INDIA - DIA 23. Varanasi: Sarnath y otros lugares diferentes

12 de Septiembre de 2025.

Tras el intenso día de ayer, mi idea era intentar conseguir algo más de tranquilidad y paz. Me desperté sobre las nueve y media, sin prisas, dejando que el cuerpo se recuperara del cansancio acumulado. Desde la ventana entraba una luz suave y se oía el murmullo cercano del Ganges, mezclado con los sonidos habituales de la calle: cláxones, voces, el rumor constante de la ciudad que nunca termina de callarse.

Mientras desayunaba, miré el mapa y decidí reestructurar por completo la ruta que traía conmigo. El plan inicial ya no tenía mucho sentido después de lo vivido el día anterior. Quería ajustar los tiempos, dejar espacio para imprevistos y, sobre todo, moverme con más calma. Mi objetivo era seguir descubriendo Varanasi y sus alrededores, pero sin prisas, dejando que el propio ritmo de la ciudad marcara el mío.

Calle de Varanasi

Calle de Varanasi

TEMPLO SANKAT MOCHAN HANUMAN

Mi primera parada del día fue el templo Sankat Mochan Hanuman, uno de los más venerados de Varanasi. La elección no era casual: ese día se celebraba una festividad en honor a Shiva, y me habían recomendado asistir a este templo, donde la devoción y la energía del lugar se sienten de una forma particular.

El templo, fundado en el siglo XVI por el poeta y santo Tulsidas —autor del Ramcharitmanas, una de las versiones más importantes del Ramayana—, está dedicado a Hanuman, el dios mono, símbolo de fuerza, lealtad y devoción absoluta a Rama. Su nombre, Sankat Mochan, significa literalmente “el que libera de las dificultades”, y eso define bien el espíritu con el que los fieles se acercan: no solo a pedir favores, sino a encontrar consuelo.

Templo Sankat Mochan Hanuman

Arquitectónicamente, no es un templo monumental. No impresiona por su tamaño ni por su ornamento, sino por la vida que lo llena. Sus paredes encaladas y sus tejados de tonos anaranjados y ocre se integran con el entorno, pero al cruzar la entrada se percibe una vibración distinta, un murmullo de oraciones, cánticos y movimiento constante. Los monos —considerados mensajeros de Hanuman— se mueven entre la gente con naturalidad, sin causar temor ni sorpresa. Forman parte del lugar tanto como los fieles.

La entrada está custodiada con rigor, y no se permite el acceso con móviles ni cámaras. Todo debía quedarse fuera, lo cual, de alguna manera, obligaba a vivirlo de otro modo, más presente, sin distracciones. Dentro, el ambiente era intenso. No festivo en el sentido superficial, sino lleno de energía y recogimiento. Los devotos ofrecían guirnaldas de caléndulas y dulces a Hanuman mientras recitaban mantras. Otros encendían lámparas de aceite, el humo del incienso flotaba denso, y los sonidos del tambor y los cánticos se entrelazaban en una cadencia hipnótica.

SARNATH

Cuando salí de la celebración en el templo Sankat Mochan Hanuman, caminé hasta una avenida amplia con la idea de tomar un rickshaw que me llevara a Sarnath, unos 13 kilómetros al norte de Varanasi. Antes de hacerlo, quise asegurarme del precio para evitar el habitual regateo, así que entré en una pequeña tienda de zapatos y le pregunté al dueño cuánto consideraba justo por el trayecto. Esta vez la suerte estuvo de mi lado. El hombre resultó ser de esas raras excepciones que uno recuerda por simple amabilidad. Me invitó a sentarme un momento, dejó lo que estaba haciendo y me explicó con calma que lo mejor era usar una aplicación llamada “RAPIDO” para contratar el servicio.

Me pidió que la descargara allí mismo, ayudándome paso a paso. Luego me mostró una opción que no conocía: el servicio de moto-taxi, una forma rápida y muy barata de moverse por la ciudad. Le confesé que me imponía un poco la idea de ir en moto por las calles de Varanasi, pero me aseguró que no había nada que temer. Con su supervisión, contraté el servicio por tan solo 150 rupias. El precio, cerrado desde la aplicación, se pagaba al final en efectivo. Cinco minutos después, la moto ya estaba esperándome frente a la tienda. Agradecí de verdad la ayuda del comerciante —un gesto desinteresado y sincero—, me puse el casco y comenzó el trayecto.

