POLONIA - DIA 11. Cracovia: colina de Wawel, túmulo de Kósciuszko y minas de sal de Wieliczka

 10 de Septiembre de 2020.

Para hoy había contratado con Civitatis la excursión a las minas de sal de Wieliczka, la cual me la habían organizado para mitad de la mañana, un horario malo, pero que gracias a estar alojado en el centro histórico no iba a perjudicarme en los planes que tenía previstos. Además tenía que dar casi hasta las gracias, ya que si no llego a tener varios días en Cracovia y contar con esa flexibilidad no hubiera podido realizar esta visita como consecuencia de no haber apenas turismo. Afortunadamente, para hoy aparecería un matrimonio que también quería realizarla y podrían juntar un grupo de tres.

Por tanto, tenía tiempo suficiente, ya que no nos habían citado hasta las 12:40, para conocer en profundidad la impresionante colina de Wawel, por la que había paseado hacía dos días.

En efecto, esta constituye desde siempre el elemento dominante en el panorama de la ciudad, elevándose casi treinta metros sobre la urbe. La ladera sur de la colina se asoma al Vístula, sobre el cual hace tiempo caía a pico una pared de caliza. En las cuevas excavadas en sus paredes rocosas por las aguas del río vivió ya el hombre paleolítico. Han pasado 5000 años desde que en la colina de Wawel surgieron los primeros asentamientos estables, a los que siguieron las comunidades de campesinos del Neolítico, los hombres de la Edad del Bronce y, por último, los de la Edad del Hierro. En el siglo VI en la cima de la colina existía un asentamiento fortificado y, como demostraron las excavaciones arqueológicas, en el IX se levantaba una iglesia cristiana. Durante siglos señoreaba en lo alto de Wawel una ciudadela fortificada, en cuyo centro se hallaba el castillo del príncipe y posteriormente el del rey.

Sobre las 08:45 me encontraba subiendo por su principal rampa de acceso, dispuesto a realizar todas las visitas en las que estaba interesado, que no eran pocas.

Colina de Wawel

Decidiría comenzar por la Catedral Real, cuyas taquillas se encuentran justo enfrente de su puerta de entrada y que son diferentes de las del castillo. Sólo tendría que esperar un cuarto de hora ya que abren a las 09:00. Su entrada cuesta 14 PLN que unidos a otros 10 PLN de la audioguía hacen un total de 24 PLN. Recomiendo esta ya que si no es probable que te pierdas más de un sitio, pues además de darte información interesante también te indica el camino que tienes que ir siguiendo y a veces no es tan sencillo. Por cierto que te hacen dejar 50 PLN o tú documento de identidad como señal hasta que devuelvas la audioguía.

Catedral Real. Colina de Wawel

El actual edificio sacro, de formas góticas, corresponde a la tercera fase de la construcción de la Catedral. Las obras para su edificación se iniciaron en 1320, y en 1364 la iglesia fue consagrada. En las centurias siguientes fue ampliada con el añadido de nuevas capillas y sobreelevada. A mediados del siglo XIII, se convertiría en el principal centro del culto a San Estanislao, además de ser la tradicional sede de coronaciones y lugar de enterramiento de los monarcas polacos.

Lo que más llama la atención es el costado sur del templo por la variedad de los elementos arquitectónicos que lo componen y que abarcan desde el periodo románico hasta nuestros días. Entre las capillas que se abren en la mole gótica del edificio religioso destacan la renacentista Capilla del rey Segismundo, cubierta por una cúpula dorada, y la barroca Capilla de los Vasa, construida cien años después pero con idéntica planta. La cúpula de escamas de la Capilla Zygmuntowska está revestida por una capa de oro puro de enorme valor, que ninguno de los invasores se atrevió jamás a tocar.

Catedral Real. Colina de Wawel

Una puerta de piedra negra, con la K inicial del rey Casimiro el grande y sobre ella una corona, símbolos de Cracovia, me darían acceso a su interior y a su nave central, como primer lugar, hallándose frente a mí el mausoleo de San Estanislao, monumento de gran importancia desde el punto de vista religioso y de incalculable valor artístico. El sarcófago de plata en el que descansan los despojos mortales del santo es una auténtica obra maestra de la orfebrería seiscentista.

