30 de Junio de 2017.
Dice el refrán: “A quién madruga, Dios le ayuda”, aunque
también es cierto que otro dice: “No por mucho madrugar amanece más temprano”,
pero en mi caso tendría que aplicar el primero de ellos al comienzo de la
jornada. Y es que el levantarme a las siete de la mañana, para estar en el
puente de Carlos, tan sólo, media hora después, tendría su merecida recompensa.
Me lo encontraría prácticamente desierto, salvo algún que otro ciudadano que
pasaba de un lado a otro a paso ligero y sin detenerse, por lo que se puede
decir que uno de los símbolos de Praga por excelencia y que más complicado es
poder contemplarlo sin gente, lo tenía sólo para mí. Si a ello le añadimos un
cielo despejado que desprendía una luz suave y agradable que era ideal para
hacer fotografías, pues es de imaginar que estaba pletórico.
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Torre del Puente de Malá Strana y Puente de Carlos |
Por tanto, podría recrearme a mi antojo y disfrutar de
pasear por él en silencio y soledad, una y otra vez, mientras hacía con la
cámara todas las tomas que me apetecía desde cualquier ángulo y sin tener que
esperar a que alguien se apartara, o ya ni eso, ya que en cuanto avanza un poco
el día, es imposible hacer una perspectiva del puente sin que aparezca una
cantidad ingente de personas.
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Torre del Puente de Malá Strana y Puente de Carlos |
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Puente de Carlos |
El monumento más conocido de Praga fue mandado construir por
el rey Carlos IV para sustituir el puente de Judith que quedó destruido tras la
inundación que tuvo lugar en la capital en 1342. La piedra angular del nuevo
puente se colocó en 1357. El arquitecto fue el alemán Peter Parler, que diseñó
también la catedral de San Vito. Dos torres, una de estilo renacentista que
data del siglo XVI y otra de estilo gótico de 1464, flanquean las entradas y
ofrecen buenas panorámicas del puente y de las muchas torres en forma de aguja
que dan fama a la capital checa.
Pero si hay algo por lo que también es famoso el puente es
por la galería de estatuas y de farolas que lo decoran alternativamente y de
las que es complicado apartar la mirada, pues desprenden algo místico y
enigmático que uno no acierta a explicar que es.
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Escultura del Puente de Carlos |
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Puente de Carlos |
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Escultura del Puente de Carlos |
Tampoco se pueden obviar las fantásticas vistas que se
obtienen del conjunto del barrio de Malá Strana y del castillo que se yergue
imponente en lo alto de la colina, así como del río Moldava, el cual discurría
plácidamente, lo que hacía difícil poder imaginarse este con su peor cara,
siendo el causante de grandes destrozos e inundaciones en el pasado.
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Barrio del Castillo desde Puente de Carlos |
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Río Moldava desde Puente de Carlos |
Sólo una hora después, tal vez menos, el puente empezaba ya
a ser abordado, poco a poco, por grupos de turistas, por lo que decidiría
dejarlo por la torre de la Ciudad Vieja, que se alza en la plaza de los
Cruzados de la Estrella Roja, donde si uno se fija puede apreciar diferentes
estatuas que salen de los balcones de las iglesias de San Francisco Serafín y
del Salvador, que rodean parte de la misma.
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Puente de Carlos y Barrio del Castillo |
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Torre de la Ciudad Vieja |
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Barrio del Castillo desde Puente de Carlos |
Dada la poca distancia que había ya desde aquí hasta la
plaza de la Ciudad Vieja, no dudaría en regresar a esta para verla en todo su esplendor con el cielo despejado y
el sol iluminando sus preciosos edificios, lo que me permitiría poder apreciar
mil y un detalles que ayer con la que estaba cayendo era imposible. Gótico,
Renacimiento, barroco, modernismo, rococó, la sucesión arquitectónica de las
mansiones, iglesias y palacetes es tal y tan perfecta que cuesta dejar de
fijarte en todo ello y abandonar el lugar.
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Plaza de la Ciudad Vieja y Ntra Sra de Týn |
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Plaza de la Ciudad Vieja |
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Iglesia de San Nicolás.Plaza de la Ciudad Vieja |
Pero dado que sólo quedaban cinco minutos para que dieran
las nueve, aprovecharía este momento, en el que además apenas había gente, para
presenciar el espectáculo mecánico que brinda el reloj astronómico del antiguo
ayuntamiento, concebido por el maestro relojero Hanus.
