DIA 05. BOSNIA Y HERZEGOVINA. Trebinje, Trvdos, Stolac y Pocitelj

6 de Julio de 2021.

Después de pasar tres días maravillosos en una de las ciudades más espectaculares de la costa adriática, había llegado el momento de abandonarla y comenzar una nueva etapa en el viaje, a la par que toda una aventura en el continente europeo. Y es que para mí el adentrarme primero en Bosnia – Herzegovina y después en Montenegro por una de las fronteras del norte de ese país me sonaba a épico y suponía un subidón de adrenalina al afrontar países tan fuera de las rutas convencionales y que apenas reciben turismo en comparación con otros estados europeos. Además y aunque pueda parecer mentira, después de haber pasado 25 años desde que terminó la guerra de los Balcanes, todavía sigue habiendo gente, aunque cada vez menos, que asocia toda la zona con la guerra que la asoló por entonces y la sigue considerando peligrosa. En mi caso y después de haber leído un montón de artículos sobre la misma, lo único que había conseguido era suscitar unas ganas increíbles de conocer estos países, con una gran diversidad cultural y religiosa y una apasionante historia en cada rincón de sus territorios.

Lo primero que tenía que hacer antes de cruzar la frontera de Bosnia – Herzegovina, donde iba a permanecer cinco días, era conseguir un vehículo para ello, por lo que tendría que desplazarme hasta el aeropuerto de Dubrovnik para realizar los trámites oportunos. Había elegido esta opción para que así todo me resultara más sencillo al regreso de la ruta que iba a realizar y sólo tuviera ya que tomar el avión de regreso a Madrid.

Para llegar al aeropuerto tendría que coger el autobús que sale de la parada que se encuentra justo al lado de la estación del teleférico que te lleva al monte Srd y que suele coincidir, al igual que a la ida, con los horarios de los vuelos que salen ese día, partiendo como unas dos horas antes de que despeguen estos. Lo mejor es mirarlo en la web www.platanus.hr/shuttle/en/

En mi caso no tenía que coger ningún vuelo por lo que lo único que tenía que hacer es tomar uno que me permitiera estar a las 08:00  en el aeropuerto pues a esta hora había reservado mi coche con la compañía Global Rent a Car a través del intermediario www.rentalcars.com con quien siempre realizo mis reservas ya que es mucho más económico que el resto de compañías y nunca me han generado ningún problema. Me había correspondido un KIA Stonic de cinco puertas para trece días con kilometraje ilimitado y seguro de protección total para evitar sustos innecesarios, pagando por todo ello 468 euros (368 euros del alquiler en sí y 100 más del seguro de protección total). Además como iba a atravesar la frontera de dos países que no forman parte de la unión europea me cobrarían allí mismo 50 euros extras, de lo cual ya me habían avisado cuando realicé la correspondiente reserva, por lo que no fue ninguna sorpresa. Además en el último momento opté por incorporar el extra de tener wifi en el coche y así poder activar el navegador del teléfono y no tener problemas en llegar a los sitios, pues el utilizar los datos del teléfono hubiera supuesto un coste desorbitado. Esto me saldría por 65 euros los trece días. Así que como se ve al final todo supondría 583 euros. Con todo el papeleo hecho, me dirigí a mi coche, organicé todo un poco y puse rumbo hacia la frontera de Bosnia y Herzegovina de la que sólo me separaban doce kilómetros.

No obstante y antes de continuar con el relato me parece este un buen momento para referirme a los datos prácticos de este país.

DATOS PRÁCTICOS BOSNIA Y HERZEGOVINA:

REQUISITOS DE ENTRADA: Teóricamente tanto el DNI como el pasaporte son válidos para entrar en el país, siempre que tengan una validez superior a 90 días. Por lo tanto no deben caducar dentro de los 90 días siguientes a la fecha de entrada. Aunque para mayor agilidad es preferible llevar el pasaporte.

CUÁNDO IR: Los inviernos son largos y fríos y los meses de julio y agosto hace un calor sofocante, por lo que si se tiene suerte con las lluvias, los mejores meses para visitar el país serían de abril a junio y de septiembre a octubre.

