Aunque estábamos alojados en Huelva y le ofrecí a mi padre
la posibilidad de conocerla, como yo ya lo había hecho en una ocasión anterior,
al final me animó para que fuéramos a otros lugares que no hubiéramos visitado
ninguno, por lo que dicho y hecho, comenzamos el día decantándonos por Niebla, una localidad situada a treinta
kilómetros al noreste de la capital onubense.
Decidimos elegirla por ser una ciudad con un fuerte peso
histórico, por su carácter monumental y por un sello propio que la diferencia
de otras localidades de la comarca y que le ha valido la declaración de
Conjunto Histórico Artístico en 1982.
Sus fuertes murallas que rodean el casco antiguo de la
ciudad te llaman enseguida la atención, así como numerosas ruinas en piedra y
otros edificios muy bien conservados, dándole un aire casi medieval en algunos
puntos.
Pero desmenucemos detalladamente cuál fue nuestra visita y
todo lo que pudimos conocer.
Como comentaba hace nada, son sus murallas el más potente imán para que los visitantes se animen a
entrar en la ciudad, rodeando Niebla y encontrándose parte de las cuales al
borde de la carretera. Se supone que es uno de los más importantes y completos
de los que se conservan en España, con un perímetro de dos kilómetros de
longitud.
Fueron levantadas en la época de dominio almorávide,
aproximadamente por el año 1130, y se hicieron con tierra colorada que se
encuentra a las orillas del río Tinto, dándole así el sobrenombre de “La Roja”.
Cuenta alrededor de cincuenta torres desde las que se organizaban las defensas
de la plaza fuerte, acogiendo cinco de ellas el mismo número de puertas que han sido denominadas la “del Socorro”, la “del Buey”, la “del Agua”,
la “del Embarcadero” y la de “Sevilla”.
Sería por una de esas puertas, no me atrevería decir cuál de
ellas, por la que nos adentraríamos en el interior del recinto, para pocos pasos
después llegar hasta la entrada del magnífico castillo de los Guzmanes. Este se concedería a los Guzmanes, valga
la redundancia, en el año 1474, decidiendo estos habitarlo y proceder a
diferentes reformas realizadas por parte de artistas mudéjares.
Castillo de los Guzmanes. Niebla |
Su interior posee un sinfín de estancias en las que se puede
apreciar cómo era la vida y las costumbres en Niebla en la baja Edad Media. Se
exponen objetos y se dan explicaciones de muy diversos campos tales como armas,
pólvora, justicia, cetrería, ciencia, a lo largos de sus diferencias estancias
como el patio de las caballerías, el patio de armas, las cocinas, las
habitaciones de los nobles, etc.
Cocinas. Castillo de Niebla |
Pero si hubiese que destacar algo, yo lo haría con la
estancia dedicada a Ellen Mary Williams,
una mujer adelantada a su tiempo, conocida popularmente como Elena, la inglesa.
Fue un curioso personaje de la comunidad extranjera de Huelva. Tras
establecerse en Niebla en 1915, mostró interés por el carácter histórico de la
villa y la actividad en la zona de grandes arqueólogos que la animaron para
estudiar la arqueología, los mitos, la historia, las tradiciones y la cultura
de Andalucía occidental. Dejó un libro sobre la Atlántida y un relato de sus
viajes por estas tierras y el norte de África.
Y sin duda lo más interesante, a la par que macabro, son sus
lúgubres mazmorras, con dos pisos
bajo tierra repletos de máquinas y utensilios utilizados en la época de la
Inquisición para practicar las más atroces y desagradables torturas que se
puedan imaginar, tales como la sierra que partía el cuerpo por la mitad, la
rueda para despedazar, la silla de interrogatorios, la jaula colgante o el
potro. Todo ello aderezado con efectos sonoros tales como lamentos, gritos,
movimiento de cadenas que generan un ambiente de terror y crean una atmósfera
tétrica y sombría, haciendo que varios escalofríos recorran tu cuerpo y se te
ponga la piel de gallina.
Antes de marcharnos tampoco dejaríamos pasar la oportunidad
de subir a la torre del Homenaje y pasear por las almenas, contemplando así
unas fantásticas vistas de toda la ciudad y del río Tinto con su precioso puente romano.
Una vez fuera de la fortaleza, aprovecharíamos para conocer
la cercana plaza de Feria, con un
bonito monumento en el centro de la misma, así como la plaza de Santa María, donde se encuentran el Ayuntamiento, el hospital
medieval de Nuestra Señora de los Ángeles y la iglesia de Santa María de la Granada que fue anteriormente
mezquita, dejando el conjunto bien patente la mezcla de estilos. Está precedida
de un recoleto patio de naranjos que se conserva en muy buen estado.
