24 de Noviembre de 2019.
Esta noche terminaría nuestra gran aventura caribeña, pero
todavía teníamos por delante un día entero en la capital de Puerto Rico, lo que
suponía poder aprovecharlo para diferentes actividades según los gustos y, en
este caso, los caminos que seguiríamos mis amigos y yo serían diferentes, ya
que mientras que a ellos lo único que les apetecía era seguir disfrutando de
sol y playa, a mí, sin embargo, me parecía tener una oportunidad única para
conocer el viejo San Juan, una de
las ciudades coloniales más importantes y bonitas de todo el Caribe.
Por tanto al estar alojados en el área conocida como Isla
Verde, ellos lo tendrían muy fácil, pues a muy pocos metros del hotel tenían
una fantástica playa para relajarse, mientras que yo lo tendría algo más
complicado para desplazarme hasta la parte antigua de San Juan, pues se
localiza a doce kilómetros de esta área y el gran problema era que hoy no había
autobuses para poder moverse de un lado a otro. Efectivamente, el domingo,
aunque pueda parecer mentira, suprimen un montón de líneas y se hace
ciertamente complicado desplazarse en transporte público. Para aquellos que se
alojen en Isla Verde y no coincidan con un domingo, bastaría con coger la línea
5 o D53 para plantarse en unos cuarenta minutos en el centro.
Descartada la anterior opción sólo me quedaba ya optar por
un taxi o el servicio de Uber. Teniendo en cuenta que me desaconsejaron completamente
la primera opción, ya que no ponen el taxímetro e intentan, en la mayoría de
casos, engañar a los clientes, suponiéndote con suerte que te salga la carrera
por unos 40 dólares, sólo me que quedaba ya la opción de Uber, que solicitaría
a través del móvil de Sergio el día anterior, ya que en el hotel había wifi,
saliéndome el trayecto por doce dólares.
De esta manera, en no más de veinte minutos, me apeaba en la
parte alta del viejo San Juan, exactamente enfrente de la espectacular fortaleza de San Felipe del Morro,
aunque todavía tendría que esperar una hora a que abriesen sus puertas, pues
con la emoción había llegado allí a las ocho de la mañana.
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Castillo San Felipe del Morro |
No obstante lo aprovecharía para pasear por la gran
explanada que la precede y empaparme un poco de la historia de este lugar y de
la isla.
Hay que tener en cuenta que Puerto Rico está ubicado
estratégicamente entre Europa y las Américas, convirtiéndose en la puerta al
Nuevo Mundo. Europa se encuentra aproximadamente a 4000 millas al este. Los
vientos alisios trajeron los barcos españoles directamente a esta bahía,
ofreciendo San Juan agua potable, alimentos, madera y un lugar seguro para
anclar. Colón reclamó Puerto Rico para España en 1493 y, durante 400 años,
España luchó para conservarla.
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Castillo San Felipe del Morro |
En el gran campo que tenía frente a mí, sucedería uno de los
acontecimientos históricos más importantes relacionados con este lugar. Hablo
del ataque holandés de 1625, donde cientos de soldados holandeses y españoles
murieron en un ataque y asedio que duró un mes y en el que los holandeses casi
lograron capturar San Juan. Pero los defensores españoles en El Morro y los
ciudadanos los ahuyentaron, confirmando que España tenía una de las defensas
más fuertes para proteger la ciudad, además de confirmar la lealtad de los
ciudadanos criollos que aquí batallaron ferozmente.
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Castillo San Felipe del Morro |
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Castillo San Felipe del Morro |
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Castillo San Felipe del Morro |
Tras deleitarme bastante con toda esta área me encaminaría,
a las nueve en punto, a la entrada de San Felipe del Morro (abierta todos los
días de 09:00 a 18:00) pagando los siete dólares que cuesta el acceso y que
también te da derecho a visitar la fortaleza de San Cristóbal.
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Castillo San Felipe del Morro |
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Castillo San Felipe del Morro |
España construyó esta enorme fortificación para defender el
puerto de San Juan, pues proteger esta bahía significaba controlar la entrada
al Mar Caribe y el acceso a las riquezas del Nuevo Mundo.
Puerto Rico fue la primera isla de tamaño considerable y con
agua dulce que los galeones encontraron cuando zarpaban de Europa. El excelente
puerto de San Juan fue el primer refugio seguro y profundo. El país que
dominara este desembarcadero podía proteger sus navíos mercantes y enviar sus
buques de guerra a controlar el comercio en el Caribe. El Morro era la clave de
esa defensa. España la construiría durante un periodo de 250 años. Para el 1790
lucía de manera similar a como se ve hoy.
