INDIA - DIA 10. Jaisalmer: maravillas de la ciudad dorada

30 de Agosto de 2025.

El amanecer en Jaisalmer llegaba con una quietud especial, como si la ciudad aún durmiera bajo el peso de su propia historia. Desde hace siglos, este enclave en medio del desierto del Thar fue un punto crucial en las rutas comerciales que unían la India con Persia, Egipto y más allá. Los mercaderes atravesaban las arenas con sus caravanas, cargadas de especias, sedas y piedras preciosas, haciendo de Jaisalmer una ciudad próspera y codiciada. Hoy, aunque los camellos han sido reemplazados por motocicletas y coches, aún se percibe la esencia de aquellos días en sus callejuelas y en las fachadas de sus antiguas havelis.

Fuerte Sonar Quila desde Pleasant Haveli

Con estos pensamientos en mente, subí a la azotea de la terraza del Pleasant Haveli, donde me esperaba un desayuno sencillo pero reconfortante. Opté por unas tostadas, fruta y un crepe de chocolate. Para beber, un zumo de naranja. Suficiente todo ello para empezar con energía un nuevo día.

Con las primeras luces de la mañana iluminando las calles, era momento de salir y seguir descubriendo la ciudad dorada.

Calle de Jaisalmer

FUERTE SONAR QUILA

A medida que avanzaba por las estrechas calles de Jaisalmer, la silueta dorada del Sonar Quila, el Fuerte de Jaisalmer, se alzaba ante mí con una presencia casi irreal. Construido en 1156 por el rajá Rawal Jaisal, este coloso de piedra arenisca amarilla no solo es una fortaleza, sino una ciudad viva, con casas, templos y mercados dentro de sus murallas. A diferencia de otros fuertes de la India, este no es un museo silencioso, sino un laberinto de callejuelas llenas de vida, con sus habitantes aun residiendo entre las mismas piedras que protegieron a generaciones de guerreros bhati.

Fuerte Sonar Quila

Suraj Pol. Fuerte Sonar Quila

Antes de cruzar la puerta del fuerte, llegué a Manak Chowk, la plaza comercial a sus pies. Este espacio fue en su día un bullicioso centro de comercio, donde los mercaderes descargaban sus caravanas y se negociaban especias, sedas y piedras preciosas. Aún hoy, el espíritu comercial sigue presente en los puestos que venden desde artesanías hasta antigüedades. Me detuve un momento a observar el trasiego de gente antes de adentrarme en el fuerte, pasando por la serie de imponentes puertas de entrada que se diseñaron estratégicamente en zigzag para dificultar el avance de los invasores.

Fuerte Sonar Quila

Una vez dentro, la estructura del fuerte me envolvió con su laberinto de callejuelas y edificios de piedra dorada. Avanzando entre los pasadizos, llegué a Dashera Chowk, la plaza principal, un espacio abierto rodeado de antiguas havelis y tiendas. En esta plaza, los maharajás presenciaban las festividades de Dussehra desde sus balcones, mientras los habitantes del fuerte se congregaban en las calles para celebrar. A día de hoy, el lugar conserva su vitalidad, con puestos de especias y vendedores de telas de colores vibrantes, todo ello enmarcado por los balcones tallados de las residencias nobles.

Desde la plaza, ascendí por una de las callejuelas que llevan al Palacio Real, la antigua residencia de los gobernantes de Jaisalmer. Este conjunto de edificios, construido en diferentes épocas por sucesivos maharajás, es una maravilla de la arquitectura rajput. En su interior, los balcones y ventanas con filigranas esculpidas en piedra arenisca son auténticas obras de arte, cada una contando una historia de riqueza y poder.

Raj Mahal o Palacio Real

Raj Mahal o Palacio Real

Las estancias del palacio revelaban una mezcla de influencias arquitectónicas. Los techos de madera tallada y los coloridos murales reflejaban la influencia mogol, mientras que las intrincadas celosías y balcones en voladizo eran una muestra del refinado arte rajput. En la Sala de Audiencias, donde los maharajás atendían a sus súbditos, los pilares estaban esculpidos con inscripciones y símbolos que hablaban de la dinastía Bhati y sus alianzas. En el Zenana Mahal, el área reservada para las mujeres de la corte, las delicadas celosías permitían a las reinas y concubinas observar la vida de la ciudad sin ser vistas, manteniendo el estricto purdah (reclusión femenina) de la época.

