MARSELLA - DIA 02. Descubriendo nuevas sorpresas en la urbe mediterránea

6 de Marzo de 2022.

Hoy continuaría mi visita por Marsella dando un paseo por las calles aledañas a la avenida Canebiére, consideradas como las más comerciales y de más glamour de la ciudad. Es el caso de la Rue de la Mode, plagada de tiendas de alta costura, joyas, objetos de decoración, etc. o la Rue St Ferreol, donde siguen concentrándose tiendas algo más famosas que las anteriores como Zara o H&M, sin olvidarnos de la Rue Rome, donde parece ser se consiguen los mejores precios y por ello es la más frecuentada por los jóvenes. En cualquier caso, hoy al ser domingo muchas de ellas estaban cerradas, no preocupándome demasiado ya que no tenía intención de renovar mi vestuario en Francia.

Rue Saint Ferreol

El silencio, la soledad y el nulo ambiente de las calles anteriores, característicos de un domingo por la mañana, harían que destacasen aún más dos imponentes edificios cercanos. Hablo, por un lado, de la Ópera, junto a la plaza General de Gaulle, cuyo edificio original se levantó en tiempos de Luis XIV pero sería destruido por un incendio en 1919. En su fachada pueden verse cuatro alegorías y una frase también alegórica en la cornisa superior. Y por otro, me refiero al Palacio de Justicia, inspirado en el estilo clásico y cuya fachada posee un frontón sobre columnas y una alegoría de la justicia, estando todo el conjunto bien decorado por un estanque en su parte delantera.

Ópera de Marsella

Palacio de Justicia

A pocos metros del anterior me toparía sin querer con la plaza Estrangin, denominada así en honor al comerciante Henri Estrangin que fue quien financió la hermosa fuente que se puede ver presidiendo el espacio. En ella se encuentran representados los cuatro continentes, ofreciendo así el mundo al comercio de Marsella. En uno de sus lados la plaza se encuentra flanqueada por el austero edificio del Banco de Francia que presenta en una de sus esquinas una escultura alegórica del ahorro.

Plaza Estrangin y Banco de Francia

Callejeando sin rumbo por las calles, me llamaría la atención a lo lejos un destacado monumento, por lo que me aproximaría hasta él para ver de qué se que se trataba. Me hallaba en la plaza Castellane y lo que veía en la distancia era la fuente Cantini compuesta por una enorme columna de mármol cuya parte superior está presidida por una escultura que representa a Marsella y en la inferior se encuentran representados los tres ríos de la región, así como el mar Mediterráneo.

Fuente Cantini. Plaza Castellane

Poco después, se cruzaría en mi camino la Prefectura des Bouches du Rhone, otro agradable edificio de estilo Napoleón III, situado en el corazón de la ciudad. Sería construido en la década de 1860 a instancias de un senador del momento y se inspiró en gran medida en el Palazzo Vecchio de Florencia. Consta de un pabellón central y dos alas, así como dos patios interiores y un jardín. Un buen número de estatuas adornan la fachada del edificio, representando a provenzales famosos como el Rey René, Pierre Puget o Chevalier Roze. Anteriormente se instaló una escultura ecuestre de Napoleón III en el cuerpo central del edificio, pero fue destruida a la caída del imperio en 1870 como todos los demás símbolos de la época.

Prefectura des Bouches du Rhone

A pocos pasos de la anterior se encontraba Notre Dame du Mont, famosa en el pasado porque los marineros que sobrevivían a un naufragio acudían aquí a depositar ofrendas, práctica que se trasladó a Notre Dame de la Garde, tras su construcción. Por aquí también pasaría Chopin y tocaría el órgano presente en la misma cuando estuvo de paso por Marsella.

Iglesia de Notre Dame du Mont

El estilo de la iglesia es neoclásico y en el interior destacan varias pinturas del convento de los Mínimos destruidas durante la Revolución.

A continuación me perdería por Cours Julien, el barrio bohemio más vibrante de Marsella que tiene como centro la plaza alargada homónima, sombreada por palmeras. Está rodeada de grandes bares, cafés y locales de conciertos, y sus calles aledañas, llenas de arte urbano, albergan librerías, galerías, estudios de tatuaje y restaurantes étnicos. En la plaza se celebran mercados varios días de la semana: de flores los miércoles y sábados, de libros antiguos los sábados alternos, y de sellos los domingos.

Barrio Cours Julien

Y sin quererlo se cruzaría en mi camino el Palais des Arts, construido para albergar la Escuela de Bellas Artes y la biblioteca de Marsella. Presenta un interior y un exterior de arquitecturas muy distintas, una característica muy particular del mismo.

