INDIA - DIA 02. Delhi: Jama Masjid, Fuerte Rojo y otros iconos de la capital

22 de Agosto de 2025.

Eran las 07:00 cuando sonaba el despertador. Sé que puede parecer una locura dormir sólo tres horas, tras un viaje tan largo, pero estaba entre nervioso y emocionado y tenía unas ganas locas de salir a descubrir Delhi.

Optaría por tomar el desayuno del hotel y empezar a cuidarme desde el minuto uno, intentando no cometer errores con la alimentación para no caer enfermo a las primeras de cambio. Este era bastante variado, con fruta, tostadas, zumos, bacon, huevos, etc. Aunque el restaurante se encontraba en la terraza del hotel, hay que decir que las vistas brillaban por su ausencia, así que por un lado mejor porque no me recrearía demasiado.

Si hubiera que imaginar cómo es el caos en su forma más pura, Delhi sería el ejemplo perfecto. La capital de la India es un hervidero interminable de sonidos, colores y movimientos que puede resultar abrumador desde el primer momento. Entre el ir y venir de rickshaws, el concierto incesante de claxons, las vacas que cruzan tranquilamente las calles y un flujo interminable de personas, esta ciudad se presenta como una locura fascinante. Pero más allá del bullicio, Delhi también tiene otra cara: una ciudad con una historia que desborda cada esquina, con rincones y recintos monumentales que relatan su glorioso pasado y que, al atravesar sus muros, parecen transportarte a un mundo sacado de un cuento de mil y una noches.

Vieja Delhi

Para muchos viajeros, Delhi es la primera toma de contacto con India, el punto de entrada a un país tan vasto como diverso. Sin embargo, suele ser también el lugar que muchos pasan por alto, utilizando la ciudad únicamente como enlace hacia otros destinos. Un error, en mi opinión, porque Delhi cuenta con algunos lugares imprescindibles que bien merecen ser visitados y que pueden transformar la impresión inicial de caos en una interesante experiencia.

Vieja Delhi

Recuerdo haber leído que Delhi es una ciudad sin principio ni fin, una metrópoli que parece no seguir ninguna lógica y, sin embargo, ahí radica su encanto. Este dulce desorden refleja perfectamente el espíritu de la India: una mezcla de contradicciones que provoca amor y frustración a partes iguales. No sería la India sin ese contraste constante entre lo maravilloso y lo exasperante, entre lo brillante y lo caótico. Al final, esta urbe tiene una forma única de atraparte, incluso cuando crees que lo único que quieres es escapar de su ruido y su desorden.

Vieja Delhi

Con sus más de 2.000 años de historia, la capital ha sido testigo del ascenso y caída de algunos de los imperios más poderosos del mundo. Desde los maurya y los mogoles hasta los británicos, cada uno ha dejado su huella en la ciudad, contribuyendo a la riqueza arquitectónica y cultural que hoy podemos admirar. El casco antiguo, con sus callejuelas laberínticas y sus bazares vibrantes, contrasta con la amplitud y la planificación de Nueva Delhi, diseñada por los británicos en el siglo XX. Es una ciudad de múltiples capas, donde la tradición y la modernidad se cruzan constantemente.

Delhi no es una ciudad fácil. Puede desafiarte, agotarte y maravillarte en cuestión de minutos. Pero si hay algo seguro es que no te deja indiferente.

MEZQUITA JAMA MASJID

Mi primera visita del día sería la mezquita Jama Masjid, uno de los mayores iconos de Delhi y un lugar que tenía muchísimas ganas de conocer. Negocié un rickshaw por 100 rupias que me llevaría directamente hasta la mezquita. El trayecto fue toda una experiencia: calles abarrotadas, rickshaws zigzagueando entre la multitud y el característico aroma a especias flotando en el aire, un verdadero anticipo de lo que me esperaba en el corazón del Viejo Delhi. Al llegar, por fin me encontraría frente a esta imponente joya de la arquitectura mogol.

