BVI - DIA 08. Jost Van Dyke Island y Sandy Spit

22 de Noviembre de 2019.

El viaje por el paraíso estaba llegando a su fin y mañana tendríamos que empezar a despertar y asimilar que el lunes volveríamos al frío seco de Madrid, a los trabajos y a la dura realidad, ¿pero podía ser eso cierto? Sí, lo era, pero mientras ese momento llegaba lo mejor era seguir disfrutando de las Islas Vírgenes Británicas con todas nuestras fuerzas.

Hoy, de momento habíamos decidido permanecer en Jost Van Dyke, y es que las experiencias de ayer nos dejarían muy buen sabor de boca, por lo que no dudamos en seguir otro día más por estos lares.

No obstante y para no ser repetitivos, optaríamos por comenzar la jornada desplazándonos hasta la cercana White Bay, probablemente la playa más hermosa y famosa de la isla que además cuenta con cierta atmósfera poética, con exuberantes colinas verdes y su característica playa de arena blanca.

White Bay. Jost Van Dyke Island

White Bay. Jost Van Dyke Island

Éramos conocedores que a pocos metros de donde nos encontrábamos corría a lo largo de la costa y no lejos de la playa un arrecife de coral, por lo que no dudamos en ponernos nuestro equipo de snorkel y dirigirnos nadando hasta el mismo y esta vez, a diferencia de lo que ocurrió en la isla de Anegada donde el mar revuelto nos imposibilitó tener una buena visión de los fondos marinos, si seríamos testigos del colorido paisaje submarino de corales y peces, además de poder observar en la lejanía dos fantásticos ejemplares de tortugas marinas a los que intentamos seguir pero fue algo imposible a la par que absurdo.

White Bay. Jost Van Dyke Island

Tras un pequeño descanso y un aperitivo para coger fuerzas, arrancaríamos el catamarán y nos aproximaríamos hasta el cercano Sandy Spit, que en castellano se puede traducir como algo parecido a gapo de arena y es que verdaderamente estamos hablando de un minúsculo montículo de pura arena, valga la redundancia, que sobresale unos pocos metros del nivel del mar. Aunque pueda parecer mentira es, con mucha diferencia, uno de los lugares más fotografiados e idílicos de las BVI, contando también con un hermoso arrecife por uno de sus lados, ideal para hacer snorkel cuando las condiciones lo permiten, aunque en esta ocasión no sería el caso, pues sería imposible si quiera acercarnos con el catamarán ni tampoco fondear cerca del mismo, debido al viento y al mar que en esta zona estaba algo revuelto, por lo que en esta primera incursión quedaríamos derrotados por el pequeño gapo de arena, pero no sería esta nuestra última palabra. Ganaría la batalla pero no la guerra e intentaríamos a lo largo del día volver a conquistarlo.

Sandy Spit

De momento decidiríamos regresar a Jost Van Dyke y coger boya en Diamont Cay, efectivamente el mismo lugar donde ayer pararíamos a comer, aunque en esta ocasión sí que prepararíamos la comida en el catamarán. Algo sencillo como pasta y ensalada de quinoa, para poco después desplazarnos con la dinghy hasta el muelle y una vez allí animarnos a realizar una sencilla ruta de senderismo que nos llevaría a un lugar espectacular.

Diamond Cay. Jost Van Dyke Island

Se trata de un pequeño secreto de la naturaleza que es conocido como Bubbly Pool que traducido viene a significar piscina burbujeante, siendo algo muy similar a un jacuzzi natural.

Para llegar hasta allí sólo hay que tomar como referencia el restaurante Foxy´s Taboo y comenzar a caminar por una amplia pista de tierra, cruzando la pequeña península que separa Long Bay y el estanque de sal Cape Wright, siguiendo en todo momento el sendero que no tienen desvío alguno, por lo que es imposible perderse.

Diamond Cay. Jost Van Dyke Island

Diamond Cay. Jost Van Dyke Island

En unos veinte minutos estábamos en esta delicia geológica, procediendo a sumergirnos en sus aguas, algo que es conveniente hacer con cuidado para no sufrir ningún percance.

Bubbly Pool. Jost Van Dyke Island

Tendríamos suerte pues en ese momento las olas estaban rompiendo con fuerza en los acantilados del exterior y las olas tomaban el pequeño corredor que lleva hasta la piscina con bastante ímpetu, pudiendo disfrutar así del baño de burbujas en todo su apogeo.

