SUECIA - DIA 12. Bohuslän: Mollösund - Stocken - Gullholmen

3 de Septiembre de 2019.

Las previsiones del tiempo para lo que restaba de semana no eran especialmente buenas, al menos no eran como, a excepción de un día, habían sido durante lo que llevaba en Suecia, que había tenido el privilegio de disfrutar de jornadas veraniegas con cielos completamente azules. Es por ello que esta vez no me quejaría, pondría buena cara y trataría de adaptarme a como se presentasen los días sucesivos.

Pero lo que si haría sería estudiar en la página www.accuweather.com en que pueblos y zonas costeras iba a estar mejor el tiempo cada día y dirigirme hacia allí la jornada indicada, pues total al final el orden de los productos no altera el resultado. Tengo que decir que no me saldría mal la jugada, pues conseguiría en general ir sorteando la mala climatología que tanto advertían que se iba a dar.

Para hoy y si no fallaban las previsiones sólo daban lluvia para las dos primeras horas de la mañana en el área de Mollösund, remitiendo posteriormente las precipitaciones y quedándose el cielo con nubes y claros, así que hacia allí que me dirigí, acompañado durante la primera parte del trayecto por una buena tormenta.

Tras casi sesenta kilómetros y una hora de camino, llegaría a esta bonita villa. Hay que tener en cuenta que fuera de la autovía el límite máximo de velocidad es de setenta kilómetros, lo que ralentiza bastante el trayecto. Además hay radares fijos por todas partes, por lo que arriesgarse a sobrepasar dicho límite es una multa casi asegurada.

Para aparcar y como ya era casi una tradición, preguntaría a gente de la zona, en este caso a unos obreros que estaban a la entrada de la población, que me aconsejarían un parking de graba cercano, que aunque también tenía señales de pago, me dijeron que por estas fechas no tendría ningún problema en dejar allí el vehículo, como de hecho habían hecho varios de ellos.

El pueblo costero de Mollösund se encuentra en el extremo suroeste de la región de Orust. Lo que solía ser uno de los centros de pesca más importante de la provincia de Bohuslän ahora es un lugar popular para todos aquellos que buscan escapar del estrés de la vida cotidiana, disfrutar de excelentes mariscos y sentirse abrumado por fantásticos paisajes marinos.

Afortunadamente había parado de llover cuando bajé del coche pero soplaba un viento fuerte bastante molesto que, en cualquier caso, no me iba a impedir realizar la visita correspondiente. De camino al centro de la población encontraría el acceso al mirador conocido “Klockeberget”, situado sobre lo alto de una gran plataforma rocosa con unas vistas maravillosas de Möllosund y del mar abierto. No podía haber mejor manera de iniciar la jornada.

Mollösund desde Mirador Klockeberget

Mollösund desde Mirador Klockeberget

Además aquí me encontraría con una inesperada compañía: la escultura de una anciana conocida como “la Esposa del pescador”. Esta simboliza a la mujer que mira al otro lado del mar en busca de los marineros que salieron a faenar y se les espera en casa después de un largo viaje de pesca en el Mar del Norte. A bordo de uno de esos barcos, estaban su esposo y quizás también sus hijos, formando parte de la tripulación. A veces, desafortunadamente, tenía que esperar en vano, tal como lo atestigua el monumento en el cementerio. Los niños de la escuela a menudo corrían aquí durante sus descansos para averiguar si podían ver un barco y, si lo hacían, les cantaban una canción de bienvenida.

Escultura Esposa del Pescador en Mirador Klockeberget

Mollösund desde Mirador Klockeberget

Escultura Esposa del Pescador en Mirador Klockeberget

Es un lugar maravilloso que a pesar del fuerte viento, que por momentos casi me desestabilizaba, no impediría que disfrutase del momento durante casi quince minutos, hecho lo cual continuaría hasta la cercana iglesia de 1866 que reemplazó a la anterior y en cuyo cementerio hay un monumento que conmemora a los que murieron en el mar.

Iglesia de Mollösund

Desde aquí me encaminaría al puerto con más de cien amarres y cafeterías y restaurantes a lo largo del muelle, muchos ahora ya cerrados ante el final de las vacaciones suecas. De hecho desde que pregunté a los obreros por el tema del aparcamiento no había vuelto a cruzarme con nadie. Todo parecía fantasmagórico pero a su vez era emocionante caminar por lugares desiertos donde lo único que se escuchaban eran los graznidos de las gaviotas y el silbar del viento.

