Había llegado el momento de despedirse de Estocolmo y su
archipiélago, después de cinco intensos días conociéndolos, con un tiempo que
ni en mis mejores sueños hubiese imaginado, por lo que me marchaba con cierta
nostalgia, sabiendo que ya no volvería por esta zona en este viaje y tal vez en
bastante tiempo.
Pero bueno comenzaba una nueva fase en mi recorrido y
también estaba ilusionado por ello, no así por el madrugón infernal que había
tenido que asumir y que me hacía levantarme a las 05:30 de la mañana. Ayer
sería previsor y compraba varios bollos y un brick de leche para salir
desayunado del hostel y no ir con el estómago vacío, pues era evidente que a
esas horas intempestivas no iba a haber nada abierto.
Tenía que dirigirme hacia el aeropuerto, por lo que una vez
más haría el camino hasta Marsta Station y allí cogería el autobús 583 hasta el
mismo. Todo seguía estando incluido en la tarjeta de siete días SL-Acess,
siendo hoy el último día para utilizarla, por lo que la había amortizado más
que de sobra.
Me bajaría en la terminal 5, la primera parada del bus
dentro del aeropuerto, pudiéndote bajar en cualquier otra si tú intención es,
como la mía, pasar a recoger un coche de
alquiler. Porque, efectivamente el centro de recogida de vehículos está
apartado unos kilómetros de las terminales y es necesario tomar un autobús
amarillo que va pasando por todas ellas y te lleva hasta dicho lugar. Es el
número 2. En el interior un panel
luminoso te va indicando las paradas, por lo que sólo hay que esperar a que
aparezca la de rental cars. No hay que pagar nada por él.
El autobús te deja en la misma puerta, dirigiéndome a la
oficina de Europcar, el proveedor que me había asignado www.rentalcars.com al hacer la reserva.
Allí haría el correspondiente papeleo y el encargado oportuno me comunicaría
que sólo disponían de vehículos automáticos, a lo que no pondría la mayor
objeción, de hecho sería una gran noticia, pues para mi gusto es más cómodo y
menos molesto el conducir con ellos.
Me correspondería un Seat Arona, con kilometraje ilimitado y
al que le había añadido el seguro de cobertura total para evitar disgustos en
caso de robo o daños imprevistos, suponiéndome por los once días que lo iba a
utilizar 400 euros. (295 del seguro parcial más 105 por incluir el seguro
total). Un precio muy económico que si lo divides por el número de días se ve
que supone sólo 36 euros diarios.
Quedaban todavía quince minutos para las nueve, cuando ya
estaba arrancando el coche para dirigirme a mi primer destino del día: Trosa, el cual se encuentra a 110
kilómetros, tardando en llegar, aproximadamente, una hora y veinte, pues el
límite de velocidad en las autovías suecas es en su mayor parte de 110 km/
hora.
Mis primeras sensaciones al conducir por Suecia fueron muy
positivas pues el asfalto y el trazado de la autovía eran inmejorables, lo que
unido a la prudencia y la distancia de seguridad que mantenían todos los
conductores, hacía que fuera una gozada circular.
Aparcaría en un pequeño parking situado como a quince
minutos caminando del centro de la población y donde no había que pagar nada,
algo atípico, como se irá viendo, pues en muchos lugares es casi imposible
conseguir este objetivo, por lo que empezaba con buen pie en este sentido.
Trosa recibió su estatus de municipio del rey Karl IX en
1610, pero como otras ciudades costeras suecas, fue reducida a cenizas por los
rusos en 1719, además de sufrir el ataque en la Gran Guerra del Norte, pero
afortunadamente habría algunos edificios que se salvarían y otros de interés
que se fueron construyendo posteriormente.
Nada más llegar a la zona histórica me encontraría con una
escultura conocida como Skärborgaren,
la cual muestra a un pescador llevando a su familia y ganado al archipiélago
durante la época veraniega.
Skärborgaren. Trosa |
Casi adosado a la anterior se encuentra el antiguo Ayuntamiento (Radstugan), el cual es
una réplica de la segunda versión de 1725, albergando la oficina de turismo y
la biblioteca. Es de muy reciente edificación, pues se construyó en 1985, por
lo que lo más importante es que ocupa el mismo lugar que lo hizo el primero de
todos (1711), que sería incendiado por los rusos en 1719.
