INDIA - DIA 19. Orchha: Entre palacios y cenotafios

8 de Septiembre de 2025.

El amanecer en Orchha llegó sin prisas, con una luz suave filtrándose por las rendijas de la ventana. A diferencia de las noches en hoteles convencionales, aquella había sido distinta. La homestay no ofrecía lujos, pero sí algo más valioso: la sensación de estar en un hogar real, en contacto con la vida local. Dormí en una habitación sencilla, sin grandes comodidades, pero viviendo lo auténtico. No hubo ruidos de tráfico ni luces invasivas, solo el murmullo lejano de la aldea y el canto de los pájaros anunciando el nuevo día.

Cuando me levanté todo estaba en calma y la familia me esperaba para desayunar de nuevo juntos. Fue un desayuno sencillo, con bananas, crepes y té.

Después de desayunar y con el cuerpo y el ánimo preparados para la jornada, era hora de comenzar a descubrir los tesoros de Orchha.

FUERTE DE ORCHHA

El aire fresco de la mañana hacía que el paseo hasta el Fuerte de Orchha, el complejo monumental que domina la ciudad con su presencia imponente, resultara especialmente agradable. Desde la homestay, las calles de la ciudad despertaban poco a poco. Algunas tiendas comenzaban a abrir sus puertas, y los lugareños iniciaban sus rutinas con la calma característica de esta pequeña población. Caminaba sin prisas, disfrutando de la tranquilidad y de la sensación de estar inmerso en un lugar donde el tiempo parecía avanzar a otro ritmo.

El acceso al recinto era imponente. La entrada, elevada sobre el río Betwa, daba paso a un complejo palaciego que hablaba del esplendor de la dinastía Bundela. A diferencia de otras fortalezas de la India, esta no estaba concebida solo como un bastión defensivo, sino como un conjunto de palacios y templos que revelaban el refinamiento de sus antiguos ocupantes.

Fuerte de Orchha

El Fuerte de Orchha está emplazado en una colina, lo que le da una ubicación estratégica que no solo le otorga una vista impresionante del río Betwa y la ciudad de Orchha, sino también una sensación de invulnerabilidad que era esencial para una fortaleza de su época. A lo largo de los siglos, este majestuoso complejo ha soportado las inclemencias del tiempo, las guerras y los cambios políticos, y al caminar por sus pasillos y patios, se puede sentir aún el eco de su grandeza.

Fuerte de Orchha

Diwan E Am. Fuerte de Orchha

Mi primera parada fue el Raj Mahal, o Raja Mahal, un palacio icónico dentro del complejo. Fue el lugar de residencia de los monarcas Bundela, y aunque el exterior puede parecer modesto, una vez dentro, me di cuenta de la riqueza de sus frescos y su arquitectura funcional.

Al recorrer sus pasillos, me detuve en las habitaciones donde los reyes y sus consejeros tomaban decisiones clave para el reino. Los frescos que decoraban las paredes y los techos mostraban escenas mitológicas del Mahabharata y el Ramayana, así como figuras de dioses hindúes. A pesar del paso del tiempo, muchos de los colores originales, como el azul y el rojo vibrante, se mantenían intactos, lo que daba una sensación de inmersión total en la historia.

Raja Mahal. Fuerte de Orchha

Raja Mahal. Fuerte de Orchha

Raja Mahal. Fuerte de Orchha

Raja Mahal. Fuerte de Orchha

En la azotea del Raj Mahal, las vistas eran igualmente impresionantes. Desde allí, podía ver todo el fuerte, el río Betwa que serpenteaba entre las colinas, y los templos de Orchha que asomaban entre la vegetación. Esta terraza era un lugar estratégico, no solo para contemplar el paisaje, sino también para la defensa del palacio en tiempos de conflicto.

