23 de Septiembre de 2011.
Anoche
mientras cenábamos mi tío nos proponía diversas opciones de lo más interesantes
para hoy. Pero de entre todas ellas, hubo una que en cuanto la mencionó fue la
que más me llamaría la atención. Es verdad que teniendo tan cerca Eslovenia, el
país vecino, era una pena no hacer una pequeña incursión de un día en él, así
que no lo dudamos y hacia él que nos íbamos a dirigir, pudiendo así conocer
algo de este enorme desconocido para nosotros.
Y qué mejor que empezar a descubrirlo por su capital,
Ljubljana. Esta la teníamos tan sólo a 130 km desde Umag, siendo prácticamente
la gran mayoría de ellos por autovía, por lo que sobre las 10.30 estábamos ya
allí. Habíamos tardado una hora y media, incluyendo el pase de la frontera de
la Unión Europea y la parada en una gasolinera para comprar el distintivo rosa
que te permite circular por las autovías del país. Este consiste en una
pegatina adhesiva que tienes que situar en la luna de tu vehículo, pudiendo a
partir de entonces, transitar por todas las autovías del país sin tener que
pagar peajes y sin aguantar las multas de la policía. Hay de varios tiempos de
estancia, pero el mínimo son de siete días (15 euros), por lo que si como
nosotros sólo estás un día, pues te sale un poco caro, pero es lo que hay,
salvo que te quieras arriesgar a no llevar nada, que es otra opción. El límite
de velocidad aquí era de 130 km, pero todo dios iba a 150 o más por lo que como
“Allá donde fueras, haz lo que vieras”, pues yo también me animé. Por cierto,
en Eslovenia la moneda volvía a ser el Euro.
Como ya he mencionado, Ljubljana (la j se lee como si fuera
una i), es la capital de Eslovenia, una país reciente en un territorio antiguo.
En él habitaron ilirios, celtas y romanos, se instalaron los pueblos eslavos al
final del siglo VI y, desde 1335 hasta la desmembración del Imperio
austrohúngaro, formó parte de los dominios de los Habsburgo.
De las diferentes repúblicas que formaron Yugoslavia, es la
única que no ha quedado marcada por las convulsiones que siguieron a su
separación. Tras un plebiscito celebrado en diciembre de 1990, el 26 de junio
de 1991 se proclamaba la independencia. Dos décadas y algo más que han acabado
de conformar un país moderno, con una alta calidad de vida, en el que se palpan
la solidez centroeuropea y la influencia mediterránea, y que quieren olvidar su
vinculación al área balcánica con cuyos avatares los eslovenos no se sienten
identificados.
Para no perder mucho tiempo, decidimos nada más llegar y sin
pensarlo mucho, dejar el coche en un parking en el corazón de la ciudad. (8,30
euros por casi cinco horas).
Cuando salimos a la calle nos encontramos con lo que teníamos
previsto, que era salir a la zona peatonal. Estábamos exactamente en la plaza
del Congreso, llamada así en recuerdo del Congreso de la Santa Alianza, que
acabó con las pretensiones napoleónicas. En este inmenso espacio podríamos
admirar varios edificios importantes como el palacio para albergar a la
Filarmónica Eslovena, la Universidad de Ljubljana y la iglesia de la Trinidad.
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Universidad y Filarmónica en Plaza del Congreso |
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Plaza del Congreso |
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Plaza del Congreso |
Vista esta nos dirigimos a cruzar el río Ljubljanica, para
atravesado este, acabar en la plaza Mestni y la calle Ciril-Metodov, donde en
la primera veríamos la fuente de los
tres ríos de Carniola y el Ayuntamiento. Y en la segunda nos encontraríamos la
catedral de San Nicolás con sus cúpulas de tonos verdes y sus espectaculares puertas de bronce.
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Río Liublianica |
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Fuente de los Tres Ríos y Plaza Ayuntamiento |
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Puerta de la Catedral de San Nicolás |
Siguiendo esta misma calle, llegaríamos hasta la plaza
Vodnikov, donde a diario hay un gran mercado con puestos de ropa y de frutas y
verduras. Aquí nos tomaríamos medio kilo de uvas, que nos supieron a gloria,
para una vez que acabamos con ellas, continuar hacia uno de los puentes más
significativos de la ciudad, el del Dragón, con cuatro de estos enormes
monstruos, vigilando en sus cuatro esquinas. Este se hizo para conmemorar la
coronación de Francisco José como emperador austro-húngaro.
