Nuestro vecino del oeste, Portugal, es ese sitio perfecto al
que poder escapar saliendo de nuestras fronteras y, sin embargo, estar cerca de casa a la vez, lo que permite
poder recurrir a él cuando en el último momento te has quedado sin planes o los
vuelos a otros lugares se han encarecido extraordinariamente. Es así como poco
a poco he ido conociendo algunos de los lugares más bonitos de este país,
siendo mi intención seguir con esa costumbre en situaciones como la que se me
planteaba en el puente de la Constitución, donde me apetecía mucho realizar una
escapada cultural y, sin embargo, me había dormido a la hora de planificar algo
barato. La solución: nuestro querido vecino portugués.
Cuando hace unos años conocía Oporto y Braga, hubo un lugar
cercano que me daría mucha rabia no poder incluirlo en los planes de entonces,
tanto por su belleza como por su importancia histórica. Hablo de Guimarães, por
lo que este iba a ser el objetivo primordial de este viaje, sumándole sobre la
marcha otros destinos importantes, pero ya en base a como respondiese el tiempo
climatológico que no pintaba demasiado bien.
Además la jugada era perfecta porque la ruta recomendada
para llegar hasta la ciudad portuguesa en coche pasaba por Verín, al sur de
Orense, donde mi tía tiene una casa que me iba a servir para pasar la primera
noche en ella y quitarme así el jueves el grueso del trayecto al salir del
trabajo, es decir un poco más de cuatro horas, además del consiguiente ahorro
gracias a ello.
El viernes sólo tendría ya por delante 130 kilómetros que
realizaría en una hora y veinte minutos por las autovías portuguesas, cuyo
sistema de peaje casi que merece un capítulo aparte. Tras mirar en diferentes
páginas como funcionan, a mí me sería muy útil el siguiente artículo: https://www.autocasion.com/actualidad/reportajes/como-pagar-los-peajes-en-portugal.
Es muy claro y te dice perfectamente todas las opciones disponibles y como hay
que hacer para ponerlas en práctica. Elegiría la segunda opción de la página,
es decir, el permiso pre – pago y dentro de este el de tres días de validez con
un precio fijo de 20,74 euros, para así despreocuparme completamente. Por tanto,
lo pagaría en la página: http://www.tollcard.pt/fetcwcm/wcmservlet/es/comprar/outros-produtos.html,
poniendo los días en los que circularía por el país y la matrícula de mi coche
y con toda la tranquilidad del mundo pude llegar a mi destino sin preocuparme
de las multas.
Te recomiendo que de una manera u otra dejes zanjado este
tema antes de entrar en Portugal, porque sin darte cuenta, en más de una
ocasión, vas a parar a autovías que no tienen la posibilidad de pagar con
tarjeta o efectivo en las típicas garitas, sino que te ves directamente
circulando por este tipo de vía y nada te libra ya de la multa si no has puesto
remedio antes.
Independientemente de todo lo anterior, también me
encontraría con los tradicionales peajes de tramo donde pagas como prefieras,
suponiéndome estos 6,40 euros que pagaría en efectivo.
Y después de todo este rollo, por fin llegaría a las 10:00 a
Guimarães, aunque no me había dado
cuenta que esa era la hora española, siendo en Portugal una hora menos.
Aunque era consciente que era muy complicado que me dieran
la habitación a las 09:00 de la mañana, decidiría probar suerte y dirigirme al hotel Ibis Guimarães, donde iba a
dormir hoy, y contra todo pronóstico la amable señorita de recepción me dijo
que no habría problema en que hiciese ya la entrada. Además en la misma puerta
del hotel se puede dejar el coche estacionado si eres cliente y hay sitio, como
era el caso, por lo que no podía pedir más. La habitación era limpia y
confortable y me saldría por 42 euros, sin desayuno incluido. Un diez para este
hotel por las facilidades que te ponen en todo, además de por las propias
instalaciones.
Dice la tradición que fue en Guimarães donde nació Afonso
Henriques, quien se convertiría, años más tarde, en el primer rey de Portugal,
durante la primera mitad del siglo XII. También fue en esta ciudad donde tuvo
lugar la famosa batalla de S. Mamede, la cual enfrentó a D. Afonso Henriques y su madre D. Teresa, siendo esta
uno de los hechos históricos que llevó a la independencia de Portugal. Sería
dicho rey también quien la convertiría en capital.
