2 de Julio de 2021.
Creo que la mayoría no pensábamos que esto fuese a durar
tanto, o tal vez sí y el ingenuo era yo y unos pocos, creyendo que los
encierros forzosos, las restricciones de horarios y reuniones y el no poder
planificar casi nada con más de una semana de antelación no durarían más allá
de Semana Santa de 2021. Efectivamente creía que por esas fechas todo habría
pasado ya gracias a la vacuna y a la inmunidad de grupo. Pero la realidad, al
final, está siendo otra bien distinta y esta maldita pandemia empieza a pesar
demasiado.
Aún así y todo soy consciente que estoy entre los
afortunados que en el año 2020 pudo viajar, pudiendo hacer alguna escapada,
justo antes del comienzo del confinamiento, como fue a Colonia en Alemania, y
después del encierro forzoso a Andorra y Polonia, in extremis de que todo volviera
a complicarse. Aunque traté de no quejarme, el hastío y la desidia empezaron a
ser cada vez mayores. Como a tantos, este 2021 se me estaba haciendo más cuesta
arriba incluso que el año anterior, más agotador mentalmente, sintiendo que mi vida
de antes no fuese a volver nunca, generándome desesperación, impotencia y
frustración en muchos momentos.
Si a todo lo anterior le unimos situaciones más que absurdas
como que los extranjeros hayan podido venir de vacaciones a nuestro país
mientras que nosotros no hemos podido movernos de nuestra Comunidad Autónoma,
pues la indignación se ha ido acrecentando.
Pero todo llega y un nuevo verano también y tras nueve meses
y medio sin salir de la Comunidad de Madrid, que por otro lado me ha permitido
conocerla mejor, por fin he vuelto a afrontar un nuevo viaje internacional,
algo que me cuesta creer y de lo que todavía estoy algo incrédulo que haya
podido suceder.
Efectivamente no estaba dispuesto a permanecer ni un segundo
más soportando restricciones ni limitaciones por lo que no tenía dudas que,
siempre que respetara la legalidad vigente, iba a volar a algún país que me permitiera
hacerlo con los requisitos que me exigiera.
Tras valorar diferentes opciones y teniendo en cuenta los
precios de los vuelos, en cuanto vi que había una oferta lo suficientemente
generosa para volar a Dubrovnik con Iberia, de cuya compañía tenía además un
bono del año pasado por el importe del vuelo (207 euros) no dudaría en hacerme
con él.
A partir de este momento se presentaban ante mí un sinfín de
opciones para llevar a cabo. Y es que los Balcanes ofrecen posibilidades
infinitas, pues estamos hablando de hasta nueve países distintos. Mi única
incursión en dicha península había sido, gracias a mi tío, en el año 2011 que
residía por aquel entonces en el pueblecito de Umag, situado en la región de
Istria, al norte de Croacia, dedicándome a conocer esa zona del país durante
tres días y utilizando otro más para realizar una escapada a Ljubljana, la
capital de Eslovenia, parando además en los dos pueblos más importantes de la
costa de este último estado: Koper y Piran. Todo ello puede consultarse en los
diarios respectivos.
Por tanto, tras pensarlo mucho y contra todo pronóstico,
decidiría visitar a fondo la maravillosa Dubrovnik, otro de mis grandes
propósitos viajeros, durante tres días, dejando, sin embargo, para otra ocasión
el resto de Croacia, y repartir el resto del tiempo del que disponía entre
Bosnia – Herzegovina y Montenegro, dos países que desde hacía ya tiempo me
llamaban mucho la atención y de los que cada vez más escuchaba muy buenas
referencias. Por tanto, decidiría dedicar cinco días para el primero
centrándome en su parte sur, la que más atractivos históricos y turísticos
posee como su capital Sarajevo o la atrayente Mostar, entre otros lugares. Y
los ocho días restantes los utilizaría para hacer una ruta circular por todo
Montenegro, entrando por el norte desde Bosnia y saliendo por la frontera sur
pegada a Dubrovnik, desde donde regresaría a España. Un plan ambicioso y con el
que estaba entusiasmado desde el mismo momento que empecé a fraguarlo en mi
cabeza.