MONEDA: La moneda oficial es el marco convertible, cuya abreviatura internacional es BAM, derivado de la situación que, durante la guerra, obligaba a realizar transacciones con marcos alemanes. Su valor es aproximadamente medio euro, moneda que también se acepta en lugares turísticos como hoteles y restaurantes.

TELEFONÍA: Recuerda que Bosnia y Herzegovina no pertenece a la Unión Europea por lo que salvo que quieras llevarte una desagradable sorpresa en la factura del teléfono te recomiendo que quites la itinerancia de datos y sólo utilices el wifi o una tarjeta de datos del país.

SANIDAD: Bosnia y Herzegovina no forma parte de la Unión Europea por lo que no es válida la tarjeta sanitaria, siendo más que recomendable contratar un seguro privado ante cualquier imprevisto de salud que pueda surgir.

IDIOMA: Se habla el bosnio, serbio y croata, variantes los tres de un mismo idioma. El inglés se utiliza en las zonas más turísticas como Mostar o Sarajevo, pero apenas se habla en otras regiones menos conocidas.

ELECTRICIDAD: La corriente eléctrica, al igual que en España, es de 230 V y 50 Hz, utilizándose también en Bosnia y Herzegovina los enchufes europeos redondos.

CONDUCCIÓN: Las carreteras constituyen en el país la columna vertebral de su sistema de transporte, siendo el tráfico intenso en los núcleos de población más importantes. Fuera de los mismos este no es excesivo y en algunas zonas apenas te cruzas con algún vehículo. Las vías más importantes están en buen estado y las secundarias no están excesivamente mal, salvo algunos tramos remotos como el que me llevo hasta la frontera con Montenegro donde el mantenimiento de la calzada deja bastante que desear. Los límites de velocidad son 50 km/h en ciudad, 80 por carreteras regionales, 100 por las principales y 130 por autopista. El límite de alcohol permitido es de 0,3 gramos por litro en sangre. Abundan los controles y las patrullas de carretera, por lo que conviene cumplir con todas las normativas.

TRANSPORTES: Si no se cuenta con coche de alquiler, la mejor manera de moverse por el país es utilizando los autobuses, de los que existe una densa red de líneas, todas operadas por compañías privadas relativamente pequeñas. El tren es lento, poco puntual y no llega a muchos lugares del país por lo que no es la mejor opción para moverse.

GASTRONOMÍA: Uno de sus platos más famosos es el cepavi que vienen a ser bolas o salchichas de carne picada, generalmente de vacuno, condimentadas con ajo, cebolla fresca y especias. Suelen ir acompañados de pan local, arroz, patatas fritas o ensalada. Es común también el llamado burek, pastel de hojaldre con carne picada condimentada con especias y cebolla, así como la denominada corba, una sopa generalmente con verduras o carne. Un entrante muy característico del país son los ustipci, pasta de pan frito acompañado de queso cremoso. La típica ensalada con verduras de estación se denomina mesana salata, mientras que la sopska salata incluye tomate, pepino y queso fresco. Luego tendríamos también los raznici que son filetitos de carne de ternera o cordero y la pleskavica, una hamburguesa de carne muy especiada.

Tras la información práctica, recordemos que me había quedado en el momento en que me dirigía a la frontera de Bosnia y Herzegovina desde Dubrovnik, donde llegaría sin el mayor problema gracias a google maps. Iba algo nervioso y estaba expectante. Apenas había tráfico, por lo que después de tres coches llegaría mi turno con el guardia fronterizo. Un saludo serio y en segundos me pedía la tarjeta verde, una especie de seguro adicional que tienes que presentar junto con los papeles del coche y que si no llevas no te dejan pasar y que te prepara la empresa con la que has alquilado el vehículo. Además tendría que mostrar el pasaporte y el certificado de tener la vacunación completa, una PCR de no más de 72 horas o una prueba de antígenos de 48 horas.