Catedral Real. Colina de Wawel

Más allá, podría ver el coro, escenario de 37 coronaciones reales. Todo merece la pena: la sillería, los tapices flamencos, el altar mayor en el que hasta 1600 se arrodillaban los reyes de la nación y, a la derecha, el sitial de los obispos de Cracovia, utilizado por Juan Pablo II desde 1964 hasta 1978.

Otro importante lugar es la Capilla del rey Segismundo que se distingue de las demás capillas de la Catedral por la pureza de su estilo y ser la joya del arte renacentista italiano en Polonia. En el interior predominan el oro de las inscripciones, la claridad de las paredes y el rojo de los mármoles con que están esculpidos los monumentos funerarios de Segismundo I y sus hijos. Hermosa es también la piedra tumbal de Ana Jagellón que fue esculpida cuando la reina todavía vivía.

En toda esta planta no está permitido realizar fotografías y hay tanta vigilancia que es imposible conseguirlo, así que te aconsejo que ni lo intentes.

Otra de las visitas obligadas es la subida a la torre Segismundo, accediendo desde la sacristía, desde donde se consiguen bonitas vistas de los alrededores aunque ni mucho menos son las mejores de la ciudad. También se pueden admirar cinco campanas, la más grande de las cuales figura en el libro de los récords de la Edad Media. Según cuenta la leyenda, su repique tiene la virtud de disipar las nubes y hacer que salga el sol.

Cracovia desde Campanario Catedral Real

Campana de Segismundo. Catedral Real

Finalmente y tras las capillas reales y nobiliarias, la audioguía me llevaría hasta las Criptas Reales, las cuales acogen  los restos mortales de varios reyes, reinas y héroes polacos como Tadeusz Kosiuszko (líder de la insurrección contra los rusos en 1793, cuya estatua preside la entrada del castillo); el príncipe Jósef Poniatowski, uno de los jefes de la guerra de la independencia de 1813; o el presidente Lech Kaczynski y su esposa, desgraciadamente fallecidos en un accidente aéreo.

Panteón Real.Cripta. Catedral Real

Panteón Real.Cripta. Catedral Real

La visita duraría alrededor de una hora, sin escuchar completamente la audioguía, pero es muy interesante para enterarte de datos históricos y detalles de a quién pertenecen mausoleos, esculturas y pinturas.

A la salida, no perdería tiempo y me dirigiría al centro de recepción de visitantes del Castillo Real donde se encuentra la taquilla para sacar los respectivos tickets. ¡Ojo! porque no hay una entrada única sino que existen multitud de posibilidades y de entradas, teniendo hasta ocho secciones para elegir, siendo los horarios y días de cierre diferentes para ellas, por lo que conviene llegar con los deberes hechos. Además en condiciones normales los tickets son limitados para cada sección y parece que se forman grandes colas para acceder a muchos de estos lugares, por lo que también es aconsejable madrugar.

Yo optaría por las Salas de Estado, los Apartamentos Reales, los jardines y la cueva del dragón, costándome el conjunto de todo ello 62 PLN. Renunciaría por tanto al Tesoro de la Corona – Armería, la exposición Arte de Oriente, el llamado Wawel perdido y la atalaya de Sandomierz.

La mayoría de lugares se encuentran al otro lado de donde se compran las entradas, por lo que hay que volver a atravesar el inmenso espacio que hay enfrente de este edificio para llegar al espectacular patio del Castillo Real, el cual da acceso a las diversas estancias. Este patio es uno de los más hermosos y logrados ejemplos de modelos del Renacimiento italiano en territorio polaco. De gran estilo, la residencia de Wawel debía reflejar la magnificencia del soberano y la potencia de la dinastía de los Jagellones, que a comienzos del siglo XVI ocupaba los tronos de Polonia, Lituania, Bohemia y Hungría y cuyos dominios se extendían desde el Báltico al Adriático, desde las fuentes del Elba hasta el Dniéper.

Patio Castillo Real. Colina de Wawel

Patio Castillo Real. Colina de Wawel

Veamos ahora lo que me ofrecieron las estancias que visité:

Salas de Estado: entre ellas destacan la sala del trono, en la que se evoca la batalla naval de Lepanto de 1571; la sala de audiencias, con hermosos frisos; el gabinete de estudio del rey, con obras de artistas flamencos; la sala de justicia, con un retrato del príncipe Segismundo Wasa, obra de Rubens; y la sala de los Senadores, donde se reunía el Parlamento cuando Cracovia era la capital Real. Especialmente importante es la colección de tapices de Arrás del rey Segismundo Augusto. En total 136 piezas que han sobrevivido a los rusos, austriacos y nazis.

