El murmullo de Pushkar comenzaba a despertar. Desde mi
ventana, podía escuchar el canto lejano de los sacerdotes en los ghats y el
sonido de campanas anunciando las primeras oraciones del día. Mientras me
preparaba, recordé algo que había leído la noche anterior: en 1901, un grupo de
arqueólogos británicos recorrió la ciudad y encontró pequeñas monedas de la
época de los Kushana, una dinastía que gobernó el norte de la India en el siglo
I d.C. Aquellas piezas de bronce y oro eran una prueba más de que Pushkar había
sido un punto clave tanto para la espiritualidad como para el comercio durante
siglos.
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| Pushkar desde Inn Seventh Heven Hotel |
Con esa idea en mente, salí del hotel y encontré a Rajesh esperándome junto al coche, listo para la primera visita del día.
Durante el día anterior, la niebla en las montañas había
impedido subir a los templos situados en las colinas, así que había decidido
dejar esas visitas para esta mañana. Afortunadamente, el cielo se presentaba
con nubes altas y el aire fresco, ideal para explorar los santuarios más
elevados de la ciudad.
TEMPLO SAVITRI
Decidí comenzar con el templo
de Savitri, ubicado en lo alto de la colina de Ratnagiri.
Rajesh me llevó en coche hasta el punto de partida, desde donde inicié la
subida. Para llegar al templo, existían dos opciones: un ascenso a pie por una
escalera empinada de más de 600 peldaños o la comodidad del teleférico. Opté
por la segunda, no tanto por evitar el esfuerzo, sino por la oportunidad de
contemplar desde el aire las vistas de Pushkar y el desierto más allá.
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| Entorno de Pushkar desde Teleférico al Templo Savitri |
El templo de Savitri estaba dedicado a la consorte de
Brahmá, quien, según la leyenda, maldijo al dios por casarse con otra mujer
durante un ritual sagrado. Como resultado, Savitri abandonó a Brahmá y se
retiró a esta colina, desde donde aún se dice que observa la ciudad y su
templo. A diferencia de otros templos más ornamentados, este mantenía una
estructura sencilla pero con una fuerte carga espiritual. En su interior, la
imagen de la diosa presidía el altar, rodeada de flores frescas y lámparas de
aceite encendidas por los fieles.
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| Templo Savitri |
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| Monos en el Templo Savitri |
Desde la cima de Ratnagiri, la vista era espectacular. A un lado, Pushkar se extendía con su lago resplandeciente en el centro, rodeado de templos y casas de colores terrosos. Al otro, el desierto de Thar se desplegaba en un horizonte infinito, con sus dunas y colinas lejanas. La combinación de lo sagrado y lo terrenal, del bullicio de la ciudad y el silencio del desierto, convertía aquel lugar en un mirador perfecto para comprender el alma de Pushkar.
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| Pushkar desde Templo Savitri |
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| Entorno de Pushkar desde Templo Savitri |
El acceso al templo es gratuito, costando el teleférico 180 INR, ida y vuelta, tardando unos diez minutos en cada trayecto.
TEMPLO GAYATRI MATA
Mi siguiente visita continuaría con el Templo Gayatri Mata, también
conocido como Pap Mochani Temple.
Situado en la cima de una colina al norte de Pushkar, este santuario está
dedicado a Gayatri,
consorte de Brahma, y es un lugar de peregrinación para quienes buscan la
redención de sus pecados.
Tanto este templo como el de Savitri se encuentran en
colinas opuestas, enfrentadas una frente a la otra, dominando la ciudad desde
extremos distintos. Para acceder a ambos es necesario desplazarse en coche, ya
que se hallan a varios kilómetros de distancia entre sí.
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| Calle de Pushkar |
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| Colina del Templo Gayatri Mata |
La subida, de unos 20 a 25 minutos, transcurría por un sendero polvoriento y pedregoso, sin apenas sombra ni construcciones. A medida que ascendía, la vista de Pushkar se desplegaba a mis espaldas, con el lago y sus ghats extendiéndose entre las colinas y las casas de tonos ocres.
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| Pushkar desde Templo Gayatri Mata |
Una vez en la cima, comprobé que el templo era realmente pequeño y sencillo, sin apenas elementos destacables. No decía gran cosa por sí mismo, pero las vistas desde allí lo compensaban con creces: el lago brillaba en el centro de la ciudad, rodeado por las colinas y los templos que despuntaban entre las casas.
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| Templo Gayatri Mata |
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| Entorno de Pushkar desde Templo Gayatri Mata |
Desde lo alto, la panorámica era impresionante, y el aire fresco de la mañana suavizaba el calor que pronto dominaría el día. Permanecí allí un rato, disfrutando del paisaje y del silencio del lugar antes de iniciar el descenso.