Después de recorrer otros ocho kilómetros entraba en la impronunciable República Srpska, perteneciente al mismo país pero a su vez siendo una entidad política diferente de la federación de Bosnia y Herzegovina. La verdad que es un tema difícil de explicar, pero para hacerse una idea hay que retroceder hasta la desintegración de Yugoslavia donde las múltiples etnias que convivían en aquella nación se vieron involucradas en el sangriento conflicto bélico que todos conocemos. Consecuencia de aquella guerra, nació la República Srpska que en la actualidad acoge en su territorio casi la totalidad de la población serbia de Bosnia – Herzegovina. La complejidad estriba, principalmente, en que mientras que en el resto de repúblicas independizadas la mayoría étnica se impuso a las minorías, en Bosnia el conflicto siempre ha estado latente ya que ninguno de sus tres pueblos – bosniacos, croatas y serbios – han contado en realidad con una mayoría capaz de imponer su voluntad sobre los demás, originándose así algo parecido a un estado dentro de otro estado. De hecho cuentan con sus propias instituciones, policía, etc. Estando todo duplicado. No obstante no tendría que enfrentarme ya a ningún tipo de control fronterizo, aunque sí que me sorprendería la gran cantidad de banderas serbias que pude ver en la carretera.

Frontera de Bosnia y Herzegovina. República de Srpska

No sé si me habré explicado muy bien, pero el caso es que sólo me quedaban ya trece kilómetros hasta llegar a Trebinje, la primera localidad que visitaría en el país. En total desde Dubrovnik son sólo 33 km que tardaría en recorrer 40 minutos.

Cuando investigaba sobre que ver en Bosnia – Herzegovina esta ciudad del sur siempre aparecía como una de las imprescindibles y cuando además me enteré que el mismo Napoleón quedó encantado cuando la visitó expresando “trés bien” de cuyas palabras dicen que derivó el nombre, tenía claro que no me la iba a perder.

Río Trebisnjica a su paso por Trebinje

Tras aparcar el coche en un parque donde estaban acabando de recoger un mercadillo, mi objetivo principal era visitar su casco antiguo el cual se encuentra en el corazón de la ciudad, rodeado de murallas que datan del periodo otomano. Comenzaría por la plaza de la Libertad (Trg Slobode), con un pavimento brillante e impoluto y flanqueada por viejos edificios de piedra de distintas épocas donde se entrelazan el estilo mediterráneo, turco y austro húngaro, así como atractivas cafeterías que invitaban a sentarte, aunque no caería en la tentación. En las inmediaciones podría deleitarme también con bellas fuentes y el monumento dedicado al poeta y embajador de Trebinje: Jovan Ducic.

Plaza de la Libertad (Trg Slobode).Trebinje

Plaza de la Libertad (Trg Slobode).Trebinje

Continuaría mi visita  acercándome al Ayuntamiento para después tomar como referencia el parque Gradski ya que alrededor del mismo se encuentran dos de los edificios religiosos más importantes de Trebinje: la catedral católica de la Santísima Virgen, construida entre 1880 y 1884 en estilo neorrománico, aunque el rango catedralicio no lo obtuviera hasta 1999 y la catedral ortodoxa de la Transfiguración del Señor, levantada en diferentes estilos como el románico, el gótico y el bizantino, mereciendo la pena observar los frescos que se encuentran en el interior del ábside.

Catedral Ortodoxa de la Transfiguración del Señor. Trebinje

Catedral Ortodoxa de la Transfiguración del Señor. Trebinje

Era el momento de internarme en  la ciudad antigua, más conocida como “kastel” rodeado de muros del periodo otomano. En su centro se encuentran dos mezquitas: la de Osmán pasha construida en 1726, aunque sería arrasada en 1993 y posteriormente restaurada, y la mezquita del Sultán Ahmed.