Con la mirada fija en la imponente silueta de la Jama Masjid, me dejé llevar por la intensidad del momento. Estaba completamente desbordado por las sensaciones; el ritmo frenético de esta parte de la ciudad era algo que nunca había vivido antes. Me sentía descolocado, con una mezcla de asombro y agotamiento, y lo único que deseaba en ese momento era entrar en la mezquita. Imaginaba que dentro encontraría un espacio de paz donde pudiera detenerme, respirar hondo y recomponerme tras este primer contacto tan intenso con el corazón del Viejo Delhi.

Vieja Delhi

La Jama Masjid, considerada una de las mezquitas más grandes de la India, es un verdadero icono de Delhi y un monumento que irradia historia y grandeza. Construida entre 1644 y 1656 por orden del emperador mogol Shah Jahan, el mismo visionario detrás del Taj Mahal, esta obra arquitectónica representa uno de los legados más impresionantes del imperio mogol en su apogeo. La mezquita, cuyo nombre completo es Masjid-i-Jahan-Numa (que significa "Mezquita que refleja el mundo"), puede albergar hasta 25.000 fieles en su vasta explanada, algo que da una idea de su magnitud.

Mezquita Jama Masjid

Construida con una combinación de arenisca roja y mármol blanco, la Jama Masjid impresiona por el contraste visual de sus materiales y su diseño simétrico. Cuenta con tres enormes puertas de entrada, cuatro torres en las esquinas y dos majestuosos minaretes de 40 metros, desde los cuales es posible contemplar el caos organizado de Delhi y, en días despejados, incluso el cercano Fuerte Rojo. Me di cuenta de casualidad de que era posible subir a uno de esos minaretes, por lo que no desaproveché la oportunidad. La subida fue intensa, con escaleras estrechas y empinadas, pero la vista desde arriba recompensó con creces el esfuerzo: todo el bullicio del Viejo Delhi parecía ordenarse ante mis ojos, y pude contemplar de cerca la magnitud de la mezquita y su patio, ahora apenas sin fieles.

Mezquita Jama Masjid

Mezquita Jama Masjid desde su Minarete

Delhi desde Minarete Mezquita Jama Masjid

Una vez bajé del minarete, continué descubriendo cada rincón, deteniéndome en el amplio espacio donde rezan cada día los devotos musulmanes y admirando la arquitectura, desde los arcos y columnas hasta la cisterna central para las abluciones. El salón de oraciones, coronado por tres cúpulas de mármol blanco con franjas negras, alberga el mihrab, un nicho sencillo pero lleno de simbolismo que apunta hacia la Meca. De las tres puertas principales, la más destacada es la del este, conocida como la puerta real, que en su día fue el acceso exclusivo de los emperadores mogoles. Todo el conjunto refleja un equilibrio entre majestuosidad y detalle que deja una huella profunda en la mayoría de quienes lo visitamos.

Mezquita Jama Masjid

Mezquita Jama Masjid

Mezquita Jama Masjid

La Jama Masjid también guarda tesoros y curiosidades que la hacen aún más especial. Durante su construcción, que tomó más de una década y empleó a más de 5.000 artesanos, Shah Jahan supervisó cada detalle, asegurándose de que nada fuera pasado por alto. Dentro de sus muros, se conservan reliquias sagradas del Islam, como un cabello de la barba del profeta Mahoma, una de sus sandalias y una antigua copia del Corán escrita en piel de ciervo. Este nivel de cuidado y la conexión espiritual que se siente en cada rincón explican por qué este monumento sigue siendo uno de los lugares más emblemáticos y conmovedores de Delhi.