Salas de Estado. Castillo Real

Salas de Estado. Castillo Real

Salas de Estado. Castillo Real

Salas Reales: estas dependencias privadas permiten descubrir la riqueza de los que fue el reino de Polonia. Sin embargo, en diversas ocasiones fueron objetos de incendios y pillajes, así como ocupadas por tropas armadas. Es por ello que todo fue reconstruido, redecorado y reamueblado en estilo barroco. Numerosas salas muestran magníficos artesonados, restos de frescos murales y bonitos marcos de puertas esculpidas en piedra. Desde los aposentos de la Reina, se contempla una bella panorámica de Cracovia. Más allá, en la habitación de verano de Segismundo, parece ser que aquí se daba su pasión por la alquimia. Interesante también la sala de Columnas, redecorada para la visita de Estanislao, último rey de Polonia.

Salas Reales. Castillo Real

Salas Reales. Castillo Real

Jardines desde Salas Reales. Castillo Real

Jardines: de pequeño tamaño pero muy bien cuidados, con hermosos detalles como parterres, arcos y diversas flores y plantas, constituye la nota diferenciadora del resto de secciones.

Jardines Castillo Real. Colina de Wawel

Jardines Castillo Real. Colina de Wawel

Cueva del Dragón: dice la leyenda que en el siglo VII vivía bajo la colina de Wawel un dragón… así comenzaba la historia que narraba en el primer capítulo de Cracovia y que tampoco es plan de repetir. Pero efectivamente este es el lugar. Mi consejo es terminar por aquí la visita, ya que llegaréis a la parte más baja del castillo, en la orilla del Vístula. En el otro sentido es de subida. Es necesario volver a cruzar el patio y el inmenso espacio situado delante del centro de recepción para llegar hasta una pequeña torreta situada al lado de la muralla y desde donde se inicia el descenso de los 135 escalones de la escalera circular que te introduce en el subsuelo y en la mítica cueva, donde no puedes evitar que un escalofrío recorra tu cuerpo mientras atraviesas los algo más de 200 metros de cavidades, humedades y grietas que te llevan hasta la salida, donde encontrarás la figura del dragón expulsando fuego cada pocos minutos. La manera perfecta de terminar la visita a todo el complejo de Wawel.

Cueva del Dragón. Colina de Wawel

Dragón de Wawel

Todo lo anterior me llevaría algo más de dos horas, sin recrearme excesivamente pero tampoco yendo con prisas, por lo que pasaban ya unos cinco minutos del mediodía, por lo que tenía el tiempo justo para atravesar todo el centro histórico y llegar hasta la plaza donde me había convocado Civitatis para realizar la excursión, la misma que para ir a Auschwitz (plaza Jana Matejki, 2). Y era el tiempo justo porque antes quería hacer una breve parada en el bar de leche de hace dos días, “Pod Temida”, para echarle algo al estómago, ya que de no hacerlo así no tendría ya oportunidad hasta bastante tarde. Afortunadamente, no habría nadie y podría tomar una sopa caliente de tomate con arroz y algo parecido al mosto, pero templado.

A las 12:40, con puntualidad inglesa, conseguía llegar al punto de encuentro, donde ya estaba el matrimonio que iba a acompañarme en la visita. Tras los saludos iniciales nos meteríamos en la furgoneta que nos esperaba y pusimos rumba a Wieliczka, el pueblo donde se sitúan las famosas minas.

Aún con tráfico tardaríamos cuarenta minutos, para una vez allí pasar los correspondientes controles de temperatura y juntarnos con la que sería nuestra guía durante la visita, una agradable muchacha con una increíble vitalidad.

La mina de sal de Gema de Wieliczka es uno de los más antiguos testimonios de la cultura material del hombre. Inscrita desde 1978 en la Primera lista del Patrimonio Cultural y Natural de la UNESCO, en esta histórica mina se ha trabajado ininterrumpidamente desde el siglo XIII.