Puerta de la Ciudad Antigua o Kastel

Mezquita de Sultán Ahmed. Trebinje

Ciudad Antigua o Kastel. Trebinje

Tras ello me dirigí a la ribera del río Trebisnjica, que con sus tonos de azul fluye tranquilamente por el centro de la ciudad. Sus orillas están conectadas por varios puentes, atravesando uno de ellos para admirar las bonitas vistas del recinto amurallado, una de las imágenes más célebres de Trebinja, para desde aquí continuar dando un paseo hasta que, tras un pequeño meandro, me toparía de frente con el puente Arslanagic, una joya de la arquitectura otomana y considerado uno de los puentes más bonitos de Bosnia y Herzegovina. Fue construido en 1574 por orden del gran visir Mehmed pasha Sokollu, aunque su nombre hace referencia a un ciudadano otomano que obtendría el derecho a cobrar peaje por transitar por él. Originalmente estaba diez kilómetros corriente arriba, pero en 1965 desapareció bajo las aguas del embalse de Gorica. Rescatado piedra a piedra, tardaron seis años en rearmarlo en su ubicación actual.

Ciudad Antigua de Trebinje desde ribera del Río Trebisnjica

Ciudad Antigua de Trebinje desde ribera del Río Trebisnjica

Puente Arslanagic. Trebinje

Terminaría mi visita a la ciudad conduciendo, unos dos kilómetros, hasta un complejo religioso llamado Hercegovacka Gracanica donde destaca especialmente la iglesia de la Anunciación (Presvete Bogorodice), cuyo diseño está basado en el monasterio  de Gracanica de Kosovo, un edificio histórico de 1321 que muchos serbios consideran sagrado. Esta versión se construyó en el año 2000 para realojar los huesos de Jovan Ducic, el que dicen que es el mejor poeta serbio de todos los tiempos, a la par que héroe local. En los alrededores también se pueden ver el palacio arzobispal, el campanario, una galería de iconos e incluso un anfiteatro que acoge diferentes eventos culturales.

Hercegovacka Gracanica. Trebinje

Hercegovacka Gracanica. Trebinje

No obstante, lo mejor de este lugar son, sin duda, las increíbles vistas de la región y de la propia Trebinje que te dejan boquiabierto. ¿Podía comenzar mejor la visita a Bosnia y Herzegovina? Está claro que no y lo mejor de todo es que sólo estaba siendo el comienzo de esta aventura.

Trebinje desde Hercegovacka Gracanica

Había llegado la hora de dejar atrás Trebinje y conducir unos cinco kilómetros, siguiendo el curso del río Trebisnjica, hasta el monasterio ortodoxo de Tvrdos, el cual ha existido de forma ininterrumpida desde el siglo IV y del que la leyenda dice que fue fundado por santa Elena, madre del emperador Constantino. La construcción representa el centro cultural y espiritual de la zona, además de que en el mismo comenzaría la vida ascética de San Vasilije Ostroski, un hacedor de milagros y uno de los santos de la iglesia Ortodoxa Serbia. El monasterio cuenta con algunos frescos del siglo XVI, cuya armonía de colores es imposible que te deje indiferente, así como una reliquia: la mano de santa Elena.

Monasterio de Tvrdos

Monasterio de Tvrdos

Monasterio de Tvrdos

Era el momento de realizar el tramo más largo de viaje, de la jornada que tenía por delante, hasta Stolac, debiendo afrontar 73 km en aproximadamente una hora. Suponía también retornar a la Federación de Bosnia y Herzegovina y dejar atrás la República de Srpska. El paisaje que encontré en el camino estaba repleto de vegetación y frondosos bosques que eran un deleite para los sentidos.

Stolac es uno de los pueblos fortificados más bonitos de Herzegovina y ofrece un rico patrimonio. Aunque se vio inmerso en la guerra de 1993, los grandes edificios han sido reconstruidos, poseyendo auténticas joyas otomanas y la población desplazada en su día ha vuelto a sus hogares.

