A finales de noviembre del año pasado realizaba una pequeña escapada al sur de Francia para conocer Niza y el Principado de Mónaco. Fue algo fugaz y breve que me permitió disfrutar enormemente de esta región gala, proponiéndome que en cuanto tuviera una nueva oportunidad volvería a realizar otra incursión en la zona para seguir conociéndola. Dicho y hecho, sólo tres meses y medio después, un vuelo de Ryanair, por 54 euros, ida y vuelta, me permitía aterrizar en esta ocasión en Marsella, la segunda ciudad más grande de Francia y capital de la región Provenza – Alpes – Costa Azul.
Marsella es una
de las ciudades más antiguas de Francia. Los griegos se habían asentado
allí alrededor del año 600 a. d C. Una base comercial necesaria para el
comercio con los celtas en el noroeste de Europa. Los comerciantes querían
utilizar el Ródano para transportar sus mercancías. Por eso se necesitaba
una nueva ciudad en la desembocadura del Ródano. Este fue el comienzo de
lo que ahora es Marsella. De esta colonia nacieron otros lugares como Niza
y Mónaco. En ese momento, los principales productos eran la sal y la
cerámica, aunque los griegos también trajeron uvas a Francia, creando el
comercio del vino.
Aunque es cierto
que la reputación de Marsella nunca ha sido demasiado buena, debido a su aire
decadente, la inmigración ilegal, el tráfico de drogas y el crimen organizado,
en mi caso quería darle una oportunidad, ya que parece que gracias a ser
Capital Europea de la Cultura en 2014, sufrió un importante lavado de cara,
consiguiendo que muchas zonas fuesen rehabilitadas y mejoradas.
Por tanto, tenía
dos intensos días por delante para poder conocer la gran cantidad de
monumentos, fuertes, iglesias, palacios, museos y edificios históricos que la
ciudad gala ofrece a sus visitantes.
Mi llegada había
sido en el día de ayer, aterrizando en el aeropuerto de Marsella a las 21:00.
Al ser una estancia tan corta, sólo llevaba una mochila por lo que me dirigí al
exterior según desembarqué. De las diferentes maneras que hay para llegar al
centro yo optaría por el autobús conocido como Navette Marseille Aeroport,
sacando el billete de ida y vuelta en la página https://store.marseille.aeroport.fr/bus.html. Una manera cómoda y sencilla para no
perder tiempo, aunque también se pueden comprar los billetes en la terminal. El
precio de un trayecto es de 10 euros, mientras que si sacas ida y vuelta sale
por 16 euros. El servicio es cada 20 minutos hasta pasada la media noche.
En apenas 25 minutos había llegado a la estación de autobuses Gare St. Charles, desde donde
afrontaría caminando el kilómetro que me separaba de mi alojamiento, tardando
no más de quince minutos en llegar. Había optado por “The People Hostel”, un hostal con habitaciones compartidas, como
ya haría también en Niza, y es que los precios de las habitaciones en Marsella
para una sola persona y cerca del centro eran excesivos. Se encontraba a tiro de
piedra del barrio de Le Panier, uno de los barrios más auténticos de la ciudad
y muy cerca de la mayoría de lugares de interés. Las habitaciones eran amplias,
limpias y los compartimentos de cada cama tenían cortinas para guardar tú
intimidad, algo que es de agradecer. Los baños también estaban en buen estado y
bien cuidados y el personal de recepción era bastante amable. Cada noche me
saldría por 32,50 euros.
The People Hostel |
Y ahora sí, tras una buena noche de descanso, me levantaba temprano para iniciar la ruta turística de mi primer día en Marsella.
Dada la cercanía, empezaría con la visita del imponente Arco del
Triunfo situado en la plaza Jules Guesde
y que, comúnmente, es conocido como Porte
d´Aix ya que fue construido en el lugar que ocupaba la puerta desde donde
se partía hacia la localidad de Aix-en-Provence, cuando Marsella todavía tenía
murallas. Su construcción se decidió en 1784 en honor al rey de la época, Luis
XVI, y en memoria de la paz que puso fin a la Guerra de la Independencia de los
Estados Unidos, pero el proyecto sería abandonado durante la Revolución
Francesa, y no se retomaría hasta 1823 para conmemorar la campaña del Duque de
Angulema en España, dedicándose finalmente a este.
Arco del Triundo o Porte d´Aix |
Arco del Triundo o Porte d´Aix |
Acto seguido me sumergiría en el barrio Le Panier, considerado el más antiguo y popular de Marsella, el cual se extiende sobre una colina con sus callecitas en cuesta, sombreadas por edificios de hasta cinco plantas y contraventanas pintadas de azul o verde. En el siglo XIX estaba habitado por pescadores y posteriormente por inmigrantes. Hoy es cada vez más turístico.