Minas de Sal de Wieliczka

Es un conjunto de cuevas, pasadizos, pasillos y lagos subterráneos que cubre un recorrido de 300 kilómetros, dispuestos en nueve niveles que van de los 64 a los 327 metros de profundidad. Su formación se remonta a 13 millones y medio de años atrás.

Tras un descenso a pie de 390 escalones, la visita nos llevaría a una profundidad de entre 64 y 135 metros. Al principio, da la sensación de entrar en una mina de madera por la cantidad de troncos que soportan los corredores, cuyo volumen total se estima en 1 millón de metros cúbicos, pero pronto, los suelos y las paredes se convierten en cristal. Estos se podrían comparar con granos de arroz en el gran pastel de la corteza terrestre.

Minas de Sal de Wieliczka

Minas de Sal de Wieliczka

Las galerías que se visitan fueron excavadas entre los siglos XVII y XIX a mano, se usaron explosivos por primera vez en 1790. A cada paso resultan más asombrosas, pasando por diversas salas temáticas en las que se pueden ver figuras esculpidas en la roca de sal por los mineros.

Minas de Sal de Wieliczka

Minas de Sal de Wieliczka

La inmensa capilla dedicada a la reina Kinga es el punto culminante de la visita. En condiciones normales, un millón de visitantes anuales pulen su pavimento de sal. Según la leyenda, esta hija del rey húngaro Bela IV es la creadora de la mina. Es una auténtica catedral subterránea  que fue excavada durante más de treinta años, con 54 metros de largo y 12 metros de alto. Su acústica excepcional  permite organizar en ella conciertos. Entre otras cosas sorprendentes, hay un belén con un niño Jesús de sal rosa, una reproducción de la Última Cena de Leonardo da Vinci y un retrato de Juan Pablo II.

Capilla de la Reina Kinga. Minas de Sal de Wieliczka

Capilla de la Reina Kinga. Minas de Sal de Wieliczka

Última Cena. Capilla de la Reina Kinga

Tras otras sorpresas, como el lago con sus ennegrecidas pero puras paredes de sal, la sala multimedia con su cine 5D y un espectáculo proyectado sobre un cristal de sal y la gran sala de descanso – bar con su impresionante estructura, una gigantesca sala de 36 metros de altura alberga varias tiendas y marca el final de la visita guiada, debiendo tomar un antiguo ascensor minero para conseguir llegar hasta la superficie.

Minas de Sal de Wieliczka

Minas de Sal de Wieliczka

Parece mentira que fueran dos horas de visita, pues se me pasarían volando y te quedas con ganas de más, por lo que merece muchísimo la pena.

Sobre las 16:00 volveríamos al coche, estando otra vez en Cracovia a las 16:45 y es que el tráfico es imposible suprimirlo en esta ruta.

No tenía ninguna duda que para llegar a mi siguiente destino utilizaría el servicio de Uber en Cracovia, igualmente de barato, rápido y eficaz que en Varsovia. Mi objetivo se encontraba en las afueras de la ciudad y aunque el autobús número 100 te lleva hasta la puerta, no tenía ganas ni de buscar la parada ni de ir con prisas.

Serían 21 PLN, unos cinco euros, lo que me costaría el trayecto hasta el denominado Túmulo de Kosciuszko situado en la colina que domina la ciudad por su lado oeste. Este singular montículo de tierra cubierto de hierba y rodeado por una corona de edificios de ladrillo es un monumento simbólico erigido entre 1821 y 1823 en memoria de Tadeusz Kosciuszko, defensor de la patria y héroe de la batalla de Saratoga Springs. El túmulo fue levantado con la tierra que aquí trajeron militares de polacos procedentes de todos los rincones del país. Tiene una altura de 34 metros y está rematado por una gran roca transportada desde los Montes Tatra, en la que se grabó una inscripción en memoria del militar polaco.

Montículo de Kosciuszko

Cima de Kosciuszko

Para acceder al túmulo es necesario pagar la entrada al museo Kosciuszko (18 PLN) y atravesarlo en su totalidad hasta llegar a una pasarela que te permite acceder al mismo a mitad de altura, para luego ya ascender por una pequeña rampa que lo rodea hasta la cima.

Montículo de Kosciuszko

Al hallarse a 326 metros por encima del nivel del mar, constituye un excepcional punto panorámico desde donde se abarca toda la ciudad e incluso, en las jornadas más despejadas, el macizo de los Tatra,  que dista unos 100 km de Cracovia.

