Aún era de noche cuando desperté en Jaisalmer. Afuera, la ciudad dormía en un silencio interrumpido solo por algún perro callejero y el murmullo lejano del viento arrastrando arena. A las 06:30, Rajesh y yo salimos del hotel rumbo a Bikaner, dejando atrás la “ciudad dorada”.
El trayecto hasta Bikaner no era corto, algo más de 320 kilómetros, lo que suponía unas cinco horas y media de viaje. Nos adentramos en la carretera, cruzando algunos tramos del desierto de Thar mientras la oscuridad comenzaba a disiparse poco a poco. Con el amanecer, el paisaje árido adquiría nuevas tonalidades: ocres, naranjas y dorados que parecían fundirse con el cielo.
Después de un par de horas de camino, hicimos una parada para desayunar en un pequeño dhaba junto a la carretera. Aquellos establecimientos sencillos, pensados más para camioneros y viajeros que para turistas, solían ofrecer lo más auténtico de la cocina local. Opté por un lassi bien frío, acompañado de fruta, perfecto para refrescarme antes de continuar el viaje.
De vuelta en la carretera, el paisaje apenas variaba: dunas dispersas, arbustos secos y algún que otro camello solitario que parecía indiferente al paso de los coches. La cantidad de vacas y ganado en la carretera era enorme, como si todo el desierto se hubiera desplazado a la vía, obligándonos a reducir la velocidad en varias ocasiones. Sin embargo, a unos 150 km de Bikaner, la intensa lluvia que caía como nunca había visto dio paso al sol, iluminando de nuevo el paisaje y aclarando el camino. A medida que nos acercábamos a Bikaner, empezaron a aparecer construcciones dispersas, y la ciudad fue tomando forma en el horizonte, con su inconfundible color rojizo debido a la piedra arenisca con la que fueron levantados muchos de sus edificios. Era hora de descubrir una nueva ciudad en Rajasthan.
FUERTE DE JUNAGARH
Nuestra primera parada fue directamente el Fuerte de Junagarh, una fortaleza que, a diferencia de muchas otras en Rajasthan, no se alza sobre una colina, sino que se encuentra en pleno corazón de la urbe. Construido en 1594 por Raja Rai Singh, un general al servicio del emperador mogol Akbar, este fuerte ha sido testigo del paso de múltiples dinastías y conserva en su interior un conjunto de palacios, templos y patios que combinan influencias rajputas, mogolas y británicas. A lo largo de los siglos, su ubicación estratégica y su robusta arquitectura lo hicieron inexpugnable: pese a los numerosos intentos, nunca fue conquistado.
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| Fuerte de Junagarh |
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| Fuerte de Junagarh |
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| Fuerte de Junagarh |
Al cruzar la Suraj Pol, la "Puerta del Sol", el acceso principal del fuerte, se revela un complejo de imponentes edificios de arenisca roja con intrincados grabados y balcones esculpidos con una precisión impresionante. Uno de los primeros espacios que llaman la atención es el Palacio Phool Mahal, o "Palacio de las Flores", construido en el siglo XVII. Fue la residencia de los gobernantes y destaca por sus paredes decoradas con pinturas de vivos colores, techos dorados y espejos tallados que reflejan la luz creando un efecto deslumbrante.
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| Fuerte de Junagarh |
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| Fuerte de Junagarh |
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| Fuerte de Junagarh |
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| Fuerte de Junagarh |
Más adelante, el Chandra Mahal, o "Palacio de la Luna", muestra la opulencia en su máxima expresión. En su interior, las paredes están recubiertas de paneles de oro, espejos y piedras semipreciosas incrustadas en elaborados motivos florales. Este salón solía ser utilizado por los maharajás para reuniones privadas y audiencias, y su riqueza decorativa aún conserva el esplendor de épocas pasadas.
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| Fuerte de Junagarh |
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| Fuerte de Junagarh |
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| Fuerte de Junagarh |
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| Chandra Mahal. Fuerte de Junagarh |
Caminando entre los distintos patios y estancias, se percibe cómo la fortaleza no solo servía como bastión defensivo, sino también como un epicentro del arte y la cultura rajputa. La combinación de estilos arquitectónicos y la minuciosa ornamentación de cada sala hacen de Junagarh un testimonio de la grandeza de los antiguos reinos del desierto.
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| Fuerte de Junagarh |
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| Fuerte de Junagarh |
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| Fuerte de Junagarh |
El fuerte está abierto al público todos los días de 10:00 a 16:30. La entrada cuesta 600 INR, sin audioguía (no hay opción de castellano).
RESTAURANTE GALLOPS
Tras la visita al fuerte me dirigí a Gallops para comer, un restaurante bien valorado, con un ambiente elegante y vistas directas al fuerte de Junagarh.
El menú combinaba especialidades locales con algunas opciones internacionales, pero opté por probar un thali rajastaní, un plato variado que incluía dal, baati, churma, diversas verduras especiadas y pan recién hecho. La comida sería reconfortante y me permitió un respiro antes de continuar la exploración de la ciudad.