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Reloj Astronómico del Ayuntamiento |
De los dos relojes de la torre, el primero, astronómico,
sitúa la Tierra en el centro, rodeada de planetas, tal como lo concebían las
teorías científicas del siglo XV. El segundo, justo debajo, lo pintó en 1865
Josef Mánes y representa el calendario de los meses y los signos del zodiaco;
sus agujas indican respectivamente la posición del Sol, de la Luna y de los
planetas. Los dibujos originales de este reloj están expuestos en el Museo de
la Ciudad.
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Reloj Astronómico del Ayuntamiento |
A ambos lados hay dispuestos personajes alegóricos. Así, en
el nivel superior (de izquierda a derecha) se distinguen: la Vanidad (con un
espejo), la Avaricia, la Muerte y la Invasión pagana, representada por un
turco. Debajo, siempre de izquierda a derecha: el Cronista, el Ángel, el
Astrónomo y el Filósofo.
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Reloj Astronómico del Ayuntamiento |
Y a la hora en punto, el mecanismo se pondría en movimiento:
la muerte tira de la cuerda, mueve la cabeza y gira su reloj de arena mientras
que en las dos ventanas situadas justo encima de los dos relojes, desfilan los
apóstoles mientras van sonando las
horas. El gallo instalado en lo alto aparece con el último golpe.
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Reloj Astronómico del Ayuntamiento |
Hay que fijarse también en los diferentes escudos y placas
conmemorativos colocados en los diferentes lados de la torre. Remiten
discretamente a los principales acontecimientos históricos que se desarrollaron
en la plaza.
Después de la última campanada los allí presentes nos
dispersamos, optando en mi caso por dirigirme a la izquierda, atravesando unas
arcadas que me llevarían de forma directa a Malé námestí, donde se concentraban
antaño numerosas farmacias. El encanto de esta plazuela radica en su decoración
exterior, en especial la de la Casa Rott, concebida como homenaje a los
artesanos y a los campesinos.
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Plaza Malé Namestí |
Aunque la atracción del puente de Carlos era poderosa, conseguiría
resistirme a la misma y lograría encaminar mis pasos hacia el puente Mánesúv,
pues quería fijarme en el edificio del Rudolfinum, es decir una sala de
conciertos a la altura de la reputación musical de la ciudad, en el que no
reparé ayer.
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Rudolfinum |
Ahora sí, volvería a cruzar el Moldava y pasaría por el
Hostel a desayunar, pues el desayuno era hasta las diez, lo que me vendría de
maravilla para reponer fuerzas, después del buen paseo con el que había
comenzado el día.
Acabado el mismo era el momento de sufrir un poco
ascendiendo la famosa y empinada calle Nerudova, la cual ha quedado algo
desfigurada por los rótulos y los tenderetes turísticos, pues todavía recuerdo
en aquella primera visita en los años noventa que este famoso tramo de la Vía
Real tenía más alma y más encanto que ahora. De todos modos, a ambos lados de
esta arteria de pronunciada pendiente se despliegan fascinantes fachadas con
una decoración escultórica que llama la atención por la fuerza de las imágenes
que evoca, como la del palacio Kolowrat en el número veinte, cuya portada está
decorada con dos águilas con las alas desplegadas; o la del palacio Morzin,
residencia de la embajada de Rumanía que tiene un balcón sostenido por dos
atlantes moros. También merece la pena detenerse frente a la casa de los Tres
Violines, en el número doce y en la casa de los Dos Soles (número 47), la cual
fue vivienda del poeta y periodista Jan Neruda, del que tomaría su pseudónimo
el también gran poeta chileno Pablo Neruda.