También se le conoce con el nombre de Palais Carli porque se encuentra en la Place Auguste y François Carli, dos escultores marselleses. Su construcción pretendía dar respuesta a la falta de espacio en el liceo imperial, actualmente liceo Thiers, ubicado en el antiguo convento de las Bernardinas.

Palacio des Arts

Aunque mi intención para la  siguiente visita sería hacer uso del metro, pues estaba algo alejado, el hecho de que la estación más cercana se encontrase cerrada, por algún incidente que desconozco, me haría acabar llegando caminando hasta dicho lugar. Este no era otra que el palacio Longchamp, un suntuoso y bello edificio de estilo ecléctico, que se cierra en forma de hemiciclo sobre el pabellón central. Ante este hay un grupo escultórico desde el que baja una escenográfica fuente de varios niveles. En su interior alberga los museos de Bellas Artes y de Historia Natural. Mi interés residía en el edificio en cuestión y en la zona verde con espectaculares fuentes que lo rodean, siendo una zona muy popular entre las familias que buscan la sombra en el desarbolado centro urbano.

Palacio Longchamp

Palacio Longchamp

La decisión de volver a las cercanías del Viejo Puerto, de nuevo paseando, haría que se cruzase en mi camino la imponente iglesia de Saint Vincent de Paul, apodada comúnmente como “los Reformados”, ya que antiguamente en este lugar existía una antigua capilla de los agustinos de dicha orden. Fue construida con inspiración neo – gótica y es tan alta como Notre Dame de París. En el interior destacan sus vitrales que evocan las principales escenas de la biblia y los santos de Provenza. También, las fuentes bautismales y el altar mayor realizado en mármol, ónice y bronce dorado entre otros materiales.

Iglesia de Saint Vincent de Paul

Cercano al puerto, en la calle Thubaneau, encontraría un simbólico edificio que hace honor al famosísimo himno nacional francés: la Marsellesa. Y es que como su propio nombre indica nació en esta ciudad. El poder incandescente de la Revolución encuentra su representación simbólica en esta fachada que en su día fue el cuartel general de los jacobinos. Las huellas del fuego reflejan las luchas de un pueblo en busca de la libertad.

Memorial de La Marsellesa

Fue en la marcha de un mes de los marselleses hacia París para derrocar la monarquía, cuando empezó a sonar este himno que motivara a las tropas en su viaje, convirtiéndose en una epopeya y en uno de los actos fundacionales de la República.

Ya en el puerto, buscaría la fila en la que tenía que situarme para embarcar hacia la isla de If. La compañía elegida sería Lebateau Navette du Frioul y las taquillas están justo al lado del espejo horizontal de Norman Foster del que hablaba ayer. El ticket que compraría sería sólo el del trayecto en barco, ya que el castillo que se encuentra en la isla hoy era gratuito, no sé si la razón era por ser primer domingo de mes, pero el caso es que me ahorré 6 euros. Por cierto que el mencionado ticket lo compraría el día anterior, pues todas las visitas para el sábado estaban agotadas, por lo que recomiendo no dormirse si no te quieres quedar sin la visita a un lugar tan famoso. Las entradas no se pueden comprar por la web ya que están condicionadas a las condiciones climatológicas y el estado de la mar.

Y algunos os preguntaréis que se me había perdido en esta pequeña porción de terreno enfrente del Vieux Port, pues parece mentira que con sólo tres hectáreas y siendo unas de las islas más pequeñas del territorio francés, sin embargo, su nombre se haya hecho famoso en todo el mundo gracias a Alejandro Dumas y la historia del Conde de Montecristo.

Isla de If 

Tras la caída de Napoleón, la historia del Conde de Montecristo se inicia en el siglo XIX bajo la pluma de su escritor. Su héroe fue encerrado en el Château d'If, que fue una prisión durante 400 años. Ya en su tiempo, las condiciones de detención en este penal eran pésimas. Dos siglos después de la publicación del libro de Alexandre Dumas, visitantes de todo el mundo han seguido los pasos del personaje de Edmond Dantès. Huellas que llevan a descubrir la verdadera historia de esta fortaleza erigida por Francisco I hace 500 años por su privilegiada situación estratégica, sirviendo para defender la ciudad del ataque de posibles enemigos. Esta función no se alargaría mucho tiempo, destinándose posteriormente como prisión hasta 1870 y poco después a fines turísticos.

Castillo de If

Castillo de If

Islas Frioul desde Castillo de If

Tras disfrutar de este escenario mítico, cogería otra vez el barco que me llevaría al puerto de Marsella, el cual hace escala en la isla más importante y grande del archipiélago Frioul. Los horarios para volver son limitados por lo que es conveniente tenerlo en cuenta, pudiendo pasar hasta más de una hora entre cada barco de regreso. Una vez allí me encaminé hacia la plaza Thiars, cuya importancia histórica se debe a que fue el lugar donde se encerraba a los reclusos en los llamados arcenaulx antes de ser deportados como galeotes.

