El día empezaba con una novedad: por fin tendría coche con
conductor, lo que significaba olvidarme de regateos, rickshaws y trayectos
incómodos. En la puerta del hotel me esperaba Rajesh, a quien ya conocía de mi
paso anterior por Delhi y mi llegada a Udaipur. Me alegró verlo de nuevo; su
misma expresión serena y su carácter tranquilo me transmitían confianza. Era un
hombre de mediana edad, con cara de buena persona y un aire calmado. No era
especialmente hablador, lo cual, para ser sinceros, me venía bastante bien. Así
no tendría que pelearme demasiado con el inglés, que seguía siendo mi gran
asignatura pendiente.
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| Rajesh y su Toyota |
Metí el equipaje en el maletero y me acomodé en el asiento. Con el motor en marcha y las calles de Udaipur quedando atrás, comenzaba una nueva etapa del viaje. El destino final de la mañana sería el templo de Ranakpur, pero antes haríamos una parada en el fuerte de Kumbhalgarh, una de las fortalezas más imponentes de Rajastán.
El trayecto de dos horas me llevó a través de las colinas
Aravalli, donde el paisaje fue transformándose poco a poco. Primero, las
últimas casas desperdigadas en las afueras de la ciudad; luego, pequeños
pueblos con viviendas de adobe y techos planos, donde la vida parecía avanzar
con otro ritmo. Desde la ventanilla, observaba cómo el asfalto se abría paso
entre campos de cultivo y árboles dispersos, mientras algún pastor guiaba su
rebaño junto al arcén.
La carretera serpenteaba entre montañas bajas, flanqueada
por árboles retorcidos y alguna que otra roca erosionada por el tiempo. Era
temporada de monzón, y el paisaje lo hacía evidente: todo estaba cubierto de un
verde intenso, los arroyos corrían llenos y los campos brillaban con una
vitalidad que solo la lluvia podía devolverles.
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| Naturaleza en Rajastán |
FORTALEZA DE KUMBHALGARH
A lo largo del camino, no pude evitar fijarme en la destreza
con la que Rajesh conducía. Mantenía siempre la calma, incluso en las curvas
más cerradas o al cruzarse con camiones en sentido contrario. Su manera
prudente y segura de conducir hacía el trayecto más cómodo, especialmente en
una carretera que a ratos se estrechaba y serpenteaba entre las montañas. De
vez en cuando teníamos que reducir la velocidad para esquivar alguna vaca que
se había plantado en mitad del asfalto, o grupos de cabras y búfalos que
cruzaban con total tranquilidad, ajenos al tráfico. Aquella convivencia entre
vehículos y animales era, cuanto menos, sorprendente, y añadía un toque muy
particular al viaje.
A lo lejos, comencé a intuir la silueta de Kumbhalgarh, o al
menos eso creía, porque una espesa niebla cubría gran parte del horizonte. La
fortaleza, famosa por su monumentalidad, permanecía casi invisible tras aquella
cortina gris. El que debía ser uno de los paisajes más espectaculares de
Rajastán se mostraba esquivo, y confieso que sentí cierta decepción. Había
imaginado divisar sus murallas recortándose contra las colinas, pero tuve que
conformarme con los primeros planos del interior, entre templos y
construcciones envueltas en bruma.
El fuerte, construido en el siglo XV por Rana Kumbha, es una
de las joyas defensivas del antiguo reino de Mewar. Su muralla, de más de 36
kilómetros, es la segunda más larga del mundo después de la Gran Muralla China.
A lo largo de los siglos, esta fortaleza fue prácticamente inexpugnable,
resistiendo innumerables ataques; la única vez que cayó en manos enemigas fue
por una traición, cuando las reservas de agua se agotaron.
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| Fuerte Kumbhalgarh |
Al atravesar la monumental Hanuman Pol, la primera de sus siete puertas defensivas, la sensación era la de estar entrando en una ciudad fortificada. Cada puerta tenía su propio sistema de defensa: unas con ángulos estratégicos para frenar el avance de elefantes de guerra, otras con clavos en su superficie para impedir que los rompieran con arietes.

Hanuman Pol. Fuerte Kumbhalgarh
Uno de los episodios más impactantes de la historia de Kumbhalgarh ocurrió en sus primeros años, cuando Panna Dai, la niñera del futuro rey Udai Singh II, huyó con el niño en plena noche para salvarlo de un complot que buscaba asesinarlo. Se escondieron en estas murallas hasta que Udai Singh fue lo suficientemente mayor para reclamar su trono. Aquel niño se convertiría en el fundador de Udaipur, y la fortaleza quedaría marcada para siempre en la historia del reino de Mewar.