Decidiría comenzar visitando la fortaleza de Vidoska, considerada la más grande del país y encaramada en lo alto de una colina a sólo quince minutos del centro, pudiendo disfrutar desde ella de unas hermosas panorámicas de la ciudad y del discurrir del río Bregava. Respecto al fuerte en cuestión sería fundado por el emperador bizantino Constantino en el siglo V, siendo capaz de sobrevivir a los imperios otomano y austro – húngaro. Cuenta con trece torres y cada mes de mayo acoge una feria medieval, que es la única de este tipo que se da en el país.

Fortaleza de Vidoska. Stolac

Fortaleza de Vidoska. Stolac

Stolac desde Fortaleza de Vidoska

Fortaleza de Vidoska. Stolac

Desde las alturas decidiría bajar a los márgenes del río Bregava por donde pasearía y disfrutaría de los puentes que lo cruzan y algunos pequeños resaltos que embellecían la imagen de la ciudad a lo lejos. En esta también me recrearía en su plaza principal, así como con alguna iglesia y mezquita cuyos nombres no me molesté en averiguar.

Plaza Principal. Stolac

Sería en este momento, en el que estaba haciendo alguna fotografía, cuando un señor se acercaría a preguntarme, en un sencillo inglés, que de donde era. Al responderle que de España se ilusionaría bastante y me explicó entre gestos y algunas palabras sueltas en inglés que no podía marcharme de allí sin ver unas bonitas cascadas situadas a poco más de un kilómetro y conocidas como Provalije. Así que tras darle las gracias me encaminé hacia ellas y la verdad que fue otro lugar precioso del que me costaría marcharme.

Río Bregava a su paso por Stolac

Río Bregava a su paso por Stolac

Debía continuar mi camino, aunque no me marcharía muy lejos de donde estaba, ya que en las cercanías de Stolac se encuentran dos increíbles lugares.

El primero de ellos se encontraba sólo a 5 km y se trataba de Daorson, al que denominan el Stonehenge de Bosnia y Herzegovina. Ante mi tenía las ruinas megalíticas de la que es probablemente la ciudad más antigua del país con casi cuatro mil años de antigüedad. Sería construida por los ilirios, antiguos habitantes de los Balcanes, sirviendo de capital a la tribu Daorsi, que vivió en el valle del río Neretva. Fue un pueblo avanzado que producía cerámica de excelente calidad, usaban monedas que fabricaban ellos mismos, utilizaron la lengua griega y las tradiciones helenísticas y mantuvieron un comercio regular con este país. En la época romana mantendría cierta autonomía hasta que, finalmente, sería destruido por los dálmatas y sus ruinas quedaron en el olvido.

Ruinas Megalíticas de Daorson

Lo que más impresiona es su muralla construida para proteger la fortaleza principal, teniendo una longitud de 65 metros. Su característica más importante es que está formada por enormes bloques de piedra ensamblados de manera perfecta sin la utilización de argamasa, lo que, por otro lado, me recordó muchísimo a las construcciones de Cuzco o Sacsayhuamán en mi visita a Perú, ya que la técnica es igual a la utilizada en estos lugares. Las vistas que se consiguen desde este lugar son también espectaculares.

Ruinas Megalíticas de Daorson

Vistas desde Ruinas de Daorson

Dentro del complejo se encontraba la acrópolis y la parte residencial – comercial y la verdad es que me parecía mentira estar caminando por un lugar tan antiguo en Bosnia y Herzegovina. Y es que el país no deja de sorprenderte con lugares así de fascinantes.

El otro destino al que me refería párrafos atrás sería Radimlja, situado a siete kilómetros del anterior por lo que es necesario volver hasta Stolac. Estaba bastante interesado en visitar este lugar pues es, probablemente, la necrópolis “Stecci” (lápidas medievales) más importante no sólo de Bosnia y Hercegovina sino de toda el área de los Balcanes, aunque seguro que si pregunto en Montenegro, Serbia o Croacia me dicen que ese rango la tiene alguna de su país. La entrada cuesta 4 BAM.

Necrópolis Stecci de Radimlja

Es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2016, junto a la “stecci” de Boljuni, siendo el conjunto de ambas uno de los tres lugares que tiene tan prestigioso título dentro del país (los otros dos serían el barrio del Puente Viejo de Mostar que visitaría mañana y el puente de Visegrad que se me quedaría en el tintero por pillarme a desmano de la ruta planeada).