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| Pushkar desde Templo Gayatri Mata |
La entrada al templo es gratuita.
LAGO PUSHKAR
Antes de despedirme de Pushkar, quise volver al lago por
última vez. A esa hora, la ciudad ya estaba en plena actividad y los ghats se
llenaban de devotos, comerciantes y viajeros que, como yo, aprovechaban sus
últimos momentos en este lugar. Los peregrinos realizaban sus rituales,
sumergiéndose en las aguas sagradas o haciendo ofrendas de pétalos de caléndula
y coco.
Caminé sin prisa por la parte de la orilla que me dejaba el
agua, deteniéndome a observar la vida que fluía a su alrededor. Los sacerdotes
recitaban mantras, guiando ceremonias para familias que buscaban bendiciones,
mientras vacas y monos deambulaban sin que nadie pareciera sorprenderse por su
presencia. El aroma a incienso se mezclaba con el de la comida callejera que
empezaba a llenar los alrededores, con puestos vendiendo chai, dulces y snacks
típicos.
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| Lago Pushkar |
Me quedé un momento en uno de los escalones de un ghat, observando el ir y venir de la gente. Pushkar tenía ese magnetismo difícil de describir, una mezcla de espiritualidad y vida cotidiana que parecía mantenerse intacta con el paso del tiempo. Con esa imagen grabada en mi mente, me levanté y me dirigí al coche donde me esperaba Rajesh, listo para continuar el viaje.
VESTA MAURYA HOTEL (JAIPUR)
El trayecto hasta Jaipur transcurrió sin incidentes, con la
carretera extendiéndose entre paisajes áridos y alguna que otra balsa de agua
en la calzada antes de llegar al destino. Poco a poco, el desierto fue dando
paso a un entorno más urbanizado y bullicioso, señal de que nos acercábamos a Jaipur, la capital de
Rajastán. El viaje desde Pushkar hasta Jaipur duró
aproximadamente tres horas y media, tiempo suficiente para dejar atrás la
serenidad del lago y adentrarme en el vibrante ritmo de la Ciudad Rosa.
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| Carretera hacia Jaipur |
Llegamos a la ciudad alrededor de las cuatro, aún con buena luz y varias horas por delante para aprovechar la tarde. Me dirigí directamente al Vesta Maurya Palace, mi alojamiento para esa noche. Situado en una zona céntrica, el hotel ofrecía una combinación de comodidad y funcionalidad, con todo lo necesario para una estancia agradable. La habitación que me asignaron era amplia, con una decoración sencilla pero cuidada, en tonos cálidos que aportaban un ambiente acogedor. La cama resultaba cómoda y todo estaba impecablemente limpio, lo que siempre es un punto a favor después de un día de viaje. El personal, atento y profesional, gestionó el check-in con rapidez y me ofreció información sobre la ciudad, además de sugerencias para organizar el resto de la jornada.
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| Vesta Maurya Hotel |
Tras dejar mi equipaje y organizar lo imprescindible, salí enseguida para realizar mis primeras visitas en Jaipur, aprovechando las últimas horas de luz.
HAWA MAHAL
Mi primera visita en Jaipur sería al Hawa Mahal, el célebre Palacio de los Vientos.
Era imposible no verlo: una imponente fachada de arenisca roja, con decenas de
ventanas y balcones minuciosamente esculpidos, elevándose como un espejismo en
medio del bullicio de la ciudad. El Hawa
Mahal, es quizá la imagen más icónica de la ciudad y uno de los
monumentos más fotografiados de la India.
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| Hawa Mahal |
Construido en 1799 por el maharajá Sawai Pratap Singh, este palacio no era una residencia real en el sentido tradicional, sino un lugar desde el cual las damas de la corte podían observar la vida cotidiana de la ciudad sin ser vistas. Su diseño, con 953 pequeñas ventanas (jharokhas) talladas con delicadeza, permitía la circulación del aire, manteniendo el interior fresco incluso en los meses más calurosos. Era una obra maestra de la arquitectura rajput y un refugio de discreción para las mujeres del zenana, el harén real, además de un símbolo de la elegancia del siglo XVIII.
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| Hawa Mahal |
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| Hawa Mahal |
Aunque su fachada es lo más llamativo, decidí adentrarme para explorarlo desde dentro. El interior resultó sorprendentemente estrecho y laberíntico, compuesto por rampas suaves en lugar de escaleras, pensadas para permitir el paso de los palanquines. Las estancias, pequeñas y abiertas hacia los patios interiores, conservaban una atmósfera íntima, reforzada por la luz que se filtraba a través de las celosías de piedra. Esa luz, tamizada y cálida, dibujaba formas geométricas sobre los muros, haciendo que cada rincón pareciera respirar historia.
