INDIA - DIA 12. Templo de las Ratas y la espiritualidad de Pushkar

1 de Septiembre de 2025.

El amanecer en Bikaner traía consigo el final de mi estancia en la ciudad. Aún en la penumbra de la madrugada, me preparé para partir, dejando atrás sus havelis majestuosos, el imponente fuerte de Junagarh y la esencia vibrante de sus mercados. Había sido una jornada particular, entre la lluvia incesante de la tarde, las diferentes visitas y el merecido descanso en uno de los alojamientos más memorables del viaje.

Con el cielo aún tiñéndose de tonos anaranjados, subí al coche con Rajesh, quien ya me esperaba para emprender el camino hacia uno de los templos más singulares y sorprendentes de la India: el Karni Mata Mandir, conocido popularmente como el Templo de las Ratas. Situado a unos 30 kilómetros de Bikaner, en el pequeño pueblo de Deshnoke, la visita prometía ser una de las experiencias más insólitas del viaje.

TEMPLO DE LAS RATAS

Desde el primer instante en que la estructura del templo apareció en el horizonte, su imponente fachada de mármol blanco y sus puertas de plata maciza, ornamentadas con intrincadas escenas de la mitología hindú, dejaron claro que no era un lugar cualquiera. Dos enormes leones esculpidos en piedra flanqueaban la entrada, y más allá, un intrincado friso narraba episodios de la vida de Karni Mata, la santa a la que estaba dedicado el templo.

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

La leyenda de Karni Mata, profundamente arraigada en la devoción de esta región, hablaba de una mística del siglo XIV que poseía poderes divinos. Se cuenta que cuando uno de sus hijos adoptivos murió, ella imploró a Yama, el dios de la muerte, que lo devolviera a la vida. Pero el dios se negó, declarando que el ciclo de la vida debía seguir su curso. Karni Mata, furiosa, decretó que su familia y todos los miembros de su casta no pasarían jamás al reino de los muertos, sino que renacerían en forma de ratas, hasta reencarnarse nuevamente en humanos. Desde entonces, estas pequeñas criaturas son consideradas sagradas en el templo, protegidas y veneradas como las almas de los antepasados.

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

Al traspasar la entrada, lo primero que percibí fue el peculiar ambiente que envolvía el santuario. El suelo de mármol desgastado por el paso de los fieles estaba cubierto de granos de arroz, trozos de dulces y cuencos de leche, alimento dispuesto especialmente para las miles de ratas que corrían a sus anchas. La imagen era impactante: pequeños roedores negros se movían por todas partes, trepando por los muros, deslizándose entre las esculturas, cruzando de un lado a otro sin el menor temor. El templo entero les pertenecía, y los devotos los observaban con una mezcla de reverencia y naturalidad.

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

A medida que avanzaba, sintiendo el fresco del mármol bajo mis pies cubiertos con calcetines, trataba de asimilar la escena. Había hombres, mujeres y niños sentados en los rincones del templo, extendiendo las manos para alimentar a las ratas con migajas de comida como si se tratase de un acto de gracia. Una devota anciana, con un sari rojo vibrante, cerraba los ojos y murmuraba plegarias mientras una pequeña rata descansaba sobre el borde de su túnica. Era un símbolo de bendición.

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

Las ratas no eran todas iguales. Había una distinción importante: la gran mayoría eran negras, pero entre ellas existen algunas ratas blancas que, según la creencia popular, representan la encarnación directa de Karni Mata y su familia. Se dice que ver una de ellas trae buena fortuna, motivo por el cual muchos peregrinos esperan pacientemente durante horas con la esperanza de avistar una. En mi caso, no tuve la suerte de ver ninguna, y comprendí entonces por qué se consideran tan especiales: su presencia es tan escasa como simbólica.