La necrópolis posee 133 lápidas funerarias de piedra blanca, donde casi la mitad de ellas están decoradas con valiosos ornamentos de alta calidad artística y artesanal. Entre sus motivos más característicos estarían las cruces estilizadas, figuras humanas y animales, motivos de caza y armas, etc.

Necrópolis Stecci de Radimlja

Necrópolis Stecci de Radimlja


El símbolo de esta necrópolis en la que me encontraba era un hombre con un brazo levantado, de grandes manos y dedos, anunciando a los visitantes que son bienvenidos al lugar.

Necrópolis Stecci de Radimlja

En mi caso debía decirle adiós porque me esperaba el siguiente destino que no era otro que el pueblo medieval de Pocitelj, enclavado en una bonita zona escarpada con un sinfín de recovecos y un laberinto de escaleras que trepan colina arriba.

Los orígenes del pueblo se remontan a finales del siglo XIV donde ya tendría una importante posición estratégica, pues controlaba la salida al mar desde el valle en el que se encuentra. En 1471 pasó a formar parte del imperio otomano, perteneciendo a este hasta poco antes de que empezara a desmoronarse.

Entre sus principales monumentos destacan la mezquita Hadzi Alija de 1563 que desgraciadamente sufriría importantes daños en 1993 por los bombardeos de las fuerzas bosniocroatas. El edificio ha sido restaurado, aunque ha perdido buena parte de su pintura decorativa. No obstante, cabe resaltar su cúpula y su hermoso minarete.

Mezquita Hadzi Alija. Pocitelj

Cerca de la anterior se halla la torre del Reloj otomana, de 16 metros, edificada en estilo románico tardío. Dice una leyenda que su campana fue traída desde Creta, aunque sería utilizada posteriormente en la I Guerra Mundial.

No hay que olvidarse tampoco de los baños públicos o Hamam, siendo inconfundibles gracias a las pequeñas cúpulas que cubren sus estancias. Son del siglo XVII y en ellos se tomaba el baño gracias a un sistema de calefacción para calentar el agua. Era el único lugar al que se le permitía ir a las mujeres, aunque siempre con el consentimiento de su marido.

Y un poco más arriba hay un fuerte en ruinas al que no podría evitar subir para contemplar su torre octogonal llamada Gavrakapetan, así como las espectaculares vistas que se obtiene desde este lugar de todo el entorno y de la mezquita a vista de pájaro.

Pocitelj desde su Fuerte

Fuerte de Pocitelj

Río Neretva a su paso por Pocitelj desde el Fuerte

Sería aquí donde daría por finalizada la jornada, aunque todavía tendría que recorrer 33 kilómetros hasta Mostar. Necesitaría cuarenta minutos para ello y así llegar al que sería mi alojamiento las próximas dos noches: el Hotel Boutique Pellegrino (76,50 euros). La habitación era inmensa y estaba impecablemente limpia y la cama de lo más cómoda. Su situación también es inmejorable ya que está a pocos pasos del centro histórico y de las estaciones de tren y autobús.

El coche podría dejarlo en un parking que se encuentra a sólo cinco minutos y que tiene habilitado el hotel para sus clientes, lo cual es de agradecer porque en Mostar es bastante complicado aparcar sin tener que pagar.

Una vez acomodado era evidente que estando tan cerca del centro histórico no podría evitar salir a tener la primera visión del maravilloso puente de Mostar, el cual me dejaría inmóvil por su belleza.

Puente Viejo o Stari Most. Mostar

Para cenar optaría por tomar un kebab en uno de los locales de su calle principal, mientras que en el bar de al lado se retransmitía el partido de España contra Italia de la Eurocopa, donde desgraciadamente caeríamos en penaltis. No obstante, aún no siendo la mejor manera de acabar el día, nada podría estropear la ilusión de hallarme en una ciudad como Mostar.


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