El viaje en moto fue toda una experiencia. Varanasi, desde esa perspectiva, se vive de otra forma. El tráfico parecía un caos sin ley, pero había un extraño orden invisible que lo sostenía. El motorista esquivaba rickshaws, vacas, peatones y coches con una precisión casi milimétrica. Avanzábamos por calles estrechas, mercados atestados, cruces donde nadie parecía tener preferencia y, sin embargo, todos pasaban. A veces el motor se detenía apenas unos segundos frente a una procesión o a un grupo de vacas que ocupaban toda la calzada; luego, como si nada, retomábamos la marcha. Había polvo, ruido y desorden, pero también una energía contagiosa. Cada tramo tenía su propio pulso, y sin darme cuenta los kilómetros fueron quedando atrás.

En poco más de media hora llegamos a Sarnath, el lugar donde, según la tradición, Buda dio su primer sermón después de alcanzar la iluminación en Bodh Gaya. No es poca cosa. De hecho, Sarnath es uno de los cuatro lugares más sagrados del budismo, junto a Bodh Gaya, Lumbini y Kushinagar. Todo allí parece respirar calma, como si la historia hubiera dejado una huella que no se borra. No hay que esforzarse para sentirla: está en el aire, en los árboles, en el silencio contenido del recinto.

El recorrido comienza entre jardines bien cuidados y senderos tranquilos, hasta llegar al Pilar de Ashoka, o lo que queda de él. El pilar original, de más de 15 metros, fue levantado por el emperador Ashoka en el siglo III a.C. y estaba coronado por un capitel con cuatro leones que miraban en direcciones opuestas, símbolo del dharma y del poder protector de la fe. Hoy solo permanece la base, protegida por una estructura de madera, mientras que el capitel original se conserva en el Museo de Sarnath. Ese mismo capitel se convirtió en el emblema nacional de la India: los cuatro leones que aparecen en todos los documentos oficiales y monedas del país.

Recinto Arqueológico de Sarnath

Pilar de Ashoka.Sarnath

Puede parecer un vestigio menor comparado con otras obras monumentales, pero su valor es inmenso. Cada uno de los pilares de Ashoka representaba no solo un punto geográfico, sino una declaración de fe. Tras las guerras del Kalinga, el emperador abrazó el budismo y decidió difundir sus principios de compasión, respeto y moderación a través de estos pilares repartidos por todo el subcontinente. El mensaje grabado en la piedra, en escritura Brahmi, hablaba del respeto entre religiones y del deber del gobernante de proteger a todos los seres vivos.

Pilar de Ashoka.Sarnath

Desde allí, un sendero lleva entre ruinas de antiguos monasterios y templos, restos de lo que fue una gran comunidad monástica. Se distinguen las bases de antiguas construcciones en ladrillo, los cimientos de estupas menores y los vestigios de salas donde los monjes estudiaban y meditaban. Todo está al aire libre, entre el verde de los jardines y el silencio apenas roto por las voces lejanas de los visitantes. Hay algo hipnótico en caminar entre esas estructuras sin techo, imaginando la vida que hubo allí hace más de dos mil años.

Recinto Arqueológico de Sarnath

Recinto Arqueológico de Sarnath

Recinto Arqueológico de Sarnath

Al final del camino se alza la estupa Dhamek, una estructura imponente pese a su sencillez. Su forma cilíndrica y compacta no busca deslumbrar, pero impone respeto. Mide más de 30 metros de altura y 28 de diámetro, construida en piedra y ladrillo, materiales que han resistido siglos de historia. Fue mandada erigir inicialmente por Ashoka en el siglo III a.C., aunque lo que se conserva hoy corresponde a una reconstrucción del siglo V d.C. Aun así, el lugar mantiene esa energía antigua que te obliga a detenerte sin saber por qué.

Estupa Dhamek. Sarnath

Meditando en Sarnath

La base de la estupa está decorada con delicados relieves florales y geométricos, algo poco habitual en este tipo de construcciones. No se puede entrar —ni falta que hace—; las estupas no están pensadas para ser recorridas por dentro, sino rodeadas, en un gesto de meditación activa. Vi a varios peregrinos budistas caminando en círculo alrededor, en sentido horario, como dicta la tradición. Algunos recitaban mantras en voz baja, otros avanzaban en silencio, concentrados en su respiración.