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

En el sanctasanctórum, el corazón del templo, se encontraba el altar principal con la imagen de Karni Mata, adornada con guirnaldas de caléndulas y envuelta en el humo de los inciensos. La luz tenue de las lámparas de ghee hacía que las sombras danzaran sobre las paredes, proyectando figuras etéreas que parecían dar vida a la piedra. Cerca del altar, un grupo de devotos realizaba una puja, una ceremonia de oración en la que ofrecían dulces y frutas mientras cantaban himnos.

El murmullo de los rezos, el sonido casi imperceptible de cientos de pequeñas patas desplazándose, la fragancia a incienso mezclada con el aroma terroso del templo… todo contribuía a crear una atmósfera difícil de describir.

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

Karni Mata Mandir o Templo de las Ratas

Me quedé allí, observando, absorbiendo cada detalle, intentando comprender cómo en este rincón del mundo, lo extraordinario formaba parte de la normalidad.

La entrada al templo es gratuita. El templo está abierto todos los días de 4:00 a 22:00 horas.

INN SEVENTH HEAVEN HOTEL (PUSHKAR)

El camino hacia Pushkar se extendía ante nosotros como un cambio de ritmo en el viaje. A medida que nos alejábamos de la región de Bikaner, el paisaje comenzó a transformarse: los tonos ocres del desierto dieron paso a colinas suaves, salpicadas de arbustos y algún que otro templo solitario. En el horizonte, algunos camellos avanzaban con parsimonia junto a sus pastores, mientras en las pequeñas aldeas al borde de la carretera, la vida seguía su curso entre mercados improvisados y puestos de chai humeante.

Carretera hacia Pushkar

Tras varias horas de viaje, llegamos a Pushkar, una ciudad pequeña pero profundamente espiritual, envuelta en una atmósfera mística que la hacía única. En sus calles estrechas se entremezclaban peregrinos, viajeros y sadhus con túnicas color azafrán, mientras el sonido de los mantras y los cánticos devocionales flotaba en el aire.

Mi alojamiento para la estancia sería el Inn Seventh Heaven, una haveli restaurada que prometía calma y encanto en el corazón de la ciudad. Al cruzar su entrada, me encontré con un patio interior repleto de plantas y fuentes de agua que creaban una sensación de oasis. La arquitectura tradicional de la haveli se mantenía intacta: arcos de madera tallada, balcones con filigranas y un ambiente que combinaba historia y comodidad.

Inn Seventh Heven Hotel. Pushkar

Mi habitación reflejaba el espíritu del lugar: amplia, con muebles de madera oscura y una decoración sencilla pero con carácter. Grandes ventanales dejaban entrar la luz, filtrada a través de cortinas ligeras que se mecían con la brisa. En la azotea, un restaurante con vistas panorámicas ofrecía un refugio perfecto para contemplar la ciudad y el cercano lago sagrado.

Inn Seventh Heven Hotel. Pushkar

Inn Seventh Heven Hotel. Pushkar

Con el sonido lejano de los templos y el murmullo de la vida en Pushkar como telón de fondo, supe que este sería un buen lugar para explorar la ciudad y sumergirme en su atmósfera espiritual.

TEMPLO VARAHA

Pushkar no es sólo un destino pintoresco en el mapa del Rajastán, sino uno de los lugares de peregrinación más sagrados de la India. Su fama se debe en gran parte al lago sagrado, cuyas aguas, según la leyenda, nacieron de una flor de loto caída de las manos del dios Brahmá. Este vínculo divino habría convertido a la ciudad en un imán para devotos y ascetas, quienes acuden a sus ghats para realizar baños rituales y buscar bendiciones.

Calle de Pushkar

Tras dejar mis cosas en el hotel, decidí comenzar la exploración con una visita al Templo Varaha, uno de los más antiguos y enigmáticos de la ciudad. El recorrido me llevó por callejuelas animadas, donde los aromas de incienso y comida callejera se mezclaban con los cánticos de los devotos y el tintineo de pulseras de los peregrinos.