Orchha desde su fuerte

Orchha desde su fuerte

Continuaría mi visita con el Jahangir Mahal, uno de los palacios más famosos de Orchha. Su construcción comenzó en 1605 bajo el reinado de Bir Singh Deo, quien lo erigió para recibir al emperador mogol Jahangir. Es fascinante cómo la estructura del Jahangir Mahal fusiona elementos de la arquitectura hindú tradicional con influencias mogolas, lo que le da un aire único.

Jahangir Mahal. Fuerte de Orchha

El palacio tiene una planta cuadrada con tres pisos de altura, y se distingue por sus ocho cúpulas bulbosas que coronan su techo, características de la arquitectura mogola. Al atravesar el portal principal, uno se encuentra con un amplio patio interior rodeado por arcos y columnas que dan acceso a las estancias. Me quedé maravillado con los detalles de la piedra tallada, los balcones con celosías finamente trabajadas y las intrincadas puertas de madera que parecen haber sido diseñadas para resistir no solo el paso del tiempo, sino también los posibles ataques.

Jahangir Mahal. Fuerte de Orchha

Jahangir Mahal. Fuerte de Orchha

Jahangir Mahal. Fuerte de Orchha

Desde el primer piso, las vistas al río Betwa y a la vegetación circundante eran espectaculares. Mientras paseaba por el palacio, pensé en cómo Bir Singh Deo, el rey Bundela, debió haberse sentido al construir esta joya en honor a un emperador mogol. La historia dice que Jahangir pasó solo una noche en el palacio, pero eso no le resta belleza ni importancia a la edificación. Cada rincón del Jahangir Mahal estaba lleno de detalles que hablaban de la riqueza y el refinamiento de su época, con fuentes secas, nichos decorativos y detalles arquitectónicos que sólo los ojos más atentos pueden descubrir.

Entorno Jahangir Mahal. Fuerte de Orchha

Entorno Jahangir Mahal. Fuerte de Orchha

Aunque menos visitado que el Jahangir Mahal o el Raj Mahal, el Rani Mahal (también conocido como Rai Praveen Mahal en algunas fuentes) tiene su propio encanto. Este palacio, que servía como residencia para las reinas, es más pequeño y acogedor, pero sus detalles arquitectónicos no son menos impresionantes. Las habitaciones eran más privadas y discretas, con un acceso restringido solo a la realeza. Los frescos, aunque menos elaborados, siguen mostrando escenas de la vida en la corte y aspectos religiosos importantes para los miembros de la familia real.

Rai Praveen Mahal. Fuerte de Orchha

Rai Praveen Mahal. Fuerte de Orchha

Rai Praveen Mahal. Fuerte de Orchha

Una de las características que más me sorprendió de este complejo fue su relación directa con el río Betwa, que rodea el fuerte. Desde las terrazas, se podía ver el agua fluyendo suavemente mientras la vegetación la rodeaba, creando un paisaje espectacular. Los puentes que conectaban las diferentes partes del fuerte no solo eran funcionales, sino que también añadían un aire de majestuosidad al conjunto, al igual que las murallas del fuerte que se extendían hasta donde la vista alcanzaba.

Rai Praveen Mahal. Fuerte de Orchha

Rai Praveen Mahal. Fuerte de Orchha

Rai Praveen Mahal. Fuerte de Orchha

Mientras exploraba los pasadizos internos del fuerte, me encontré con una serie de pasadizos ocultos diseñados para proteger a la familia real en caso de ataques. Estos pasajes secretos permitían a los monarcas moverse entre diferentes partes del palacio sin ser vistos, lo que demuestra el nivel de planificación y seguridad que se tenía en cuenta en su construcción. Además, las ventanas de celosías, características de la arquitectura de la India, permitían a las mujeres de la corte observar las ceremonias y eventos sin ser vistas por los demás.

Fuerte de Orchha

Fuerte de Orchha

El Fuerte de Orchha está abierto todos los días de 9:00 a 17:00. La entrada cuesta 700 INR para los extranjeros, pero te da derecho a visitar el resto del patrimonio cultural de Orchha, por lo que de verdad que merece la pena.