Mi idea inicial era comenzar la visita por el Badal Mahal, el llamado
“Palacio de las Nubes”, situado en el punto más alto del recinto. Sin embargo,
al llegar me encontré con que el acceso estaba cerrado al público y la densa
niebla cubría por completo la parte superior del fuerte, hasta el punto de que
ni siquiera se distinguía su silueta desde la entrada. Sería otra pequeña
decepción, ya que este palacio, construido por Rana Fateh Singh, es considerado
el sector más refinado del complejo por sus frescos de vivos colores y su
peculiar sistema de ventilación cruzada, diseñado para suavizar el calor del
verano. Sus dos niveles —el Zanana Mahal, destinado a las mujeres, y el Mardana
Mahal, para los hombres— reflejan el contraste entre la severidad exterior del
fuerte y la elegancia interior de los palacios de Mewar. Aun sin poder acceder,
resultaba fácil imaginar el esplendor que debía de tener, con sus estancias
abiertas a los vientos del Aravalli.
Dentro de la fortaleza, el paisaje se abría en terrazas y
niveles, conectados por senderos empinados y pasadizos ocultos. A poca
distancia de la entrada me encontré con el Charbhuja Temple, un pequeño
santuario dedicado a Vishnu que destaca por su estructura simétrica y su
serenidad, muy visitado por los locales.
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| Charbhuja Temple. Fuerte Kumbhalgarh |
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| Charbhuja Temple. Fuerte Kumbhalgarh |
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| Fuerte Kumbhalgarh |
Continuando el ascenso, visité el Vedi Temple Complex, que se sitúa cerca de la Hanuman Pol, justo después de cruzar la puerta desde la que se comienza a ver parte del recinto principal. Este complejo fue construido en 1457 por Rana Kumbha como un lugar para realizar rituales y yagnas tras la finalización de la fortaleza.
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| Vedi Temple Complex. Fuerte Kumbhalgarh |
El Vedi Temple se alza sobre una plataforma elevada accesible por escaleras, con treinta y seis columnas que sostienen un techo domado. Su planta es octogonal, algo poco común, y cuenta con un mandapa (sala de columnas) dividida en múltiples niveles. En su diseño también se integran un chhatri cuadrado y tres santuarios posteriores orientados hacia el norte, este y sur. Tras años de deterioro, fue restaurado por Maharana Fateh Singh.
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| Vedi Temple Complex. Fuerte Kumbhalgarh |
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| Vedi Temple Complex. Fuerte Kumbhalgarh |
Uno de los santuarios conserva una imagen de Vishnu, aunque las esculturas han sufrido el paso del tiempo. El complejo también exhibe relieves ornamentales y techos abovedados que muestran la precisión del estilo arquitectónico de la época.
Después de Vedi, me dirigí al templo de Neelkanth Mahadev,
que se encuentra justo al este del complejo Vedi, cruzando su zona. Este templo
dedicado a Shiva es uno de los más importantes dentro del fuerte. Su shivalinga
monolítica y su mandapa abierto permiten captar el contraste entre lo religioso
y lo militar que domina Kumbhalgarh.
En la zona más alejada del recinto, ya en una ladera
inferior, se extiende el Bawan Deori Temple, quizá el conjunto más
fascinante de todo Kumbhalgarh. Se trata de un complejo jain formado por
cincuenta y dos santuarios de piedra, distribuidos en distintos niveles y
unidos por pasadizos y escalinatas. A pesar de la niebla, el lugar conservaba
una atmósfera sobrecogedora: el mármol gris, cubierto por la humedad, parecía
brillar suavemente bajo la luz difusa. Cada templo alberga una pequeña imagen
de tirthankaras, esculpidas con una precisión asombrosa, y las columnas,
finamente talladas, muestran motivos florales y geométricos de gran delicadeza.
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| Bawan Deori Temple. Fuerte Kumbhalgarh |
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| Bawan Deori Temple. Fuerte Kumbhalgarh |
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| Fuerte Kumbhalgarh |
El silencio allí era absoluto, roto solo por el eco lejano de alguna campanilla o el murmullo del viento entre los arcos. No había apenas visitantes, lo que acentuaba la sensación de estar ante algo sagrado y atemporal.
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| Fuerte Kumbhalgarh |
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| Fuerte Kumbhalgarh |
La fortaleza abre todos los días de la semana de 09:00 a 18:00. El precio de la entrada es de 600 INR.