Puede suceder que el Atlántico esté tranquilo y por tanto no tenga lugar este fenómeno de la naturaleza, pero aún así la pequeña piscina es un lugar agradable para relajarse y poder ver los pequeños peces del arrecife que campan aquí a sus anchas.

Bubbly Pool. Jost Van Dyke Island

Es importante observar las condiciones de las olas y que la corriente resultante de las mismas no sea demasiado fuerte, para así evitar que te desplace de manera brusca como si fueras un muñeco y te acabes haciendo daño al chocar contra las rocas. Es aconsejable, igualmente, llevar escarpines y no introducir nada de plástico ni de cristal, pues lo primero, si se te escapa, ensucia el océano y lo segundo puede causar heridas importantes a otras personas si se acaba rompiendo. Aunque parezca mentira nosotros tuvimos que compartir la piscina con unos americanos que llevaban copas y botellines de cerveza. Es triste pero real.

No habría que decirlo, pero visto lo visto, conviene no acercarse demasiado al entrante del agua para evitar ser arrastrado ni subirse a ninguna roca, pues a veces la fuerza es tal que te puede desplazar fácilmente y tirarte. En cualquier caso lo mejor es tener sentido común y con eso bastaría para pasar un momento de los más divertido y relajante.

Tras este volveríamos por donde habíamos venido y de nuevo en el Foxy´s Taboo no nos privaríamos de las sabrosas tartas de chocolate que habíamos degustado ayer y que nos entusiasmaron.

Una vez en la dinghy y a medio camino del catamarán, de repente, Yago propondría terminar lo que habíamos dejado pendiente por la mañana. Sí, lo habéis adivinado. Se trataba de conquistar Sandy Spit, algo que con el catamarán había sido imposible por sus dimensiones. Ahora todo parecía indicar que no se nos resistiría. No obstante aunque parecía cercano, la vista nos engañó y el trayecto en lancha se hizo más largo de lo que pensamos, lo que unido a las constantes salpicaduras provenientes de los choques de la embarcación con el agua y al viento y la velocidad nos haría terminar calados y hasta con algo de frío. Pero el caso es que conseguimos llegar hasta el gapo de arena que nos recibiría nuevamente revoltoso y sin ninguna intención de ponernos fácil el desembarque debido al oleaje en sentido contrario a la isla y la posibilidad de poder fijar la dinghy en ninguna parte.

Sandy Spit

La única solución era que alguien se quedara manejando la embarcación, mientras todos los que quisieran se lanzaran al agua y llegaran nadando a la minúscula isla. Sólo nos atreveríamos el propio Yago, Javi, que con sólo doce años ya da señales de gran aventurero, y quien escribe estas líneas, sumergiéndonos en el mar como lo hacen los submarinistas, es decir, de espaldas, y nadando unos cien metros, mientras que el resto, con Sergio como nuevo patrón, se quedaban dando vueltas de un lado a otro frente a la porción de arena. De esta manera conseguíamos conquistar, por fin, este pequeño trozo de terreno situado en medio del océano que tanto se nos había resistido, inmortalizando el momento con la respectiva fotografía.

Sandy Spit

Era el momento de regresar, tras esos minutos de gloria, por lo que volvimos nadando a la lancha y con buenos impulsos y la ayuda de los que estaban a bordo conseguíamos volver a subir y poner rumbo al catamarán, donde disfrutaríamos de las últimas horas en este lugar mágico y privilegiado del Caribe. Brindamos con ron y cervezas y nos emplazamos a repetir en el futuro una experiencia similar en alguna otra parte del mundo, pues son vivencias como estas las que se recuerdan toda la vida.

Hoy nadie se iría pronto a dormir, dándonos la media noche, como si de alguna manera, en nuestro subconsciente, creyéramos que por estar despiertos el tiempo no pasaría. Con la quietud de la noche, las estrellas brillando más que nunca, el leve balanceo del catamarán y un silencio cómplice entre nosotros nos despedíamos de las Islas Vírgenes Británicas, pues mañana sólo tendríamos ya tiempo para volver al puerto de donde salimos, donde debíamos entregar la embarcación al mediodía.

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