SUECIA - DIA 11. Bohuslän: Strömstad e Islas Koster

2 de Septiembre de 2019.

Cuando preparaba este viaje mi intención principal era recorrer la distancia entre Estocolmo y Gotemburgo, visitando además de las principales ciudades suecas, algún que otro pueblo interior, como ya se ha visto, y hacer una pequeña incursión por la costa oeste del país que me permitiera llevarme una idea de la misma y poco más, pero al empezar a investigar sobre la misma y tratar de decantarme por cuáles eran los pueblecitos más apropiados o hermosos para conocer, me daría cuenta que la costa de la región de Bohuslän, que así se llama, no tenía desperdicio; que era un sinfín de rincones naturales a cada cual más bello; que estaba repleta de cientos de casitas de madera pintadas de colores; que gigantescas rocas moldeadas por la fuerza del mar eran las protagonistas en cada bahía, cada puerto o cada villa; que era el refugio de multitud de aves; que había sido fuente de inspiración de escritoras como Camila Läckberg o cuna de actrices de la talla de Ingrid Bergman; que poseía misteriosos lugares con monumentos megalíticos con una magia y energía que en nada tenían que envidiar al mítico Stonehenge; que en definitiva que me encontraba ante uno de los tesoros del país, ante una zona que ofrecía ilimitadas posibilidades para disfrutar, dándome cuenta que si decidía pasar sólo uno o dos días, me acabaría arrepintiendo, por lo que digamos que la costa de Bohuslän sería la culpable de no desplazarme más al norte o al sur de Suecia, pudiendo garantizar que no sólo no me arrepiento de esa decisión sino que encima todavía me quedé, después de cinco días por la misma, con ganas de más, pues su exuberante y espectacular litoral es sencillamente único y maravilloso.

La jornada comenzaba desayunando relajadamente en la cocina del alojamiento que me acogía, gracias a la gran compra que había hecho ayer, lo que se iba a convertir en la manera idónea de ponerme en marcha durante los próximos días.

La climatología para hoy era excelente por lo que tenía claro que lo iba a aprovechar para llevar a cabo un plan que incluía navegación, senderismo y la distancia más larga a recorrer en coche de los días que iba a pasar por esta zona.

El pueblo elegido para poner en práctica todos esos planes era Strömstad, muy cercano a la frontera noruega, del que me separaban casi cien kilómetros, aunque la gran mayoría de los mismos serían por una autovía en perfecto estado donde por momentos me planteaba si me encontraba sólo en el mundo, pues podían pasar diez kilómetros sin encontrarme con un solo vehículo.

Cuando pasó a manos suecas en 1658, Strömstad no era más que un pueblo de pescadores, pero para 1676 se había transformado en una importante urbe que competía con las ciudades noruegas de Halden y Fredrikstad. A mediados del siglo XIX se pusieron de moda los baños de mar y desde entonces es uno de los principales destinos vacacionales de Suecia.

Eran las 10:00 cuando hacía acto de presencia por la avenida principal de la población, encontrándome que al ser septiembre estaba permitido aparcar de forma gratuita en varios sitios cercanos a la estación de tren, por lo que no dudé en dejar mi coche en uno de ellos y continuar mi estancia en Strömstad caminando.

Mis primeros pasos serían por el puerto, donde había un buen número de embarcaciones de recreo amarradas a los muelles y es que una de las características de la población sueca es que les encanta navegar y es raro quien no tenga un amarre en la costa.

Strömstad

Strömstad

Flanqueando toda esta zona se encuentran unas cuantas tiendas y bares, la mitad ahora cerrados, que enlazan con el mismo centro de la población presido por la iglesia. Estaría recreándome un tiempo prudencial por esta área, pero tenía especial interés en poder divisar Strömstad desde las alturas para así hacerme una idea del enclave donde está situado, por lo que me dirigí hacia la estación, punto desde el que, tras subir algunas calles en cuesta, se consigue llegar a un mirador conocido como Korpeberget, desde el que se obtiene una inmejorable vista del puerto, la ciudad y las cercanas islas Koster. Sólo está a diez minutos de paseo por lo que no hay excusas para no llegar hasta él.