Mezquita Jama Masjid

Su horario es de 07:00 a 12:00 y de 13:30 a 18:30 todos los días de la semana. La entrada cuesta 300 INR. Además, es fundamental respetar las normas de vestimenta y comportamiento dentro de este lugar sagrado. Asegúrate de vestir de manera modesta, cubriendo brazos y piernas, y de quitarte el calzado antes de entrar. La mezquita proporciona prendas para cubrirse si es necesario.

FUERTE ROJO

Decidiría desplazarme hasta el Fuerte Rojo de Delhi, el siguiente lugar que visitaría. Aunque apenas me separaba un kilómetro, el calor era tan sofocante que preferí volver a tomar un rickshaw, negociando el trayecto por 40 rupias. Después de sacar el ticket en la oficina correspondiente, me sumergiría en sus instalaciones.

Construido en 1648 por el emperador mogol Shah Jahan, el mismo visionario detrás del Taj Mahal, el Fuerte Rojo no es solo una fortaleza; es una declaración de poder, opulencia y sofisticación. Su imponente muro de arenisca roja, que se alza con orgullo sobre el caos de la ciudad, se extiende a lo largo de 2,5 kilómetros, ocultando en su interior un mundo que parece transportarte al esplendor de la era mogol. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el fuerte es un testimonio vivo de la rica historia de India y de las luchas que han marcado su camino hasta la independencia.

Fuerte Rojo

Fuerte Rojo

Fuerte Rojo

Fuerte Rojo

Al cruzar la Puerta de Lahore, la entrada principal, me encontraría con un bullicioso bazar conocido como Chhatta Chowk, donde en el pasado se vendían sedas, joyas y especias. Aunque hoy en día los puestos están adaptados a los turistas, este corredor conserva ese aire comercial que te hace imaginar cómo sería recorrerlo en pleno apogeo del Imperio Mogol.

Chhatta Chowk. Fuerte Rojo

Más adelante, los caminos se abren hacia los espléndidos jardines que caracterizan el diseño mogol, con su simetría y los canales de agua que alguna vez sirvieron para enfriar el ambiente y dar una sensación de tranquilidad.

Entre los edificios más destacados del recinto está el Diwan-i-Am, el Salón de Audiencias Públicas, donde el emperador recibía a sus súbditos y escuchaba sus peticiones, y el Diwan-i-Khas, reservado para las reuniones más exclusivas y de mayor importancia. Este último aún conserva parte de su decoración en mármol, con inscripciones que alaban el poder de la monarquía mogol. En su día, el trono del Pavo Real, una obra maestra incrustada de piedras preciosas, dominaba este espacio, aunque tristemente fue saqueado por invasores persas en el siglo XVIII.

Diwan I Am. Fuerte Rojo

Diwan I Am. Fuerte Rojo

Diwan I Am. Fuerte Rojo

El Khas Mahal, situado junto al Diwan-i-Khas, servía como residencia privada del emperador. Compuesto por habitaciones de mármol blanco con celosías y relieves finamente tallados, muestra el refinamiento de la arquitectura mogola aplicada a la vida cotidiana. Su función era estrictamente personal, destinada al descanso y a la intimidad del monarca, en contraste con los espacios de carácter público del resto del palacio.

Khas Mahal. Fuerte Rojo

Khas Mahal. Fuerte Rojo

El Fuerte Rojo también cuenta con rincones llenos de curiosidades. En el Rang Mahal, o Palacio de los Colores, las habitaciones estaban diseñadas para las mujeres del harén, con techos decorados y fuentes que proyectaban sombras de colores cuando el agua caía. Este detalle no solo revela la importancia de la estética para los mogoles, sino también su ingenio para crear espacios funcionales y bellos a la vez.

Rang Mahal. Fuerte Rojo

Lo que más llama la atención es la mezcla de emociones que genera. A pesar de ser un lugar que evoca grandeza, también simboliza el declive de un imperio y las heridas de la colonización. Fue aquí donde, en 1947, se izó por primera vez la bandera de la India independiente, un acto que dio al Fuerte Rojo un nuevo significado como emblema de la nación.