Ante los hechos descritos no es de extrañar que Guimarães
sea considerada como la cuna del país y que la UNESCO reconociera en 2001 su
Centro Histórico como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Sin irme más por las ramas, había llegado el momento de
empezar a conocer la ciudad, dirigiéndome para ello hacia su parte alta donde
comenzaría la visita por uno de sus emblemas: su fabuloso castillo medieval, el cual guarda el origen de la nacionalidad
portuguesa. La entrada individual cuesta dos euros, pero si la combinas con el
pazo de los Duques de Braganza, como sería mi caso, cuesta seis euros. Hay una
tercera combinación que incluiría también el museo Alberto Sampaio que costaría
ocho euros, pero esta decidiría no cogerla porque tenía en mente otras actividades
más apetecibles.
Castillo de Guimarães |
Sería en el siglo X cuando la Condesa Mumadona Dias, después
de enviudar, manda construir en su heredad de Vimaranes – hoy Guimarães – un
monasterio. Los ataques de los moros y normandos, que en aquella época tienen
lugar con asiduidad, crea la necesidad de construir una fortaleza para proteger
y defender a los monjes y a la comunidad cristiana que vivían en su entorno.
Surge, de esta manera, el primitivo Castillo. Entre los siglos XIII y XV varios
reyes contribuirán con diferentes obras para mejorar la construcción. Pero a
medida que los siglos pasaban, nuevas tácticas bélicas hicieron al castillo
perder su función defensiva, entrando en un estado progresivo de abandono y
degradación hasta que en el siglo XX la fortaleza es recuperada y declarada
Monumento Nacional.
Castillo de Guimarães |
Castillo de Guimarães |
Su enorme torre del homenaje, rodeada por ocho torres
almenadas, destaca en el horizonte, allándose en su interior una exposición.
Aunque lo que más destacaría sería el paseo por sus murallas que ofrece una excelente
panorámica de la región por sus cuatro puntos cardinales.
Castillo de Guimarães |
A muy pocos metros, en el interior de la capilla de San Miguel del Castillo, se
encuentra la pila románica en la que fue bautizado D. Afonso Henriques. El
suelo del interior se encuentra cubierto por sepulturas que se atribuyen a
nobles guerrilleros unidos a la fundación de la nacionalidad.
Capilla de San Miguel |
Y también muy cerca de los anteriores se puede ver el convento de Santo Antonio dos Capuchos
que en su construcción, los capuchinos, utilizaron piedras del castillo, las
murallas y el palacio condal, lo que supuso la oposición de la población,
aunque se mantendrían en dicho edificio hasta 1833 cuando se cerró el lugar.
Convento de Santo António dos Capuchos |
Todo se encuentra cerca en Guimarães, por lo que sin darme
cuenta estaba delante del Palacio de los
Duques de Braganza, una maravilla de influencia normanda, construido en el
siglos XV por Dom Afonso, primer duque
de Bragança, reflejando el gusto adquirido por este en sus viajes por Europa.
El palacio quedaría deshabitado cuando la familia se trasladó a Vila Viçosa,
hasta que bajo la dictadura de Salazar, en 1933, se reformó como residencia
oficial del presidente.
Palacio de los Duques de Braganza |
El patio interior se puede visitar de forma gratuita pero la
visita a las diferentes habitaciones que se muestran son de pago. Yo ya había
adquirido el pase conjunto con el castillo por lo que no tendría que pagar
aquí. Recordad que fueron seis euros.
Palacio de los Duques de Braganza |
Mi opinión es que el interior merece la pena, ofreciendo
salas hermosamente decoradas, ricas estancias, mobiliario y elementos
decorativos, destacando sobre las demás la sala de los Pasos Perdidos, los
dormitorios o la sala de Banquetes con un techo de madera de castaño que imita
el casco invertido de una carabela portuguesa.
Palacio de los Duques de Braganza |
Palacio de los Duques de Braganza |
A continuación del anterior, hallaría la plaza Martins Sarmento, un agradable
espacio abierto que recibe el nombre de un importante arqueólogo y escritor
portugués, en la que cabe destacar, en uno de sus laterales, la bonita iglesia barroca do Carmo, decorada en
su exterior con hermosos azulejos azules y blancos y destacando en su interior
el coro de madera y policromado de su parte alta desde donde se consigue una
buena perspectiva de toda la nave. La subida a esta parte cuesta un euro. En
esta misma plaza se puede apreciar también una las cinco pequeñas capillas que
se conservan de los Pasos de la Pasión
de Cristo.