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Calle Nerudova |
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Embajada de Italia.Calle Nerudova |
Al final de la calle, esta se ensancha y sigue ascendiendo
hasta la gran plaza Hradcany, antiguamente la zona preferida por la
aristocracia del barrio, cuyos suntuosos palacios y farolas en forma de
candelabro poseen una gran elegancia. Desde luego que es imposible abarcarla
toda de una sola mirada y conviene detenerse e ir absorbiéndola poco a poco. Al
final a la izquierda se distingue el Palacio Arzobispal y, a la derecha, el
palacio Schwarzenberg, con su fachada totalmente decorada con esgrafiados. A su
lado, el convento de las Carmelitas Descalzas es ahora residencia de los
huéspedes de Estado. Al fondo, en el lado oeste, el Palacio Toscano, que fuera
propiedad de los grandes duques de Toscana, cierra la plaza a todo lo largo. Y
al lado de este, a la izquierda, el palacio Martinic.
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Plaza Hradcanské |
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Plaza Hradcanské |
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Palacio Arzobispal. Plaza Hradcanské |
Como se ve no tiene desperdicio y pasaría un buen rato
recorriéndola por sus cuatro costados, o tal vez tendría que decir por tres de
ellos, pues el cuarto está reservado a la entrada de otro de los platos fuertes
de la capital checa: el fascinante castillo, donde me dirigiría en este preciso
momento.
Este te recibe con la monumental puerta de arenisca de
Matthias, que lleva del primero al segundo patio, y se construyó durante el
reinado de Rodolfo II, un gran soberano que insufló a Praga una vitalidad
cultural sin precedentes y en cuyo reinado se realizarían importantes
remodelaciones en el castillo. La puerta toma el nombre del sucesor de este y
atravesándola llegas al patio de Honor, donde cada día se produce el relevo de
guardia. Lo que más impresiona son los dos gigantes que rematan la entrada
oficial y que demasiado cerca llegan incluso a asustar.
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Puerta de Matías |
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Escultura de la Puerta de Matías |
Pero hay que decir que si en algún momento esta fue la
entrada, que lo desconozco, hoy ya no es así, pues esta se encuentra en el
lateral, donde existe un control de seguridad con arcos metálicos en los que te
obligan a dejar todas las pertenencias en una bandeja y pasar bajo ellos. Los
policías también realizan un exhaustivo control de las mochilas. Sería este el
único lugar donde podría ver tales medidas de seguridad.
Una vez en el segundo patio uno puede dirigirse a las
taquillas, donde se ofrecen un buen número de opciones en las visitas que
pueden realizarse dentro del castillo. Yo no me calentaría la cabeza ya que al
tener la Praga card, esta ofrece los lugares más representativos y para mi
gusto era suficiente con ellos. Estos eran la catedral de San Vito, el Palacio
Real, la basílica de San Jorge, el callejón de Oro y la torre Daliborka. Ya no
está incluido el torreón de la Pólvora. Aquí te facilitan las entradas de cada
uno de ellos con su respectivo código de barras que has de pasar por la máquina
respectiva en cada monumento. Esta entrada sin el famoso pase supone 250 CZK.
En este espacio, además de la sucesión de fachadas neutras
realizadas según el espíritu del clasicismo vienés, destacan especialmente la
capilla de la Santa Cruz y la fuente de Kohl, haciendo que la plaza no quede
tan desangelada.
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Fuente de Kohl y Capilla de la Sta Cruz |
Desde aquí sí que tendría acceso al anteriormente mencionado
patio de Honor, donde me dirigiría para poder presenciar el cambio de Guardia
que tiene lugar cada hora. La ceremonia completa se produce a las 12:00, pero
me conformaría con la de las 11:00, pues no era plan de esperar una hora. Como
curiosidad decir que los uniformes que visten son creación de Theodor Pistek,
modisto oficial de la película Amadeus.
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Cambio de Guardia en el Castillo |
Apenas duraría diez minutos, por lo que no se me haría nada
pesada, pudiendo gracias a ello empezar sin prisa pero sin pausa las diferentes
visitas distribuidas a lo largo del inmenso recinto.
Y casi de forma obligada, pues te la encuentras nada más
pasar del segundo al tercer patio del castillo, comenzaría entrando a la
soberbia catedral de San Vito. La fachada oeste sorprende por situarse tan
cercana a la entrada, en la que domina el rosetón, las gárgolas y las flechas.
El monumento está tan empotrado que resulta difícil tener perspectiva del mismo
a primera vista. Para ello es conveniente dirigirse a la esquina del gran patio
desde donde se podrá disfrutar mucho más de la misma. También es importante
fijarse en la sublime Puerta Dorada de la fachada sur, especialmente en el
mosaico sobre fondo rojo y oro del Juicio Final, que representa al rey Carlos
IV y a su esposa, situado encima de los tres arcos del pórtico.