Es interesante también quedarse unos minutos contemplando el horizonte desde sus murallas, intentando imaginar cómo sería la vida entre estos muros hace siglos. El contraste con el bullicio de Delhi al otro lado era abrumador, pero al mismo tiempo, ese choque de épocas y culturas es lo que hace que este lugar sea tan especial.

El Fuerte Rojo está abierto al público de martes a domingo, desde las 9:30 AM hasta las 4:30 PM. Los lunes permanece cerrado. La entrada cuesta 500 INR.

MERCADO CHANDNI CHOWK

Tras los últimos momentos en el Fuerte Rojo, decidí cambiar de ambiente y adentrarme en uno de los lugares más vibrantes y caóticos de Delhi: el mercado de Chandni Chowk. Aunque apenas me separaban quince minutos a pie, aquel breve trayecto por las calles del casco viejo fue suficiente para sentir que entraba en otro mundo: un hervidero de gente, rickshaws que se abrían paso a bocinazos, vacas que paseaban entre la multitud como si nada y un ruido constante que parecía no tener fin.

Area del Mercado Chandni Chowk

A medida que me iba acercando, los sentidos se disparaban. Los olores especiados se mezclaban con los de frituras y dulces, mientras las voces de los vendedores competían con el tráfico en un desorden ensordecedor. Este era, sin duda, el caos del que tantas veces había leído, pero vivirlo en primera persona era otra cosa: una avalancha de estímulos capaz de abrumar y fascinar al mismo tiempo.

El mercado de Chandni Chowk, cuyo nombre significa literalmente “plaza de la luna” en hindi, es uno de los más antiguos y famosos de la ciudad, creado en el siglo XVII durante el reinado de Shah Jahan. Cuesta imaginar que alguna vez fuese un elegante bulevar con canales que reflejaban la luz de la luna, porque lo que hoy se ve son calles abarrotadas, tiendas improvisadas y un tráfico humano que no se detiene jamás. Aquí parece que todo se puede comprar o vender: saris de colores imposibles, especias, utensilios de cocina, frutas, joyas o hasta tecnología de dudosa procedencia.

Area del Mercado Chandni Chowk

Area del Mercado Chandni Chowk

Decidí perderme entre sus estrechas callejuelas, algo que parecía inevitable, ya que Chandni Chowk es el tipo de lugar donde los mapas no tienen sentido. Entre el desorden encontré también varios templos. Algunos ni siquiera supe identificar su nombre, pero sí recuerdo especialmente la visita al Gurudwara Sisganj Sahib, donde pude entrar y observar de cerca la espiritualidad sij en medio del caos exterior. Ese contraste entre el ruido de la calle y la calma del interior era casi irreal. Lástima que en mucho de los templos que iba a visitar en este viaje no te permitan hacer fotos al interior o a las divinidades, con una vigilancia que roza lo exagerado.

Templo Gurudwara Sisganj Sahib

Por supuesto, Chandni Chowk tampoco se entiende sin su comida callejera. Aunque me había prometido ser prudente, terminé comiéndome una samosa rellena que me recordó a una empanada de falafel, acompañada de una Coca-Cola bien fría. Un pequeño respiro entre tanto caos, que sabía a gloria.

Después de más de una hora recorriendo este laberinto de vida, terminé exhausto pero con la sensación de haber visto algo único. Chandni Chowk no tiene nada de cómodo ni de sencillo, pero sí una autenticidad brutal que te golpea desde el primer minuto. Es imposible salir indiferente de allí.