¿Pero por qué se llama El Morro? Un morro es un peñasco
escarpado que se extiende a un cuerpo de agua, por tanto debe su nombre al
promontorio donde se encuentra.
Antes de adentrarse en sus entrañas, lo primero que llama la
atención es su inmenso foso. Para llegar a este punto había que haber
sobrevivido al intenso fuego de cañones y mosquetes. Una vez aquí el puente
levadizo se encontraría cerrado, viéndose el enemigo obligado a cruzar el foso
seco que está enfrente y escalar las murallas, todo mientras le disparaban, lo
que hacía la construcción prácticamente inexpugnable. Y es que el foso era
clave en las defensas haciendo que las murallas sean aún más altas y
escondiendo los cimientos de las fortificaciones, protegiéndolos de los
disparos de cañones enemigos.
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Castillo San Felipe del Morro |
¿Y por qué estaba seco? Porque mantenerlo con agua era
complicado debido a la manera en que fue construido.
Nada más pasar el control de acceso me encontraría con la
hermosa Plaza de Armas, lugar en el que se desarrollaban las actividades de la
vida cotidiana de un fuerte español. En dicha plaza las tropas se ejercitaban,
pasaban inspecciones y se reunían para eventos formales. En el centro hay un
pozo del que los soldados sacaban agua de las tres cisternas bajo la plaza.
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Plaza de Armas. Castillo San Felipe del Morro |
Mi visita continuaría con los seis niveles de los que consta
la fortificación, encontrando en mi camino multitud de arcos, galerías, rampas,
pórticos, bóvedas, baluartes, calabozos, letrinas, cocina y hasta un faro y una
capilla, además de dos escaleras realmente peculiares en forma triangular y de
caracol, diseñadas para impedir el acceso al enemigo a los diferentes niveles
del fuerte.
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Castillo San Felipe del Morro |
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Plaza de Armas. Castillo San Felipe del Morro |
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Faro. Castillo San Felipe del Morro |
Tampoco quiero olvidar referirme a las espectaculares
panorámicas que se consiguen desde muchos puntos de El Morro, siendo otro de
sus más importantes alicientes.
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Vistas desde Castillo San Felipe del Morro |
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Vistas desde Castillo San Felipe del Morro |
La visita es apasionante y, sin entretenerme demasiado, me
llevaría dos horas, pero tomándoselo con calma puede suponer toda una mañana,
habiendo visitas guiadas y salas de proyecciones para profundizar todo lo que
uno quiera en su historia.
El Paseo de El Morro,
es otro de esos lugares que vale la pena en el Viejo San Juan, consistiendo en
el camino que recorre las viejas murallas con varios miradores con vistas de la
bahía en la que se enfrentaron españoles, ingleses y holandeses, y varias de
las torres que formaban parte del entramado defensivo construido por los españoles.
En estos momentos me conformaría con recorrer sólo unos metros y disfrutar de
la perspectiva tan distinta que se consigue desde el pie de la imponente
estructura del fuerte. Ya habría tiempo de recorrer el resto por la tarde y
accediendo desde otro punto de la ciudad.
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Paseo del Morro |
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Viejo San Juan y Océano Atlántico desde Paseo del Morro |
A continuación me dirigiría hacia el Paseo El Malecón, divisando desde él, en primer lugar, el cementerio de Santa María Magdalena de
Pazzis, de gran atractivo turístico, probablemente, por su magnífico
emplazamiento al borde del mar y del campo de césped que precede al fuerte. En
la base de las viejas murallas tiene una capilla circular que recuerda el
estilo renacentista.
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Cementerio Sta María Magdalena de Pazzis |
Casi contiguo al anterior se halla el barrio de La Perla, que lleva su nombre por un pequeño fuerte español
que se encontraba en este lugar. A medida que San Juan creció, los residentes y
los comercios se expandieron más allá de las murallas de la ciudad, siendo La
Perla parte de dicho crecimiento.
Según diferentes recomendaciones es el único lugar del viejo
San Juan en el que me aconsejaron no adentrarme, pues aunque no tiene porqué
pasar nada, hay cierto grado de peligrosidad, así que hice caso y me conformé
con verlo desde las alturas.