Estupa Dhamek. Sarnath

Se dice que esta estupa marca el lugar exacto donde Buda pronunció su primer sermón, iniciando el camino del dharma. Y es curioso: un sitio tan importante para millones de personas no tiene la monumentalidad de otros lugares sagrados. No hay grandes muros ni decoraciones excesivas. Lo que se siente allí no se puede medir en tamaño ni en forma. Es una calma profunda, difícil de describir, que se impone por sí sola.

Estupa Dhamek.Sarnath

El Museo Arqueológico de Sarnath, aunque pequeño, merece la visita. Allí se conservan esculturas, inscripciones y fragmentos de templos que completan la historia del lugar. Todo está dispuesto con sobriedad, sin artificios, como corresponde a un sitio que no necesita adornos para transmitir su importancia.

El recinto abre todos los días menos los lunes de 08:00 a 18:00, con una entrada de 250 INR.

TEMPLO MULAGANDHA KUTY VIHARA

Muy cerca de la estupa Dhamek, apenas a unos minutos caminando entre árboles y senderos tranquilos, encontraría el templo Mulagandha Kuty Vihara. Es un edificio más moderno —construido en la década de 1930 por la Sociedad Mahabodhi—, pero su presencia encaja con naturalidad en el entorno.

Templo Mulagandha Kuty Vihara

El templo marca el lugar donde, según la tradición, Buda pasó su primera estación de lluvias después de alcanzar la iluminación, y por eso su nombre significa literalmente “la cabaña original de meditación”. En cierto modo, cierra el círculo de la visita: uno ha recorrido los restos de los monasterios antiguos, ha visto el pilar de Ashoka, la gran estupa, y aquí encuentra un espacio que sigue vivo, donde el budismo se practica aún, no como vestigio sino como realidad.

El interior es sencillo, pero impresionante. Los frescos que cubren las paredes, obra del artista japonés K. N. Nipponzan Myohoji, narran la vida de Buda con una delicadeza que combina el estilo oriental con cierta influencia occidental. Las escenas, pintadas con tonos suaves, parecen suspendidas en el tiempo. No hay dramatismo ni artificio: cada gesto, cada rostro, transmite serenidad. El ambiente invita al silencio, incluso si hay más visitantes.

Templo Mulagandha Kuty Vihara

Templo Mulagandha Kuty Vihara

En el centro, un gran Buda dorado en posición de meditación domina el espacio. No hay sensación de distancia o solemnidad excesiva; más bien una calma serena que contagia. Quizás porque aquí, a diferencia de los restos arqueológicos, todo está en uso. Hay incienso, flores frescas, gente rezando o simplemente sentada unos minutos.

Templo Mulagandha Kuty Vihara

A un lado del templo, en el exterior, se alza un árbol Bodhi, descendiente directo del de Bodh Gaya, bajo el cual Buda alcanzó la iluminación. Es, sin duda, uno de los lugares más simbólicos de Sarnath. Verlo allí, creciendo junto a las ruinas y el templo moderno, resume bien lo que es este sitio: la continuidad de una enseñanza a través de los siglos.

ESTUPA CHAUKHANDI

Desde Mulagandhakuti Vihara me dirigí hacia la estupa Chaukhandi, a un kilómetro de distancia. La caminata no fue por senderos tranquilos ni rodeada de árboles, sino por la calzada abierta, bajo un sol intenso que hacía que cada paso fuera más notorio. El tráfico urbano se mezclaba con mi recorrido: rickshaws, motocicletas, bicicletas y peatones compartían el mismo espacio en un caos organizado al que todavía no lograba acostumbrarme del todo.

Ubicada a unos 600 metros al sur del complejo budista principal, la estupa Chaukhandi es una imponente estructura de ladrillo coronada por una torre octogonal. Su nombre proviene del diseño de “cuatro brazos” de la base, y según la tradición, marca el lugar donde Buda reunió a sus primeros discípulos en su camino desde Bodh Gaya hacia el lugar de su primer sermón. Aunque el monumento actual ha sido alterado a lo largo de los siglos, evidencias arqueológicas muestran que ya existía un stupa aquí al menos desde el siglo VII d.C., registrado por el monje chino Xuanzang.

Estupa Chaukhandi

Durante las excavaciones del siglo XIX y principios del XX, se descubrieron terrazas escalonadas del periodo Gupta, imágenes de Buda y bajorrelieves con figuras de leogrifos y gladiadores. La torre octogonal que corona la estupa es una adición posterior, construida en 1567 por orden del emperador mogol Akbar en memoria de su padre Humayun, añadiendo un toque histórico único a la estructura.