MERCADO DE LAS ESPECIAS

Después de dejar atrás el bullicio de Chandni Chowk, me dirigí hacia Khari Baoli, el famoso mercado de las especias, situado justo detrás de la mezquita Fatehpuri Masjid, en el extremo occidental del bazar. Antes de sumergirme en el mercado, aproveché para visitar la mezquita, un pequeño templo que se alza entre las calles estrechas y que, aunque no tiene la grandeza ni el impacto de la Jama Masjid, desprende un encanto propio y transmite la calma que contrasta con el caos del exterior. Construida en el siglo XVII, la Fatehpuri Masjid fue encargada por la esposa de Shah Jahan y se mantiene como un lugar activo de culto, con fieles que acuden a rezar y que ayudan a dar un respiro de tranquilidad en medio del ajetreo de la ciudad.

Mezquita Fatehpuri Masjid

Mezquita Fatehpuri Masjid

Tras esta breve visita, me adentré en Khari Baoli. El ambiente, lejos de calmarse, parecía intensificarse: calles estrechas atestadas de sacos, vendedores y cargadores que se abrían paso con toneladas de mercancía sobre la espalda o la cabeza. El aire estaba impregnado de aromas penetrantes: cúrcuma, cardamomo, chiles secos, canela… una mezcla tan fuerte que por momentos llegaba a picar en la nariz. Los pasillos eran un auténtico laberinto de tiendas y almacenes donde todo parecía moverse sin pausa, con gente entrando y saliendo, cargando productos o negociando sin descanso.

Khari Baoli o Mercado de las Especias

Khari Baoli o Mercado de las Especias

No compré nada, pero la experiencia fue abrumadora. Observar a la gente trabajar en aquel caos constante, entre sacos apilados y voces que se cruzaban sin descanso, fue suficiente para entender por qué Khari Baoli es considerado uno de los mayores mercados de especias de la India. La combinación de aromas, colores y actividad del mercado convierte a Khari Baoli en un lugar inolvidable, que captura a la perfección el pulso y la vida diaria del Viejo Delhi.

RAJ GHAT

Tras vivir al máximo la locura del anterior mercado, llegaría el momento de dirigirme al Raj Ghat, el memorial dedicado a Mahatma Gandhi. Para recorrer la distancia entre ambos lugares, volví a tomar un rickshaw, un medio de transporte que ya conocía y que resultaba práctico para moverse por Delhi. Este trayecto, que me tomaría apenas diez minutos, me permitió descansar un poco tras la caminata anterior mientras observaba cómo la ciudad parecía no detenerse nunca. El bullicio de las calles, los colores y los sonidos seguían dejándome una mezcla de asombro y desconcierto.

Raj Ghat

El Raj Ghat es un lugar sencillo, pero de una profundidad emocional que resulta imposible ignorar. Este memorial marca el lugar donde Mahatma Gandhi, conocido como el "Padre de la Nación", fue incinerado tras su asesinato en 1948. Situado en un entorno rodeado de jardines bien cuidados, su simplicidad es un homenaje perfecto al hombre que abogó por la humildad y la no violencia. En el centro del complejo se encuentra una plataforma de mármol negro, sobria y elegante, que indica el punto exacto de la cremación. Sobre ella, una llama eterna arde incesante, simbolizando la memoria de Gandhi y su mensaje de paz universal.

Raj Ghat

A medida que paseaba por este espacio cargado de simbolismo, me llamó la atención el silencio que lo envolvía, un silencio que parecía invitar a la reflexión. No solo es un lugar para recordar a Gandhi, sino también un sitio donde muchos visitantes, tanto locales como extranjeros, parecen encontrar un momento de pausa en sus agitadas vidas.

En los alrededores del Raj Ghat se encuentran varios monumentos dedicados a otras figuras prominentes de la India, como Jawaharlal Nehru y Lal Bahadur Shastri. Si bien estos memoriales tienen su importancia, el magnetismo del Raj Ghat destaca por la universalidad de la figura que homenajea.

Un dato curioso que descubrí es que el Raj Ghat se construyó como un espacio completamente abierto para que cualquier persona, independientemente de su religión o creencias, pudiera rendir tributo a Gandhi. Además, el memorial recibe un mantenimiento impecable, y es habitual ver a escolares y grupos de turistas visitándolo como parte de sus recorridos por Delhi.