Puerto de Mollösund

Puerto de Mollösund

Acto seguido me perdería por la pequeña calle principal de la villa, flanqueada de preciosas casitas de madera muy bien cuidadas y de diferentes colores que se van alternando con muy buen gusto. De esta manera llegaría al otro sector de la población que me ofrecería nuevas panorámicas, a cada cual más bella. De hecho esta parte es la que más merece la pena con respecto a la zona cercana a la iglesia y al puerto, pues es desde aquí desde donde se aprecia una de las idílicas vistas con multitud de casitas de madera rojas desperdigadas sobre los enormes promontorios rococós característicos de las costas de Bohuslän.

Mollösund

Mollösund

Mollösund

Costa Sueca desde Mollösund

Aunque me hubiera gustado terminar la visita con el viejo Molino, otro de los símbolos de Mollösund, los enormes goterones que empezaban a caer me harían desistir de la idea, sensatez que por una vez me libraría de haber terminado completamente calado, pues pocos minutos después de llegar al coche parecía que el cielo iba a caer sobre mi cabeza.

Tras esperar como diez minutos a que amainara, pues era imposible conducir por la falta de visibilidad, por fin podría arrancar y continuar rumbo hacia Stocken, localizado tan sólo a quince kilómetros de Mollösund.

Este antiguo pueblo de pescadores se caracteriza, nuevamente, por las casitas de madera construidas sobre y alrededor de las rocas y acantilados frente al mar que permite encontrarte con estampas idílicas difícil de encontrar en otros lugares fuera de esta zona de Suecia.

Stocken

Stocken

Stocken es otro de esos ejemplos de pueblos de la zona en que debido a la escasez del arenque tendría que cesar en su importante actividad pesquera durante los siglos XVII y XVIII y reconvertirse a una villa esencialmente turística.

Me entretendría paseando por el puerto y las estrechas calles y caminos situados entre los edificios tan característicos de la costa oeste sueca, observando algún que otro cobertizo para botes, ya en estado ruinoso, además de trepar, nuevamente, como en pueblos anteriores, hasta improvisados miradores naturales en las mismas rocas que me brindarían, una vez más, paisajes únicos. También algún que otro susto pues fueron varios los resbalones que afortunadamente sólo acabarían con algún culetazo sin importancia.

Stocken

Stocken

La nota característica de la mañana no dejaría de repetirse aquí tampoco. No había un alma por ningún sitio, tan sólo una señora que estaba sacando a pasear a su perro y que me saludaría amablemente. Se notaba que la temporada turística termina pronto por estas latitudes, aunque siga haciendo buen tiempo y aunque es cierto que es una gozada disfrutar en soledad de lugares tan increíbles, también se echaba de menos algo más de ambiente.

Sólo cinco kilómetros me separaban de un lugar llamado Tuvestik, donde no hay nada salvo el muelle desde donde parten los barcos hacia la isla de Gullholmen, otro lugar memorable y realmente bonito de la zona. El área cuenta con un gigantesco parking donde nada te libra de pagar, aunque es cierto que sólo una cantidad simbólica (30 SEK por unas cuatro horas).

Gullholmen desde Tuvesvik

Los tickets para el transbordador que hay que tomar se compran en unas máquinas situadas en la pequeña terminal y el trayecto de ida y vuelta me supuso 88 SEK. Por cierto que, una vez más, no admiten monedas ni billetes, sólo tarjetas. Los horarios de los barcos en esta época no son demasiados pero tendría suerte y podría coger el que zarpaba a las 14:30, por lo que sólo tendría que espera media hora, lo que aprovecharía para comer los sándwiches que me había preparado por la mañana. Si vienes fuera de temporada te recomiendo que traigas tú propia comida pues te encontrarás la mayoría de lugares cerrados y por tanto pocas posibilidades para picar algo.

En no más de diez minutos el ferry había cruzado el pequeño estrecho que separa la isla del territorio peninsular y sólo me quedaba ya disfrutar de este lugar privilegiado durante las siguientes tres horas. En esta ocasión no traía información ni mapas sobre qué hacer, pero una señora a quién pregunté me explicó en un sencillo inglés lo que ella me recomendaba, no suponiendo apenas esfuerzo y sí un deleite para los sentidos.

El origen de Gullholmen, una de las localidades pesqueras más antiguas de Bohuslän, se remonta a 1585. A mediados del siglo XIX se instaló aquí una de las principales fábricas de conservas del país. La pesca en el mar del Norte proporcionaba buenas capturas y en 1910 contaba con una flota de más de cincuenta barcos. Como en las otras poblaciones que había visitado hoy, el declive de la industria pesquera hizo descender la población, obligándose a reconvertirse y obtener muchos de sus recursos gracias al turismo.

