INDIA - DIA 07. Kumbhalgarh, Ranakpur y llegada a Jodhpur

27 de Agosto de 2025.

El día empezaba con una novedad: por fin tendría coche con conductor, lo que significaba olvidarme de regateos, rickshaws y trayectos incómodos. En la puerta del hotel me esperaba Rajesh, a quien ya conocía de mi paso anterior por Delhi y mi llegada a Udaipur. Me alegró verlo de nuevo; su misma expresión serena y su carácter tranquilo me transmitían confianza. Era un hombre de mediana edad, con cara de buena persona y un aire calmado. No era especialmente hablador, lo cual, para ser sinceros, me venía bastante bien. Así no tendría que pelearme demasiado con el inglés, que seguía siendo mi gran asignatura pendiente.

Rajesh y su Toyota

Metí el equipaje en el maletero y me acomodé en el asiento. Con el motor en marcha y las calles de Udaipur quedando atrás, comenzaba una nueva etapa del viaje. El destino final de la mañana sería el templo de Ranakpur, pero antes haríamos una parada en el fuerte de Kumbhalgarh, una de las fortalezas más imponentes de Rajastán.

El trayecto de dos horas me llevó a través de las colinas Aravalli, donde el paisaje fue transformándose poco a poco. Primero, las últimas casas desperdigadas en las afueras de la ciudad; luego, pequeños pueblos con viviendas de adobe y techos planos, donde la vida parecía avanzar con otro ritmo. Desde la ventanilla, observaba cómo el asfalto se abría paso entre campos de cultivo y árboles dispersos, mientras algún pastor guiaba su rebaño junto al arcén.

La carretera serpenteaba entre montañas bajas, flanqueada por árboles retorcidos y alguna que otra roca erosionada por el tiempo. Era temporada de monzón, y el paisaje lo hacía evidente: todo estaba cubierto de un verde intenso, los arroyos corrían llenos y los campos brillaban con una vitalidad que solo la lluvia podía devolverles.

Naturaleza en Rajastán

FORTALEZA DE KUMBHALGARH

A lo largo del camino, no pude evitar fijarme en la destreza con la que Rajesh conducía. Mantenía siempre la calma, incluso en las curvas más cerradas o al cruzarse con camiones en sentido contrario. Su manera prudente y segura de conducir hacía el trayecto más cómodo, especialmente en una carretera que a ratos se estrechaba y serpenteaba entre las montañas. De vez en cuando teníamos que reducir la velocidad para esquivar alguna vaca que se había plantado en mitad del asfalto, o grupos de cabras y búfalos que cruzaban con total tranquilidad, ajenos al tráfico. Aquella convivencia entre vehículos y animales era, cuanto menos, sorprendente, y añadía un toque muy particular al viaje.

A lo lejos, comencé a intuir la silueta de Kumbhalgarh, o al menos eso creía, porque una espesa niebla cubría gran parte del horizonte. La fortaleza, famosa por su monumentalidad, permanecía casi invisible tras aquella cortina gris. El que debía ser uno de los paisajes más espectaculares de Rajastán se mostraba esquivo, y confieso que sentí cierta decepción. Había imaginado divisar sus murallas recortándose contra las colinas, pero tuve que conformarme con los primeros planos del interior, entre templos y construcciones envueltas en bruma.

El fuerte, construido en el siglo XV por Rana Kumbha, es una de las joyas defensivas del antiguo reino de Mewar. Su muralla, de más de 36 kilómetros, es la segunda más larga del mundo después de la Gran Muralla China. A lo largo de los siglos, esta fortaleza fue prácticamente inexpugnable, resistiendo innumerables ataques; la única vez que cayó en manos enemigas fue por una traición, cuando las reservas de agua se agotaron.

Fuerte Kumbhalgarh

Al atravesar la monumental Hanuman Pol, la primera de sus siete puertas defensivas, la sensación era la de estar entrando en una ciudad fortificada. Cada puerta tenía su propio sistema de defensa: unas con ángulos estratégicos para frenar el avance de elefantes de guerra, otras con clavos en su superficie para impedir que los rompieran con arietes.

Hanuman Pol. Fuerte Kumbhalgarh

Uno de los episodios más impactantes de la historia de Kumbhalgarh ocurrió en sus primeros años, cuando Panna Dai, la niñera del futuro rey Udai Singh II, huyó con el niño en plena noche para salvarlo de un complot que buscaba asesinarlo. Se escondieron en estas murallas hasta que Udai Singh fue lo suficientemente mayor para reclamar su trono. Aquel niño se convertiría en el fundador de Udaipur, y la fortaleza quedaría marcada para siempre en la historia del reino de Mewar.