Barrio Le Panier |
Un paseo despreocupado me permitiría descubrir animadas plazas, talleres de artesanos, antiguos comercios y edificios medievales y barrocos como la Vieille Charité, un antiguo asilo de beneficencia del siglo XVII, considerado uno de los edificios más exquisitos del casco antiguo. Es de estilo barroco y el conjunto entero está construido con una piedra que aquí llaman de “la corona”, que en los atardeceres marselleses refleja mil tonalidades rosas y amarillas. En el centro del amplio patio se levanta una capilla barroca, la cual está rodeada de una serie de galerías con soportales, donde se refugiaban los pobres de Marsella. Hoy en día el conjunto alberga el Museo de Arqueología Mediterránea y el Museo de Artes Africanas, Oceánicas y Amerindias, los cuales no visitaría.
La Vieille Charité |
La Vieille Charité |
Continuando con mi recorrido hallaría tres plazas ideales para detenerse:
Plaza Lenche: considerada por algunos como la
más antigua de Marsella, ya en la época griega hacia las funciones de ágora, es
decir el lugar de reunión política y mercantil. Debe su nombre a la familia
corsa que construyó en este lugar una suntuosa mansión privada y cuyo edificio
sigue en pie, aunque hoy reconvertido en teatro. En uno de los laterales se puede
ver también el busto de bronce de Henri Tasso, ex alcalde de la ciudad entre
1935 y 1939. Gracias a sus numerosas terrazas y cafés es un lugar muy animado y
agradable de visitar, contando además con una de las mejores heladerías de
Marsella: Glacier du Roi.
Plaza Lenche. Barrio Le Parnier |
Plaza Lorette: más pequeña que la anterior, con un ambiente recogido y auténtico, se accede a ella por un pasaje llamado del mismo modo que la plaza que posee una dilatada historia, pues en él llegó a haber un hospital que asistía a los cruzados que habían participado en Tierra Santa, un convento, e incluso vivió el asesino de Charles de Casaulx, un revolucionario que no reconocía al rey de Francia.
Plaza Lorette. Barrio Le Panier |
Plaza des Moulins: situada en el corazón del barrio Le Panier es el punto más alto de este distrito de Marsella, por lo que para llegar hasta ella tendría que esforzarme y subir una empinada cuesta. Su nombre se debe a que en el siglo XVII aquí se situaban hasta quince molinos de viento, utilizados tanto para producir harina para los marselleses como lugar de refugio en caso de asedio de la ciudad. Se pueden ver rastros de tres de ellos, aunque el mejor es el que posee una torre que ha sido muy bien restaurada. Desgraciadamente, al ser una vivienda, sólo es posible contemplar el exterior.
Plaza des Moulins. Barrio Le Panier |
Muy cerca de las plazas anteriores, otros edificios me llamarían la atención. Es el caso del Hôtel de Cabre, una de las casas más antiguas y mejor conservadas de la ciudad, de interiores renacentistas. Como curiosidad comentar que este edificio fue literalmente movido y girado noventa grados para alinearlo con las construcciones más modernas. Muy interesante es también el Hôtel Dieu, un antiguo hospital en cuyas instalaciones se realizó la primera operación de cataratas por Jacques Daviel, cuya estatua puede verse en la terraza. Hoy se ha convertido en un hotel de cinco estrellas.
Hotel Dieu |
Hotel de Cabre |
Mi siguiente parada sería en la iglesia de Notre Dame des Accoules, una de las más antiguas de Marsella, la cual debe su nombre original a su arquitectura gótica en forma de arco. Originalmente habitada por monjas, ha experimentado a lo largo de los siglos varias campañas de destrucción y reconstrucción que explican los diferentes estilos que se pueden ver en la actualidad. De sus orígenes, solo queda el campanario, que ahora está catalogado como Monumento Histórico. Mención especial al patio y la cripta que merecen especial atención por su hermosa arquitectura.
Iglesia Notre Dame des Accoules |
Y era el momento de visitar otro de los monumentos más importantes en la ciudad. Me refiero a la Catedral de Santa María la Mayor, una enorme construcción de estilo románico bizantino del siglo XIX que fue encargada por el futuro Napoleón III para reconciliarse con los marselleses. La fachada se decora con estatuas de los apóstoles y algunos santos de la Provenza, mientras en el interior hay mosaicos dorados y altares de mármol policromado. En su cripta están enterrados los obispos de Marsella.
Catedral de Santa María la Mayor |
Catedral de Santa María la Mayor |
Al lado de esta catedral se conserva la antigua catedral de la Major, un bonito ejemplo de la arquitectura románica provenzal del siglo XIII que fue construida en piedra rosa de las canteras de la corona.
