El viaje por el paraíso estaba llegando a su fin y mañana
tendríamos que empezar a despertar y asimilar que el lunes volveríamos al frío
seco de Madrid, a los trabajos y a la dura realidad, ¿pero podía ser eso
cierto? Sí, lo era, pero mientras ese momento llegaba lo mejor era seguir disfrutando
de las Islas Vírgenes Británicas con todas nuestras fuerzas.
Hoy, de momento habíamos decidido permanecer en Jost Van Dyke, y es que las
experiencias de ayer nos dejarían muy buen sabor de boca, por lo que no dudamos
en seguir otro día más por estos lares.
No obstante y para no ser repetitivos, optaríamos por comenzar
la jornada desplazándonos hasta la cercana White
Bay, probablemente la playa más hermosa y famosa de la isla que además
cuenta con cierta atmósfera poética, con exuberantes colinas verdes y su
característica playa de arena blanca.
White Bay. Jost Van Dyke Island |
White Bay. Jost Van Dyke Island |
Éramos conocedores que a pocos metros de donde nos
encontrábamos corría a lo largo de la costa y no lejos de la playa un arrecife
de coral, por lo que no dudamos en ponernos nuestro equipo de snorkel y
dirigirnos nadando hasta el mismo y esta vez, a diferencia de lo que ocurrió en
la isla de Anegada donde el mar revuelto nos imposibilitó tener una buena
visión de los fondos marinos, si seríamos testigos del colorido paisaje
submarino de corales y peces, además de poder observar en la lejanía dos
fantásticos ejemplares de tortugas marinas a los que intentamos seguir pero fue
algo imposible a la par que absurdo.
White Bay. Jost Van Dyke Island |
Tras un pequeño descanso y un aperitivo para coger fuerzas,
arrancaríamos el catamarán y nos aproximaríamos hasta el cercano Sandy Spit, que en castellano se puede
traducir como algo parecido a gapo de arena y es que verdaderamente estamos
hablando de un minúsculo montículo de pura arena, valga la redundancia, que
sobresale unos pocos metros del nivel del mar. Aunque pueda parecer mentira es,
con mucha diferencia, uno de los lugares más fotografiados e idílicos de las
BVI, contando también con un hermoso arrecife por uno de sus lados, ideal para
hacer snorkel cuando las condiciones lo permiten, aunque en esta ocasión no
sería el caso, pues sería imposible si quiera acercarnos con el catamarán ni
tampoco fondear cerca del mismo, debido al viento y al mar que en esta zona
estaba algo revuelto, por lo que en esta primera incursión quedaríamos derrotados
por el pequeño gapo de arena, pero no sería esta nuestra última palabra.
Ganaría la batalla pero no la guerra e intentaríamos a lo largo del día volver
a conquistarlo.
Sandy Spit |
De momento decidiríamos regresar a Jost Van Dyke y coger
boya en Diamont Cay, efectivamente
el mismo lugar donde ayer pararíamos a comer, aunque en esta ocasión sí que
prepararíamos la comida en el catamarán. Algo sencillo como pasta y ensalada de
quinoa, para poco después desplazarnos con la dinghy hasta el muelle y una vez
allí animarnos a realizar una sencilla ruta de senderismo que nos llevaría a un
lugar espectacular.
Diamond Cay. Jost Van Dyke Island |
Se trata de un pequeño secreto de la naturaleza que es
conocido como Bubbly Pool que
traducido viene a significar piscina burbujeante, siendo algo muy similar a un
jacuzzi natural.
Para llegar hasta allí sólo hay que tomar como referencia el
restaurante Foxy´s Taboo y comenzar a caminar por una amplia pista de tierra,
cruzando la pequeña península que separa Long Bay y el estanque de sal Cape
Wright, siguiendo en todo momento el sendero que no tienen desvío alguno, por
lo que es imposible perderse.
Diamond Cay. Jost Van Dyke Island |
Diamond Cay. Jost Van Dyke Island |
En unos veinte minutos estábamos en esta delicia geológica,
procediendo a sumergirnos en sus aguas, algo que es conveniente hacer con
cuidado para no sufrir ningún percance.
Bubbly Pool. Jost Van Dyke Island |
Tendríamos suerte pues en ese momento las olas estaban
rompiendo con fuerza en los acantilados del exterior y las olas tomaban el
pequeño corredor que lleva hasta la piscina con bastante ímpetu, pudiendo
disfrutar así del baño de burbujas en todo su apogeo.