PHAD BAZAR
Dejando atrás la imponente silueta del Fuerte de Junagarh, me sumergí en las calles vibrantes de Bikaner, donde el bullicio cotidiano contrastaba con la serenidad de los palacios. Era el momento de recorrer el Phad Bazar, uno de los mercados más antiguos y auténticos de la ciudad, un lugar donde el alma de Bikaner se revela en cada rincón.
Los puestos se alineaban a ambos lados de las estrechas callejuelas, exhibiendo un despliegue de colores y texturas que resultaba imposible ignorar. Las telas estampadas, los saris bordados con hilos dorados y los turbantes en vivos tonos rojizos y naranjas parecían una extensión del propio desierto. Más allá, los comerciantes ofrecían especias en sacos abiertos que desprendían un aroma embriagador: cúrcuma, comino, cardamomo y laurel se mezclaban en el aire, recordando que Rajasthan es una tierra de sabores intensos.
Pero el Phad Bazar no era solo un lugar de compra y venta, sino también un escaparate de la artesanía local. En pequeños talleres, los artesanos tallaban intrincados diseños en madera de sándalo o creaban delicados objetos de cobre y latón, técnicas transmitidas de generación en generación. También encontré algunas tiendas dedicadas a los famosos dulces de Bikaner, donde se elaboraban los bhujia, esos crujientes y especiados aperitivos que han dado fama a la ciudad en toda la India.
Después de recorrer los puestos y empaparme del ambiente, decidí continuar con el siguiente punto de interés.
DEVI KUND SAGAR
La siguiente parada sería Devi Kund Sagar, el conjunto de cenotafios reales de la dinastía Bika, donde descansan los antiguos gobernantes de la ciudad.
A medida que avanzaba entre sus estructuras, el lugar desprendía una atmósfera solemne y majestuosa. A diferencia de otros cenotafios de Rajasthan, aquí predominaban las estructuras de mármol blanco finamente tallado, especialmente aquellas dedicadas a los maharajás posteriores, mientras que las más antiguas, en arenisca roja, se fundían con el tono cálido del entorno.
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| Devi Kund Sagar |
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| Devi Kund Sagar |
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| Devi Kund Sagar |
Uno de los más impresionantes era el cenotafio de Maharajá Anup Singh, con pilares esculpidos y una cúpula ornamentada que reflejaba la opulencia de su reinado. También llamaba la atención el de Maharajá Surat Singh, cuyo mármol resplandecía bajo el sol de la tarde, contrastando con el cielo despejado. Algunos cenotafios albergaban pinturas de los antiguos gobernantes, representados en escenas de caza o en actos ceremoniales, aportando un vistazo al pasado de la dinastía.
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| Devi Kund Sagar |
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| Devi Kund Sagar |
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| Devi Kund Sagar |
El lugar estaba prácticamente vacío, salvo por algún que otro visitante y el sonido de los pavos reales que merodeaban por los alrededores. Permanecí un rato explorando con calma, observando los detalles de las estructuras y disfrutando de la serenidad del entorno antes de continuar el camino hacia el corazón de Bikaner.
El horario de visita es desde las 10:00 hasta las 17:00.
BHANWAR NIWAS HOTEL
Tras recorrer la serenidad de Devi Kund Sagar y su colección de cenotafios esculpidos con un detalle casi hipnótico, era momento de dirigirme al Bhanwar Niwas Hotel, que no solo me decepcionó, sino que me pareció realmente impresionante, uno de los mejores alojamientos en los que he estado. Construido por Seth Bhanwarlalji Rampuria en la década de 1920, el haveli refleja el esplendor de los comerciantes Marwari. Su fachada de arenisca rojiza, ricamente ornamentada, captaba la esencia del arte rajput y mogol, mientras que el interior desbordaba elegancia con techos altos, frescos detallados y vitrales que, cuando hay sol, filtran la luz de manera espectacular.
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| Bhanwar Niwas Hotel |
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| Bhanwar Niwas Hotel |
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| Bhanwar Niwas Hotel |
Al cruzar sus puertas, me recibió un ambiente de otra época, con muebles antiguos, azulejos esmaltados y el eco de una historia aún presente en cada rincón. El alojamiento era espacioso, con techos altos, suelos de mármol, decoración patrimonial y todas las comodidades modernas; la cama, de madera tallada, estaba cubierta con textiles artesanales y el baño, amplio y reluciente, mantenía detalles de lujo. Desde la ventana, la vista se abría a un tranquilo patio interior con fuentes y plantas, ofreciendo un remanso de calma dentro del bullicio de la ciudad.
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| Bhanwar Niwas Hotel |
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| Bhanwar Niwas Hotel |
Antes de llegar al hotel, comenzó a diluviar de nuevo, y decidí que ya me quedaría disfrutando del hotel, bien lo merecía la ocasión, pues tras todo lo visto ese día no tenía sentido seguir visitando más templos y havelis. Fue una tarde de descanso total, aprovechando la comodidad y la majestuosidad del Bhanwar Niwas Hotel.
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| Bhanwar Niwas Hotel |


























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