HUELVA - DIA 03. Conociendo los pueblos de la Sierra de Aracena

8 de Diciembre de 2006.

Si ayer fue un día de los más relajado, hoy sería algo más intenso, pues eran muchos los lugares que queríamos conocer y el hecho de que fuera ya casi invierno y contáramos con pocas horas de luz, nos hacía dudar si conseguiríamos nuestros objetivos.

Es por ello que no nos pensaríamos demasiado madrugar, para estar en marcha sobre las nueve de la mañana.

Alájar sería el primer lugar al que nos dirigiríamos, situado tan sólo a veinte kilómetros de Aracena. Pocos pueblos andaluces pueden presumir de un trazado urbano tan evocador y un conjunto de casas y palacios tan bien conservado. Es por ello que no dudaríamos en perdernos por su madeja de callejuelas angostas y tortuosas que desembocan en plazoletas íntimas de simetría irregular.

La iglesia de San Marcos constituye el elemento más destacado de su patrimonio monumental, con una torre rematada por una estructura en forma de pirámide. En su interior, saqueado durante la Guerra Civil, sobrevive una pila bautismal.

Poco después, una prolongada subida por una carretera bien asfaltada nos conduciría a uno de los rincones mágicos del Parque Natural. Se trata de la Peña de Arias Montano, la cual se yergue sobre la localidad serrana de Alájar, recién visitada, como un monumento cargado de simbolismo e historia. Desde el Paleolítico estuvo poblada por distintos pueblos primitivos seducidos por la riqueza de sus manantiales, fuentes y por su posición estratégica. Fue un lugar de retiro para eremitas y anacoretas, envuelto por un halo de misterio y un magnetismo que sigue embriagando a quien lo visita. En el siglo XVI, el teólogo Benito Arias Montano le dio su actual nombre al erigirla como residencia de meditación y estudio.

Sierra de Aracena desde Peña de Arias Montano

La panorámica de la que pudimos disfrutar fue soberbia, con el casco urbano de Alájar, con forma de lagarto, rodeado por frondosos bosques de castaños, alcornoques y encinas, así como otras pequeñas aldeas en la lejanía.

Alájar desde Peña de Arias Montano

Sierra de Aracena desde Peña de Arias Montano

La ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, por su parte, que corona la peña, esconde un interior que se adorna con pinturas y azulejos y guarda la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, que goza de gran devoción en la comarca. Todos los años acoge a los participantes de la romería que se celebra el 8 de septiembre y a la que acuden hermandades de los municipios cercanos, siendo una de las más concurridas de la provincia.

Campanario Nuestra Señora de los Ángeles. Peña de Arias Montano

Tomaríamos de nuevo el coche para conducir en dirección hacia Almonaster la Real, localizada a quince kilómetros. Las carreteras son objeto de infinitas curvas, lo que hace que no puedas ir muy rápido pero a la vez te permita disfrutar del hermoso paisaje que te rodea. De hecho, es desde la distancia desde donde mejor se puede disfrutar del casco urbano de Almonaster, calificado como Conjunto Histórico Artístico desde 1982. A medida que nos aproximamos no podremos evitar fijarnos sólo en el manto verde que rodea la población, sino también en su majestuosa mezquita que corona uno de los cerros del pueblo.

En esta ocasión dejaríamos lo mejor para el final y antes nos dedicaríamos a pasear por Almonaster y descubrir algunos de los monumentos que ofrece.

Hay que decir que este es uno de los pueblos mejor conservados y más interesantes de todo el Parque Natural, que incrementa su atractivo con la larga y cambiante historia que atesora y con su disposición a ser frontera abierta a otras culturas. En Almonaster hubo un asentamiento romano, un monasterio visigodo, una comunidad islámica de cierta relevancia y, a partir del siglo XIII, una población cristiana sometida a diversas jurisdicciones.