Casi nada más desembarcar, quedaría casi inmóvil al contemplar una increíble perspectiva de la población que ya me complicaría bastante continuar el paseo, aunque lo lograría, ascendiendo poco después por la calle principal que me haría darme de bruces con la iglesia, consagrada en 1799. Desde esta tomaría un camino que en unos quince minutos me situaría en el límite norte de la isla, con una alfombra de rocas y piedras por las que andaría hasta hallar el lugar idóneo donde disfrutar de la naturaleza indómita y el paisaje salvaje que me rodeaba. Aquí decidiría pasar la mitad del tiempo que tenía y aun así me supo a poco.

Gullholmen

Gullholmen

Costa Norte de Gullholmen

Costa Norte de Gullholmen

Pueblo de Gullholmen desde su Costa Norte

Volvería sobre mis pasos hasta la iglesia y tomaría una calle cercana con dirección sur, para en pocos metros encontrar un cartel que decía “Lotsutkiken”, desde donde salía un pequeño sendero que me iba a llevar en apenas cinco minutos a otro hermoso mirador con vistas hacia los cuatro puntos cardinales. Se podía, por tanto, observar en primer plano el propio pueblo de Gullholmen, una buena parte del sur de la isla, así como la costa oeste con su faro y su agreste y salvaje litoral. Un lugar único y mágico del que no me hubiera marchado y que incluso me haría desistir de la idea de encaminarme a la recién mencionada zona oeste que tenía una pinta espectacular.

Gullholmen desde mirador Lotsutkiken

Gullholmen desde mirador Lotsutkiken

Un poco antes de las 18:00 comenzaría a bajar hacia el cercano puerto y a las 18:10 zarpaba el barco que me había traído hasta aquí. Sabía que la costa oeste de Suecia me permitiría conocer lugares increíbles, pero todas mis expectativas, sin acabar el segundo día, se estaban desbordando de una manera insospechada.

Muelle de Gullholmen

Aunque hubiese podido terminar aquí la jornada, estaba tan animado que decidiría conducir un poco más y terminar el día con una visión general de nuevos y hermosos pueblos de cuento. El primero de ellos se llamaba Ragardsvik y estaba a una hora de camino, aunque sólo me separaban del mismo sesenta kilómetros, pero los escrupulosos límites de velocidad suecos, no permitían recorrerlos en menos tiempo, bajo riesgo de fuertes multas. Es una zona de carreteras de doble sentido donde no te permiten pasar de 70 km/h, por lo que no dude, desde el primer momento, en poner el limitador de velocidad del vehículo para evitar sorpresas.

Ragardsvik

Ragardsvik

Ragardsvik

Eran las 19:20 cuando llegaba a este pequeño pueblecito, situado junto al mar, en un entorno idílico, que pasó de ser un pueblo pesquero a una comunidad naviera, para reconvertirse después en una mini ciudad balneario gracias a la importancia del yodo de sus aguas por su beneficio para la salud. Mi estancia sería muy breve, apenas un cuarto de hora que me serviría para pasear por el largo muelle y sus alrededores, para acto seguido seguir la ruta hasta Grundsund, situado sólo a cuatro kilómetros y cuya estampa me dejaría impresionado, pues se caracteriza por un canal que parte la localidad en dos, el cual se encuentra flanqueado por hermosas y elegantes casas de un blanco impoluto, al igual que la iglesia que se encuentra a la entrada de la población. Me daría mucha pena no poder disfrutar de manera pausada de un lugar tan bonito, pero es lo que tiene no poder estirar el tiempo.

Grundsund

Finalmente y a seis kilómetros llegaría, ya casi de noche, hasta Fiskebäckskil, al inicio del fiordo Gullmarn, otro lugar de cuento que te deja ensimismado con la primera perspectiva de su bahía repleta de veleros y de preciosas viviendas con porche rodeando la misma. La pesca sería, como en muchos otros pueblos, su actividad principal desde tiempos inmemoriales, convirtiéndose ahora en un importante destino turístico para muchos suecos.

Fiskebäckskil

Sería aquí donde llegaría definitivamente la oscuridad, mientras el frío y la humedad se apoderaban del lugar en estos momentos finales del día, llegando congelado al coche, aunque pronto entraría en calor, gracias a la calefacción, mientras regresaba a Uddevalla, a la que llegaba sobre las 21:20, tras unos cuarenta kilómetros.

Hoy de cena tocaría ensalada de patata típica sueca y algo de fruta que casi no había probado durante todo el viaje, nuevamente sin un alma en mi alojamiento. Casi dando cabezazos sobre la mesa, del cansancio acumulado, me retiraba a mi cuarto y me quedaba profundamente dormido nada más enterrarme bajo mis sábanas.

No hay comentarios :

Publicar un comentario