TEMPLO DE RANAKPUR
Después de recorrer los templos jainistas, caminar por las
entrañas de la fortaleza, sus murallas y asomarme a las almenas, volvería al
coche. Me esperaba otro trayecto de
aproximadamente una hora y media hasta el templo de Ranakpur, un santuario
escondido entre los bosques de las colinas Aravalli.
Atravesamos pequeños poblados, donde los mercados
improvisados ofrecían frutas y verduras dispuestas en cestas de mimbre. La carretera descendía entre
valles silenciosos, con el verde de los árboles contrastando con el ocre de la
tierra. Finalmente, haríamos acto de presencia en el parking
del recinto del espectacular templo.
Ranakpur es uno de los
templos jainistas más impresionantes de la India, y no solo por
sus dimensiones, sino por la riqueza de sus detalles. Es además uno de los
cinco lugares sagrados de la religión jainista. Fue construido en el siglo XV
bajo el patrocinio de Dharna
Shah, un rico comerciante jainista que, según la leyenda, tuvo
un sueño en el que se le reveló la estructura del templo. Inspirado por esta
visión, acudió al entonces gobernante de Mewar, Rana Kumbha, quien no solo aprobó la
construcción, sino que donó las tierras necesarias para llevarla a cabo. En
agradecimiento, el complejo recibió su nombre: Ranakpur,
en honor al monarca.
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| Templo de Ranakpur |
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| Templo de Ranakpur |
A medida que me acercaba, la magnitud del templo se hacía evidente. La enorme escala y complejidad arquitectónica del templo de mármol, junto con su exquisita ornamentación escultórica, lo convierten en el mayor ejemplo de la arquitectura de templos del oeste de la India. Su fachada está cubierta de intrincadas esculturas, columnas esculpidas con motivos florales y pequeñas cúpulas que se superponen en distintos niveles. Presenta una atípica planta de cuatro lados, con cuatro entradas independientes. Cada una conduce, a través de un bosque de columnas y varios vestíbulos y capillas ornamentales, al santuario central, que alberga una imagen de Adinath de cuatro caras.

Templo de Ranakpur 
Templo de Ranakpur 
Templo de Ranakpur
Su estructura principal se alza sobre una plataforma elevada y alberga 29 salas y 80 cúpulas sostenidas por un asombroso bosque de 1.444 columnas, cada una tallada con un diseño único. Los motivos florales, las filigranas que adornan los florones del techo y las figuras femeninas esculpidas en las ménsulas de sujeción revelan una maestría artesanal difícil de igualar. Dicen que, sin importar desde dónde se contemple, el templo nunca muestra dos columnas iguales, un detalle que multiplica su sensación de armonía y perfección.
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| Templo de Ranakpur |
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| Templo de Ranakpur |
Crucé la entrada y accedí al vestíbulo principal. El interior era un laberinto de columnas esculpidas con tal delicadeza que parecían de encaje. La luz natural se filtraba a través de aberturas estratégicamente ubicadas, creando un juego de sombras que resaltaba aún más los detalles de las tallas. Avancé lentamente, dejando que mis pasos resonaran en el suelo de mármol. En el centro, una gran estatua de Adinath, el primer tirthankara del jainismo, presidía el santuario principal, rodeado de tallas en piedra que representaban escenas mitológicas y enseñanzas religiosas.
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| Templo de Ranakpur |
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| Templo de Ranakpur |
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| Templo de Ranakpur |
Mientras recorría las distintas salas, observé a algunos devotos jainistas en profunda meditación. A diferencia de otros templos en la India, donde el bullicio y la actividad son constantes, aquí predominaba el silencio. Me detuve a admirar una de las cúpulas más impresionantes del templo, sostenida por ocho pilares decorados con figuras celestiales, y recordé una historia curiosa que había leído antes de venir: dicen que el arquitecto del templo, Depa, al terminar la obra, la consideró tan perfecta que se cortó la mano para no volver a construir nada que pudiera igualarla. No sé cuánto de verdad habrá en ello, pero viendo el nivel de detalle, no me costaba creer que alguien lo considerara su obra cumbre.
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| Templo de Ranakpur |
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| Templo de Ranakpur |
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| Templo de Ranakpur |
Permanecí allí algo más de dos horas, recorriendo pasillos, admirando las esculturas y disfrutando de la tranquilidad del lugar. El templo de Ranakpur no solo es una joya arquitectónica, sino también un refugio de paz, un espacio donde el arte, la fe y la naturaleza se funden en perfecta armonía.
El templo de
Ranakpur abre para turistas de 12:00 a 17:00. Este horario permite que los
devotos locales realicen sus rituales y oraciones durante las horas de la
mañana.