Antigua Catedral de la Mayor |
A continuación me dejaría sorprender por las vistas del Fuerte St. Jean, uno de los dos que guardan la entrada del Vieux Port y que remonta su origen al siglo XII, cuando los caballeros hospitalarios de Jerusalén levantaron una torre, que más tarde (siglos XV) sería ampliada por el rey René y de nuevo en el XVII durante el reinado de Luis XIV.
Fuerte St. Jean |
Fuerte St. Jean |
Cercana al anterior se halla la iglesia de Saint Laurent, de estilo románico provenzal de cuya existencia ya se tiene constancia en el siglo XIII y la única de esa época que se conserva en la capital. El campanario, octogonal, ya es del siglo XIV aunque fue reconstruido en el XVII.
Iglesia de Sant Laurent |
Y le había llegado el turno al MuCEM, es decir el Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo. Sería el proyecto estrella de la Capitalidad Cultural de Marsella en el 2014. El precio de la entrada es de 9,5 euros y su horario es de 10:00 a 18:00 de noviembre a marzo. De 10:00 a 20:00 en julio y agosto. Y el resto de meses cierra a las 19:00.
MuCEM |
Consta de dos edificios: el casi recién mencionado fuerte Saint Jean que acoge exposiciones temporales, y el nuevo edificio de Rudy Ricciotti, que salta inmediatamente a la vista por su peculiaridad: un cubo rodeado por una malla de hormigón perforado que sigue el modelo de una roca marina. Este alberga tanto la exposición permanente como otras temporales. Ambos edificios están conectados por una pasarela colocada sobre el muelle.
MuCEM y Fuerte St. Jean |
En su interior podría admirar arte proveniente de todas las costas mediterráneas, exposiciones antropológicas y documentales, desde el Neolítico hasta la actualidad.
Se puede optar por entrar por la
parte superior y salir por la zona inferior, o viceversa, y observar así las
diferentes perspectivas que ofrece todo el conjunto tanto desde las alturas
como a ras del suelo.
Santa María la Mayor desde Fuerte St. Jean
Al salir decidiría pasear por la agradable avenida Quai du Port, la cual flanquea uno de los laterales del Viejo Puerto, y disfrutar del ambiente de este. Parece mentira que esta zona en el pasado fuese sólo una cala. El ambiente que se respira por aquí es uno de los más agradables de la ciudad con sus impresionantes barcos, sus edificios de época y sus numerosos restaurantes y cafés a lo largo del muelle. Sin olvidar, por supuesto, la obra “L´Ombriére” del arquitecto británico Norman Foster, que ha dado un nuevo aire de elegancia y distinción al antiguo puerto. Y es que este espejo horizontal de acero inoxidable pulido, de más de mil metros cuadrados, que se eleva sobre los caminantes, refleja el mar, las fachadas y los barcos, además de proporcionar sombra en época de calor y refugio en caso de lluvia.
Avenida Quai du Port L´Ombriére de Norman Foster
Tampoco me olvidaría de parar a contemplar importantes edificios como el Ayuntamiento u Hôtel de Ville, con una interesante fachada del barroco provenzal y construido en el mismo lugar en el que tenían lugar las reuniones de comerciantes de la ciudad; la Maison Diamantée, uno de los edificios más antiguos del centro histórico y antigua residencia patricia, debe su nombre a la decoración de su fachada con sillería en forma de punta de diamante; o el Palacio Daviel, de mediados del siglo XVIII, su fachada muestra un frontón alegórico y un balcón de forja, desde el que se leían las sentencias durante el periodo revolucionario. La guillotina estaba un poco más abajo, en la misma plaza.
Ayuntamiento u Hôtel de Ville Maison Diamantée
Igualmente interesante es la iglesia de St. Ferreol, que data de finales del XIX y que ha reemplazado a otras anteriores. La primera de ellas sería construida por los templarios en el siglo XII, a su vez sustituida por otra de estilo gótico en el siglo XVI. En su interior hay que reseñar el altar mayor de mármol policromado, el púlpito y unos cuadros del artista Michel Serre.
Y para cambiar completamente de aires, me pareció buena idea llevar a cabo en este momento un crucero, que parte del Viejo Puerto, por las denominadas Les Calanques, cuya traducción sería Las calas. Se trata de una larga serie de entrantes del mar en la costa rocosa. Con el paso de los siglos, las aguas han ido dibujando poco a poco retorcidas formas en este paisaje calcáreo, salpicado de una vegetación casi tropical. En la zona, debido a la escasa lluvia y la insistencia con la que calienta el sol durante todo el año, se manifiesta un microclima extremadamente cálido que facilita el crecimiento de especies muy poco comunes en el resto de la región.