Plaza de Feria. Niebla |
Iglesia Santa María de la Granada. Niebla |
Sólo nos quedaban ya contemplar los vestigios de la iglesia de San Martín, muy cerca de la
puerta de Socorro. Cuenta con una peculiar historia ya que en el año 1922 se acordó
el derribo del cuerpo de la iglesia. Esta decisión se tomó porque se pretendía
facilitar el tráfico rodado. A un lado quedó un trozo de fachada y al otro, la
capilla y el ábside. Verlo para creerlo.
Iglesia de San Martín |
Había llegado el momento de empezar a conocer los lugares
más íntimamente relacionados con la gestación de la aventura colombina y la
preparación de aquella travesía que se inició la madrugada del día 3 de agosto
de 1492 y que finalizó con el descubrimiento de América. Un apasionante recorrido que nos llevaría, en
primer lugar a Moguer.
De Moguer procedía una parte de los marineros que navegaron
en las carabelas del Descubrimiento. En Moguer residía Inés Enríquez, abadesa
del convento de Santa Clara, que apoyó el proyecto de viaje e hizo gestiones en
instancias influyentes de la Corte. En los astilleros de Moguer fue construida
la Niña. En el convento de Clarisas cumplió el almirante un voto hecho durante
la travesía.
Pero Moguer es una población que no solo tiene vínculos con
la gesta de Colón. Otros elementos poseen entidad suficiente como para
atraerte: su riqueza monumental, la belleza de sus calles y el poso de poesía
dejado por el Nobel Juan Ramón Jiménez.
Nuestro recorrido comenzaría en el castillo. De la fortaleza levantada en el siglo XIV, ya sólo quedan
unas cuantas fachadas corroídas por la lluvia y el aire, y dos únicas torres.
En estos momentos podríamos ser testigos de una exposición fotográfica en la
que destacaba especialmente una toma de Juan Ramón Jiménez con Sorolla.
A tiro de piedra encontraríamos la plaza del Cabildo con el edificio del Ayuntamiento en unos de sus lados, el cual se ordena alrededor de
un patio central y muestra una fachada engalanada con dos galerías de arcos.
Desde la plaza y siguiendo la calle Andalucía se llega al convento de Santa Clara. Pero antes
conviene detenerse ante la capilla del hospital del Corpus Christi, que formó
parte de un recinto monástico fundado en el siglo XIV y convertido más tarde en
hospital de pobres. Tras el terremoto de Lisboa, sólo quedo la iglesia, cuyo
interior fue destrozado en la Guerra Civil. Respecto a la joya monumental de
Moguer, el mencionado monasterio de monjas clarisas, no tendríamos suerte al
estar cerrado, por lo que nos perderíamos su soberbio claustro y su iglesia
gótica entre otras muchas cosas. Una lástima, la verdad.
Monasterio de Santa Clara. Moguer |
Junto a Santa Clara se levanta el convento de San Francisco, pintado con tonos ocres, amarillos y
rojos, donde lo más destacado es su claustro manierista que concentra la
belleza de lo imperecedero, con una doble galería de arcos y una escalera
señorial. Los azulejos de la iglesia y el retablo también llaman la atención. En
la actualidad alberga el Archivo Municipal y la Biblioteca Iberoamericana.
Era el momento de dejarnos llevar y perdernos por esta
ciudad blanca de luz y de cal, de patios y zaguanes, de rejas y balcones, en un
escenario perfecto para deambular y sumergirse en las esencias de una Andalucía
elegante y señorial. Fue este uno de los mejores momentos en Moguer,
desembocando, tras nuestro paseo improvisado, en la plaza de Nuestra Señora de Montemayor. Allí se encuentra la iglesia
parroquial de Nuestra Señora de la
Granada, una de las obras más iluminadas de la arquitectura religiosa del
siglo XVIII en la provincia de Huelva. Sobresalen sus espaciosas naves, la
puerta del Sol y el campanario. En la misma plaza, se puede ver la fachada de
la casa del almirante Hernández Pinzón,
que se pone como ejemplo de vivienda nobiliaria. En ella murió el almirante que
rindió la flota española a los americanos.
Calle de Moguer |
Santa María de la Granada. Moguer |
Santa María de la Granada. Moguer |
Casa del Almirante Pinzón. Moguer |
Otro detalle característico de Moguer es la atmósfera
poética que envuelve el caserío. El aliento de Juan Ramón Jiménez está presente en plazas y callejas, reviviendo
la página vital que él resumió en su Platero y yo. Escritas en azulejos, en
muchas fachadas se exponen frases evocadoras del Moguer que el poeta conoció.
Porque el Nobel de literatura nació y vivió un tiempo en la localidad. Como no
podía ser de otra manera hay un museo
dedicado a su obra que reúne la biblioteca, los muebles y los objetos
personales del poeta, pero la suerte hoy no estaría de nuestro lado, porque
justo en estos días se encontraban trasladando todo a una nueva ubicación, lo
que haría quedarnos con cara de circunstancia.
Versos de Juan Ramón Jiménez. Moguer |
Casa Natal Juan Ramón Jiménez. Moguer |
Completaríamos la visita de Moguer acercándonos hasta la ermita de San Sebastián, que alberga
objetos e imágenes de diversas cofradías.