Strömstad desde Mirador Korpeberget

Strömstad desde Mirador Korpeberget

Strömstad desde Mirador Korpeberget

Es aquí donde tendría el primer contacto con las características rocas que componen y decoran la costa oeste sueca, de todo tipo de tamaños y formas, que se convierten en habituales miradores para observar tanto poblaciones desde lo alto como el entorno que las rodea. Eso sí no todo iba a ser idílico, pues también pude ser testigo de cómo algunas inmensas arañas, campaban a sus anchas por las mismas.

Tras deleitarme con estas primeras imágenes volvería al centro de la población, más exactamente a la oficina de turismo, que en esta época abría a las 11:00. En ella una simpática señora me informaría sobre todo lo referente a las islas Koster, mi siguiente objetivo en la jornada que nos ocupa. Como acceder a ellas, rutas de senderismo, como conectar la isla norte con la isla sur en el barco respectivo, etc. Da gusto con estos suecos pues son la eficiencia personificada.

Pero antes de meternos en faena, ¿qué puedo decir de estas islas? Pues que son famosas por su belleza y su flora, siendo declaradas reserva natural y la razón por la que quería conocerlas. Las islas Koster se encuentran situadas a diez kilómetros de Strömstad, comprendiendo un archipiélago que rodea las dos más grandes, la norte y la sur.

El paisaje está dominado por un lecho rocoso liso consecuencia de la actividad volcánica y el desgaste posterior debido a la Edad de Hielo. El litoral rocoso se rompe a su vez por muchas playas de arena a cada cual más hermosas que la anterior.

Ambas islas cuentan con comunidades que tienen una población permanente de alrededor de 300 miembros, poseyendo escuela, polideportivo, tiendas, iglesia y hasta galería de arte.

Para acceder a ellas no queda otra que ir en barco, como es evidente, por lo que hay que sacar el ticket correspondiente, el cual se consigue en unas máquinas que están justo al lado de la oficina de turismo y donde también se encuentra el muelle desde donde parte el barco hacia las islas. La ida y la vuelta suponen 130 SEK. Las máquinas sólo admiten tarjetas, como casi todo aquí.

A las 12:00 partía el barco, para mi gusto algo tarde, aunque me imagino que en pleno verano saldrá antes pero tampoco lo sé con seguridad, lo mejor preguntar en la oficina de turismo. A los pocos minutos de salir del puerto el paisaje se componía de pequeñas islitas desparramadas por el mar, con rocas de diferentes formas y tamaños que te permitían hacer volar la imaginación. Era algo así como una “Ciudad Encantada” (Cuenca) pero en altamar. La luz, como siempre en estas latitudes, hipnotizadora, transmisora de una paz y una sensación de calma y quietud única.

Dejando Strömstad hacia las Islas Koster

Dejando Strömstad hacia las Islas Koster

Navegando hacia las Islas Koster

Navegando hacia las Islas Koster

El trayecto dura entre cuarenta minutos y una hora dependiendo de la parada que elijas para desembarcar ya que existen varias. Las primeras serían en la isla Sur (Sydkoster), exactamente en Kilesand y Ekenas, para poco después dirigirse hacia la isla norte (NordKoster) y allí parar en otra parada de nombre Vastra Bryggan, que sería donde bajaría la mayoría de gente, incluido yo. Posteriormente existe una última, en el norte de la isla sur, conocida como Lángagärde.