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Catedral de San Vito |
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Catedral de San Vito |
Tras ello entraría a su interior, donde uno siente desde el
primer momento que se encuentra en un lugar trascendental de la historia checa. Y es que este ha sido
lugar de coronación y mausoleo real, además de foco religioso de Bohemia. Es
por ello que a lo largo de los siglos la catedral ha conseguido reunir a los
mejores artistas de cada época. Gótico, renacentista, barroco y modernismo
coexisten sin problemas a lo largo del recorrido que se realiza. Desde la
capilla de San Venceslao a la tumba de San Juan Nepomuceno, pasando por el
altar mayor, el coro o el mausoleo real de mármol blanco, todo en ella resulta
sorprendente. Sin olvidarnos de los preciosos vitrales y el rosetón.
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Catedral de San Vito |
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Vidrieras. Catedral de San Vito |
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Tumba de San Juan Nepomuceno. Catedral de San Vito |
Aunque no se encuentra incluida en la entrada no tendría
duda, a la salida, de dirigirme hacia el acceso a la torre de la catedral, cuya
entrada supone 150 CZK, y que bien merecía la pena el dinero y el esfuerzo, si
con ello podía disfrutar de las vistas de 360 grados de toda Praga con el día
tan fantástico que hacía. No sería poco el tiempo que estaría contemplando los
barrios de Staré Mesto, Malá Strana, el puente de Carlos o el discurrir del río
Moldava, desde las alturas, hasta que decidiría volver a bajar.
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Praga desde Torre Catedral de San Vito |
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Praga desde Torre Catedral de San Vito |
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Patio del Castillo desde Catedral de San Vito |
El tercer patio también alberga otros lugares interesantes,
como el Antiguo Palacio Real, con su impresionante sala de Ceremonias, la sala
Vladislao con su extraordinaria bóveda del gótico tardío. En ella se realizaban
torneos y bailes y a través de la escalera de los caballeros, estos entraban a
la misma montados a caballo. También se puede observar una réplica de la corona
de San Venceslao. Y no hay que irse de allí sin salir al mirador que posee y
desde el que se obtienen unas estupendas vistas de Praga.
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Antiguo Palacio Real.Castillo |
La sala que hay en el extremo sureste fue el marco de la
segunda defenestración de Praga que desencadenó la Guerra de los Treinta Años.
Desde ella serían lanzados varios gobernantes por las ventanas.
Los despachos actuales del presidente de la República están
situados en el nuevo Palacio Real, que se extiende junto a la esquina, frente a
la Puerta Dorada de la catedral.
Al salir del palacio, me encontraría con la plaza de San
Jorge, corazón del castillo en la Edad Media, y donde se alza la basílica del
mismo nombre que la plaza, cuya fachada barroca de un rojo oscuro resulta
engañosa y es que oculta en su interior una iglesia románica fundada en 912 por
el príncipe Vratislavo I y reconstruida en 1142 en un estilo románico más
tardío.
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Basílica de San Jorge.Castillo |
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Basílica de San Jorge.Castillo |
Desde aquí retrocedería un poco sobre mis pasos y me
encaminaría a visitar el torreón de la Pólvora, parte integrante de las
fortificaciones del castillo, que aunque no estaba incluido en la entrada de la
Praga card, tan sólo había que pagar por entrar a él 70 CZK. La entrada se
compra en una máquina que se encuentra nada más entrar y luego te la piden en
el primer piso, así que si no quieres subir y bajar dos veces no subas sin
ella.
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Torre de la Pólvora Mihulka |
Tras esta era el momento de volver, a otro de esos lugares
que se me habían quedado grabados del viaje anterior y al que tenía muchas
ganas de regresar. Hablo del callejón de Oro, donde las antiguas casitas que no
eran más que pobres cabañas de madera habitadas por arqueros, mercaderes,
orfebres y, según la leyenda,
alquimistas, hoy son un museo en sí mismas exponiendo los utensilios y la
imagen más característica de cada profesión. Están pintadas en colores pastel y
parecen de cuento. El piso superior de todas ellas está conectado por una gran galería
en la que se exponen armaduras, algún traje típico y armas. Creo que es una
visita que uno no puede perderse aunque esté atestada de gente. Como dato
curioso decir que en el número 22 trabajaría Franz Kafka entre 1916 y 1917.