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Barrio La Perla |
Pocos metros después me encontraría con la fortaleza de San Cristóbal, donde no
dudaría en entrar, pues la entrada se encuentra incluida en la de San Felipe
del Morro (abierto todos los días de 09:00 a 18:00). Mucha gente la omite en su
visita pensando que no le va a aportar nada después de haber visitado el fortín
más importante, pero nada más lejos de la realidad pues supone el complemento
perfecto para comprender bien la historia de esta zona de la ciudad.
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Castillo de San Cristóbal |
El incendio de la ciudad por parte del pirata holandés
Boudoyno Henrico llevó a las autoridades españoles a construir un sistema de
murallas para protección de la que era una de sus más importantes ciudades
coloniales y dentro de esas estructura defensiva se integraba el fuerte de San
Cristóbal, construcción que se llevaría a cabo en 1633.
Los especialistas lo consideran un compendio de las
características de las fortificaciones europeas de los siglos XVII y XVIII. Una
de ellas es por ejemplo que los lados que dan el frente a los posibles enemigos
nunca se encuentran en ángulo recto de forma que se obliga al atacante a actuar
en ángulo oblicuo y los defensores pueden crear fuegos cruzados y cañonear a
distintos niveles.
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Castillo de San Cristóbal |
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Castillo de San Cristóbal |
Otra de sus notas más características es su sistema de
túneles grandes y pequeños y un complejo de rampas y drenajes muy completo. Gracias
a aquellos los soldados podían moverse por la fortificación de manera segura,
sin ser vistos por el enemigo. Algunos túneles fueron llamados galerías de
contramina, ya que los defensores podían minarlos con explosivos que podían ser
detonados para derrumbar el túnel sobre cualquier intruso. Sin duda es una de
las partes que más sorprenden.
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Castillo de San Cristóbal |
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Castillo de San Cristóbal |
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La Perla y San Felipe del Morro desde Castillo de San Cristóbal |
En el fuerte también se construyeron calabozos para
prisioneros, dormitorios, cocinas, cisternas y cuarteles, pero existe otra zona
que se encuentra en una de las partes más alejadas de la entrada principal que
también impresiona bastante. Me refiero a lo que se conoce como El Abanico, otra fortificación
construida entre 1779 y 1783. El mismo tenía tres cañones que protegían la
parte más angosta de la isleta. Los muros de este fuerte, llamado El Abanico
por su forma y su foso seco proporcionaban una defensa extraordinaria. Si por
cualquier circunstancia los atacantes conseguían tomarlo, estos no tendrían
protección contra los soldados ubicados en trincheras ni contra las poderosas armas de San
Cristóbal.
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El Abanico. Castillo de San Cristóbal |
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Castillo de San Cristóbal desde El Abanico |
Hay que decir que justo desde el extremo de esta última zona
de la fortificación se consiguen unas magníficas vistas de El Capitolio, la sede del Parlamento, imitando claramente al de
Washington. En él se toman todas las decisiones importantes que afectan a la
isla, gozando esta de una mayor independencia que el resto de estados
americanos ya que sigue sin formar parte de los EEUU, siendo un Estado Libre
Asociado, encontrándose todavía pendiente de la decisión del Congreso de
acogerlo como estado de pleno derecho. El problema es que debido al número de
habitantes que es el doble que en otros estados de la Unión, Puerto Rico se
situaría en el puesto número 23 en importancia por congresistas y senadores, lo
que le daría demasiado poder, sin olvidar su carácter hispano, otro claro
contratiempo para ser aceptado como uno más. Por tanto, mientras exista un
gobierno republicano es imposible que pueda llegar a ese objetivo, mientras que
con los demócratas dependería de que estos poseyeran la mayoría en ambas
cámaras y además tuvieran un presidente que tuviera la suficiente flexibilidad
como para llevarlo a cabo, como lo intentaron Clinton y Obama, pero sin llegar
a buen puerto.
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Capitolio de Puerto Rico desde El Abanico |
No olvidemos que continuaba dentro de San Cristóbal,
comenzando a retroceder sobre mis pasos para dirigirme a la salida, aunque
todavía tendría tiempo para fijarme especialmente en un lugar conocido como la Garita del Diablo, ubicada en la parte
de abajo de la muralla y conocida por una leyenda que dice que está embrujada.
Y es que hay que imaginarse la soledad de un joven soldado asignado allí hace
tres siglos. Lo largos que debieron ser sus días y sus noches. Las historias
cuentan que se les aparecían mujeres hermosas que los seducían y provocaban su
deserción o desaparición.
