Hoy sería otro día de encierro forzoso y es que
continuábamos sufriendo los resquicios del huracán con un viento fuerte y
desagradable que no permitía hacer gran cosa. No llegaba a ser peligroso pero
sí que nos obligaría a permanecer en el apartamento durante buena parte del
día, lo que haría que estuviéramos con cierta desidia y aburrimiento, pues al
final por muchas buenas películas que echaban y por muchas cartas que
tuviéramos, era ya un poco desesperante. De verdad que no puedo llegar a
comprender como se pueden llegar a pasar tres meses dentro de una casa en
programas como Gran Hermano, pues yo me pegaría un tiro a la semana.
Orange Beach desde Apartamento Phoenix VI |
Orange Beach desde Apartamento Phoenix VI |
Teníamos ganas de volver y salir ya de allí, pues las
vacaciones forzosas no son de lo más agradables, pero ni siquiera eso lo
teníamos garantizado, pues no teníamos confirmación del vuelo de regreso, ya
que a estas alturas el aeropuerto de Miami continuaba cerrado y las carreteras
de Florida sufrían cortes por inundaciones, caída de árboles y retenciones en
muchos puntos, así que seguíamos a la expectativa de ver como se desarrollaban
los acontecimientos durante las próximas horas.
Sobre las 18:00 ya no aguantaría más y decidiría irme a dar
una vuelta por el cercano puerto de Orange Beach, pues parecía que el viento
estaba remitiendo y aunque hacía aire se podía pasear relativamente bien. Sólo
tardaría en llegar hasta él diez minutos y la soledad era total en el lugar,
sorprendiéndome gratamente, pues era una zona con encanto gracias a sus muelles
de madera, las embarcaciones, los pelícanos volando de un lado a otro y una
maravillosa puesta de sol que no esperaba encontrar.
Puesta de sol en los muelles de Orange Beach |
Puesta de sol en los muelles de Orange Beach |
Puerto de Orange Beach |
Puerto de Orange Beach |
También se podían ver a lo lejos las tradicionales casas
americanas con su parcela privada y su pequeño muelle, donde seguramente pasen
estupendas temporadas vacacionales sus propietarios.
Mientras paseaba entre embarcaciones, me daría tiempo a
fijarme en un cartel colgado en una caseta en el que se ofertaban paseos en
barca por la zona, lo cual tenía bastante buena pinta. Lástima que con el
tiempo que estaba haciendo estos días, todo estaba cerrado a cal y canto.
Decidiría sentarme al lado de unos pelícanos, que ni
siquiera se inmutaron con mi presencia, para presenciar como el sol seguía
descendiendo y, poco a poco, se iban ocultando en el horizonte. Fue un momento
revitalizante y que me haría olvidarme del encierro obligado al que habíamos
estado sometidos y que me haría coger fuerzas para lo que quedaba de jornada y
para el día siguiente.
Pelícanos en el Puerto de Orange Beach |
Con la oscuridad como acompañante, volvería al apartamento,
donde me esperaban mis amigos con una rica lasaña preparada que estaba para
chuparse los dedos, por lo que fue el complemento perfecto para recuperar los
ánimos que, de alguna manera, habíamos perdido.
Estaba claro que esta semana también nos iba a servir para
llevarnos uno cuantos kilos de más, pero que mejor vía de escape y consuelo que
la comida.
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