La mañana se nos había ido de las manos entre estas dos
magníficas localidades onubenses, por lo que para comer tendríamos que
conformarnos con unos sándwiches si queríamos tener opciones de poder visitar
los importantes lugares colombinos que nos faltaban.
La localidad de Palos
de la Frontera nos esperaba para comenzar la tarde. Esta se ha hecho famosa
por ser el punto de partida donde en 1492 Cristóbal Colón inició su épico viaje
hacia el Nuevo Mundo. La intención del célebre navegante era descubrir una
nueva ruta a “las Indias” (sudeste de Asia), pero en su lugar llegó a América.
Colón estaba tan convencido de que había llegado a las Indias que llamó a los
nativos indios.
Palos de la frontera está llena de recuerdos del
Descubrimiento. En la plaza de la
iglesia de San Jorge Mártir se levanta un hito que honra la memoria de los
marineros que participaron en la gesta y
en dicha iglesia Colón y su tripulación asistieron a una misa antes de
emprender el viaje que cambiaría el curso de la historia. En sus naves además
se leyó la Pragmática emitida por los Reyes Católicos en la que se convocaba a
la población y marinería a colaborar con el proyecto del navegante genovés.
Iglesia de San Jorge. Palos de la Frontera |
Era Martín Alonso
Pinzón el más afamado marino de la comarca en su tiempo. Su casa – museo rememora el importante
papel de este linaje en el descubrimiento, pues aportaron hombres, dinero y dos
carabelas. Nosotros no pudimos visitar su interior, pero sólo la fachada ya
merece la pena con una portada de ladrillo y columnas y paneles de azulejos de
Triana.
Otro importante monumento,
que no pasa desapercibido, es el esbelto monolito dedicado a “Los Descubridores”. Desde él se divisan el muelle de la Reina y
el de las Carabelas. El obelisco domina el lugar desde donde las naves de Colón
salieron al océano en busca del desconocido continente.
Nos dábamos por satisfechos con lo que habíamos conocido en
la ciudad de Palos de la Frontera, por lo que nos desplazaríamos, sin prisa
pero sin pausa, al emblemático Monasterio
de la Rábida. A este cenobio franciscano llegó Colón a finales de 1484
encontrando la hospitalidad y el decisivo apoyo ante Isabel la Católica de los
frailes Antonio de Marchena y Juan Pérez. Gracias a ellos, el almirante
consiguió llevar a buen puerto su alocado plan de navegar hacia poniente.
Monasterio Santa.María de la Rábida |
Monasterio Santa.María de la Rábida |
Hay que decir que el monasterio destaca más por su
significado histórico que por su belleza artística. Se ordena alrededor de dos
patios, el de la Portería trazado en el siglo XVIII y el claustro mudéjar del siglo XV, con dos alzados y galerías de arcos
sobre columnas, siendo el más hermoso del convento y decorado con pinturas
murales. En torno a este claustro se encuentran el refectorio, la sala de
conferencias y la sala capitular, donde Colón se reunía con los frailes que le
dieron su apoyo. Muy destacable es la sala
Vázquez Díaz, revestida por este pintor de Nerva en 1930, con frescos de
escenas evocadoras del viaje.
Monasterio Santa.María de la Rábida |
La iglesia, por su parte, consta de una nave con capilla
mayor de estilo gótico con reminiscencias románicas, donde se contempla la
talla de un Cristo crucificado, pinturas murales y un altar de azulejos.
También merece la pena fijarse en la capilla
que guarda la Virgen de la Rábida o de los Milagros, patrona de Palos.
El monasterio de la Rábida abre de martes a domingo de 10:00
a 17:00 y tiene un precio de 3,50 euros cada entrada.
Desde el anterior, un agradable paseo de no más de diez
minutos, nos llevaría hasta nuestra última visita del día: el conocido como Muelle de las Carabelas.
Allí, en la orilla del río Tinto, están fondeadas las
réplicas de las naves colombinas que surcaron los mares rumbo a lo desconocido
y que, felizmente, permitieron a Colón alcanzar América por vez primera. Allí
pudimos ver las reproducciones a tamaño real de la Santa María, la Pinta y la
Niña.
Muelle de las Carabelas |
Muelle de las Carabelas |
La visita permite un paseo por los puentes de mando y las
cubiertas, así como una zambullida en el interior de las bodegas, permitiendo
visualizar la configuración de las embarcaciones y las condiciones de
navegación de la época. Junto a las naves se ha levantado un barrio medieval
que recrea el puerto de Palos tal como se encontraba en el momento de partida.
Todo ello unido a una sala de exposiciones con instrumentos de navegación,
armas y atuendos permiten acercarte a la realidad existente en las postrimerías
de aquel siglo.
Muelle de las Carabelas |
Y hasta aquí llegaría esta intensa jornada que nos
permitiría conocer un poco mejor la gesta que conllevó el Descubrimiento de
América, así como Niebla, otra población rebosante de historia.
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