Templo Varaha. Pushkar

Este templo, dedicado a la encarnación jabalí de Vishnu, es uno de los santuarios más antiguos de Pushkar. Aunque su estructura original data del siglo XII, el templo fue reconstruido en el siglo XVIII tras haber sido destruido en varias ocasiones. Su arquitectura combina elementos rajput y mogol, con una fachada de arenisca roja que contrasta con la sobriedad del interior. En el sanctasanctórum, se encuentra una estatua de Varaha, representado con cuerpo humano y cabeza de jabalí, símbolo del triunfo del bien sobre el mal.

Templo Varaha. Pushkar

A diferencia de otros templos más bulliciosos, aquí reinaba un ambiente más introspectivo. Los fieles dejaban ofrendas de flores y dulces a los pies de la deidad, mientras algunos sacerdotes recitaban mantras en un murmullo casi hipnótico. Me detuve un momento para observar las tallas en las columnas y la delicadeza de los frescos que narraban episodios del Vishnu Purana. La espiritualidad del lugar era innegable, impregnando el aire con una energía serena y atemporal.

Pushkar desde Templo Varaha

El templo está abierto todos los días desde las 6:00 hasta las 19:00 horas. La entrada es gratuita tanto para visitantes nacionales como extranjeros. No permiten realizar fotografías en casi ningún lugar del templo.

TEMPLO NAYA RANGJI

Desde el templo Varaha, continué mi recorrido a pie hasta el Naya Rangji Mandir, un templo que destacaba entre los demás por su singular fusión de estilos arquitectónicos. A diferencia de los templos puramente rajastaníes o dravídicos, este presentaba una curiosa mezcla de influencias mogoles y del sur de la India, lo que le confería un aspecto distinto dentro del paisaje religioso de Pushkar.

Templo Naya Rangji. Pushkar

Al acercarme, lo primero que llamó mi atención fue su imponente entrada con un gopuram al estilo de los templos del sur, ricamente esculpido con detalles de deidades y figuras mitológicas. Sin embargo, justo detrás de esta estructura, se alzaban arcos y columnas de clara inspiración mogol, que recordaban a los palacios de Rajasthan. Esta fusión de estilos era un reflejo del eclecticismo cultural que caracteriza a muchas construcciones religiosas de la India.

Templo Naya Rangji. Pushkar

Templo Naya Rangji. Pushkar

En el interior, la imagen de Rangji, una encarnación del dios Vishnu, presidía el altar, adornado con guirnaldas de flores frescas. A su alrededor, devotos murmuraban oraciones en un ambiente de recogimiento.

Templo Naya Rangji. Pushkar

Pasé un rato explorando los detalles del templo y disfrutando de la paz que transmitía. No era el más visitado de Pushkar, pero su arquitectura y su atmósfera serena lo convertían en un lugar especial dentro de la ciudad sagrada.

El templo está abierto todos los días desde las 6:00 hasta las 19:00 horas. La entrada es gratuita para todos los visitantes.

TEMPLO BRAHMA

De vuelta a las calles de Pushkar, me dirigí hacia el lugar más sagrado de la ciudad: el Templo de Brahma. Considerado uno de los pocos templos dedicados a esta deidad en toda la India, su importancia espiritual es inmensa, atrayendo a peregrinos de todas partes del país. La historia de este templo se entrelaza con la propia leyenda de la creación del lago Pushkar, pues se dice que Brahma descendió aquí para realizar un sacrificio sagrado. Sin embargo, una maldición lanzada por su consorte, Savitri, condenó a este lugar a ser prácticamente el único sitio de adoración exclusivo al dios creador.

El templo, con su inconfundible fachada pintada de rojo y su shikhara (torre) coronada por un símbolo del cisne sagrado de Brahma, destacaba entre el bullicio de la ciudad. Antes de entrar, tuve que descalzarme y atravesar la puerta custodiada por tortugas de mármol. En su interior, un grupo de devotos cantaba mantras mientras ofrecían flores y arroz ante la figura de Brahma, acompañado por su consorte Gayatri.