Plaza Thiars

A continuación, no más de 150 metros, se sucedería la plaza Aux Huiles, invadida en la actualidad por las terrazas de bares y restaurantes que surgieron al derribarse el antiguo arsenal para las galeras creado por Luis XVI. Sería inaugurada en 1988.

Plaza Aux Huiles

Y un poco más allá me toparía con el edificio de La Criée, que alberga el Teatro Nacional de Marsella y que antiguamente fue la lonja de pescado.

Teatro de La Criée

También en esta zona podría visitar la preciosa abadía de Saint Víctor, construida en el siglo V sobre la sepultura de San Víctor, mártir romano muerto dos siglos antes. Es un importante vestigio de la primera época cristiana, aunque la iglesia actual data de los siglos XII y XIII, siguiendo el estilo de aquel momento: el románico. Posteriormente, el abad del monasterio ordenó su fortificación  que sería integrada dentro de las murallas del puerto. A partir de esa época y hasta el siglo XVIII, el monasterio jugó un importante papel dentro de la cultura mediterránea y durante la Revolución la iglesia fue convertida en almacén y el monasterio en cuartel y cárcel, lo que evitó su destrucción. Uno de los puntos culminantes de la visita, es la cripta, construida sobre una necrópolis cristiana del siglo III. Hay sarcófagos paleocristianos y paganos.

Abadía de Saint Víctor

Abadía de Saint Víctor

El recorrido por esta zona lo finalizaría en la ciudadela de San Nicolás, el cual ha sido odiado históricamente por los marselleses, ya que Luis XIV lo mandó edificar no para defender a la ciudad de posibles ataques, sino para controlar la insumisión de sus habitantes, siempre díscolos son sus soberanos y con una gran rivalidad con París. Su interior se encontraba en restauración por lo que no podría visitarlo.

Ciudadela de San Nicolás

Para cambiar de aires me animaría a recorrer el paseo del Presidente John Fitzgerald Kennedy, un agradable bulevar que me permitiría disfrutar de los magníficos paisajes que ofrece el mar Mediterráneo con las vistas de las islas Frioul a lo lejos y sus mágicos destellos. Prácticamente, en toda su longitud de unos tres kilómetros, se encuentra bordeado por un banco donde la gente se relaja y acude a reunirse y hacer vida social, considerándose el banco más largo del mundo.

Vistas desde Paseo John Fitzgerald Kennedy

A lo largo del mismo se puede ver un mareógrafo que data de 1884, un instrumento que sirve para medir el nivel del mar en un lugar determinado y así definir la altitud cero de referencia en toda Francia. También destacan las impresionantes casas burguesas que flanquean uno de sus laterales.

Pero si hay un lugar que impresiona en este litoral es, sin lugar a dudas, el monumento a los Héroes del ejército de oriente y tierras lejanas, un arco macizo que se abre al mar con una media luna y una estrella en el centro, flanqueado a ambos lados por dos espectaculares estatuas de mujeres, símbolos del heroísmo y garantes de la paz. Rinde homenaje a los combatientes caídos en el norte de África así como a los que lo hicieron en la antigua Indochina. A ambos lados del arco están inscritos los nombres y fechas de las principales campañas militares de la Primera Guerra Mundial. Una escalera que desciende hacia el mar completa la monumentalidad del lugar.

Monumento a los Héroes del Ejército de Oriente y Tierras Lejanas

Otra parada interesante en el camino es el Vallon des Auffes, un pequeño puerto pesquero que conserva el sabor de tiempos pasados al ritmo de las pequeñas embarcaciones tradicionales de la zona, los cabanons. Varios restaurantes de calidad miran al mar desde este rincón escondido bajo el viaducto. Si se puede es mejor pasar por aquí al atardecer, cuando los pescadores, ya de vuelta, recogen y limpias sus redes frente a la puesta de sol.

Vallon des Auffes

Pero si a este entorno idílico se le suma la presencia inesperada de un grupo de cuatro violistas en lo alto de una roca tocando canciones famosas como “Viva la Vida” de Colplay o la banda sonora de “Amelie”, pues está claro que no podía terminar de una manera más emocionante mi visita a la ciudad de Marsella.

Vallon des Auffes

Había que ir pensando en regresar a casa, pues el tiempo se me había agotado y el fin de semana había llegado a su fin, por lo que me dirigí al aeropuerto y con el tiempo justo conseguía llegar a la puerta de embarque, para salir en hora con destino a Madrid.


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