Iglesia de Nossa Senhora do Carmo |
Acto seguido tomaría la Rua
de Santa María, donde tendría la sensación de retroceder a la Edad Media. Fue,
durante siglos, habitada por clérigos, nobles y personas de prestigio,
convirtiéndose en una calle de élite. Todo en ella evoca algo mágico y
esotérico: las casas de balaustradas de madera, su sombría estrechez, la atmósfera
oscura que resbala calla abajo. Con esa percepción desembocaba en la plaza
donde se enfrentan la Biblioteca
Municipal y el convento de Santa
Clara, este último hoy Ayuntamiento de Guimarães. El convento sería uno de
los más ricos de la urbe y en él destaca su fachada barroca con la escultura de
Santa Clara. Parece que su interior posee un hermoso claustro de dos pisos de
estilo clásico. Lástima que estuviese cerrado.
Rua de Santa María |
Convento de Santa Clara |
En las inmediaciones me quedaría sorprendido con la
hermosísima plaza de Santiago (Säo
Tiago), con sus característicos arcos de piedra y floreadas casas de tejas
rojas, siendo el verdadero corazón de la ciudad. Según la leyenda el apóstol
Santiago trajo una imagen de la virgen María a Guimarães colocándola en un
templo pagano en una plaza que con el tiempo le honraría con su nombre. A lo
largo de la historia es nombrada en varios documentos y conserva todavía las
características medievales. Fue en sus alrededores en donde se instalaron los
francos que vinieron a Portugal en compañía del Conde D. Henrique.
Plaza de Santiago |
Plaza de Santiago |
Contigua a la anterior se accede al Largo do Oliveira, en la que la belleza me nublaría la vista. La
plaza está presidida por la iglesia de
Nossa Senhora da Oliveira, del siglo X. Este antiguo monasterio fue fundado
por Afonso Henriques y restaurado por Joao I en agradecimiento a Nuestra Señora
del Olivo por su victoria en Aljubarrota. Es, sin lugar a dudas, uno de los
monumentos de mayor peso histórico de Guimarães. Enfrente se halla el Padrao do Salado, un templete gótico
del siglo XIV que alberga una cruz. Cuenta la leyenda que un olivo fue
trasplantado a este lugar para alimentar la lámpara del altar con su aceite,
pero se marchitó. En 1342, el comerciante Pedro Esteves puso la cruz sobre él y
el árbol reverdeció. El olivo que puede verse actualmente se plantó en 1985. La
obra fue erguida para conmemorar la batalla del Salado, ocurrida en 1340 contra
los moros, en el sur de España.
Largo da Oliveira |
Iglesia de Nossa Sra da Oliveira y Monumento del Salado |
Iglesia de Nossa Sra da Oliveira y Monumento del Salado |
Sin quererlo me había plantado en las 13:00, por lo que me
pareció buena idea hacer un alto en el camino para comer y así no tener más
tarde problemas con la saturación de restaurantes. Optaría por un restaurante
llamado Solar do Arco donde pediría
bacalao al Solar con patatas a lo pobre. Estaba bueno. De beber tomaría cerveza
y en el cubierto estaba incluido el pan y un aperitivo compuesto por aceitunas
y mantequilla. Todo por 15,50 euros. El local por su parte era acogedor y
limpio y todo el personal amable y siempre sonriendo. Si vuelvo repetiré.
Bacalao a la Portuguesa. Restaurante Solar do Arco |
No había tomado postre y a la salida y en una pequeña tienda
que estaba al lado, me fijé que en el escaparate había unos deliciosos dulces
artesanales, típicos de la región, por lo que no puede evitar entrar y comprar
dos diferentes. No costaban más de dos euros cada uno y estaban deliciosos.
Dejando atrás el museo
Alberto Sampaio, desde cuyo exterior podría apreciar, en parte, su hermoso
claustro románico, llegaría hasta el espectacular Largo República do Brasil,
una avenida amplia, abierta y simétrica con preciosos y cuidados jardines y una
fantástica vista de las montañas de los alrededores, así como de la iglesia de Nuestra Señora da Consolaçao e
Santos Passos, al final de la misma. También se la conoce, popularmente,
como iglesia de San Gualter ya que en ella se celebran las fiestas
Gualterianas, las más importantes de la localidad realizadas en honor a su
patrono durante la primera semana de agosto.