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Garita del Diablo. Castillo de San Cristóbal |
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Castillo San Felipe del Morro desde Castillo de San Cristóbal |
Por último hay que destacar las excelentes vistas que se
consiguen desde sus gruesas murallas tanto de la parte del mar como de la
ciudad, observándose iconos como el Teatro Tapia, la destilería de Ron Bacardi,
el puerto de San Juan con sus enormes cruceros y otros muchos.
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Vistas desde Castillo de San Cristóbal |
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Viejo San Juan desde Castillo de San Cristóbal |
A la salida me dirigiría a las entrañas del centro
histórico, comenzando por la plaza Colón,
en la que destaca por encima de todo la estatua dedicada al descubridor del
Nuevo Mundo. El monumento a Colón
fue colocado en 1892 cuando se celebraron los cuatrocientos años del
Descubrimiento, siendo también entonces cuando adquirió su nombre actual. En el
pedestal de la obra se pueden ver unas placas de bronce que contienen episodios
de la vida del navegante. Por otro lado en la plaza también destacan los
edificios que la bordean, encalados con bonitos colores, además del Teatro Tapia y el antiguo Casino.
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Plaza Colón |
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Plaza Colón |
Estaba muerto de hambre así que no me complicaría demasiado
y decidiría entrar en un restaurante llamado La Bodega, situado en una de las esquinas de la plaza Colón. La
puertorriqueña que me atendería sería de lo más agradable recomendándome para
comer mofongo, uno de los platos típicos de la cocina del país, elaborado con
plátanos fritos y machacados a los que se les agrega ajo y trocitos de
chicharrón bien tostado. Ello va unido a pollo o ternera que puedes tomarlo por
separado o mezclándolo todo. Reconozco que estaba espectacular. Para beber
tomaría una de las bebidas más tradicionales de Puerto Rico: la piña colada,
que también estaba buenísima. Todo me saldría por 28 dólares.
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Mofongo en La Bodega |
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Piña Colada en La Bodega |
Ya que había congeniado con la camarera, le preguntaría por
el tema de los taxis, confirmando que nunca ponen los taxímetros, tratando por
lo tanto de imponer el precio que les interesa, lo que es un abuso para el
turista y los propios habitantes de la capital. Le contaría que para volver al
hotel no podía utilizar la aplicación de Uber sin que hubiese wifi para ello
por el coste que supondría y que si ella sabía de algún local que lo tuviera de
manera gratuita. No sería necesario pues el marido de la cocinera era conductor
de esta empresa y tras hacerle una llamada se comprometía con cobrarme lo mismo
que me había supuesto el trayecto de ida, así que después de quedar con él a
las 17:30 y darles las gracias, continuaría con las visitas por el viejo San
Juan.
Atravesaría la plaza
Salvador Brau, donde en un extremo podría ver el edificio de la Universidad y desde aquí, por la calle
Tanca, bajaría hasta la cercana plaza M.
Hostos, donde se encuentra la estatua
al Inmigrante y varios edificios gubernamentales junto con el de Correos.
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Plaza Salvador Brau |
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Universidad Albizu.Plaza Salvador Brau |
Seguiría caminando por el paseo y el parque de la Princesa, donde
hallo una bonita escultura dedicada a la alcaldesa de la ciudad, un animado
mercadillo presidido por un inmenso árbol de Navidad y, al final, una
monumental fuente conocida como “Raices”.
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Fuente Raices. Paseo La Princesa |
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Árbol de Navidad. Paseo de la Princesa |
Poco después me toparía con la puerta de San Juan, lugar por donde
entraban las autoridades españolas en los siglos XVI al XIX. El acceso a la
ciudad estaba controlado a través de cinco puertas. Al ser la entrada oficial
esta significaba protección y alivio para los cansados viajantes. Por ella
pasaban documentos, dinero y los dignatarios que implantaban la política de la
Corona en esta Colonia.
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Murallas Viejo San Juan |
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Puerta de San Juan |
Tras encontrarme con varias calles
cortadas que me impedían el acceso, conseguiría llegar al único punto desde
donde podría ver a lo lejos el Palacio
de Santa Catalina, también llamado La Fortaleza, lugar que en la actualidad
es la residencia oficial del Gobernador de Puerto Rico. Se da por supuesto que
es el edificio más antiguo de uso público continuado del Nuevo Mundo.
Había muchísima seguridad, incluso
desde donde me encontraba, pero un amable policía me permitiría acercarme a la
valla y tirar algunas fotografías.