Mi idea inicial era comenzar la visita por el Badal Mahal, el llamado “Palacio de las Nubes”, situado en el punto más alto del recinto. Sin embargo, al llegar me encontré con que el acceso estaba cerrado al público y la densa niebla cubría por completo la parte superior del fuerte, hasta el punto de que ni siquiera se distinguía su silueta desde la entrada. Sería otra pequeña decepción, ya que este palacio, construido por Rana Fateh Singh, es considerado el sector más refinado del complejo por sus frescos de vivos colores y su peculiar sistema de ventilación cruzada, diseñado para suavizar el calor del verano. Sus dos niveles —el Zanana Mahal, destinado a las mujeres, y el Mardana Mahal, para los hombres— reflejan el contraste entre la severidad exterior del fuerte y la elegancia interior de los palacios de Mewar. Aun sin poder acceder, resultaba fácil imaginar el esplendor que debía de tener, con sus estancias abiertas a los vientos del Aravalli.

Dentro de la fortaleza, el paisaje se abría en terrazas y niveles, conectados por senderos empinados y pasadizos ocultos. A poca distancia de la entrada me encontré con el Charbhuja Temple, un pequeño santuario dedicado a Vishnu que destaca por su estructura simétrica y su serenidad, muy visitado por los locales.

Charbhuja Temple. Fuerte Kumbhalgarh

Charbhuja Temple. Fuerte Kumbhalgarh

Fuerte Kumbhalgarh

Continuando el ascenso, visité el Vedi Temple Complex, que se sitúa cerca de la Hanuman Pol, justo después de cruzar la puerta desde la que se comienza a ver parte del recinto principal. Este complejo fue construido en 1457 por Rana Kumbha como un lugar para realizar rituales y yagnas tras la finalización de la fortaleza.

Vedi Temple Complex. Fuerte Kumbhalgarh

El Vedi Temple se alza sobre una plataforma elevada accesible por escaleras, con treinta y seis columnas que sostienen un techo domado. Su planta es octogonal, algo poco común, y cuenta con un mandapa (sala de columnas) dividida en múltiples niveles. En su diseño también se integran un chhatri cuadrado y tres santuarios posteriores orientados hacia el norte, este y sur. Tras años de deterioro, fue restaurado por Maharana Fateh Singh.

Vedi Temple Complex. Fuerte Kumbhalgarh

Vedi Temple Complex. Fuerte Kumbhalgarh

Uno de los santuarios conserva una imagen de Vishnu, aunque las esculturas han sufrido el paso del tiempo. El complejo también exhibe relieves ornamentales y techos abovedados que muestran la precisión del estilo arquitectónico de la época.

Después de Vedi, me dirigí al templo de Neelkanth Mahadev, que se encuentra justo al este del complejo Vedi, cruzando su zona. Este templo dedicado a Shiva es uno de los más importantes dentro del fuerte. Su shivalinga monolítica y su mandapa abierto permiten captar el contraste entre lo religioso y lo militar que domina Kumbhalgarh.

En la zona más alejada del recinto, ya en una ladera inferior, se extiende el Bawan Deori Temple, quizá el conjunto más fascinante de todo Kumbhalgarh. Se trata de un complejo jain formado por cincuenta y dos santuarios de piedra, distribuidos en distintos niveles y unidos por pasadizos y escalinatas. A pesar de la niebla, el lugar conservaba una atmósfera sobrecogedora: el mármol gris, cubierto por la humedad, parecía brillar suavemente bajo la luz difusa. Cada templo alberga una pequeña imagen de tirthankaras, esculpidas con una precisión asombrosa, y las columnas, finamente talladas, muestran motivos florales y geométricos de gran delicadeza.

Bawan Deori Temple. Fuerte Kumbhalgarh

Bawan Deori Temple. Fuerte Kumbhalgarh

Fuerte Kumbhalgarh

El silencio allí era absoluto, roto solo por el eco lejano de alguna campanilla o el murmullo del viento entre los arcos. No había apenas visitantes, lo que acentuaba la sensación de estar ante algo sagrado y atemporal.

Fuerte Kumbhalgarh

Fuerte Kumbhalgarh

La fortaleza abre todos los días de la semana de 09:00 a 18:00. El precio de la entrada es de 600 INR.