El Raj Ghat no requiere entrada ni tiene un horario fijo de apertura, siendo accesible durante todo el día. Su visita es breve pero significativa, perfecta para hacer una pausa y conectar con la historia de Gandhi antes de continuar explorando Delhi.

FUERTE FEROZ SHAH KOTLA

Desde el Raj Ghat, opté por continuar mi recorrido en rickshaw hasta el Fuerte Feroz Shah Kotla, el próximo lugar en mi lista. Aunque la distancia era corta, apenas un kilómetro y medio, este trayecto me permitió descansar mientras seguía empapándome del pulso de la ciudad: vendedores ambulantes, rickshaws cruzando a toda velocidad y algún que otro transeúnte curioso que parecía preguntarse de dónde venía.

Al llegar al fuerte, me encontraría con una de las construcciones más antiguas de Delhi, un lugar cargado de historia que, aunque menos conocido que otros monumentos de la ciudad, me atraía precisamente por ese aire de misterio y cierta melancolía que envuelve los sitios olvidados por el tiempo.

Fuerte Feroz Shah Kotla

Fuerte Feroz Shah Kotla

Esta construcción defensiva y joya arquitectónica del siglo XIV, me daba la bienvenida con su aire casi enigmático, apartado de los recorridos más turísticos de Delhi. Este fuerte fue erigido en 1354 por el sultán Feroz Shah Tughlaq, el gobernante de la dinastía Tughlaq, como parte de su nueva capital, Ferozabad. Aunque ahora es un vestigio de lo que alguna vez fue, su historia y sus ruinas aún guardan una belleza que habla de la grandeza de épocas pasadas.

Fuerte Feroz Shah Kotla

La pieza central del complejo es el célebre pilar de Ashoka, una columna de arenisca de más de 13 metros de altura que data del siglo III a.C. Este monumento, inscrito con edictos del emperador maurya Ashoka, fue traído aquí desde Ambala por orden de Feroz Shah, quien era conocido por su pasión por preservar la historia india. Verlo en pie, después de haber sobrevivido al paso de los siglos, me hizo reflexionar sobre la permanencia de ciertos elementos en un mundo en constante cambio.

Pilar de Ashoka.Fuerte Feroz Shah Kotla

El fuerte, aunque en ruinas, cuenta con rincones fascinantes. Uno de ellos es el Jama Masjid de Feroz Shah, una mezquita construida dentro del complejo que, aunque ya no está en uso, conserva restos de su arquitectura original, con hermosos arcos y estructuras que invitan a imaginar cómo debió ser en su época de esplendor. También es destacable el baoli, o pozo escalonado, que servía para abastecer de agua a los residentes y es un ejemplo típico de la ingeniería hidráulica de la época.

Mezquita Jama Masjid. Fuerte Feroz Shah Kotla

Mezquita Jama Masjid. Fuerte Feroz Shah Kotla

Lo curioso de esta antigua fortaleza es que no solo es un lugar histórico, sino también un espacio impregnado de espiritualidad y misticismo. En sus oscuros recovecos se dice que habitan djinns, espíritus invisibles de la tradición islámica que muchos locales veneran. Todos los jueves, los devotos acuden al fuerte con ofrendas de incienso, flores y cartas escritas en las que piden favores o rezan para que se cumplan sus deseos. Esta peculiar tradición ha otorgado al lugar una atmósfera única que lo distingue de otros monumentos de Delhi.

Fuerte Feroz Shah Kotla

Fuerte Feroz Shah Kotla

El Fuerte Feroz Shah Kotla está abierto al público de 8:30 a 19:00 y tiene un coste de 200 INR para los extranjeros.