La entrada tiene un costo de 500 INR, e incluye una audioguía disponible
en varios idiomas, incluido el español. No está
permitido posar para fotografías dentro del templo ni fotografiar a personas;
solo se pueden capturar imágenes del propio templo, lo
que resulta realmente curioso y mantiene la solemnidad del lugar.
La entrada da derecho a una audioguía fantástica con opción
en castellano para la que es necesario dejar un documento de identificación
como depósito, el cual te devuelven a la salida.
HOTEL SURAJ HAVELI (JODHPUR)
El camino continuaba, y el paisaje volvió a transformarse
lentamente. Dejábamos atrás las colinas Aravalli y sus valles de vegetación
dispersa para adentrarnos en terrenos más áridos, donde la tierra adquiría un
tono rojizo y la vegetación se volvía más escasa. La carretera, a ratos recta y
a ratos serpenteante, cruzaba pequeñas aldeas en las que la vida parecía seguir
su curso con absoluta tranquilidad. Algún pastor con su rebaño, niños corriendo
descalzos junto a la carretera y pequeños puestos improvisados de té y frituras
rompían la monotonía del camino. En uno de esos pueblos hicimos una breve
parada para comer, aprovechando el descanso antes de continuar el trayecto.
A medida que nos acercábamos a Jodhpur, la aridez del
paisaje se hacía más evidente. Las casas de adobe y piedra, algunas con
fachadas pintadas de azul, empezaban a aparecer con más frecuencia.
Apenas cruzar las puertas de la ciudad, esta se desplegaba
en una sinfonía de colores y sonidos. Las callejuelas serpenteaban entre havelis
centenarios y mercados repletos de especias, tejidos y artesanías. El tráfico
era un caos organizado: rickshaws zigzagueando, vacas impasibles en mitad de la
calzada y vendedores que voceaban su mercancía.
El Suraj Haveli, mi alojamiento,
se encontraba en una de esas callejuelas estrechas y adoquinadas, casi oculto
tras una fachada discreta que no dejaba entrever el pequeño oasis que aguardaba
en su interior. Al cruzar la puerta, un patio ajardinado con lámparas de luz
tenue y paredes pintadas en tonos cálidos me recibió con una tranquilidad que
contrastaba con el bullicio exterior. Los dueños, una familia local, me
acogieron con sonrisas genuinas y una botella de agua que agradecí tras el
largo viaje.
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| Hotel Suraj Haveli |
Las habitaciones del haveli eran acogedoras, con mobiliario de madera tallada y detalles tradicionales, pero lo que realmente hacía especial el lugar era su terraza. Desde allí, el fuerte de Mehrangarh se alzaba imponente sobre la ciudad, iluminado con luces doradas que resaltaban la robustez de sus murallas. La vista era hipnótica.
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| Hotel Suraj Haveli |
Antes de subir a la habitación, me giré hacia Rajesh y, con un gesto de agradecimiento, le dije que por hoy había sido suficiente. "Mañana nos vemos después de comer, descansa", le comenté, a lo que él asintió con su habitual serenidad antes de desaparecer entre el laberinto de calles.
INDIQUE RESTAURANT
Había llegado el momento de poner el broche final al día, y
para ello elegí cenar en el Indique Restaurant,
un lugar que había leído recomendado en más de una ocasión. Ubicado en la
terraza del Pal Haveli,
su mayor atractivo, además de la comida, era su ubicación privilegiada con
vistas directas al fuerte
Mehrangarh iluminado.
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| Indique Restaurant |
Subí hasta la terraza y me acomodé en una mesa cerca del borde, desde donde tenía la panorámica perfecta. El fuerte, que durante el día imponía con su presencia, por la noche adquiría un aire casi irreal, con sus murallas teñidas de un dorado cálido bajo la iluminación artificial. Desde allí también se divisaba el Ghanta Ghar, su reloj brillando entre el entramado de calles, y en la lejanía, el palacio Umaid Bhawan, que parecía flotar sobre la ciudad como un espejismo.
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| Torre del Reloj desde Indique Restaurant |
Pedí un laal maas, el famoso curry de cordero especiado típico de Rajastán, acompañado de naan con ajo y un lassi de mango para suavizar el picante. Mientras esperaba, observaba el ir y venir de los camareros, el ambiente relajado de los otros comensales y el cielo que, ya completamente oscuro, dejaba asomar algunas estrellas entre la contaminación lumínica de la ciudad.
Me tomé mi tiempo para cenar, disfrutando no solo de los sabores, sino también del momento, quedándome, al terminar, un rato más en la terraza, apurando la última vista nocturna del fuerte Mehrangarh antes de volver al hotel.




























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