TEMPLO DE RANAKPUR

Después de recorrer los templos jainistas, caminar por las entrañas de la fortaleza, sus murallas y asomarme a las almenas, volvería al coche. Me esperaba otro trayecto de aproximadamente una hora y media hasta el templo de Ranakpur, un santuario escondido entre los bosques de las colinas Aravalli.

Atravesamos pequeños poblados, donde los mercados improvisados ofrecían frutas y verduras dispuestas en cestas de mimbre. La carretera descendía entre valles silenciosos, con el verde de los árboles contrastando con el ocre de la tierra. Finalmente, haríamos acto de presencia en el parking del recinto del espectacular templo.

Ranakpur es uno de los templos jainistas más impresionantes de la India, y no solo por sus dimensiones, sino por la riqueza de sus detalles. Es además uno de los cinco lugares sagrados de la religión jainista. Fue construido en el siglo XV bajo el patrocinio de Dharna Shah, un rico comerciante jainista que, según la leyenda, tuvo un sueño en el que se le reveló la estructura del templo. Inspirado por esta visión, acudió al entonces gobernante de Mewar, Rana Kumbha, quien no solo aprobó la construcción, sino que donó las tierras necesarias para llevarla a cabo. En agradecimiento, el complejo recibió su nombre: Ranakpur, en honor al monarca.

Templo de Ranakpur

Templo de Ranakpur

A medida que me acercaba, la magnitud del templo se hacía evidente. La enorme escala y complejidad arquitectónica del templo de mármol, junto con su exquisita ornamentación escultórica, lo convierten en el mayor ejemplo de la arquitectura de templos del oeste de la India. Su fachada está cubierta de intrincadas esculturas, columnas esculpidas con motivos florales y pequeñas cúpulas que se superponen en distintos niveles. Presenta una atípica planta de cuatro lados, con cuatro entradas independientes. Cada una conduce, a través de un bosque de columnas y varios vestíbulos y capillas ornamentales, al santuario central, que alberga una imagen de Adinath de cuatro caras.

Templo de Ranakpur

Templo de Ranakpur

Templo de Ranakpur

Su estructura principal se alza sobre una plataforma elevada y alberga 29 salas y 80 cúpulas sostenidas por un asombroso bosque de 1.444 columnas, cada una tallada con un diseño único. Los motivos florales, las filigranas que adornan los florones del techo y las figuras femeninas esculpidas en las ménsulas de sujeción revelan una maestría artesanal difícil de igualar. Dicen que, sin importar desde dónde se contemple, el templo nunca muestra dos columnas iguales, un detalle que multiplica su sensación de armonía y perfección.

Templo de Ranakpur


Templo de Ranakpur

Crucé la entrada y accedí al vestíbulo principal. El interior era un laberinto de columnas esculpidas con tal delicadeza que parecían de encaje. La luz natural se filtraba a través de aberturas estratégicamente ubicadas, creando un juego de sombras que resaltaba aún más los detalles de las tallas. Avancé lentamente, dejando que mis pasos resonaran en el suelo de mármol. En el centro, una gran estatua de Adinath, el primer tirthankara del jainismo, presidía el santuario principal, rodeado de tallas en piedra que representaban escenas mitológicas y enseñanzas religiosas.

Templo de Ranakpur

Templo de Ranakpur

Templo de Ranakpur

Mientras recorría las distintas salas, observé a algunos devotos jainistas en profunda meditación. A diferencia de otros templos en la India, donde el bullicio y la actividad son constantes, aquí predominaba el silencio. Me detuve a admirar una de las cúpulas más impresionantes del templo, sostenida por ocho pilares decorados con figuras celestiales, y recordé una historia curiosa que había leído antes de venir: dicen que el arquitecto del templo, Depa, al terminar la obra, la consideró tan perfecta que se cortó la mano para no volver a construir nada que pudiera igualarla. No sé cuánto de verdad habrá en ello, pero viendo el nivel de detalle, no me costaba creer que alguien lo considerara su obra cumbre.

Templo de Ranakpur

Templo de Ranakpur

Templo de Ranakpur

Permanecí allí algo más de dos horas, recorriendo pasillos, admirando las esculturas y disfrutando de la tranquilidad del lugar. El templo de Ranakpur no solo es una joya arquitectónica, sino también un refugio de paz, un espacio donde el arte, la fe y la naturaleza se funden en perfecta armonía.

El templo de Ranakpur abre para turistas de 12:00 a 17:00. Este horario permite que los devotos locales realicen sus rituales y oraciones durante las horas de la mañana.