Raj Mahal o Palacio Real

Raj Mahal o Palacio Real

Uno de los puntos más impresionantes del palacio era la terraza superior, la cual ofrecía una vista panorámica del fuerte y del infinito mar de arena que rodeaba la ciudad. Desde allí, era fácil imaginar la vigilancia constante que debían mantener los soldados cuando la fortaleza resistía los asedios de los sultanatos rivales y las incursiones afganas.

Fuerte Sonar Quila desde Raj Mahal

Fuerte Sonar Quila desde Raj Mahal

TEMPLOS JAINISTAS

Tras salir del palacio, me dirigí hacia el sector sagrado del fuerte, donde se encuentran los templos jainistas, construidos entre los siglos XII y XV. Estas joyas arquitectónicas, dedicadas a los tirthankaras del jainismo, están esculpidas con una precisión asombrosa. El mármol y la arenisca tallados crean una red de columnas y cúpulas ornamentadas con miles de figuras en miniatura, desde dioses hasta escenas mitológicas.

Templo Jainista. Fuerte Sonar Quila

Templo Jainista. Fuerte Sonar Quila

Al entrar en el Templo de Chandraprabhu, sentí el frescor del interior y me dejé maravillar por las detalladas esculturas que cubrían cada superficie. Más adelante, en el Templo de Parsvanath, la luz del sol se filtraba por los intrincados jali (celosías de piedra), creando sombras danzantes en las paredes. Aquí, los grabados narraban episodios de la vida del tirthankara Parsvanath y sus enseñanzas sobre la no violencia y la renuncia material.

Templo Jainista. Fuerte Sonar Quila

Templo Jainista.Fuerte Sonar Quila

Pero el mayor impacto lo causaban las 108 columnas del Templo de Rikhabdev, ninguna de ellas igual a otra. Cada una estaba decorada con patrones geométricos, deidades y figuras celestiales, mostrando la destreza de los artesanos que, con martillos y cinceles, transformaron la piedra en un relato espiritual. En el santuario principal, una imagen en mármol blanco del tirthankara brillaba bajo la luz de las lámparas de aceite, reflejando la pureza que la doctrina jainista predica.

Templo Jainista. Fuerte Sonar Quila

Templo Jainista. Fuerte Sonar Quila

Templo Jainista. Fuerte Sonar Quila

Después recorrería también el resto de los santuarios jainistas del fuerte, cada uno con su propia personalidad pero compartiendo la misma exquisitez en los detalles esculpidos en la piedra. Es importante saber que algunos templos están interconectados entre sí, lo que puede llevar a confusión a la hora de determinar si estás en uno u en otro.

Templo Jainista.Fuerte Sonar Quila

Templo Jainista.Fuerte Sonar Quila

Otro detalle fascinante de estos templos era la acústica. Al recitar los mantras, los ecos resonaban entre las paredes, amplificando el sonido de forma hipnótica. Era fácil perder la noción del tiempo en este espacio, donde el arte y la espiritualidad se entrelazaban en una simbiosis perfecta.

Templo Jainista. Fuerte Sonar Quila

Templo Jainista. Fuerte Sonar Quila

Con la visita a los templos, había recorrido los principales rincones del fuerte, pero aún quedaba mucho por explorar en Jaisalmer. Salí nuevamente a Dashera Chowk, dispuesto a seguir descubriendo la ciudad dorada.

Muralla Fuerte Sonar Quila

Calle Fuerte Sonar Quila

Los templos jainistas situados dentro del Fuerte de Jaisalmer suelen abrir sus puertas al público desde las 7:00 a.m. hasta la tarde. Debido a que los horarios pueden variar y no todos los templos abren a la misma hora, se recomienda consultar con antelación los horarios específicos de cada templo. Para aprovechar al máximo la visita, es aconsejable ingresar alrededor de las 10:45 a.m., lo que permite disponer de tiempo suficiente para explorar todos los templos antes de su cierre. La entrada tiene un costo aproximado de 400 rupias por persona

SALAM SINGH KI HAVELI

Desde la bulliciosa vida del fuerte, me dirigí hacia Salam Singh Ki Haveli, una de las mansiones más singulares de Jaisalmer. El camino hasta allí me llevó por estrechas callejuelas en las que la piedra dorada seguía siendo protagonista, entre casas con balcones de intrincada madera tallada y pequeños templos escondidos entre los rincones de la ciudad vieja.

Esta haveli, construida en el siglo XVIII por Salam Singh, primer ministro de Jaisalmer en aquel entonces, es diferente a las demás. A simple vista, su estructura parece desafiar la lógica: su último piso, conocido como el "tejado de los pavos reales", sobresale en forma de arco con múltiples balcones que recuerdan las plumas desplegadas de un pavo real. Dicen que este diseño tan peculiar tenía una razón oculta: el haveli debía ser tan majestuoso como el propio fuerte, pero su ambición no fue bien recibida por el maharajá, quien terminó prohibiendo cualquier construcción que rivalizara con su palacio.