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Callejón del Oro |
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Casa del Callejón del Oro |
A continuación sería el turno de la torre Daliborka, una
antigua prisión, cuyo nombre proviene del primer prisionero que estaría
encarcelado en ella. Quienes eran condenados tenían que ser bajados al calabozo
mediante un sistema de poleas, por lo que como se puede comprobar era imposible
escapar de ella.
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Torre Daliborka y Muralla del Castillo |
Según la leyenda, aquel primer prisionero llamado Dalibor
Kozojed, sería condenado a muerte por apoyar a los esclavos rebeldes en su
sublevación. Durante el tiempo que estaría encerrado aprendería a tocar el violín
y la multitud se acercaba a esta torre para oír sus melodías y llevarle comida
y bebida. Debido al cariño que le llegó a coger la gente, y temiendo una
revuelta, por parte de las autoridades, estas decidieron retrasar una y otra
vez su ejecución, hasta que un día, el violín dejó de escucharse.
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Torre Daliborka |
El camino continuaría por la calle Jirská, la cual exhibe
sus antiguos palacios, entre ellos el Lobkowicz, que conserva en parte el
esplendor que tuvo antaño, aunque el interior no lo visitaría al no estar
incluido en el famoso pase. Siguiendo esta misma arteria, llegaría a la cercana
puerta este del castillo, la cual cruzaría para encontrarme con un estupendo
mirador de la ciudad.
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Torre Negra del Castillo |
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Praga desde la Muralla de la Torre Daliborka |
Desde aquí, si se continúa bajando las escaleras que se
pueden ver de frente, se llegaría a una zona del barrio de Malá Strana, pero yo
optaría por recorrer el llamado jardín
del Paraíso, creado en 1562 a petición de Fernando I. Se encuentra suspendido
por encima de Malá Strana y adosado a los muros del castillo y lo mejor son las
panorámicas que se logran de la capital checa desde aquí.
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Jardín del Paraíso del Castillo |
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Praga desde Jardín del Paraíso del Castillo |
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Praga desde Jardín del Paraíso del Castillo |
Como no podía ser de otra manera ante tales vistas,
decidiría sentarme un rato a contemplarlas, obligándome a levantarme el
repentino cambio de tiempo que, en un breve periodo, se había producido. Todo
parecía indicar que se iba a tratar de una tormenta de verano, pero tenía que
resguardarme si no quería acabar calado, por lo que decidiría hacerlo en el
cercano palacio Schwarzenberg, situado en la plaza Hradcanské y cuya fachada ya
había podido admirar por la mañana.
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Palacio Schwarzenberg |
Es evidente que la entrada estaba incluida en la Praga card,
ya que si no hubiera buscado otra opción mejor que pagar las 150 CZK que cuesta
su visita. Así mientras caía el diluvio universal en el exterior yo me
entretendría paseando por sus diferentes salas renacentistas, repletas de las
colecciones checas de la Galería Nacional: arte manierista, pintura y escultura
barrocas.
El discreto palacio Sternberg, situado justo enfrente, pero
oculto al fondo de un corredor que bordea el Palacio Arzobispal, agrupa por su
parte el arte europeo antiguo y obras maestras de Durero y Cranach el Viejo,
entre otros. A él me refiero porque también me daría una vuelta por él mientras
dejaba de llover. La entrada estaba también incluida en la Praga card. (Sin
ella cuesta 150 CZK, igual que el anterior).
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Palacio Sternberg |
Decir que salvo que te encante el arte o tengas el pase, las
colecciones que ofrecen no se pueden comparar a las de los grandes museos
europeos como El Prado, El Louvre o la National Gallery. Siempre encuentras
algún cuadro o escultura interesante, pero tampoco me entusiasmaría, por lo que
en cuanto dejó de caer la última gota de lluvia saldría de allí.
De camino a mi siguiente visita pasaría cerca de la iglesia
de San Juan Nepomuceno, anexa al contiguo convento de las Ursulinas. Los
frescos interiores narran la leyenda de este santo, patrón de Bohemia,
enterrado en la catedral de San Vito, como ya pudimos ver. Una lástima que ya
estuviera cerrada y no pudiera
contemplarlos.