TEMPLO CHATURBHUJ

Ubicado sobre una plataforma elevada, este majestuoso templo, mi siguiente parada, dominaba el paisaje con su estructura singular, más parecida a una fortaleza que a un lugar de culto. Su nombre, que significa “cuatro brazos”, hacía referencia a la divinidad a la que estaba dedicado: el dios Vishnu. Fue construido en el siglo XVII con la intención de albergar una imagen sagrada de Rama, aunque finalmente esta nunca llegó a ocupar su santuario y terminó en el Templo Rama Raja.

Templo Chaturbhuj

Al acercarme, me impresionó la verticalidad de su diseño. Sus altísimas torres cónicas parecían desafiar al cielo, y sus muros de piedra desnuda contrastaban con la ornamentación intrincada de otros templos de la India. Subí por los escalones desgastados hasta su entrada, donde el silencio y la penumbra del interior ofrecían un respiro del calor exterior. Dentro, la amplitud de la nave central me recordó más a una catedral que a un templo hindú, con techos altísimos y una atmósfera de recogimiento.

Templo Chaturbhuj

En lo alto, pequeñas aberturas dejaban filtrar la luz del sol, proyectando sombras alargadas sobre el suelo de piedra. Un guardián del templo, con la calma de quien ha pasado años en aquel lugar, me señaló una estrecha escalera que conducía a las terrazas superiores, pero rechacé la invitación, ya que sabía que detrás de ello estaba el intentar, como otras veces, aprovecharse de mi.

Templo Chaturbhuj

La entrada al Templo Chaturbhuj forma parte del boleto combinado que incluye otros monumentos de Orchha, como los cenotafios y el Templo Lakshmi Narayan. El templo está abierto al público durante todo el día.

TEMPLO LAKSHMI NARAYAN

A medida que me acercaba a este nuevo templo, su silueta inconfundible se recortaba contra el cielo. Situado en una ligera elevación, dominaba el paisaje con su estructura peculiar, que combinaba elementos de fortaleza y santuario. A diferencia de otros templos dedicados a Lakshmi, la diosa de la prosperidad y la riqueza, este no tenía la apariencia típica de los templos hindúes. En su arquitectura se adivinaban influencias tanto rajputas como mogolas, con murallas, bastiones y torres que lo hacían parecer más una fortificación que un lugar de culto.

Templo Lakshmi Narayan

Templo Lakshmi Narayan

Atravesé la entrada y me encontré en un espacio amplio, con corredores y patios que invitaban a la exploración. Lo que más llamaba la atención no era solo su estructura, sino lo que albergaba en su interior. Las paredes del templo estaban cubiertas de frescos antiguos, una verdadera galería de arte que narraba episodios de la mitología hindú, además de representar escenas de la historia de Orchha. A pesar del paso del tiempo, los colores todavía conservaban su intensidad, y las figuras parecían cobrar vida bajo la luz tenue que se filtraba por los arcos.

Templo Lakshmi Narayan

Templo Lakshmi Narayan

Templo Lakshmi Narayan

Templo Lakshmi Narayan

Uno de los frescos más interesantes era el que mostraba la batalla entre los británicos y las fuerzas del reino de Orchha, un testimonio pictórico de la historia de la región que no suele verse en otros templos. Me detuve en varias ocasiones para observar los detalles, intentando descifrar las narraciones plasmadas en las paredes.

Templo Lakshmi Narayan

Apenas había visitantes a esa hora, lo que me permitió recorrer el templo con calma, sin la prisa que a veces impone el turismo masivo. Desde su torre principal, me tomé un momento para contemplar la vista de Orchha, con sus templos y palacios asomando entre la vegetación.

Torre Templo Lakshmi Narayan

Orchha desde Torre del Templo Lakshmi Narayan

El templo está abierto todos los días de 9:00 a 17:00 horas. La visita se encuentra dentro del boleto de los principales monumentos de Orchha.