Lo primero que nos llamaría la atención serían las propias calles empedradas de Almonaster la Real, las cuales están jalonadas de casas populares que exhiben en los dinteles y ventanas de sus fachadas elementos decorativos mudéjares, renacentistas y barrocos. A estas se suman edificios señoriales de carácter regionalista coronados por esbeltas  chimeneas de aire oriental.

Tras estos primeros momentos no tardaríamos mucho en encontrar la iglesia gótico – mudéjar de San Martín, templo del siglo XIV, cuyo elemento más importante sería la portada del Perdón. Esta surgió en 1530 como muestra en la sierra de Aracena del estilo manuelino presente en las iglesias rurales del Alentejo portugués. El escudo y un gran arco flanqueado por pináculos son sus elementos más espectaculares.

Iglesia de San Martín. Almonaster la Real

En la plaza de la Constitución se levanta el edificio del Ayuntamiento, la capilla de la Trinidad y también el palacio decimonónico que perteneció a don Miguel Tenorio de Castilla, secretario personal de la Reina Isabel II. Muy cerca abre sus puertas el Centro de Interpretación Al – Andalus y la Sierra, que informa sobre las manifestaciones del legado cultural árabe presentes en la comarca.

Sería necesario subir por una calle de pendiente pronunciada para llegar hasta los platos fuertes de la localidad: la mezquita y el castillo.

La mezquita, aprisionada por las murallas de un castillo, es el único ejemplo de oratorio islámico que subsiste en la Sierra de Aracena. Se inspira en modelos califales para organizar la distribución de los espacios interiores entre los que destaca el oratorio, que posee cinco naves orientadas al muro de la qibla y un mihrab, considerado como uno de los más antiguos de la Península Ibérica.

Castillo- Mezquita. Almonaster la Real

Castillo- Mezquita. Almonaster la Real

Erigido durante el califato de Córdoba, reforzado en tiempos de los almorávides y reconstruido tras la conquista cristiana, del castillo sólo se conserva hoy su muralla, una cerca perimetral de más de trescientos metros que no sólo encerraba dentro de sus muros la medina, la aljama y el alcázar, sino que abarcaba toda la población. Destacan la torre del Alcaide, el camino de ronda y la conocida como “puerta falsa”, impregnada de leyendas.

Sorprendidos por la belleza de Almonaster la Real, volveríamos a nuestro vehículo para poner rumbo hacia Cortegana, situada a once kilómetros de donde nos encontrábamos.

Cortegana

Esta villa también está declarada Conjunto Histórico Artístico. Su desarrollo urbano es paralelo a la importancia que con los siglos va cobrando la importancia de su castillo, por donde comenzaríamos la visita, pues no queríamos tentar a la suerte y que pudiera estar cerrado más tarde.

Castillo de Cortegana

Castillo de Cortegana

Se construiría para consolidar los dominios castellanos frente a las ansias portuguesas por hacerse con estas tierras, formando parte de un rosario de baluartes mandados edificar por Sancho IV el Bravo. En la época de los Reyes Católicos los gobernadores de la fortaleza reforzarían sus murallas y aunque muy afectado por el terremoto de Lisboa de 1755, volvió a cobrar su aire altanero e inexpugnable  tras la restauración del año 1970.

Castillo de Cortegana

Castillo de Cortegana

En su interior esconde una pequeña plaza de armas, un aljibe, un almacén, una mazmorra y los aposentos del alcalde. Aprovechando el espacio disponible se ha preparado un museo que recrea el ambiente de la época e ilustra el recorrido con ballestas, tallas, armaduras, atriles, misales y piezas arqueológicas.

Aljibe del Castillo de Cortegana

Pero son sin duda las fabulosas vistas del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, conseguidas desde sus almenas, de lo mejor de la visita.

Cortegana desde su Castillo

Sierra de Aracena desde Castillo de Cortegana

Su horario es de 11:00 a 14:00 y de 16:00 a 18:00 en invierno y por las tardes en verano de 17:00 a 19:00.

