Hoy sería un día mucho más relajado que los anteriores y
especialmente dedicado a disfrutar de la compañía de la familia. Después de desayunar
tranquilamente, nos iríamos a ver jugar a uno de mis primos, el torneo de
clasificación de tenis para entrar en el circuito profesional, pero no hubo
suerte. Eso sí, como el torneo se jugaba donde se organiza todos los años el
Open de Croacia, un Máster 250, pude ver las instalaciones profesionales de
tierra batida del Hotel Stella Maris, el encargado de que todo salga a la
perfección. Nunca había tenido la oportunidad de ver este tipo de cancha y a
este nivel, por lo que disfruté como un niño.
Stella Maris Resort |
Stella Maris Resort |
Después, mi tío, dado que trabaja en el sector de la
hostelería, nos enseñaría varios de los hoteles y campings distribuidos por la
península de Umag, pudiendo ver el tipo de vacaciones que practica la gente de
la zona y países limítrofes. Las instalaciones eran una gozada y con un nivel
elevado. Los más destacados fueron el Meliá Coral y el Meliá Aurora, pero sin
desmerecer el resto, para otro tipo de presupuestos inferiores. También muy
recomendables.
Hotel Sol Aurora |
Hotel Sol Aurora |
Pero sin duda lo que más me llamaría la atención fueron una
parte de las instalaciones de un hotel en el que no podían alojarse menores de
16 años. Nos contaba mi tío que era consecuencia de un tipo de turismo que cada
vez se empieza a llevar más. El destinado a parejas que no quieren ser molestadas
por niños ni adolescentes de otros y que optan por este tipo de hoteles.
Realmente curioso.
La tarde, después de comer en casa un pollo al horno
riquísimo hecho por mi tía, la dedicaríamos a descubrir un poco más Umag,
paseando por su centro histórico que aún conserva algunos restos de las
murallas de la época veneciana. También pudimos ver el exterior de la iglesia
de la Asunción y acercarnos hasta el pequeño puerto deportivo.
Vistas desde Umag |
Ya al atardecer la familia nos sorprendería con una visita con
la que no contábamos a unos veinte kilómetros de Umag. En un abrir y cerrar de
ojos estábamos afrontando una modesta carretera secundaria que ascendía
tortuosa hasta el bonito pueblo de Groznjan, terminando al pie de su muralla.
Como dato curioso decir que por estas tierras caminaría el
descubridor del lago Tanganica y cónsul de Gran Bretaña en Trieste, Sir Richard
Francis Burton.
La historia, no demasiada lejana, de esta pequeña villa es
curiosa ya que quedaría prácticamente abandonada cuando el general Tito obligó
a salir de la región a los italianos. Sin embargo, allá por los años sesenta,
un grupo de artesanos, pintores, escultores e instrumentistas la rescató de la
decadencia y desde entonces es complicado, en primavera y verano, que cada
noche no se improvise un concierto o un espectáculo. Es por ello que este caserío se ha convertido en uno de los
más bohemios y característicos, no ya de la zona, sino de Europa.
Caminaríamos por las angostas callejuelas adoquinadas de la
ciudad y nos dejaríamos llevar por una música que llegaba de lejos.
Efectivamente, no tardaríamos mucho en dar con un conjunto de jóvenes que
estaban tocando varios instrumentos.
Groznjan |
Groznjan |
Groznjan |
Tras escucharlos un rato, nos asomaríamos a la cercana
atalaya para contemplar desde ella, en el horizonte, un enorme sol, que más parecía fuego, que iba
descendiendo poco a poco hasta desaparecer, en la lejanía, por el cabo de
Salvore.
Puesta de Sol en Groznjan |
Groznjan |
Y qué mejor que despedirnos de Groznjan, tomándonos unas buenas cervezas en uno de sus
encantadores establecimientos. Cuando terminamos nos iríamos a cenar a la
taberna NONO, un restaurante cercano a Umag (7 kilómetros), especializado en
pasta. Degustaríamos varias especialidades, destacando, sobre todo, la hecha
con setas y la cocinada con trufa. ¡Estaban buenísimas! De postre probaría la
panacota con frutas del bosque, que
tampoco tenía nada que envidiar los anteriores platos.
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