Navegando hacia las Islas Koster

Isla Sur (Sydkoster)

Isla Norte (Nordkoster)

Isla Norte (Nordkoster)

Eran las 13:00 cuando me encontraba ya en tierra firme, en la recién mencionada Vastra Bryggan. Sin tiempo que perder pondría en marcha las recomendaciones que me darían en la oficina de turismo. Estas no eran otras que seguir las balizas de color naranja que te permiten realizar una ruta de senderismo circular de 5,5 kilómetros, que te lleva hasta algunas de los lugares más hermosos de la isla norte. Al ser circular da igual empezar en un sentido o en otro, yo me dirigiría hacia el lado izquierdo.

Aunque al principio el camino puede llevar a confusión, una vez que encuentras los primeros postes ya no tiene pérdida. Es una ruta muy bonita pues vas pasando por ecosistemas diferentes y entornos que en nada tienen que ver unos con otros. Pero, sin duda, que lo más espectacular es la zona costera, con unas panorámicas tremendas del área norte de la isla, con pequeñas playas vírgenes y nuevas moles rocosas a cada cual más espectacular que la siguiente. Sería este el lugar que elegiría para comer unos sándwiches antes de completar el resto del camino, llegando al puerto diez minutos antes de las 15:00, hora en la que salía el barco hacia la isla sur. Creo que se puede hacer sin ningún problema a un paso normal y con una parada para descansar como ya se ha podido comprobar, pero también es importante no dormirse si quieres enlazar con la isla sur. Si no basta con mirar los horarios de regreso a Strömstad desde esta misma isla y así tomárselo con más calma.

Ruta Naranja. Isla Norte (Nordkoster)

Ruta Naranja. Isla Norte (Nordkoster)

Ruta Naranja. Isla Norte (Nordkoster)

Ruta Naranja. Isla Norte (Nordkoster)

En sólo diez minutos cruzábamos el estrecho que separa la isla norte de la sur, desembarcando en la parada Lángagärde, a la que hacía mención antes. Esta isla duplica en tamaño a su compañera por lo que puede ser una buena idea alquilar una bicicleta para recorrerla, pasar el día entero en ella si se quieren hacer rutas más largas o hacer un trayecto más corto, como así haría yo.

Cruzando de Vastra Bryggan (Nordkoster) a Lángagärde (Sydkoster)

Elegiría la ruta azul de 3,5 kilómetros, muy sencilla y acta para cualquiera. Esta combina la mitad del recorrido por la costa con bonitas vistas de la isla norte, con la otra mitad por el interior de un bosque que te permite subir a un alto y ver algo de perspectiva de la isla sur, aunque no merece la pena, la verdad. La ruta termina en el puerto de Ekenas, donde se toma el barco de regreso a Strömstad. Este no saldría hasta las 17:00, lo que me permitiría tomarme la caminata con mucha mayor tranquilidad, parando varias veces para disfrutar del entorno tan privilegiado en el que me encontraba.

Ruta Azul. Isla Sur (Sydkoster)

Ruta Azul. Isla Sur (Sydkoster)

Ruta Azul. Isla Sur (Sydkoster)

Aún así y todo llegaba quince minutos antes de que zarpara el barco, por lo que no hay que tener ninguna prisa. A las 18:00 desembarcaba en Strömstad y dado que seguía haciendo un tiempo inmejorable aprovecharía para dar un nuevo paseo. En esta ocasión me dirigiría al canal que parte la población en dos y por la orilla llegaría hasta el Stadshus o Ayuntamiento, construido en estilo Art Nouveau e inaugurado en 1917.

Ferry hacia Strömstad

Canal de Strömstad

Ayuntamiento de Strömstad

Siguiendo el mismo sendero que me había llevado hasta aquí y con el canal a mi izquierda, un poco más adelante encontraría a mi derecha, en lo alto de un parque, el museo al aire libre conocido como Friluftsmuseet Fiskartorpet, donde se exhiben algunas viviendas tradicionales de diferentes lugares de Suecia, aunque apenas son diez construcciones y no se puede comparar con otros como el Skansen en Estocolmo o el de Linköping.

