quince y, por fin,
divisamos un enorme chorro en medio del mar, como si de una fuente se tratase,
era una de ellas, después seguiría un descomunal coletazo, seguido de otros
tantos por esta y alguna otra compañera que andaba por allí. Luego vendría lo
mejor, dos increíbles saltos como si de una película se tratase o como si
estuviésemos en un acuario con delfines. Pero no, no eran delfines, eran
ballenas y no daba crédito a lo que mis ojos estaban viendo, era increíble ver
tan de cerca a estos increíbles animales, uno de los más grandes del mundo
marino, en su hábitat natural, no había palabras ante este espectáculo con el
que se cumplía otro de mis sueños de mi larga lista.
Después de ver algún que otro
coletazo más de las ballenas jorobadas y de los rorcuales, pues estos eran los
tipos que pudimos observar, ya no habría más saltos espectaculares, de lo que
por supuesto, no nos quejábamos, continuamos con la excursión.
Sería a partir de este momento,
donde mi cuerpo dejó de responderme, donde una sensación de malestar y sudores
fríos empezaba a apoderarse de mí, vamos que de repente, empecé a marearme
considerablemente, parecía que la emoción y la ansiedad que había vivido hacía
unos minutos habían estado escondiendo esta sensación tan desagradable, Dios,
me encontraba fatal de repente, parecía que las olas se habían duplicado y que
el agua cuando me salpicaba se había vuelto todavía más fría, helada. Era
increíble como en un chasquido había pasado de tocar el cielo a sentirme como
en el infierno. Traté de ser positivo y pensar que había cumplido un sueño, de
darme ánimos a mi mismo, pero nada. Me senté en el asiento de la Zodiak, cerré
los ojos e hice de tripas corazón para aguantar. Un rato después, oí como todos
empezaban de nuevo a gritar, me levanté como pude y vi como nadaban cerca de nosotros
algunos rorcuales que pasaban. Esto me hizo venirme arriba un poco, pero fue
dejar de verlos y volver a caer en mi estado vegetativo lamentable. Pronto
llegaríamos al fiordo, donde mejoré relativamente, pues parecía que las aguas
empezaban a tranquilizarse un poco. Empecé a abrir los ojos y a erguirme un
poco y así pude contemplar aquellas espectaculares paredes que se alzaban
dominantes ante nosotros. La guía nos explicó que muy cerca de ellas viven
comunidades de belugas, pero aquí no tuvimos suerte y no pudimos ver ninguna.
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Cascada en el Fiordo de Saguenay |
Empezamos a retroceder y tras
tres horas navegando, por fin, llegaríamos a tierra firme. Aquí me retiraría,
como si de un monje budista se tratase, a sentarme en una roca, durante una
media hora, para relajarme ya que estaba blanco como la nieve, tenía un
malestar general considerable, mezclado con una satisfacción inusitada por
haber podido ver ballenas.
Cuando mi cara empezó a recobrar
el color normal de la piel, nos dirigimos hacia el coche y emprendimos el
camino de vuelta. Mi consejo es que si te mareas con facilidad, optes
claramente por un barco grande, si no adelante con las zodiak, pues es una
experiencia única y sino que se lo digan
a mis amigos que disfrutaron como enanos.
Llegaríamos a Quebec a eso de las 21.00, donde
cenaríamos unas pizzas en otro de los restaurantes cercanos a nuestro hotel:
Mikes (25 dólares por persona). Después volvimos a coger el coche y decidimos
acercarnos, que las teníamos a tan sólo a 4 km a las cataratas Montmorency,
pues queríamos verlas iluminadas y como iban cambiando de tonalidades verdes,
moradas, rojas, etc. Era precioso verlas allí, en la noche cerrada, escuchando
únicamente el rugido y el estruendo del agua al precipitarse al vacío. Aquí
estaríamos un poco más de media hora, recreándonos y haciendo fotos. Era una
buena manera de finalizar este día lleno de vivencias e intensas emociones.
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Montmorency Falls Iluminadas |
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Montmorency Falls Iluminadas |
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