Cracovia desde Montículo de Kosciuszko

Tras aproximadamente una hora disfrutando de las vistas, volvería a pedir otro Uber para volver al centro de la ciudad, pero esta vez no me tocó el más espabilado de los conductores y me tendría media hora más de lo que se tarda en llegar dando vueltas, porque su aplicación de GPS le llevaba por una calle que era prohibida y no sabía buscar una solución. Yo le diría que me dejara en cualquier lugar cercano pero parece ser que si no te dejan en el lugar exacto son penalizados, por lo que tras casi cinco veces de pasar por los mismos sitios y yo a punto de terminar en el manicomio, podría llegar al punto concreto y bajar del coche.

Estaban llegando mis últimos momentos por Cracovia y también por Polonia y no quería desaprovechar ni un solo minuto, así que, aunque ya era de noche, decidiría pasear por el parque que rodea buena parte del centro histórico que está plagado de bonitos jardines y esculturas y que se conoce como Planty, llevándome, de nuevo, a la orilla del Vístula, donde me esperaba la última actividad a realizar.

Parque Planty

Esta no era otra que un agradable paseo en barco por el gran río, que había contratado el día anterior con Civitatis. (15 euros). La duración del crucero sería de una hora y me permitiría disfrutar de las vistas de la colina de Wawel desde el curso de agua, además de otros lugares que por su lejanía o falta de tiempo no había conseguido llegar hasta ellos como la noria, la iglesia de la Roca o la casa de Juan Pablo II en Cracovia.

Colina de Wawel desde crucero por el Río Vístula

Iglesia Paulina de la Roca desde crucero por el Río Vístula

Es así como me apetecía casi terminar mi estancia en la capital cultural de Polonia, meciéndome en las frías aguas del río más largo del país, con 1047 km de longitud, de los cuales más de 800 son navegables. Todo un símbolo, el cual nace en los Cárpatos, atraviesa el país bañando Cracovia y Varsovia para desembocar con un amplio delta en el Báltico por el Golfo de Gdansk.

Puente Bernatek desde crucero por el Río Vístula

Noria desde crucero por el Río Vístula

Eran las 21:00 cuando llegábamos, otra vez, al muelle de donde habíamos partido, con una bajada importante de la temperatura, debíamos estar a unos 15 grados, que me había hecho llegar con los dientes castañeando los últimos metros de la travesía.

También estaba muerto de hambre, así que no dudé en dirigirme al pequeño restaurante que tanto me había gustado hacía dos días: Domowe Przysmaki. Esta vez pediría otra de las sopas famosas del país que todavía me quedaba pendiente por probar: Chlodnik o crema de remolacha con su característico color rosa. Estaba buenísima, pero ojo que es fría. De segundo optaría por pierogi rellenos de bacon y queso, terminando así de la misma manera que comencé en Varsovia mis degustaciones culinarias en Polonia.

Chlodnik o Crema de Remolacha. Restaurante Domowe Przysmaki

Después de la cena y aunque pasaban ya unos minutos de las 23:00, regresaría a la hermosa plaza del Mercado, completamente vacía, donde me apetecía dar el último paseo por ella y echar la vista atrás, recordando muchos de los momentos de este viaje, antes de despedirme de este increíble país.

Polonia es espectacular y sus ciudades son preciosas e historia pura. Polonia es la mejor lección de cómo un pueblo se levanta una y otra vez a pesar de ser conquistado y tratado sin piedad por los países vecinos e incluso de desaparecer del mapa durante 120 años por las ansias de conquista de otros estados y aun así reponerse y resurgir como el ave Fénix. Es el ejemplo de cómo conseguir que sus ciudades sean declaradas Patrimonio de la Humanidad, aun habiendo quedado convertidas en cenizas después de la II Guerra Mundial, mostrando siempre esfuerzo, lucha y superación. Es un modelo de hospitalidad que me ha hecho sentirme como en casa, gracias al trato siempre afable y generoso de su gente. Y no puedo olvidar su comida la cual es también digna de reseñar y eso que me faltaron muchas cosas por probar, a unos precios muy económicos que te permiten no tener que privarte prácticamente de nada que te pueda apetecer y con una calidad inmejorable.


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