Salam Singh Ki Haveli

Por desgracia, no pude acceder al interior, ya que en el momento de mi visita el edificio permanecía cerrado a los turistas. Aun así, me detuve frente a la fachada durante un buen rato, observando los detalles que la convierten en una auténtica joya arquitectónica. Las celosías de piedra son tan finamente trabajadas que parecen encajes, permitiendo el paso de la luz y del aire sin comprometer la privacidad. Según pude informarme, en su interior se conservan varias estancias decoradas con pinturas murales y paredes de tonos azulados que contrastan con la calidez dorada del exterior. Se dice que en su época fue escenario de fastuosos banquetes y reuniones de la nobleza, aunque también circulan historias menos amables sobre la severidad con la que Salam Singh ejercía el poder.

Salam Singh Ki Haveli

Desde el exterior, los balcones superiores ofrecen una imagen espectacular, elevándose sobre el entramado de tejados y callejones de la ciudad vieja. Incluso sin poder entrar, la haveli impone por su singularidad y su aura de misterio, testimonio de la ambición y el orgullo de quien quiso dejar su huella en la dorada Jaisalmer.

Calle de Jaisalmer

KOTHARI´S PATWON KI HAVELI

Dejando atrás la impresionante estructura de Salam Singh Ki Haveli, me adentré nuevamente en las estrechas callejuelas de Jaisalmer en dirección a Kothari’s Patwon Ki Haveli, el conjunto de havelis más famoso y espectacular de la ciudad. A diferencia de otras mansiones que solían pertenecer a una sola familia, este complejo constaba de cinco havelis construidas por Guman Chand Patwa, un próspero comerciante de la época, para sus hijos. Se dice que su fortuna provenía del comercio de oro, plata y finas telas bordadas, lo que explicaba el derroche de detalles en cada rincón de la construcción.

Kothari´s Patwon Ki Haveli

Al acercarme, la vista de las cinco havelis alineadas me dejó sin palabras. Su fachada, cubierta de intrincadas celosías y balcones en voladizo, parecía una obra de filigrana tallada en piedra arenisca. La riqueza ornamental era tal que cada arco y cada columna estaban minuciosamente esculpidos con motivos florales, escenas mitológicas y figuras geométricas. A pesar del paso del tiempo, la belleza del conjunto permanecía intacta, atrapando la mirada de todo aquel que se detuviera a contemplarlo.

Kothari´s Patwon Ki Haveli

Kothari´s Patwon Ki Haveli

Entré a la primera y más grande de las havelis, ahora convertida en museo. En su interior, recorrí estancias decoradas con antiguos frescos en las paredes y techos cubiertos de intrincados grabados. Los ventanales de jali dejaban pasar la luz de una manera sutil, proyectando patrones de sombra sobre el suelo de piedra. Me detuve en una sala donde antiguamente los mercaderes realizaban sus transacciones, y me imaginé cómo la vida debía fluir dentro de estas opulentas casas, con la brisa del desierto filtrándose por los pasillos.

Kothari´s Patwon Ki Haveli

Kothari´s Patwon Ki Haveli

Desde los balcones superiores, la vista de la ciudad ambarina se extendía ante mí. Era fácil entender por qué esta haveli era considerada una de las joyas arquitectónicas de Jaisalmer.

Fuerte Sonar Quila desde Kothari´s Patwon Ki Haveli

Abierto todos los días de 09:00 a 18:00. La entrada cuesta 300 INR.

NATHMAL KI HAVELI

En los alrededores de la zona, conocería a un sadhu, uno de los hombres santos del hinduismo que suelen llevar largas barbas, túnicas naranjas y la cara pintada con cenizas o pigmentos de colores. Muchos de ellos viven de la caridad y se dedican a la meditación y la vida espiritual. Este en particular fue muy amable y me permitió hacerme una foto con él, una experiencia curiosa que añadía un toque diferente a la visita.

Sadhu de Jaisalmer

Dejando atrás la majestuosidad de Patwon Ki Haveli, me dirigí hacia Nathmal Ki Haveli, una mansión con una historia singular que la diferenciaba de las demás. A primera vista, su fachada mostraba la misma exquisita ornamentación que caracterizaba a las havelis de Jaisalmer, pero al observar con más detalle, descubrí algo inusual: una asimetría sutil en su diseño.