Antiguo Ayuntamiento o Radstugan.Trosa |
A sólo unos pasos se encuentra el pequeño canal de la población, que la parte en
dos y le da el toque característico. Son tres los puentes que lo cruzan:
Torgbron (puente
cuadrado): el más antiguo de Trosa y anteriormente conocido como puente
de la ciudad.
Torgbron. Trosa |
Canal de Trosa |
Bryggarebron
(puente de la cervecería): pertenecía, originalmente, a una cervecería
situada en el lado este del arroyo, teniendo el almacén en la orilla contraria
y utilizando, por tanto, el puente para trasladar los barriles. Se produciría
cerveza y refrescos hasta 1902, conservándose hoy el equipo de elaboración de
la cerveza en un museo situado en la localidad de Arboga.
Villabron (puente
de la villa): se piensa que el puente fue construido para que los
veraneantes que se bañaban y alquilaban alojamiento en el lado este del río,
pudieran cruzar más fácilmente hacia el lado oeste.
Canal de Trosa |
Aunque esta es la parte más destacable visualmente de Trosa,
no hay que perderse tampoco la correspondiente a la calle Västra Langgatan, dado que en ella están situados importantes
edificios como la iglesia (Stadskyrka),
uno de los más antiguos de la ciudad, pues los rusos la salvarían del fuego al
usarla como establo para sus caballos; la vieja
escuela (Skolhuset), del siglo XVIII y una de las más antiguas de Suecia,
teniendo lugar la enseñanza en el piso superior y utilizando el inferior como
casa de beneficencia; o la curtiduría
(Garvaregarden), en la que se trabajaban las pieles de los animales, siendo
hoy un importante centro de artesanía, aunque sólo abre durante los meses de
verano.
Västra Langgatan |
Iglesia o Stadskyrka. Trosa |
Siguiendo la misma calle y en pocos metros, todo esta
cerquísima, se llega a otro grupo de puntos destacables como la llamada plaza verde (Gröna Torget) que en un
principio se conocía como la del mercado, pero luego se plantaron árboles y
flores y pasó a llamarse de esta manera. O, por ejemplo, el callejón del licor (Punschgränd) donde
la compañía “Trosa Spirituosa” produjo una bebida alcohólica con un sabor
especial. O el hotel de la Ciudad (Trosa
Stadhotell) cuyo parque era un lugar de encuentro para las personas de la
ciudad, incluyendo importantes poetas y escritores.
Stadshotell. Trosa |
A una manzana del recién mencionado hotel se encuentra, en
lo alto de una pequeña colina, la Casa
de la Sociedad (Societetshuset), un recordatorio de los días de gloria de
la población, cuando se construyo un balneario y tuvieron lugar en él grandes
bailes, veladas y otros eventos. Hoy es una propiedad privada.
Societetshuset Trosa |
Continuaría recorriendo el canal por su ribera,
encontrándome a ambos lados nuevos e interesantes edificios como la antigua estación de policía y bomberos que
todavía conserva la torre original del antiguo Ayuntamiento; la vieja enfermería que también hacía las
veces de maternidad, las oficinas del Ayuntamiento
nuevo o la casona que albergaba el viejo
ahumadero de arenque.
Y quien me iba a decir a mí que finalizando mi visita
llegaría a uno de los lugares más bonitos de Trosa, justo al final del canal,
donde este se funde con mar Báltico. Aquí hallaría el puente de los Suspiros (Suckarnas Bro), que dicen debe su nombre al
suspiro de los amantes al separarse y tener que tomar el barco de vapor al
final del verano. De hecho el camino que lleva al muelle tiene el nombre de
sendero del amor. Sin duda una historia triste pero mucho más llevadera que la
de Venecia en la que el nombre del puente era debido a la última exhalación de
los presos antes de morir.
Canal de Trosa |
Canal de Trosa |
Atravesado el puente se accede a un círculo rodeado por agua
que se conoce como “cubo de mantequilla”
(Smörbyttan). Cuando uno llega aquí, se supone que llega al fin del mundo y
es que en el pasado sólo había un camino hacia Trosa y terminaba en este lugar.
Smörbyttan. Trosa |
Tras disfrutar un rato de las vistas, retrocedería sobre mis
pasos y me dirigiría al coche para seguir mi ruta hacia Söderköping situada a
130 kilómetros, tardando en llegar como una hora y media. En el camino
aprovecharía para comer en un Mc Donald al lado de la carretera y así comenzar
la visita nada más llegar a dicha localidad.