Torre Minceta. Dubrovnik |
Mostar desde Puente Viejo o Stari Most |
Murallas de Kotor |
Como suele ser ya habitual en mis diarios, comienzo con un
conjunto de datos prácticos referentes a Croacia, al ser la ciudad de Dubrovnik
mi primer destino. Posteriormente y cada vez que cambie de país haré lo
oportuno en el primer capítulo de cada uno de ellos.
DATOS PRÁCTICOS
CROACIA:
REQUISITOS DE
ENTRADA: Para entrar en Croacia sólo se necesita el DNI si eres miembro
de la Unión Europea o en su caso el pasaporte en regla, con una vigencia mínima
de seis meses.
CUÁNDO IR:
La temporada alta en la costa croata es en julio y agosto. Con sus aguas
cristalinas y miles de islas y bahías, el litoral constituye su principal
atractivo. Además el tiempo es soleado durante esos meses. En esta temporada,
los hoteles y complejos alcanzan el mayor nivel de ocupación, por lo que si se
desea disfrutar de unas vacaciones tranquilas y sin demasiado calor es mejor
viajar al país en mayo, junio o septiembre, cuando el tiempo sigue siendo bueno
y no hay tantos turistas. Otra ventaja de ir en estos meses es que los precios
bajan considerablemente.
MONEDA: La
moneda de Croacia es la Kuna. En todo el país hay agencias de cambio y bancos
donde no hay problema para cambiar divisas. En cualquier caso muchos comercios
aceptan euros aunque no es aconsejable utilizarlos ya que te darán un cambio
desfavorable. Lo mejor es utilizar la tarjeta siempre que se pueda y optar por
el pago en la moneda del país. En las ciudades y grandes poblaciones también se
puede extraer dinero de los cajeros con tarjetas de reconocimiento internacional.
SANIDAD: Al
ser miembro de la Unión Europea, para viajar a Croacia es suficiente poseer la
tarjeta sanitaria europea, aunque ojo porque tendrás que abonar 1,5 euros por
consulta y 13 euros por cada día de hospitalización hasta un máximo de 263
euros. Por lo que no está demás contratar también un seguro privado.
IDIOMA: La
lengua oficial es el croata. No es un idioma precisamente sencillo de aprender,
pero que puesto la mayoría de los croatas han estudiado por lo menos una lengua
extranjera, el visitante se puede hacer entender en casi todas las situaciones.
El italiano, el alemán y el inglés son los idiomas más extendidos, sobre todo
en los complejos turísticos de la costa y en aquellos lugares en contacto
continuo con los turistas, como puedes ser restaurantes y tiendas. Los jóvenes
croatas suelen hablar un inglés muy bueno, por lo que conviene acudir a ellos
si uno se defiende bien en esta lengua.
ELECTRICIDAD:
La corriente eléctrica, al igual que en España, es de 230 V y 50 Hz,
utilizándose también en Croacia los enchufes europeos redondos.
CONDUCCIÓN:
La red de carreteras croatas es muy extensa y presenta un estado de
conservación razonablemente bueno. Es obligatorio el uso del cinturón de
seguridad en todo momento, tanto en los asientos delanteros como en los
traseros. Los niños menores de 12 años deben viajar en el asiento de atrás. Los
límites de velocidad son de 50 km/h en población, 80 km/h en las afueras de las zonas urbanizadas
y de 130 km/h en las autovías. La señalización vial es prácticamente idéntica a
la utilizada en el resto de Europa. En las autovías hay determinados tramos en
los que hay que pagar peaje. La vía con mejores panorámicas es la que recorre
la costa adriática.
TRANSPORTES:
La población local utiliza mucho los autobuses,
un medio de transporte que puede resultar de gran utilidad para el visitante,
aunque siempre resulte complicado comunicarse con los empleados de las
taquillas y los conductores ya que muchos no saben inglés. La red de autobuses
en el país es muy extensa y ofrece numerosas conexiones y destinos, aunque los
billetes son más caros que los de los trenes para el mismo trayecto. Hay
servicios diarios entre los pueblos y ciudades de Croacia, y autobuses
nocturnos que cubren las rutas más largas. El tren, sin embargo, no es un medio de transporte popular para los
desplazamientos por el interior, salvo en el área de Zagreb, pues la red
ferroviaria no ha sido modernizada adecuadamente y ello se ve reflejado
claramente en la larga duración de los viajes. Por su parte, los servicios de transbordador son muy buenos y
constituyen probablemente la mejor opción cuando se quiere recorrer toda la
costa, aunque no sea el medio de transporte más económico. También existe una
amplia red de conexiones entre las islas y tierra firme, especialmente en
verano, reduciéndose considerablemente en otros meses.