A sólo unas manzanas encontraría
la Plaza de Armas, situada entre las
calles Fortaleza y San Francisco. Sin lugar a dudas es el punto de encuentro
para locales y turistas. Es una plaza amplia con una fuente en el centro,
siendo el núcleo originario de San Juan en el siglos XVI, es decir el punto a
partir del cual empezó a configurarse la ciudad colonial que acabaría
convirtiéndose en capital de la isla. Luego la población iría creciendo con la
construcción de nuevas manzanas de viviendas dentro de los límites de las
murallas. Flanqueando uno de sus lados se puede ver la Casa de la Alcaldía, sede del Gobierno Municipal, siendo uno de los
más claros exponentes de la arquitectura civil en el Viejo San Juan. Los
documentos oficiales aseguran que recuerda al modelo de la Alcaldía de Madrid
en lo que se refiere a su arcada doble flanqueada por dos torres. Se puede
acceder a sus patios interiores disfrutando así de sus coloridas vidrieras y su
estilo colonial.
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Ayuntamiento. Plaza de Armas |
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Plaza de Armas |
A continuación me desplazaría
hasta la plaza de San José, uno de
los rincones más acogedores y de más sabor dentro del viejo San Juan. Bordeada
por la iglesia de San José, tiene en
su centro una estatua de Juan Ponce de León, segundo de Colón y descubridor del
estado de Florida, esculpida con el metal de un cañón inglés que se capturó a
un barco de esa nacionalidad en 1797. Respecto a la iglesia comentar que fue
una de las primeras edificaciones que se levantaron en el incipiente San Juan y
la segunda más antigua del Nuevo Mundo.
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Plaza e Iglesia de San José |
Casi adosada a la anterior se
encuentra la plaza Soportal y un poco más allá la plaza del Quinto Centenario, una de las herencias que dejó en la
ciudad la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América. En el
centro se encuentra la escultura Totem
Telúrico del artista portorriqueño Jaime Suárez que quiere significar la
herencia cultural que comparten los países latinoamericanos.
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Plaza del Quinto Centenario y Totem Telúrico |
Tras pasar por la plaza Ballajá y callejear un rato sin
rumbo llegaría a la plaza de la Catedral,
pequeña y sombreada y uno de los lugares más acogedores de la vieja ciudad.
Quizá sea por su pequeño tamaño a los pies de la gran iglesia, quizá por sus
frondosos árboles que proporcionan constante sombra, quizás por las casitas
pintadas de colores que la bordean, lo cierto es que es otro lugar
imprescindible en el paseo por el Viejo San Juan. En ella destacan el Hotel El Convento, un antiguo palacio
excelentemente rehabilitado, y, por supuesto, la Catedral, incrustada entre las callejuelas que la rodean. Tiene
detrás de sí una larga y densa historia que se inicia en 1509 cuando comienza a
ser edificada en madera por orden de Ponce de León, reposando aquí los restos
mortales del que fuera gobernador de la isla, en un sepulcro de mármol. Aunque
asolada por un huracán, sería levantada al poco tiempo, concluyéndose la nueva
en 1529. También destacan la capilla gótica que alberga una reliquia de San Pío
y la imagen de Nuestra Señora de la Providencia que ha levantado
tradicionalmente mucho fervor popular.
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Catedral de San Juan Bautista |
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Catedral de San Juan Bautista |
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Plaza de la Catedral o Caleta de las Monjas |
Un último paseo disfrutando de las
calles coloniales flanqueadas por sus casas encaladas y balcones colgados me llevaría,
de nuevo, a la plaza Colón, donde ya me esperaba, en la puerta del restaurante
La Bodega, el trabajador de Uber con el que había quedado para que me llevara
al hotel (12 dólares), gracias a la camarera que me atendió en la comida.
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Casas Coloniales |
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Casa Colonial |
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Casas Coloniales |
A las 18:00 llegaba, después del
día entero, otra vez al hotel, donde me reencontraría con mis amigos, para ya
todos juntos, dirigirnos sobre las 18:30 hacia el aeropuerto, donde sólo
tardaríamos en llegar diez minutos. (Siete dólares por coche, utilizando Uber).
Sólo nos quedaba ya pasar los controles y esperar a la
salida de nuestro vuelo que nos devolvería a Madrid, con retraso, a las 10:00
del ya entrado lunes 25 de noviembre, encontrándonos con una ciudad fría y
brumosa y una vuelta al trabajo sin pasar por casa. Una dura vuelta a la
realidad y al día a día, después de haber conocido el paraíso.
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