Volvería a tener suerte y conseguiría dejar el coche en un
parking situado como a diez minutos caminando del centro histórico. En estas
pequeñas localidades y fuera del periodo vacacional sueco creo que es sencillo,
relativamente, encontrar aparcamiento sin tener que pagar, aunque según fueron
pasando los días la cosa se complicaría y nada me libraría de echar mano a la
tarjeta para el uso de los parquímetros.
Los días de gloria de Söderköping
fueron en la Edad Media. Por aquel entonces era uno de los principales puertos
de Suecia, además de producirse en ella coronaciones e importantes eventos
políticos. En el siglo XVII, el puerto dejó de poder utilizarse y la ciudad
perdió importancia. Pero la construcción del canal Göta y un balneario durante
la primera mitad del siglo XIX le volverían a dar cierta relevancia, aunque
nunca recuperó su posición del pasado.
Söderköping |
Algunas de sus calles han conservado su estructura medieval,
conservándose hermosas casas y viviendas de principios del siglo XX que bien
merecen la pena ser contempladas con tranquilidad.
Casas tradicionales. Söderköping |
Casas tradicionales. Söderköping |
Casas tradicionales. Söderköping |
La plaza del
Ayuntamiento siempre ha sido el centro de la población y por tanto uno de
sus lugares más característicos. La casa
Consistorial (Radhustorget) actual data de 1777 y se encuentra en la misma
ubicación que las bodegas medievales, aún intactas. El hall principal y la
antecámara hoy se usan para bodas.
Plaza del Ayuntamiento. Söderköping |
Flanqueando otro de sus laterales está la casa Blomquist, siendo la mejor casa
privada de la ciudad allá por 1860. Cuenta con una bodega con doce bóvedas
cruzadas, la cual fue utilizada para almacenamiento de licores.
Siguiendo por Munkbrogatan
(calle del Puente de los Frailes) encuentras interesantes edificios de los
siglos XVIII y XIX, desembocando en las cercanías del área conocida como
Drothem, la cual tiene una historia larga e interesante, caracterizada por ser
la zona en la que residían frailes, obispos y artesanos.
Casas tradicionales. Söderköping |
Casas tradicionales. Söderköping |
Casas tradicionales. Söderköping |
En las inmediaciones destaca la impresionante iglesia de St. Laurentii y su peculiar
campanario. Lleva el nombre del mártir St. Lars o Laurentius, que se representa
en un fresco en el frontón de la sacristía. Entre sus accesorios medievales
únicos está el mencionado campanario de madera de cincuenta metros de altura
que fue construido en 1583. Cuatro toneladas de campanas cuelgan aquí.
Iglesia de St. Laurentii. Söderköping |
Iglesia de St. Laurentii.Söderköping |
Cerca se encuentra también la iglesia de Drothem, también con su respectivo campanario. En esta
zona se han encontrado restos de piedras rúnicas, cubiertas de tumbas y un
crucifijo en la tumba de una joven.
Iglesia de Drothem. Söderköping |
Toda esta área es atravesada por un pequeño canal construido
en el siglo XIX que la hace si cabe más
agradable.
Pequeño Canal en Söderköping |
Tras seguir observando otro buen número de bonitas casas a
las que se les dieron todo tipo de usos, desde enfermerías a escuelas, llegaría
hasta el famoso Canal Göta, el cual
se abrió en 1832, constituyendo en su época una vía de comunicación vital para
el transporte de madera y hierro entre Estocolmo y Gotemburgo. Las
embarcaciones de recreo no empezaron a surcar sus aguas hasta cien años
después. Es probablemente la zona más agradable de la ciudad, pues además sobre
el canal se eleva la montaña Ramunder, hacia un lado, y hacia el otro se pueden
ver villas que se construyeron durante la primera década del siglo XX.
Canal Göta. Söderköping |
Canal Göta. Söderköping |
Aprovechando que la temperatura era buena y aunque estaba
nublado, no podría evitar sentarme en una de las terrazas de la ribera a
degustar una doble tarrina de helado que estaba espectacular, antes de
proseguir hacia mi siguiente destino.
Tomando un helado en el Canal Göta. Söderköping |
Llegaría a Linköping
después de cincuenta kilómetros. Esta ciudad catedralicia está situada en medio
de una gran llanura y sus primeros poblados se instalaron aquí hace 3000 años,
siendo en la actualidad la quinta mayor ciudad de Suecia, célebre por la
universidad y su industria de alta tecnología.