Nathmal Ki Haveli

La explicación estaba en su construcción. Se dice que dos hermanos escultores fueron los encargados de tallar la mansión, cada uno trabajando en un lado diferente sin ver el progreso del otro. Esto resultó en un edificio en el que, a pesar de su armonía visual, algunas secciones no coincidían del todo. Sin embargo, lejos de ser un error, esta peculiaridad la convertía en una pieza arquitectónica única.

La ornamentación de Nathmal Ki Haveli no solo era impresionante por su filigrana en piedra, sino también por los pequeños elementos inesperados que rompían con la estética tradicional: entre los motivos florales y elefantes tallados, se podían encontrar figuras de bicicletas, ventiladores y coches, detalles que reflejaban la creatividad sin restricciones de sus artesanos.

Nathmal Ki Haveli

Nathmal Ki Haveli

A diferencia de otras havelis destinadas al comercio, esta había sido la residencia del Primer Ministro de Jaisalmer en el siglo XIX y aún estaba parcialmente habitada por sus descendientes. Por ello, el acceso al interior era más limitado, pero aun así, se podían recorrer algunas estancias ricamente decoradas y admirar los techos dorados con elaboradas pinturas.

Nathmal Ki Haveli

Nathmal Ki Haveli está abierta al público todos los días de 8:00 a 19:00 horas. La entrada es gratuita, aunque algunas áreas pueden requerir una pequeña propina si se desea acceder.

MANDIR PALACE

Mi siguiente parada sería en Mandir Palace, un conjunto arquitectónico que, aunque menos mencionado que otras construcciones de Jaisalmer, poseía una elegancia propia. Este palacio, que sirvió como residencia de la familia real durante más de dos siglos, combinaba elementos rajput y mogoles en su diseño, con intrincadas celosías y balcones ornamentados que parecían desafiar la gravedad.

Mandir Palace

Uno de los puntos más destacados del complejo era Badal Vilas, la actual residencia de la familia real. Aunque su acceso está restringido, su presencia imponente dentro del conjunto dejaba clara su importancia. La estructura parecía elevarse como una extensión del cielo, con sus cúpulas armonizando con el resto de la ciudad dorada.

Mandir Palace

Mandir Palace

Junto a él, destacaba la Tazia Tower, una de las construcciones más singulares de Jaisalmer. Esta torre de cinco pisos, con su estructura afiligranada y delicadamente trabajada, fue erigida por artesanos musulmanes como una ofrenda a la realeza. Su diseño evocaba los tazias, réplicas de los mausoleos chiitas que se utilizan en las procesiones de Muharram. Aunque no se puede ingresar a la torre, su ornamentación y la fusión de estilos que define a la ciudad la convierten en una joya arquitectónica de Jaisalmer.

Mandir Palace

El Mandir Palace está abierto todos los días de 9:00 a 18:00 horas. La entrada cuesta 200 INR.

DESIERTO DEL THAR

Tras pasar el día recorriendo Jaisalmer y disfrutando de sus imponentes havelis, palacios y monumentos, me encontré con Rajesh nuevamente en el hotel, listo para continuar mi aventura. Decidimos dirigirnos hacia el desierto del Thar, un lugar que siempre había querido conocer y que prometía ser el cierre perfecto para mi experiencia en la ciudad dorada.

El desierto del Thar, también conocido como el Gran Desierto Indio, se extiende por miles de kilómetros y cubre una gran parte de Rajasthan. La sensación de estar en medio de esta vasta extensión de arena era impresionante. A medida que nos acercábamos a Khuri, un pequeño pueblo conocido por sus dunas solitarias, el paisaje se volvía cada vez más árido y, al mismo tiempo, majestuoso. Las dunas de Khuri son menos turísticas que las de Sam, lo que las hace aún más especiales, ya que ofrecen una vista más auténtica del desierto.

Dunas de Khuri. Desierto del Thar

Cuando le comenté a Rajesh mi idea de visitar el desierto del Thar, me dijo que no habría problema, que estaba a poco más de una hora de Jaisalmer y que, una vez allí, sería necesario contratar los servicios de una agencia para acceder a las dunas. Sabía que no sería barato, pero tampoco imaginaba que intentarían aprovecharse de la situación.

Durante el trayecto, la carretera se fue volviendo cada vez más solitaria, aunque constantemente teníamos que reducir la velocidad para esquivar vacas, cabras y camellos que cruzaban con total tranquilidad, ajenos al tráfico. Esa convivencia entre el hombre y los animales, tan propia del Rajasthan rural, nunca dejaría de sorprenderme en este viaje.