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Plaza y Monumento del Poeta Vodnik y Mercado |
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Puente del Dragón |
Una vez atravesado este, bajaríamos por la ribera del río
hasta otros dos puentes, el de los carniceros y el, más famoso de todos ellos,
el puente Triple, que brinda una de las entradas más elegantes de la ciudad.
Tres elegantes pasarelas peatonales, bordeadas por una barandilla de piedra con
remates de bolas y pináculos, se funden en una única estructura.
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Triple Puente |
Después de comprar unos recuerdos, decidiríamos irnos a la
plaza Krekov, para una vez en esta, tomar el funicular que nos subiría hasta el
castillo (3,5 euros por persona), desde donde se ven unas vistas muy chulas de
la ciudad. El origen del actual bastión se remonta al siglo XIII. A partir del
terremoto de 1511, otra catástrofe que asoló buena parte de la ciudad, fue
reconstruido y se le dio el aspecto que ahora presenta, aunque algunos
elementos, como la torre, desde la que se obtienen las mejores perspectivas,
son mucho más recientes.
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Castillo |
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Ljubljana desde su Castillo |
Estaríamos un rato por aquí y en una media hora volveríamos
a bajar para irnos a comer a un restaurante llamado Sokol (52 euros), donde nos pondríamos ciegos
degustando algunas de las especialidades eslovenas. De primero, una sopa de
cebolla, pero servida en un pequeño recipiente hecho de pan, por lo que la miga
interior de este se iba soltando y se mezclaba con el caldo y, buah, estaba
riquísimo. De segundo, nos comeríamos unos medallones de ternera con cerezas y
salsa de estas, acompañados con un roll de queso… ¡sin palabras! Y para
terminar, de postre, un Gibanika Sokol, que era un pastel compuesto por
cacahuetes, queso y manzana que estaba de muerte.
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Restaurante Sokol |
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Sopa de Cebolla en Restaurante Sokol |
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Solomillo con Cerezas en Restaurante Sokol |
Casi a punto de explotar y para bajar un poco la comida,
daríamos una vuelta por el actual corazón de Ljubljana, la plaza Presernov, con
una estatua dedicada al poeta francés Frances Preseren, de cuyos versos
encendidos sobre el amor y la libertad se nutrió la letra del himno nacional, y
a cuyos pies se relajaban un montón de jóvenes.
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Plaza y Monumento del Poeta Preseren |
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Plaza del Poeta Preseren y Triple Puente |
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Centro Histórico de Ljubljana |
Desde aquí seguiríamos todo recto hasta la zona de los
museos, donde nos encontramos con enormes avenidas plagadas de elegantes e
ilustres edificios como la Ópera, la Galería Nacional, el Parlamento, etc. Y de
esta manera llegaríamos hasta las inmediaciones del parque Tivoli, donde ya no
pudimos adentrarnos porque el tiempo mandaba y teníamos que continuar hacia nuestro
siguiente destino.
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Galería Narodna |
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Edificio Modernista |
Sobre las 16.30 nos encontrábamos ya en Koper, la ciudad más
antigua de Eslovenia y claramente influenciada por rasgos italianos, al haber
pertenecido durante muchos años a la República de Venecia.
Dejaríamos el vehículo en la zona del puerto, donde no nos
costaría nada aparcar, y nos dedicaríamos a callejear un rato, hasta desembocar
en la plaza Tito, una de las plazas más bellas y mejor ubicadas en el entonces
territorio veneciano. En ella destaca el Palacio Pretorial, hoy Ayuntamiento,
la Logia y la catedral de la Asunción de la Virgen María, teniendo anexa a
ella, la torre Citadina o campanario. A ella subiríamos para obtener desde lo
más alto, unas vistas excepcionales de la ciudad, el puerto, el mar Adriático y
de varios kilómetros a la redonda. Y como el puerto parecía tener muy buena
pinta, pues una vez abajo para allá que nos fuimos para sentarnos a tomarnos
algo.
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La Loggia.Koper |
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Catedral y Campanario.Koper |
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Palacio Pretorial. Koper |
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Koper desde su Campanario |
Hacía un tiempo buenísimo y había muchas familias
aprovechándolo para darse buenos chapuzones en zonas habilitadas al efecto en
el paseo marítimo.