DELHI GATE

Tras recorrer las ruinas del Fuerte Feroz Shah Kotla y sumergirme en la historia de los Tughlaq, decidí que mi siguiente parada sería la Delhi Gate, una de las puertas que formaron parte de la muralla de Shahjahanabad, la antigua ciudad amurallada construida por Shah Jahan en el siglo XVII. Esta puerta se encuentra a solo unos 800 metros del fuerte, por lo que opté por caminar tranquilamente, un paseo que apenas me llevaría diez minutos.

Ojo: es importante no confundir la Delhi Gate con la India Gate, un error bastante común. Mientras que la primera es una antigua puerta mogol que formaba parte de la muralla de la vieja Delhi, la India Gate es un monumento conmemorativo moderno situado en otra parte de la ciudad.

Delhi Gate

Al llegar, me encontré con la Delhi Gate integrada en el ajetreo urbano: una puerta histórica en medio del tráfico, rodeada por verjas y protegida de cierta manera, que conservaba, pese a todo, la huella de su pasado. Pasear por los alrededores permitía imaginar, de manera aproximada, cómo habría sido el paso de comerciantes y viajeros siglos atrás, aunque hoy la actividad moderna domina la escena.

BARRIO PAHARGANG

Decidí terminar el día en otro lugar igualmente emblemático, pero con un aire diferente: el barrio de Paharganj y su famosa calle Main Bazaar, una arteria llena de vida que es el corazón de este vecindario tan peculiar.

Barrio Pahargang

Para llegar desde el mercado de las especias, opté por tomar un rickshaw. En apenas quince minutos y por unas 100 INR, atravesé calles caóticas mientras observaba cómo cambiaban las fachadas, los colores y hasta las dinámicas de la ciudad. Si algo tiene Delhi, es que cada rincón parece una ciudad distinta dentro de un mismo mundo.

Al llegar a Main Bazaar, me recibió el característico bullicio de este barrio tan querido por mochileros y viajeros de todo el mundo. La calle estaba iluminada con una mezcla de luces de neón, farolillos y los reflejos de los puestos ambulantes. Desde el primer paso me di cuenta de que este lugar era otra dimensión: un mosaico de tiendas diminutas, restaurantes que prometían desde comida india auténtica hasta pizzas y hamburguesas, y vendedores que, con un entusiasmo infinito, ofrecían de todo, desde ropa de estilo hippie hasta joyas, libros y productos artesanales.

Barrio Pahargang

Lo que más me llamó la atención fue la energía vibrante del lugar. A pesar de que ya era de noche, Paharganj no dormía. Grupos de jóvenes turistas caminaban cargados con sus compras, mientras los locales se afanaban en negociar o preparar chai en los puestos de la calle. Decidí pasear despacio por Main Bazaar, dejando que el entorno me absorbiera y observando cada detalle. Me sentí como un espectador dentro de una película en la que el caos y el encanto iban de la mano.

Los olores que inundaban el ambiente eran una mezcla de especias, incienso y comida recién hecha. Me costó resistirme a los puestos de comida callejera que ofrecían samosas y parathas humeantes, pero preferí no arriesgar mi estómago esa noche, dado que aún quedaban muchos días de viaje por delante.

Finalmente, para cenar elegí Krishna Rooftop Café, en la azotea de un edificio, desde donde se podía contemplar Main Bazaar Road y los alrededores iluminados. Pedí Paneer Butter Masala acompañado de arroz con verduras y piña, y una Coca Cola, pagando 525 rupias. Comer allí, disfrutando de la vista y del ambiente nocturno, fue una manera perfecta de cerrar el día.

Barrio Pahargang

Main Bazar Road desde Krishna Rooftop Café. Barrio Pahargang

Cena en Krishna Rooftop Café. Barrio Pahargang

Aunque las piernas ya estaban cansadas tras un día intenso, decidí regresar caminando hasta el alojamiento. El trayecto fue breve y tranquilo, suficiente para asimilar todo lo vivido antes de descansar y recuperar energías en mi hotel Godwin Deluxe.


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