Las dos compañías más importantes que
realizan dicha excursión son Croisiers
Marseille e Icard Maritime y lo
que ofrecen es prácticamente igual. Yo optaría por la primera de ellas. Tienen
dos circuitos a Les Calanques: el esencial de dos horas en el que se visitan la
mitad de ellas, y el integral de tres horas y cuarto, donde se llega a las doce
Calanques que integran el Parque Nacional. El primero cuesta 25 euros y el
segundo 30 euros. Los barcos salen desde Quai des Belges y es esencial que el
mar esté en calma.
Dado que elegiría la integral y por
tanto la más larga, buscaría un lugar para picar algo y no desfallecer en la
excursión. Me decantaría por Locarno
Café y no acerté, ya que la pizza que pedí estaba reseca y la camarera que
me atendió sería sumamente desagradable, por lo que no lo recomiendo. Además es
caro para lo que ofrece. La mencionada pizza y un zumo me salieron por 18
euros.
A las 14:00 la embarcación comenzaría
la navegación. Pronto los participantes podríamos empezar a disfrutar de estos
cañones excavados como fiordos que ofrecen un panorama único en Europa, con
paisajes y pequeñas playas desiertas que inspiraron los lienzos de Cézanne
inmortalizando la eterna Provenza.
Parque Nacional des Calanques Parque Nacional des Calanques
El entorno ofrece vistas de una gran belleza natural, acompañada por el sonido de las olas, y al borde de las rocas calizas, una treintena de parajes se codean con viñedos plantados en hileras que dan testimonio de un generoso arte de vivir.
Todas Las Calanques son
impresionantes pero por mencionar algunas de ellas estaría la Calanque d´En-Vau con sus
espectaculares acantilados; la de Port
Miou, a las afueras de Cassis, albergando muchas especies submarinas
fáciles de ver; la de Sormiou, la
más conocida de todas, bordeada por un centenar de casitas pintorescas; la de Eissadon y su gran aguja; o el
paradisiaco escenario de la cala de
Sugiton, de aguas turquesas y un paisaje salvaje.
Parque Nacional des Calanques Parque Nacional des Calanques
Pasadas las 17:15 regresábamos al puerto de Marsella, y dado que todavía quedaba algo de luz, aprovecharía para pasear por la Avenida Canebiére, un gran paseo surgido en 1666 durante el proyecto encargado por Luis XIV para ampliar la ciudad. Durante el segundo imperio y la expansión colonial, en un momento en que los grandes viajes se hacían aún en barco, la Canebiére vivió sus mejores momentos, ya que el puerto de Marsella era un importante punto de contacto con Asia y África. Los que entonces podían permitirse esos viajes se daban citan en los cafés del paseo, siempre bien ambientados y amenizados con alegres orquestas. Este glorioso pasado quedó atrás, pero merece la pena llegar hasta aquí para así observar los nuevos aires de la ciudad.
Colindante con el anterior se haya el hermoso Palacio de La Bolsa, una construcción de mediados del XIX de estilo neoclásico, cuya fachada se decora con una serie de esculturas alegóricas de la ciudad y que hoy alberga el museo de la Marina.
Me encontraba animado y con ganas, por lo que me pareció buena idea realizar el esfuerzo que supone llegar hasta lo alto de la colina en la que se encuentra Notre Dame de la Garde, una opulenta basílica romano – bizantina del siglo XIX que constituye uno de los iconos más visitados de la ciudad, además de ser su punto más alto. Construida sobre los cimientos de un fuerte del siglo XVI, que a su vez era la ampliación de una capilla del siglo XIII, está decorada con mármol de colores, soberbios mosaicos de estilo bizantino y murales de barcos que navegan bajo la protección de la enorme estatua dorada de la Virgen María de casi diez metros de alto que corona el campanario.
Notre Dame de la Garde Notre Dame de la Garde
Además del edificio religioso, lo mejor son las vistas que se pierden sobre la ciudad, la costa y el mar. Y si puede ser con una preciosa puesta de sol, como era el caso, poniéndose entre las cercanas islas Frioul, pues no se podía llegar mejor a la noche.
Marsella desde Notre Dame de la Garde Atardecer en Islas Frioul desde Notre Dame de la Garde
Aquí daría por finalizadas las visitas de hoy, decidiendo cenar en una crepería situada en la plaza Aux Huiles, al lado del puerto. Su nombre era La Crepe au Carre y el lugar estuvo bien. Servicio amable y los crepes estaban muy buenos. Tomaría uno salado de bacon, queso y crema y otro dulce de chocolate y coco con una coca cola. Todo me saldría por 17´50.
Era el momento de la retirada, pues mañana tenía por delante otro intenso día.
No hay comentarios :
Publicar un comentario