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Puerto Deportivo. Koper |
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Mar Adriático desde Puerto de Koper |
Para acabar el día, decidiríamos tomar la carretera de la
costa, para ir pasando pueblos como Izola e ir disfrutando de unas vistas
fabulosas, hasta llegar, atardeciendo, a Pirán, una de las perlas del
adriático, donde podríamos ver la puesta de sol y dar una pequeña vuelta por su
paseo marítimo, hasta llegar a la plaza de Tartinijev, frente al puerto y corazón del pueblo. En esta misma hay un
monumento en honor a Giuseppe Tartini, que domina el espacio peatonal y que
impresiona.
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Piran |
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Piran |
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Puesta de sol en el Puerto deportivo de Piran |
Para ser sinceros, nos dio un poco de pena habernos tirado
tanto tiempo en Koper y haber llegado hasta aquí con tan poco tiempo, pues
realmente lo que pudimos ver era espectacular. El ambiente marinero, la belleza
de sus casas históricas, etc. hubieran sido para haber disfrutado de ella
durante medio día, pero bueno, nada como un helado de camino al coche para
animarnos de nuevo, y ya de noche, dirigirnos hacia Umag.
Sin duda que tendremos que volver para poder visitar muchos
de los monumentos que nos quedaron pendientes tales como la iglesia de San
Jorge y la subida a su campanario, el baptisterio octogonal, la iglesia de San
Clemente, las murallas y su increíble playa.
Y sería en este último trayecto del día donde viviríamos la
anécdota del viaje. Una vez atravesada la frontera croata, continuaríamos el
camino sin ningún problema, cuando, tan sólo, un minuto después de empezar a
circular, el coche que llevábamos detrás, se pegaría a nuestro culo, sin apenas
dejar espacio entre los dos vehículos. Cierto que yo no iba deprisa, iría a
unos 55 km/ hora, ya que me iba fijando en los carteles y acabábamos de salir
del puesto fronterizo. Así que nada, yo en mis trece y sin ponerme nervioso
seguiría a la misma velocidad. El tío cabrón no iba a lograr ponerme nervioso,
sí tenía prisa que hubiese cogido un avión.
Así seguimos unos kilómetros más hasta que de nuevo apareció
una indicación, yo dudé y aminoré más la velocidad, el otro no me dio de
milagro y trató de adelantarme por la derecha, pero el espacio que tenía era
tan justo que no lo consiguió. Por fin saldríamos a una carretera un poco más
decente y procedió a adelantarme por la izquierda como un auténtico loco y
aprovechando este momento, no se me ocurrió otra cosa que mirarle y hacerle el
gesto de que si estaba para el psiquiátrico. Error, acto seguido se pondría
delante nuestro aminorando la velocidad hasta conseguir hacernos parar. Puso
los intermitentes y bajó del coche, dirigiéndose hacia el nuestro. Yo mantuve
la calma y me mantuve a la expectativa. Se acercó hasta mi ventanilla cerrada,
por supuesto, y empezó a gesticular y a gritar en croata como si el diablo le
hubiera poseído. Nosotros no dábamos crédito. Yo sólo le miraba sin hacer el
más mínimo gesto y sin articular palabra alguna, mientras el otro seguía
haciendo aspavientos durante unos cuatro largos minutos. Decir, pues es
importante, que el individuo era la viva imagen de la masa a falta del color
verde, era lo único que le faltaba. Por fin, viendo que no hacíamos ni decíamos
nada, se volvería a montar en su coche y continuaría su camino.
Tras asimilar el acontecimiento y soltar un enorme suspiro
de alivio, conduciría los veinte kilómetros que restaban hasta Umag, donde
devolvería el coche que nos había acompañado durante estos tres días. Allí nos
estaría esperando mi tío, para tras una breve pasada por casa, volver a salir,
ya caminado, hacia el centro histórico de Umag, por el que daríamos una vuelta,
antes de meternos a cenar en una pizzería, donde nos pondríamos ciegos para
acabar el día.
A TENER EN CUENTA:
De Piran a Portoroz hay una preciosa senda de no
más de un metro de ancho y pegada al mar que invita a pasear o a montar en
bicicleta. Nosotros la descubrimos desde el coche y anocheciendo y no pudimos
disfrutarla, pero ahí lo dejo, por si otros pueden.
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