Templo Brahma. Pushkar

Templo Brahma. Pushkar

El ambiente dentro era sobrecogedor. A diferencia de otros templos más opulentos, aquí reinaba una espiritualidad más cruda y austera, reforzada por el sonido de las campanas y los susurros de plegarias. Me detuve un momento para observar el ir y venir de los fieles, algunos inclinándose en profunda reverencia, otros murmurando sus deseos en voz baja.

Templo Brahma. Pushkar

Tras un rato allí, salí al exterior, donde los vendedores ofrecían guirnaldas de flores y dulces como ofrendas. La ciudad seguía vibrando con su ritmo caótico, pero el paso por el templo había dejado una sensación distinta, un momento de pausa dentro del frenesí de Pushkar.

Calle de Pushkar

Abierto de 6:00 a 21:00, con un cierre al mediodía de 13:30 a 15:00. Además, la entrada al templo es gratuita, pero está prohibido el uso de cámaras fotográficas en el interior del recinto.

LAGO PUSHKAR

Cuando el sol comenzó a descender, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados, me dirigí hacia el corazón espiritual de Pushkar: su sagrado lago. Este cuerpo de agua, rodeado por más de 50 ghats —entre ellos el Brahma, el Varaha y el Gau—, es el alma de la ciudad y un lugar de profunda devoción para los peregrinos que llegan desde todos los rincones de la India. Según la leyenda, el lago Pushkar se originó cuando el dios Brahma dejó caer una flor de loto en la tierra, creando así este santuario natural donde se dice que un baño en sus aguas purifica el alma de los pecados.

Lago Pushkar

Lago Pushkar

Lago Pushkar

El lugar reunía a peregrinos y devotos que acudían a sus orillas para realizar ofrendas y abluciones. Aquel día, el nivel del agua era alto, por lo que apenas quedaban escalones al descubierto; el lago parecía extenderse más de lo habitual, envolviendo los ghats en una atmósfera de calma y plenitud.

Lago Pushkar

Lago Pushkar

Caminé sin prisa por aquellas parte de la orilla, que todavía no estaban anegadas por el agua, observando la vida en torno a sus escalones de piedra. En el Brahma Ghat, uno de los más venerados, los devotos realizaban sus abluciones con solemnidad, mientras los sacerdotes ofrecían pujas a los dioses. Más adelante, en el Varaha Ghat, el ambiente era más tranquilo, con pocos visitantes contemplando su reflejo en el agua serena. Finalmente, llegué al Gau Ghat, conocido por ser el lugar donde se han esparcido las cenizas de importantes figuras espirituales y políticas. Aquí, la atmósfera era más introspectiva, con fieles sentados en silencio, observando el vaivén de las aguas.

Gau Ghat. Pushkar

Gau Ghat. Pushkar

El sonido de los cánticos y el tintineo de las campanas de los templos cercanos acompañaban mi paseo, envolviéndome en la esencia espiritual de Pushkar. Me detuve por un momento junto al lago, contemplando cómo el día se apagaba poco a poco, dejando en su lugar el reflejo de las luces de la ciudad sobre el agua. Fue una despedida perfecta para una jornada marcada por la historia, la devoción y la energía única de este rincón sagrado de la India.

Gau Ghat. Pushkar

Gau Ghat. Pushkar

Después de un día explorando templos y dejándome llevar por la atmósfera sagrada de Pushkar, decidí cerrar la jornada con una cena tranquila en la terraza del Inn Seventh Heaven. Desde allí, las vistas panorámicas de la ciudad, iluminada tenuemente por las luces de los templos y el reflejo del lago, ofrecían un espectáculo sereno.

Pushkar desde Inn Seventh Heven Hotel

Me acomodé en una mesa junto al borde, disfrutando de la brisa templada de la noche y del aroma de las especias que salían de la cocina. Opté por un plato local acompañado de una coca cola. Fue el cierre perfecto a un día lleno de espiritualidad, historia y belleza.


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