Tras un último vistazo a los frescos y la estructura del templo, decidí que era momento de realizar un alto en el camino y dirigirme a comer tranquilamente, pues mi cuerpo me lo estaba suplicando. Elegiría un restaurane recomendado por Carmen (Panipuri) llamado Indiana, muy cerca del fuerte, donde optaría por comer un sándwich de jamón y queso y dos Lassi de plátano que estaban deliciosos.

ENTORNO DEL RÍO BETWA

Tras un almuerzo tranquilo, decidí salir a recorrer Orchha de nuevo. El sol estaba alto, iluminando la ciudad con una luz intensa que realzaba los colores de los templos y las cúpulas. Desde el puente sobre el río Betwa, la vista era impresionante: el río, sereno, reflejaba la claridad del cielo, mientras las sombras de los cenotafios y los templos se proyectaban suavemente sobre el agua. Todo parecía detenido, como si la ciudad respirara con calma tras la hora de mayor actividad.

Río Betwa a su paso por Orchha

Río Betwa a su paso por Orchha

Caminé despacio por el puente, con el río fluyendo a mi lado y la brisa cálida del mediodía acariciando mi rostro. A medida que avanzaba, las siluetas de los monumentos y las torres de los cenotafios destacaban claramente bajo la luz directa del sol, ofreciendo un panorama distinto al del amanecer o atardecer. El ritmo de la ciudad parecía apaciguado; los sonidos del mercado se habían suavizado, y solo se oía el murmullo del agua y algún canto ocasional de pájaros.

Cenotafios o Chhatris de Orchha desde Río Betwa

Cenotafios o Chhatris de Orchha desde Río Betwa

Al llegar al Ghat Kanchan, un pequeño embarcadero junto al río, el ambiente mantenía esa serenidad. Los lugareños continuaban con sus rutinas cotidianas, algunos recogiendo agua o lavando utensilios, otros simplemente descansando a la sombra. Me senté cerca del agua, disfrutando de la tranquilidad y observando cómo la luz del mediodía resaltaba cada detalle de la arquitectura y del paisaje. Era un momento de calma, donde la naturaleza y la historia parecían coexistir en perfecta armonía.

Cenotafios o Chhatris de Orchha desde Ghat Kanchan

CENOTAFIOS

Tras el anterior momento de paz, decidí caminar hasta los cenotafios, también conocidos como chhatris, que se encuentran a orillas del río Betwa. Estos monumentos eran el último homenaje a los reyes de la dinastía Bundela, construidos en su honor para preservar su memoria de manera imponente. Eran mausoleos, pero la tradición hindú no permite que los reyes sean enterrados en estos lugares. En cambio, los cenotafios sirven como memoriales, con estructuras que imitan los palacios, cubiertos de intrincados detalles arquitectónicos.

Cenotafios o Chhatris de Orchha

A medida que me acercaba a ellos, pude admirar la majestuosidad de sus fachadas y su atmósfera serena. Estas estructuras, en su mayoría, son de piedra, con techos puntiagudos y cúpulas que se elevan hacia el cielo. A lo lejos, se podían ver reflejadas en el río las siluetas de los chhatris, lo que daba una sensación mágica, como si las aguas fluyeran en un silencio reverente.

Cenotafios o Chhatris de Orchha

Cenotafios o Chhatris de Orchha

Los cenotafios son testimonio de la historia de Orchha, especialmente de la familia Bundela, que gobernó durante siglos en la región. Entre ellos se encuentran los más destacados, como el cenotafio de Raja Madhukar, que es uno de los más antiguos y elaborados. Pero lo que más me llamó la atención fue la tranquilidad que emanaba el lugar.