Dado que ya no me quedaba mucho tiempo de luz, omitiría
conocer la catedral, pues en mi viaje tendría oportunidad de conocer otras de
gran importancia y me ceñiría a un lugar del que había oído hablar maravillas
por su originalidad. Me estoy refiriendo al museo al aire libre del casco
antiguo, Gamla Linköping, el cual
comprende un conjunto de más de 80 edificios, con viviendas de madera, calles
empedradas y hermosos jardines, que forman una bonita estampa.
La historia de este hermoso espacio es cuanto menos curiosa,
pues cuando el municipio decidió que los edificios antiguos necesitaban dejar
espacio para construcciones más modernas y nuevas, las casas tradicionales no
se destruyeron, sino que simplemente, se trasladaron cuidadosamente a esta
nueva ubicación, formando este hermoso museo al aire libre.
Museo al Aire Libre Gamla Linköping |
Museo al Aire Libre Gamla Linköping |
Lo mejor es que puedes pasear por él a la hora del día que
quieras, pues no se encuentra cercado como el de Estocolmo, ni tampoco hay que
pagar ninguna entrada.
Caminar por el recinto te devuelve más de cien años atrás en
el tiempo y te muestra cómo era la vida en Suecia en el pasado. Aunque hay
todavía viviendas que están habitadas, dándole un aspecto más realista si cabe,
otras hacen las veces de museos y se puede visitar su interior en el horario
correspondiente, aunque ahora estaban ya cerradas. También hay muchas tiendas
pequeñas que venden artesanías y antigüedades, una cafetería tradicional, un
restaurante e incluso un bed and breakfast que te permite alojarte en este
lugar privilegiado.
Museo al Aire Libre Gamla Linköping |
Museo al Aire Libre Gamla Linköping |
Museo al Aire Libre Gamla Linköping |
Museo al Aire Libre Gamla Linköping |
Me hubiera gustado realizar un pequeño paseo por el
limítrofe bosque de Vallaskogen
hasta llegar a una antigua granja con más museos que muestran la historia del
campo y los animales tradicionales de esta, pero tendría que desistir, ya que
ello me hubiera supuesto demasiado tiempo, optando por hacer breves paradas
antes de llegar hasta mi alojamiento de hoy.
Sólo tendría que afrontar diez kilómetros más hasta llegar a
Kaga Kyrka, una de las iglesias
medievales que mejor se conservan de la región. Data del siglo XII y sus
paredes están decoradas con frescos.
Kaga Kyrka |
Y a menos de siete kilómetros de la anterior, me encontraría
con el monasterio más antiguo de Suecia: Vreta
Kloster. Aunque ya estaba cerrado, lo que más me apetecía conocer era su
misterioso claustro, que se encuentra al aire libre y en estos momentos se
hallaba en completa soledad, lo que unido a que la luz empezara a escasear, le
daban un aire tétrico y espeluznante que me ocasionaba algún que otro
improvisado escalofrío y cierta inexplicable intranquilidad.
Monasterio Vreta Kloster |
Monasterio Vreta Kloster |
Monasterio Vreta Kloster |
Duraría lo justo en el lugar, pues quería llegar antes de
que la oscuridad me envolviera por completo a las esclusas de Berg, localizadas sólo a un kilómetro del monasterio.
Estas son, probablemente, las más vistosas del Canal Göta al estar formadas por siete esclusas escalonadas que
elevan los barcos un total de 18 metros.
Esclusas de Berg |
Esclusas de Berg |
El canal cuenta con 58 esclusas entre el mar Báltico y el
lago Vänern, siendo uno de los mayores problemas en su construcción salvar una
diferencia de altura de aproximadamente 92 metros, teniendo que recurrir a la
tecnología más moderna del momento: dragas, elevadores, grúas, hormigoneras,
que en su mayoría fueron importados de Inglaterra. Además para esta gran obra
de ingeniería se necesitaron 58000 hombres, en su mayoría soldados, y 22 años.
Había podido admirar dos tramos diferentes de dicho canal
durante la jornada de hoy, por lo que no podía pedir más. Tal vez algún día me
plantee navegarlo en uno de los cruceros que lo surcan en verano.
Era ya totalmente de noche y todavía me quedaban por delante
45 kilómetros hasta Vadstena, donde tenía mi alojamiento, tardando casi una
hora en llegar.
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