Sería aquí cuando me daría cuenta que se me había quedado en
el tintero una parte de los alrededores del castillo que no quería perderme,
así que tendría que retroceder sobre mis pasos y volver hacia allí, así como
volver a pasar los controles de seguridad, para una vez en el segundo patio,
dirigirme hacia un pasadizo que se encuentra a la izquierda y que te lleva
directo hasta el puente de la Pólvora, para pasado este y girando un poco más
adelante, a la derecha, entrar en el bonito Jardín Real.
Me dejaría llevar por las avenidas que se presentaban ante
mí, llamándome especialmente la atención el Palacio Real de Verano o Belvedere,
según me iba acercando a él, y es que no era para menos pues sus relieves con
escenas mitológicas, sus columnas jónicas o el tejado en forma de casco de
barco invertido, entre otros detalles hacen del mismo uno de los más hermosos
ejemplos de arquitectura renacentista italiana fuera de aquel país.
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Pabellón Belvedere del Jardín Real |
Amplias explanadas cubiertas de césped, paseos y especies
exóticas en la meseta que se desplegaba hacia el sentido contrario, también me
seducirían, al igual que el pabellón renacentista del Juego de Pelota, decorado
con esgrafiados y mandado construir por Fernando I para su querida esposa Ana,
quien no lo vería terminado al morir antes de que estuviera acabado.
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Sala del Juego de Pelota. Jardín Real del Castillo |
Mi apacible travesía por este jardín continuaría entre la observación
de nuevas especies de flores y plantas y las increíbles vistas del foso del
Ciervo y de la fachada norte del castillo que revela las altas fortificaciones,
la torre de la Pólvora y la catedral de San Vito.
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Catedral de San Vito desde Jardín Real |
Así finalizaba mi estancia en este remanso de paz, pues en
poco tiempo volvería al barullo y al gentío del área del castillo, ya que
tendría que volver por él para dirigirme hacia otro importante lugar: el
santuario de Nuestra Señora de Loreto, cuya fachada constituye un hermoso
ejemplo de arquitectura barroca junto con su torre del reloj rematada por un
bulbo. Cada hora suena su famoso carillón, inundando el barrio con una suave
melodía.
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Nuestra Señora de Loreto |
Una vez que me dispuse a entrar a su interior, me encontré
con la desagradable sorpresa que este cerraba a las cinco, es decir que ya lo
había hecho hacía una hora, por lo que me quedaría un poco decepcionado de no
poder ver el tesoro que guarda en su interior que no es otro que la réplica de
la Santa Casa, pero bueno, no pensaba tirar la toalla tan pronto, a falta de
otras dos jornadas antes de volver a Madrid.
Pasando por el imponente palacio Cernín, sede del Ministerio
de Asuntos Exteriores, continuaría el prolongado ascenso, flanqueado, a ambos
lados, por hermosas mansiones, hasta una recogida plaza que me permitiría ver
la entrada del monasterio de Strahov, cuya silueta blanca se torna más nítida a
medida que uno se va acercando a él.
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Convento de Strahov |
Fundado en 1140 por el príncipe Vladislao II y el obispo de
Olomuc, es el monasterio de la orden de los
Premostratenses, más antiguo de esta congregación de Bohemia. Se puede
decir que es una ciudad dentro de la ciudad por sus múltiples edificios de los
siglos XVII y XVIII, que se despliega por encima de Praga y sumerge al mismo
tiempo al espectador en un magnífico decorado barroco.
Afortunadamente encontraría abierta la iglesia de la
Asunción con sus cimientos románicos y su decoración barroca flamígera, pero no
sería el caso de su fabulosa biblioteca, otro de esos lugares que no quería
quedarme sin conocer, por lo que tendría que pensar un plan B, para poner
remedio a este nuevo imprevisto. Cierra a las 17:00.