Puede suceder que el Atlántico esté tranquilo y por tanto no
tenga lugar este fenómeno de la naturaleza, pero aún así la pequeña piscina es
un lugar agradable para relajarse y poder ver los pequeños peces del arrecife
que campan aquí a sus anchas.
Bubbly Pool. Jost Van Dyke Island |
Es importante observar las condiciones de las olas y que la
corriente resultante de las mismas no sea demasiado fuerte, para así evitar que
te desplace de manera brusca como si fueras un muñeco y te acabes haciendo daño
al chocar contra las rocas. Es aconsejable, igualmente, llevar escarpines y no
introducir nada de plástico ni de cristal, pues lo primero, si se te escapa,
ensucia el océano y lo segundo puede causar heridas importantes a otras
personas si se acaba rompiendo. Aunque parezca mentira nosotros tuvimos que
compartir la piscina con unos americanos que llevaban copas y botellines de
cerveza. Es triste pero real.
No habría que decirlo, pero visto lo visto, conviene no
acercarse demasiado al entrante del agua para evitar ser arrastrado ni subirse
a ninguna roca, pues a veces la fuerza es tal que te puede desplazar fácilmente
y tirarte. En cualquier caso lo mejor es tener sentido común y con eso bastaría
para pasar un momento de los más divertido y relajante.
Tras este volveríamos por donde habíamos venido y de nuevo
en el Foxy´s Taboo no nos privaríamos de las sabrosas tartas de chocolate que
habíamos degustado ayer y que nos entusiasmaron.
Una vez en la dinghy y a medio camino del catamarán, de
repente, Yago propondría terminar lo que habíamos dejado pendiente por la
mañana. Sí, lo habéis adivinado. Se trataba de conquistar Sandy Spit, algo que con el catamarán había sido imposible por sus
dimensiones. Ahora todo parecía indicar que no se nos resistiría. No obstante
aunque parecía cercano, la vista nos engañó y el trayecto en lancha se hizo más
largo de lo que pensamos, lo que unido a las constantes salpicaduras
provenientes de los choques de la embarcación con el agua y al viento y la
velocidad nos haría terminar calados y hasta con algo de frío. Pero el caso es
que conseguimos llegar hasta el gapo de arena que nos recibiría nuevamente
revoltoso y sin ninguna intención de ponernos fácil el desembarque debido al
oleaje en sentido contrario a la isla y la posibilidad de poder fijar la dinghy
en ninguna parte.
Sandy Spit |
La única solución era que alguien se quedara manejando la
embarcación, mientras todos los que quisieran se lanzaran al agua y llegaran
nadando a la minúscula isla. Sólo nos atreveríamos el propio Yago, Javi, que
con sólo doce años ya da señales de gran aventurero, y quien escribe estas
líneas, sumergiéndonos en el mar como lo hacen los submarinistas, es decir, de
espaldas, y nadando unos cien metros, mientras que el resto, con Sergio como
nuevo patrón, se quedaban dando vueltas de un lado a otro frente a la porción
de arena. De esta manera conseguíamos conquistar, por fin, este pequeño trozo
de terreno situado en medio del océano que tanto se nos había resistido,
inmortalizando el momento con la respectiva fotografía.
Sandy Spit |
Era el momento de regresar, tras esos minutos de gloria, por
lo que volvimos nadando a la lancha y con buenos impulsos y la ayuda de los que
estaban a bordo conseguíamos volver a subir y poner rumbo al catamarán, donde
disfrutaríamos de las últimas horas en este lugar mágico y privilegiado del
Caribe. Brindamos con ron y cervezas y nos emplazamos a repetir en el futuro
una experiencia similar en alguna otra parte del mundo, pues son vivencias como
estas las que se recuerdan toda la vida.
Hoy nadie se iría pronto a dormir, dándonos la media noche, como si de alguna manera, en nuestro subconsciente, creyéramos que por estar despiertos el tiempo no pasaría. Con la quietud de la noche, las estrellas brillando más que nunca, el leve balanceo del catamarán y un silencio cómplice entre nosotros nos despedíamos de las Islas Vírgenes Británicas, pues mañana sólo tendríamos ya tiempo para volver al puerto de donde salimos, donde debíamos entregar la embarcación al mediodía.
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