Friluftsmuseet Fiskartorpet. Strömstad

Friluftsmuseet Fiskartorpet. Strömstad

Ahora sí que decidiría volver, por el centro de la población, hasta el puerto, donde había dejado el coche a primera hora de la mañana. Era el momento de dejar atrás este maravilloso lugar de la costa sueca que en estos momentos me parecía realmente complicado poder superarlo, aunque en los días sucesivos me daría cuenta que estaba equivocado, pues en mi camino se cruzarían otros sitios iguales o más impresionantes que este.

Quedaba poco tiempo de luz, pero suficiente como para acercarme a sólo seis kilómetros de donde me encontraba y así sorprenderme con un lugar único: la construcción megalítica de Blomsholm.

Es conocida como “El barco de piedra”, Stenskeppet, uno de los más grandes no sólo de Suecia sino de los países nórdicos, con más de cuarenta metros de largo y con piedras que llegan a medir hasta cuatro metros de alto. No se sabe mucho del mismo, no siendo excavado y no habiendo hallazgos conocidos que se le puedan atribuir.

Túmulo Funerario de Blomsholm

Túmulo Funerario de Blomsholm

El lugar en el que se sitúa es mágico, con unas vistas maravillosas sobre los campos circundantes. Se encuentra rodeado por un campo de tumbas con alrededor de veinte de estas. Probablemente se remonten a la última parte de la Edad de Hierro, alrededor del 400 – 600 DC. En ese momento, el nivel del mar era aproximadamente cinco metros más alto de lo que es hoy, situándose “El barco de piedra” en una bahía oceánica protegida.

Lo que si hay es un buen número de leyendas acerca de este lugar. Una de ellas afirma que Stenskeppet fue erigido para dar sepultura a un jefe vikingo o un héroe marino, junto a sus hombres.

Túmulo Funerario de Blomsholm

En cualquier caso es un lugar que impone y más atardeciendo y en completa soledad, un espacio que ejercita un fuerte magnetismo, en el que te ves envuelto por el misterio y en el que no pude evitar que algún escalofrío recorriese mi cuerpo de camino al vehículo, dándome la vuelta en un par de ocasiones.

Túmulo Funerario de Blomsholm

Túmulo Funerario de Blomsholm

Sólo me encontraba a 16 kilómetros de la frontera noruega y no pude evitar dirigirme a la misma, pues me hacía ilusión atravesar el puente de Svinesund que atraviesa el estrecho de Iddefjord que hace de frontera entre ambos países. Pronto llegaría a la frontera en la que seis enormes policías noruegos no quitaban ojo a todos los coches que entrábamos en su territorio y es que hay que recordar que Noruega no pertenece a la Unión Europea. No vi que parasen a nadie, afortunadamente a mí tampoco. Desde aquí sólo hay ya escasos 115 kilómetros hasta Oslo, ciudad que tuve la suerte de conocer en 2014 gracias a que mi hermana residía allí y cuya experiencia puedes leer, si te apetece, en el diario respectivo.

Era ya de noche, por lo que en sólo cinco kilómetros, en la primera oportunidad que tuve de dar la vuelta, regresaría a Suecia y afrontaría los poco más de cien kilómetros que restaban hasta Uddevalla, llegando sobre las 21:30 a mi alojamiento. El trayecto fue prácticamente en completa soledad, pues sólo adelantaría a cuatro camiones y un vehículo me adelantaría a mí. Tenía una sensación extraña, diferente a la de otros viajes, y es que parecía que por momentos me encontraba sólo en el mundo.

Para cenar hoy tomaría pasta y una rica ensalada de patata con alioli que me llamó la atención en el supermercado y que sería todo un acierto. Por cierto que para variar seguía completamente sólo en el alojamiento.

Tardaría en irme a dormir lo justo y bien sabe Dios lo que agradecería no tener que compartir cuarto con nadie después de las dos noches no demasiado agradables de Gotemburgo.

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