En estos momentos estaba en uno de los extremos de la colina
de Petrín que es la zona más elevada de la ciudad a casi 140 metros del área
más llana, por lo que no pensaba desaprovechar la ocasión de disfrutar de las
vistas que ofrece y continué ascendiendo entre un tupido bosque con multitud de
caminos que se dirigían hacia diferente lugares. Yo optaría por continuar en
línea recta, teniendo siempre a mi derecha una muralla de piedra que me haría
preguntarme por qué motivo sería construida. Se la conoce como Muro del Hambre
y el nombre obedece al hecho de que el rey Carlos IV encargó su construcción
con el propósito de dar trabajo a los pobres durante una hambruna acaecida a
mediados del siglo XIV. De esta manera la muralla y el hambre quedaron
vinculadas para siempre.
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Muro del Hambre. Colina de Petrín |
Acompañado en todo momento por ella pronto llegaría hasta
una curiosa estructura que, por un instante, me haría dudar si me había
teletransportado a París, pues encontraría una pequeña imitación de la torre
Eiffel. Es evidente que es una broma, pues no se puede comparar ni en tamaño ni
en belleza, ya que la pequeña torre octogonal que tenía delante de mí mide sólo
sesenta metros, un cuarto de la altura de la original.
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Torre de Petrín |
Como la Praga card me permitía subir de forma gratuita, sino
cuesta 120 CZK, a ello que me pondría, ascendiendo hasta lo más alto a través
de sus casi 300 escalones. El esfuerzo estaría recompensado pues las
panorámicas que se consiguen de 360 grados de la ciudad y el pico más alto de
Bohemia, el Snezka, son inigualables.
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Praga desde Torre de Petrín |
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Praga desde Torre de Petrín |
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Convento de Strahov desde Torre de Petrín |
Aquí dejaría pasar el tiempo, pues tenía claro que poco más
haría ya hoy, tan sólo, una vez que volví a pisar el suelo, fijarme en la
iglesia de San Lorenzo y entrar en el laberinto de los espejos (también
incluido en la Praga card, sino son 90 CZK), donde me reiría un rato con mi
imagen distorsionada gracias a los diferentes espejos deformantes que hay en el
recorrido. Es un poco chorrada pero está entretenido para pasar el rato. Más
interesante es el exterior que imita la antigua puerta de Spicka, que formaba
parte de las fortificaciones góticas de Vysehrad.
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Laberinto de los Espejos |
Terminada esta última visita, me dedicaría a descender,
tranquilamente, la colina de Petrín, pues no estaba especialmente cansado y lo
prefería a tomar el funicular que pude ver mientras bajaba y que también está
incluido en la Praga card.
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Funicular de la Colina de Petrín |
Llegaba ya anocheciendo al corazón de Malá Strana, pues eran
las nueve pasadas, así que decidiría irme a cenar, pues tenía bastante hambre
después de haber comido sólo un perrito caliente. Además no me conformaría con
cualquier sitio de paso y, cruzando el puente de Carlos, me dirigiría al
restaurante U parlamentu , que me habían recomendado en el hostel para probar el
Svícková un plato tradicional checo que consiste en filetes de ternera al horno
aderezadas con una salsa suave, levemente dulce y aromatizada, que se hace a
base de verduras de raíz, nata y especias. Como guarnición se utiliza un
exquisito pan cocido llamado Knedlík. De beber no podía faltar una buena
cerveza Pilsner Urquell.
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Cenando en Restaurante U Parlamentu |
Todo estaba muy bueno y el trato fue cordial, hablando los
camareros un poco de español, así que no se podía pedir más. Me costaría 250
CZK, unos diez euros. Por cierto, que no he comentado que la propina suele ir
aparte y lo normal es dejar un 10%, si estás contento con el servicio, por lo
que hay que sumarle la misma.
Hoy había sido un gran día en todos los aspectos, lo
que hacía que compensara completamente el, aciago y pasado por agua, día de
ayer, así que como parecía que el cansancio no me había pasado factura todavía,
qué mejor que disfrutar de la maravillosa plaza de la Ciudad Vieja iluminada y
llena de ambiente, así como de varias canciones de uno de los mejores grupos
que actúan en el puente de Carlos todos los días, antes de irme a dormir.
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Nuestra Sra de Týn |
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Castillo y Catedral de San Vito desde Puente de Carlos |
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Puente de Carlos y Torre del Puente de Mala Strana |
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Torre del Puente de Mala Strana |
PRECIOSA ME GUSTO MUCHO GRACIAS
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