Bajando del bastión, pronto llegaríamos al templo parroquial del Divino Salvador, que conserva del edificio primitivo la portada del Perdón, el rosetón y la fachada de los pies. En su interior llama la atención la presencia de labores de forja y las piezas de orfebrería y ornamentos litúrgicos.

Iglesia del Divino Salvador. Cortegana

Nuestro paseo se completaría con una visión de las fachadas con interés artístico e histórico, entre las que no se deben olvidar las que cierran los edificios de los dos casinos, así como la contemplación de la iglesia de San Sebastián.

No habría tiempo para detenernos a comer de forma pausada, por lo que nos conformaríamos con saborear unos sándwiches en un banco de la localidad y seguir nuestra ruta, recién entrada la tarde.

Aroche sería nuestro siguiente destino, situado a quince kilómetros. No es poca cosa mencionar que su nombre ya figuraba en los mapas de Hispania trazados en tiempos del emperador Constantino y que dólmenes megalíticos y calzadas romanas rodean la villa. Además sería escenario de importantes luchas fronterizas entre castellanos y portugueses en la Edad Media.

No cabe duda que lo que más llama la atención es la fortaleza almorávide del siglo XII que se alza sobre un cerro a cuyos pies se esparce el caserío. La entrada principal, que recibe el nombre de puerta de la Reina, conserva el primitivo arco de herradura apuntado y sus muros alcanzan una altura de hasta diez metros. Lástima que no se puedan apreciar como es debido dado que casi todo su perímetro está rodeado de viviendas.

Aroche

Pero si hay algo que sorprende, nada más entrar a lo que fue su antigua plaza de armas, es la construcción insólita con la que te encuentras, ni más ni menos, que una plaza de toros. Lo mejor es que gracias al tendido construido sobre sus muros, puedes disfrutar de unas vistas excepcionales del valle del Chanza, con Picos de Aroche al fondo, así como de algunas zonas de la localidad y de los restos de la muralla exterior.

Aroche desde su Castillo

Otro de los monumentos esenciales de Aroche es su iglesia de la Asunción, cuya planta fue trazada por los maestros de la catedral de Sevilla, casi nada. En ella se entremezclan varios estilos como el mudéjar, el gótico y el renacentista. Su interior guarda valiosas tallas, pinturas, retablos, piezas de orfebrería y ornamentos religiosos.

Iglesia de la Asunción. Aroche

Iglesia de la Asunción. Aroche

Más allá de un tranquilo paseo por sus calles, tampoco incidiríamos mucho más en Aroche, con lo visto nos dábamos por satisfechos, y es que queríamos conocer un último lugar antes de que se hiciera de noche.

Calle de Aroche

Calles de Aroche

Es por ello que volveríamos al coche para dirigirnos a Fuenteheridos, situado a 33 kilómetros. Este bonito pueblo tiene una característica especial y es que posee un microclima durante todo el año, oscilando entre 15 y 24 grados como temperatura media.

En la visita no hay que dejar de ver su fuente de los doce caños, donde nace el río Múrtigas; la cercana plaza del Coso con una de las posadas más antiguas de la zona y una cruz de mármol en el centro del espacio y la iglesia del Espíritu Santo, su monumento más destacado, con una torre bastante curiosa, con planta cuadrada, construida en ladrillo y rematada con un tejado piramidal de cerámica.

Fuente de los Doce Caños. Fuenteheridos

Cruz de Mármol. Fuenteheridos

Iglesia del Espíritu Santo. Fuenteheridos

Llegaríamos de noche a Aracena, para disfrutar en ella de nuestras últimas horas en la sierra del mismo nombre y aunque nos daba pena tener que abandonarla, también es cierto que teníamos por delante todavía tres días para seguir conociendo nuevos e interesantes lugares de otras zonas de la provincia de Huelva.

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