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| Hawa Mahal |
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| Hawa Mahal |
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| Hawa Mahal |
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| Hawa Mahal |
En los niveles superiores, las vistas se abrían sobre los tejados de Jaipur y el bullicio del bazar que serpentea a los pies del palacio. Desde allí, la ciudad se percibía como un mosaico rosado, coronado por las colinas que rodean la capital del Rajastán. Sin embargo, lo más impresionante seguía siendo contemplar desde dentro la fachada en su conjunto: un entramado de balcones, arcos y ventanas que, incluso vistos desde atrás, conservan una armonía hipnótica.
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| Hawa Mahal |
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| Hawa Mahal desde su Terraza Superior |
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| Jaipur desde Hawa Mahal |
Su horario es de 09:00 a 16:30. La entrada general cuesta 200 INR. Incluido en el Tourist Composite Ticket.
TATTOO CAFÉ
Al salir del Hawa Mahal crucé la calle hasta el Tattoo Café, uno de los lugares
más conocidos para contemplar el palacio desde las alturas. Su terraza, pequeña
pero acogedora, ofrece una de las mejores vistas del monumento, especialmente
al atardecer. El ambiente era relajado y algo bohemio, con viajeros, fotógrafos
y locales compartiendo mesa al aire libre, entre el sonido del tráfico y la
música suave que salía del interior.
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| Hawa Mahal desde Terraza de Tattoo Café |
Pedí unas koftas de verduras —bolas especiadas elaboradas con patata, guisantes y zanahoria, fritas hasta quedar crujientes— y un lassi de plátano bien frío. La combinación resultó perfecta mientras el cielo comenzaba a tornarse naranja y la fachada del Hawa Mahal se iluminaba lentamente, adquiriendo un resplandor dorado que lo hacía parecer irreal.
Me quedé allí un buen rato, disfrutando de la cena y de la
vista, observando cómo la ciudad se sumía poco a poco en la noche, antes de
tomar un rickshaw hacia mi siguiente y último destino.
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| Hawa Mahal desde Terraza de Tattoo Café |
RAG MANDIR CINEMA
Tras disfrutar de mi cena, decidí que aún no era momento de
retirarme al hotel. Jaipur tenía una última experiencia reservada para mí
aquella noche: asistir a una película en el legendario Raj Mandir Cinema, un lugar
donde el cine se vive con una pasión difícil de encontrar en otros rincones del
mundo.
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| Rag Mandir Cinema |
El cine en la India no es solo una forma de entretenimiento; es una experiencia colectiva cargada de emoción y pasión. Y si hay un lugar donde esto se vive con una intensidad especial, es en el recién mencionado Raj Mandir Cinema de Jaipur. Considerado uno de los cines más emblemáticos del país, este majestuoso edificio no es solo una sala de proyección, sino un destino en sí mismo.
Al llegar, me encontré ante una imponente fachada de estilo
art déco con curvas suaves y una iluminación que le daba un aire casi onírico.
Cruzar sus puertas fue como entrar en otro mundo: el vestíbulo, amplio y
decorado con lámparas doradas y detalles en tonos pastel, desprendía una
elegancia casi teatral. La multitud se movía entre las taquillas y los puestos
de aperitivos, donde el aroma de samosas y chai se mezclaba con la emoción
palpable de los espectadores.
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| Rag Mandir Cinema |
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| Rag Mandir Cinema |
Tomé asiento en la inmensa sala, rodeado de familias, grupos de amigos y parejas, todos listos para vivir la película como un evento. Cuando las luces se atenuaron y comenzó la proyección, el ambiente se transformó por completo. No tardé en descubrir que, en la India, ver una película es mucho más que sentarse en silencio: los espectadores coreaban los diálogos más memorables, aplaudían las escenas de acción, reían con entusiasmo y silbaban cada vez que el héroe hacía su entrada triunfal.
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| Rag Mandir Cinema |
La energía en la sala era contagiosa. A medida que avanzaba la trama, me sorprendí a mí mismo disfrutando del espectáculo de una forma distinta a la habitual, como si fuera parte de un gran acontecimiento más allá de la pantalla. Fue imposible no dejarse llevar por la euforia colectiva, y por momentos, sentí que estaba viviendo la película tanto como viéndola.
Al salir, todavía con la adrenalina de la sesión, regresé al hotel con la sensación de haber sido testigo de algo único. No era solo la película, sino la forma en la que la gente la vivía, con una entrega total que hacía que cada escena se sintiera aún más vibrante. Fue, sin duda, una forma perfecta de cerrar mis primeras horas en Jaipur.































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