La entrada tiene un costo de 500 INR, e incluye una audioguía disponible en varios idiomas, incluido el español. No está permitido posar para fotografías dentro del templo ni fotografiar a personas; solo se pueden capturar imágenes del propio templo, lo que resulta realmente curioso y mantiene la solemnidad del lugar.

La entrada da derecho a una audioguía fantástica con opción en castellano para la que es necesario dejar un documento de identificación como depósito, el cual te devuelven a la salida.

HOTEL SURAJ HAVELI (JODHPUR)

El camino continuaba, y el paisaje volvió a transformarse lentamente. Dejábamos atrás las colinas Aravalli y sus valles de vegetación dispersa para adentrarnos en terrenos más áridos, donde la tierra adquiría un tono rojizo y la vegetación se volvía más escasa. La carretera, a ratos recta y a ratos serpenteante, cruzaba pequeñas aldeas en las que la vida parecía seguir su curso con absoluta tranquilidad. Algún pastor con su rebaño, niños corriendo descalzos junto a la carretera y pequeños puestos improvisados de té y frituras rompían la monotonía del camino. En uno de esos pueblos hicimos una breve parada para comer, aprovechando el descanso antes de continuar el trayecto.

A medida que nos acercábamos a Jodhpur, la aridez del paisaje se hacía más evidente. Las casas de adobe y piedra, algunas con fachadas pintadas de azul, empezaban a aparecer con más frecuencia.

Apenas cruzar las puertas de la ciudad, esta se desplegaba en una sinfonía de colores y sonidos. Las callejuelas serpenteaban entre havelis centenarios y mercados repletos de especias, tejidos y artesanías. El tráfico era un caos organizado: rickshaws zigzagueando, vacas impasibles en mitad de la calzada y vendedores que voceaban su mercancía.

El Suraj Haveli, mi alojamiento, se encontraba en una de esas callejuelas estrechas y adoquinadas, casi oculto tras una fachada discreta que no dejaba entrever el pequeño oasis que aguardaba en su interior. Al cruzar la puerta, un patio ajardinado con lámparas de luz tenue y paredes pintadas en tonos cálidos me recibió con una tranquilidad que contrastaba con el bullicio exterior. Los dueños, una familia local, me acogieron con sonrisas genuinas y una botella de agua que agradecí tras el largo viaje.

Hotel Suraj Haveli

Las habitaciones del haveli eran acogedoras, con mobiliario de madera tallada y detalles tradicionales, pero lo que realmente hacía especial el lugar era su terraza. Desde allí, el fuerte de Mehrangarh se alzaba imponente sobre la ciudad, iluminado con luces doradas que resaltaban la robustez de sus murallas. La vista era hipnótica.

Hotel Suraj Haveli

Antes de subir a la habitación, me giré hacia Rajesh y, con un gesto de agradecimiento, le dije que por hoy había sido suficiente. "Mañana nos vemos después de comer, descansa", le comenté, a lo que él asintió con su habitual serenidad antes de desaparecer entre el laberinto de calles.

INDIQUE RESTAURANT

Había llegado el momento de poner el broche final al día, y para ello elegí cenar en el Indique Restaurant, un lugar que había leído recomendado en más de una ocasión. Ubicado en la terraza del Pal Haveli, su mayor atractivo, además de la comida, era su ubicación privilegiada con vistas directas al fuerte Mehrangarh iluminado.

Indique Restaurant

Subí hasta la terraza y me acomodé en una mesa cerca del borde, desde donde tenía la panorámica perfecta. El fuerte, que durante el día imponía con su presencia, por la noche adquiría un aire casi irreal, con sus murallas teñidas de un dorado cálido bajo la iluminación artificial. Desde allí también se divisaba el Ghanta Ghar, su reloj brillando entre el entramado de calles, y en la lejanía, el palacio Umaid Bhawan, que parecía flotar sobre la ciudad como un espejismo.

Torre del Reloj desde Indique Restaurant

Pedí un laal maas, el famoso curry de cordero especiado típico de Rajastán, acompañado de naan con ajo y un lassi de mango para suavizar el picante. Mientras esperaba, observaba el ir y venir de los camareros, el ambiente relajado de los otros comensales y el cielo que, ya completamente oscuro, dejaba asomar algunas estrellas entre la contaminación lumínica de la ciudad.

Me tomé mi tiempo para cenar, disfrutando no solo de los sabores, sino también del momento, quedándome, al terminar, un rato más en la terraza, apurando la última vista nocturna del fuerte Mehrangarh antes de volver al hotel.


No hay comentarios :

Publicar un comentario