N.Sra da Consolaçao e Sts. Passos y Largo do Brasil |
En sólo diez minutos más me había plantado en la estación
del teleférico de Guimarães, único
en la región norte y con el que pretendía subir hasta el monte da Penha. (7,5
euros ida y vuelta y 4 euros sólo ida). El recorrido que realiza es de 1700
metros, consiguiendo subir, aproximadamente en diez minutos, los 400 metros de
altitud que separan la ciudad de la montaña.
Sierra da Penha |
El día era fantástico y eso me permitiría disfrutar de unas
vistas excepcionales de toda la comarca, además de ver el Santuario de Nossa Senhora do Carmo da Penha e incluso dar un
pequeño paseo hasta la estatua de Pio IX,
más elevada todavía y con panorámicas aún más espectaculares que las obtenidas
anteriormente, ya que engloban a las mismas. Además a todo ello hay que
añadirle las enormes rocas que pueblan toda esta área que la hacen aún más
llamativa.
Guimarães desde Santuario da Penha |
Santuario da Penha. |
Monumento a Pio IX. Sierra da Penha |
Después de pasar parte de la tarde admirando el entorno
privilegiado que me rodeaba, volvería al centro de Guimarães y tomaría la calle
Egas Moniz en la que buscaría la llamada Casa
de la Rua Nova, en el número 115. Mi interés no era otro que apreciar una
de las viviendas más antiguas del centro histórico en la que se utilizaron
técnicas especiales de restauración para rehabilitarla que le valieron varios
premios internacionales y que a posteriori y utilizando esos mismos métodos
para el resto del casco antiguo, se conseguiría que el centro histórico de
Guimarães fuese declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Unos metros después aparecería en el Largo Condesa de Juncal, una llamativa plazoleta adornada con
árboles de ramas retorcidas y pavimento con adoquines dispuestos de forma
concéntrica que la hacen bastante vistosa, para desde ella ir a parar hasta la
plaza y la iglesia de la Misericordia
de estilo renacentista. El edificio religioso posee un monumental retablo de
gran vigor escultórico, con pintura que finge ser mármol. La plaza se encuentra
flanqueada por edificios con fachadas de azulejos y grandes galerías, además de
contar con una fuente ornamental frente a la que se halla el monumento a Afonso
Henriques y una pequeña capilla - oratorio con una de las tallas que
representan las estaciones del Vía Crucis.
Largo Condessa do Juncal |
Largo da Misericordia |
Casi al lado se puede ver también la casa de los Lobos Machado de estilo rococó, profusamente decorada y
con una fachada de paredes de cal de un blanco impoluto.
El broche casi final de mi visita a Guimarães sería con el
famoso Largo do Toural, posiblemente
la plaza más emblemática y grandiosa de
la ciudad y, de hecho, considerada el corazón de la misma. En el siglo XVII se
encontraba extramuros junto a la puerta
principal del pueblo, en donde se realizaba la feria del ganado bovino y
otros productos y que es de dónde le viene el nombre. Su elemento más
destacable probablemente sea su fuente renacentista que recuperó su lugar
original en el año 2011 tras una gran remodelación del espacio, ya que antes se
encontraba en la plaza Martins Sarmento. Se encuentra flanqueada de bellos
edificios, entre los que se encuentra la iglesia
de San Pedro, que acoge la imagen del patrono de la ciudad y fue la primera
en recibir el título de basílica de la Archidiócesis de Braga. Además en estos momentos y en pleno centro
destacaba un inmenso árbol de navidad, que indicaba que estábamos a punto de
comenzar las señaladas fiestas.
Largo do Toural |
Largo do Toural |
Navidad en Largo do Toural |
Continuando por la Rua Galvao y casi en la esquina con Joao
I, podría ver, por último, la bella fachada iluminada de la iglesia de Santo Domingo que formaba
parte del antiguo convento de la orden de religiosos que desapareció en el
siglo XIX, conservándose únicamente el claustro que actualmente forma parte del
Museo Arqueológico.
Iglesia de S.Domingos |
Era ya noche cerrada por lo que aprovecharía para volver a
perderme por el centro histórico, sin rumbo fijo, e ir disfrutando de la
iluminación navideña, además de volver a cruzarme con muchos de los lugares que
había podido ir viendo durante el día, consiguiendo otra perspectiva
completamente diferente y ya sin prácticamente gente por sus alrededores como
fue el caso del castillo o del palacio de los Duques de Braganza.
Castillo de Guimarães |
Palacio de los Duques de Braganza |
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