Estupa Chaukhandi

Su horario es de 06:00 a 18:00 y la entrada cuesta 200 INR.

TEMPLO BHARAT MATA MANDIR

Desde Sarnath volvería a utilizar los servicios de la aplicación “Rápido” que me había enseñado el zapatero para continuar mi recorrido. No era muy lejos, pero el calor y la energía de Varanasi ya comenzaban a hacerse sentir de nuevo. Tras unos minutos de trayecto, llegué al Templo Bharat Mata Mandir, un lugar que podríamos calificarlo como peculiar.

Este templo no es como los otros. No se dedica a una deidad hindú en particular, sino que está dedicado a la Madre India, un símbolo nacional que representa la unidad y la identidad de todo el país. En lugar de las típicas estatuas de dioses y diosas, el centro de la planta baja está ocupado por un mapa de la India en relieve, esculpido en mármol, un mapa que está dispuesto de tal manera que lo primero que ves al entrar es esa India marcada, representada en cada rincón del templo.

Templo Bharat Mata Mandir

Es un lugar tranquilo, y más que cualquier estatua o ritual, lo que se respira aquí es una sensación de unidad y paz. Las paredes están adornadas con imágenes que representan figuras prominentes de la independencia de la India, y aunque no hay grandes multitudes, se nota una vibración profunda de respeto y memoria. Es un templo diferente, sin duda, y aunque carece del fervor religioso de otros lugares de la ciudad, tiene un tipo de quietud que, al menos para mí, valía la pena explorar.

Templo Bharat Mata Mandir

El Templo Bharat Mata Mandir está ubicado cerca de la estación de tren de Varanasi y se encuentra abierto a los visitantes todos los días. Su entrada es gratuita y el horario de 06:00 a 19:00.

BANARAS HINDU UNIVERSITY

Después de dejar el Templo Bharat Mata Mandir, tomé otra moto hacia la Banaras Hindu University. El viaje no fue largo, aproximadamente 20-30 minutos dependiendo del tráfico. En cuanto me adentré en el campus, el ambiente cambió. La calma y el orden contrastaban enormemente con el bullicio de las calles de Varanasi.

Banaras Hindu University

La Banaras Hindu University (BHU) es una de las universidades más prestigiosas de la India, y es, sin duda, uno de los lugares más interesantes para visitar en Varanasi. Al igual que muchas de las instituciones de la ciudad, la BHU está marcada por la historia, la tradición y el ambiente espiritual, y te ofrece un respiro del bullicio de los ghats y las calles cercanas.

La universidad fue fundada en 1916 por el renombrado líder y educador Pandit Madan Mohan Malaviya. Se extiende a lo largo de un campus enorme, con jardines, edificios clásicos de arquitectura india y una atmósfera tranquila, aunque la vida universitaria no para de moverse.

Banaras Hindu University

En el centro del campus se encuentra el famoso templo de Vishwanath, que se parece al templo Kashi Vishwanath, pero más grande, y que es uno de los puntos más destacados de la universidad. Este templo es un lugar sagrado tanto para los estudiantes como para los visitantes, un sitio donde los rituales y la devoción se mezclan con la vida académica. Además, el campus alberga varios otros templos y estructuras que representan la riqueza espiritual de la universidad.

A lo largo de la universidad, puedes observar la influencia de la arquitectura colonial británica junto con la tradicional india, lo que crea una atmósfera única. La Banaras Hindu University es también hogar de varios museos, uno de los cuales, el Bharat Kala Bhavan, tiene una excelente colección de arte y antigüedades, que representan la rica herencia cultural de la región.

Banaras Hindu University

A pesar de su tamaño y la cantidad de estudiantes que pasan por allí, el campus tiene una serenidad especial. Puede ser un buen lugar para descansar un poco, disfrutar del paisaje y entender la importancia de la educación en una ciudad tan cargada de historia como Varanasi.

Tras disfrutar de este último destino tomaría la última moto del día con la aplicación “rápido” para llegar al centro de Varanasi, donde cenaría en Brown Bread Bakery, justo frente a Mona Lisa Café. El local es sencillo y acogedor: paredes de ladrillo visto, mesas de madera clara y una vitrina con panes artesanales, pasteles y galletas. Pedí unos espaguetis y un brownie, y la cena me costó 700 rupias. La comida fue perfecta para cerrar un día tan intenso y lleno de historia, espiritualidad y vida urbana, pero afortunadamente sin las tensiones de la jornada anterior.


No hay comentarios :

Publicar un comentario