Llegamos a Khuri alrededor de las 17:15. Rajesh detuvo el coche frente a una especie de centro de visitantes que funcionaba también como hotel, rodeado de bungalows dispersos en medio de la arena. Me recibió un hombre que me invitó amablemente a sentarme en el patio principal. Allí, mientras servía un té, empezó a explicarme el programa que ofrecían: un recorrido en jeep por las dunas, seguido de un paseo en camello al atardecer, después un espectáculo de música y danzas tradicionales y, por último, una cena tipo bufé antes de pasar la noche en uno de los bungalows.

Antes incluso de hablar de precios, le dejé claro que en ningún momento había pensado quedarme a dormir allí y que regresaría esa misma noche a Jaisalmer. No pareció gustarle mi respuesta, y al poco me ofreció todo el resto del paquete por 85 euros, una cifra completamente desproporcionada para los estándares locales. Me negué rotundamente, explicándole que no pensaba pagar más de 60, y que incluso eso ya me parecía elevado. El ambiente se tensó de inmediato: su expresión pasó de la cordialidad al enfado, y durante unos minutos la negociación se volvió incómoda. Finalmente, tras varias idas y venidas, aceptó a regañadientes mi oferta, no sin dejar claro su disgusto.

Superado el malentendido, me dispuse a disfrutar de la experiencia. Subí a la parte trasera del jeep junto al conductor, un joven risueño que, a diferencia del encargado, mantenía una actitud amable y tranquila. Durante el recorrido, atravesamos zonas de arbustos dispersos donde pastaban rebaños de cabras y algunos antílopes se alejaban velozmente al paso del vehículo. El aire se tornaba cada vez más seco y cálido, y la luz del atardecer comenzaba a teñir la arena de tonos dorados.

Fauna en el Desierto del Thar

Nos detuvimos en un pequeño poblado del desierto, formado por casas de adobe circulares con techos de paja. Varias mujeres, vestidas con coloridos saris, cocinaban al aire libre mientras los niños jugaban entre las dunas. A pesar de la pobreza evidente, el ambiente era sereno, casi suspendido en el tiempo.

Poblado del Desierto del Thar

De regreso al jeep, iniciamos el ascenso y descenso por las dunas. El conductor aceleraba con precisión, subiendo en diagonal para luego dejar que el vehículo descendiera con suavidad, levantando nubes de arena a su paso. La sensación era emocionante, una mezcla entre aventura y desconexión total del mundo exterior.

En Jeep por las Dunas de Khuri.Desierto del Thar

Atardecer en las Dunas de Khuri. Desierto del Thar

Atardecer en las Dunas de Khuri. Desierto del Thar

Pasados unos minutos, cambié el jeep por un camello. El animal, alto y tranquilo, avanzaba con un ritmo pausado mientras el viento se levantaba sobre la arena. Durante una hora recorrí las dunas, observando cómo el sol comenzaba a perder fuerza y el cielo se transformaba en una gama de colores naranjas y rosados. El silencio era absoluto, solo roto por el sonido del viento y el suave crujir de la arena bajo las patas del camello. Fue, sin duda, uno de esos momentos que quedan grabados en la memoria, una experiencia simple pero profundamente evocadora.

Camellos en Dunas de Khuri. Desierto del Thar

Atardecer en las Dunas de Khuri. Desierto del Thar

En Camello por las Dunas de Khuri.Desierto del Thar

A medida que el sol se ocultaba por completo, regresé al centro de interpretación montado aún en el camello. En el patio principal habían encendido varias lámparas de aceite y un grupo de músicos locales afinaba sus instrumentos. Pronto comenzaron los bailes tradicionales del desierto: mujeres con faldas giratorias y brazaletes tintineantes se movían al ritmo del tambor y del armonio, mientras el público, formado por viajeros y algunos locales, observaba en silencio. La atmósfera era cálida y envolvente, y por un momento el desierto entero parecía cobrar vida.

Después del espectáculo, sirvieron un bufé indio con varios platos típicos: dal, arroz especiado, verduras al curry y pan roti recién hecho. La comida era sencilla, pero sabrosa y reconfortante después de la jornada. A las 22:00, una vez terminada la cena, Rajesh me esperaba ya en la entrada para emprender el regreso a Jaisalmer.

El trayecto de vuelta fue tranquilo. La carretera estaba casi desierta y el cielo nocturno, completamente despejado, ofrecía un firmamento cuajado de estrellas. Llegamos a la ciudad alrededor de las 23:00. Desde el coche, las murallas iluminadas del fuerte se recortaban en la oscuridad, cerrando un día intenso y lleno de contrastes, marcado por la dureza del desierto y la belleza silenciosa de sus paisajes.


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