Estaba nervioso, de hecho me había pasado toda la mañana
repasando mentalmente que lo llevaba todo en orden y que no se me olvidaba
nada. Tras siete horas que se me hicieron eternas, por fin partía, desde mi
trabajo, hacia el aeropuerto de barajas donde llegaría por los pelos a coger el
avión. No había previsto que este despegaría desde la terminal Satélite de la
T4 y que había mucha más gente de la que imaginaba en los controles de seguridad,
por lo que si me descuido me quedo en tierra.
El aeropuerto no tenía nada que ver a como me lo encontré el
año pasado donde apenas había vuelos programados y estaba prácticamente
desierto. En esta ocasión había mucha más afluencia de gente y se empezaba a
ver mucho más tránsito y ajetreo, aunque sin llegar a los niveles de antes de
la pandemia.
El vuelo despegaría en hora a las 16:00 y como comentaba
entré de los últimos a la nave, así que casi sin darme cuenta estaba en el
aire. Para embarcar me solicitaron el informe clínico que hiciera constar el
resultado negativo de una prueba de antígenos o de una PCR. En el caso de
facturar maletas esto te lo requieren en el mostrador oportuno.
Llegando a Dubrovnik |
A las 18:40 aterrizaba en el aeropuerto de Dubrovnik, siendo rápido el desembarco. Pronto llegaría a los controles donde la policía croata me exigiría mostrarles el documento sanitario que había que rellenar para entrar en su país y que en mi caso haría por su página web, obteniendo un código de confirmación. En ese documento había que adjuntar la correspondiente prueba de antígenos realizada 48 horas antes o una PCR hecha 72 horas antes de la entrada en el país con resultado negativo o justificar poseer la vacunación completa y que hubiesen pasado 14 días desde la última dosis. También era necesario poner el primer hotel o casa rural en el que te ibas a alojar para estar localizado en los primeros días de tu estancia en el país.
Tras no tener problemas con lo anterior, salí al exterior de
la terminal y me dirigí sin prisa pero sin pausa a coger el autobús de la compañía Platanus. El billete lo había
comprado en su página web: www.platanus.hr
, aunque también puede adquirirse en el mostrador que está justo después de
salir de la zona restringida. El precio es de 55 kn si es sólo de ida y de 80
kn si es de ida y vuelta. En este caso se dispone de quince días para realizar
el trayecto de regreso. Existen dos paradas para bajar, una la estación de autobuses
del barrio de Gruz y otra la puerta Ploce, una de las entradas al casco
histórico de Dubrovnik.
Tras una media hora de viaje, optaría por bajar en la puerta Ploce, pues mi alojamiento se
encontraba como a un kilómetro de la misma, optando por llegar caminando hasta
el mismo, lo que me haría llegar con la camiseta empapada por las cuestas y el
calor.
Había reservado, vía Booking, un agradable apartamento
llamado Apartment Kristic situado en
la calle Srebrenska, 12. El acceso es por un pequeño callejón iluminado y se
encuentra en las casas altas de la ciudad. Me recibiría Lucijana, una mujer de
lo más agradable que desde el primer momento te hace sentirte como en casa.
Además hablaba español, por lo que no se podía pedir más. Hicimos el papeleo
oportuno y estuvimos hablando un buen rato, aclarándome todas las dudas que
tenía sobre diferentes temas.
Apartment Kristic |
El apartamento contaba con todo lo necesario, estaba muy limpio y los muebles se veían nuevos. Así que estaba encantado. Pagaría 50 euros por noche que para estar a un kilómetro del centro histórico y ser Dubrovnik creo que es un gran precio.
Tras acomodarme decidiría acercarme a comprar a un
supermercado cercano donde compraría el desayuno para los próximos días, una
pizza y una coca cola para cenar y varios snacks para matar el hambre a media
mañana. Todo me supondría 97 kn.
No quedaba mucho más por hacer, sólo apagar la luz y esperar que la noche pasara pronto para empezar a descubrir “La Perla del Adriático”.
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