Cenotafios o Chhatris de Orchha

Cenotafios o Chhatris de Orchha

Cenotafios o Chhatris de Orchha

Este es un lugar que se puede visitar en cualquier momento del día, pero la mejor hora para disfrutar de la tranquilidad y de las vistas es al amanecer o al atardecer, cuando la luz y el paisaje son especialmente hermosos. Está abierto todos los días de 06.00 a 18:00 y se encuentran dentro del boleto turístico

TEMPLO RAMA RAJA

La jornada en Orchha no podía concluir sin presenciar uno de los momentos más especiales de la ciudad: el aarti en el Templo Rama Raja. Este templo es único en la India, ya que es el único lugar donde el dios Rama es adorado como un rey, con ceremonias y rituales propios de la realeza. Su historia, cargada de misticismo, cuenta que la imagen de Rama fue traída desde Ayodhya y, al ser colocada temporalmente en este palacio, se negó a moverse de allí. Desde entonces, el palacio se convirtió en un templo, y Rama es venerado no solo como una deidad, sino también como el monarca eterno de Orchha.

Templo Rama Raja

Al llegar, la plaza frente al templo estaba llena de devotos y visitantes que aguardaban el inicio del aarti, el ritual de adoración con fuego y cánticos. El edificio, iluminado por luces doradas, resaltaba su estructura fortificada y su aire palaciego, diferente a los templos tradicionales. Me abrí paso entre la multitud y me acerqué a la entrada, donde los guardias del templo, vestidos con uniformes ceremoniales, reforzaban la sensación de que estaba entrando en la corte de un rey.

Templo Rama Raja

Cuando las puertas se abrieron, el sonido de los tambores y campanas llenó el ambiente. Dentro, la imagen de Rama Raja, vestida con ropajes reales y adornada con joyas, brillaba bajo la luz de las lámparas de aceite. Los sacerdotes comenzaron el aarti, elevando grandes lámparas de fuego en círculos rítmicos mientras los fieles entonaban cánticos devocionales con una entrega total. La energía en el templo era electrizante: cientos de voces entonaban el "Jai Shri Ram", las campanas resonaban en un estruendo sagrado, y el calor de las llamas proyectaba sombras danzantes en los muros del templo.

Por un momento, me dejé llevar por la intensidad de la ceremonia. No importaba de dónde viniera ni si comprendía cada palabra de los cánticos; lo que se vivía allí era pura devoción, una conexión colectiva con algo más grande. La multitud alzaba sus manos, ofreciendo flores y dulces a la deidad, mientras el aroma del incienso se mezclaba con la brisa nocturna.

Cuando la ceremonia llegó a su fin, la imagen de Rama Raja fue "acostada", un ritual que simbolizaba el descanso nocturno del monarca. La multitud comenzó a dispersarse lentamente, algunos quedándose a orar en silencio, otros saliendo con rostros iluminados por la emoción del momento. Salí del templo con la sensación de haber sido testigo de algo profundo y auténtico, un reflejo de la fe viva que sigue dando alma a Orchha.

Al salir del Templo Ram Raja, con el eco lejano de los cánticos aún resonando en mis oídos, la noche ya cubría la ciudad. Sentí la necesidad de cerrar la jornada con una cena tranquila antes de marcharme a descansar. La energía del aarti, con sus luces danzantes y la devoción palpable de los fieles, había sido una experiencia intensa, y ahora el contraste de las calles de Orchha, mucho más serenas a esta hora, invitaba a la calma.

Caminé entre los callejones iluminados tenuemente, dejando atrás el bullicio del templo. A esta hora, muchos puestos de comida callejera seguían activos, ofreciendo samosas recién hechas, jalebis dorados y chai humeante. Sin embargo, opté por el mismo lugar en el que había comido, pues había estado muy agusto y así podía procesar todo lo que había vivido durante el día.

Tras la cena, el regreso al homestay fue pausado. Las calles, ahora casi desiertas, tenían una atmósfera distinta, más introspectiva. El río Betwa reflejaba la luna, y el aire fresco de la noche envolvía la ciudad dormida. Con el día terminado, solo quedaba descansar y prepararse para lo que vendría mañana.


No hay comentarios :

Publicar un comentario