1 de Julio de 2017.
Cuando preparaba mi estancia en la capital checa, pensé en dedicar
uno de los cuatro días que iba a estar en ella en realizar una escapada a algún
lugar que no estuviera demasiado lejos y que me permitiera ir y volver sin que
fuese excesiva paliza. Entre los firmes candidatos estaban el encantador balneario de Karlovy Vary, que ya
conocía de mi anterior viaje y al que no me importaba volver, el campo de
concentración de Terezín, un lugar duro pero en el que estaba interesado y la
villa medieval de Kutna Hora, donde me resultaba muy curiosa la capilla de los
huesos.
Pero desde mis primeros paseos por las calles de la ciudad esa
idea cada vez se fue desvaneciendo más, pues primero no tenía muchas ganas de desplazarme
fuera, después de que ya llevaba una semana de no parar, y segundo si tomaba
esa decisión, me iban a quedar muchas cosas sin ver de la capital que no quería
dejar para una hipotética tercera estancia, por lo que al final decidiría
continuar en Praga y conjuntar los lugares antes mencionados en un viaje por la
República Checa que me gustaría realizar en un futuro no demasiado lejano.
Así que tomada esa decisión, hoy me daría el lujo de
levantarme un poco más tarde, a las 08:30, ya que los días iban pesando, y tras
el pobre desayuno de siempre, no tenía duda de que dirigiría mis pasos a los
dos lugares que ayer me habían quedado pendientes por cerrar excesivamente
temprano para mi gusto.
Es por ello que volvería a hacer el esfuerzo de subir por la
empinada cuesta de la calle Nerudova hasta llegar al santuario de Nuestra
Señora de Loreto, donde esta vez sí, lo encontraría abierto. Con la Praga card
te hacen un descuento de 30 CZK, quedándose la entrada en 120 CZK. Además si
quieres realizar fotografías tienes que pagar otras 100 CZK, algo que también
haría pues me negaba a quedarme sin los recuerdos del interior.
Dedicado a la Virgen y erigido por deseo de Catharina
Begnigna de Lobkowicz poco después de la victoria de los católicos en la
batalla de la Montaña Blanca, este extenso y rico complejo arquitectónico,
importante destino de peregrinación
mariana, se articula alrededor de la copia fiel de la Santa Casa de la
localidad italiana. En la original el Arcángel Gabriel le anunciaría a la
Virgen María que se convertiría en la madre de Dios, por lo que puede
imaginarse su importancia.
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Santa Casa.Nuestra Señora de Loreto |
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Santa Casa.Nuestra Señora de Loreto |
Rodeando a la misma se encuentra el claustro y en el
interior se hallan la iglesia de la Natividad y la capilla de Nuestra Señora de
los Dolores, las cuales albergan numerosos frescos, esculturas, cuadros, que te
trasladan a los siglos XVII y XVIII, cuando Praga era un centro de arte activo
e influyente.
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Claustro.Nuestra Señora de Loreto |
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Nuestra Señora de Loreto |
Mi lento recorrido me permitiría admirar cada detalle
decorativo, aunque es cierto que donde más tiempo se me fue sería con la Santa
Casa, donde me detendría a observar, pausadamente, los relieves exteriores que
muestran la vida de la Virgen María, tal como su nacimiento, su boda o su
muerte. El interior, por su parte, es de ladrillo y mucho más sencillo, aunque
posee también bonitos frescos.
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Claustro y Santa Casa. Nuestra Señora de Loreto |
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Santa Casa.Nuestra Señora de Loreto |
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Santa Casa.Nuestra Señora de Loreto |
Respecto al tesoro tampoco hay que perderse el célebre
Diamond Monstrance, que cuenta con más de 6200 diamantes incrustados lo que
hace que tenga un valor incalculable.
Otro de los lugares que tampoco podría visita ayer sería la
biblioteca del monasterio de Strahov, por lo que hacía allí me dirigí cuando
terminé la visita anterior. La entrada no está incluida en la Praga card por lo
que hay que abonar 120 CZK por ella, más otras 50 CZK si quieres hacer fotos de
su interior.
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Convento de Strahov |
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Convento de Strahov |
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Convento de Strahov |
Se compone de dos salas con una fastuosa decoración barroca:
la de Filosofía y la de Teología. En la primera de ellas impresiona el techo y
en sus dos niveles de estanterías han sido ordenados cerca de 50.000 volúmenes,
en armarios de madera tallada procedentes del monasterio de Louka, al sur de
Bohemia. La segunda, con cartuchos pintados en el techo que ilustran la
sabiduría de Dios, acumula casi 16.000 volúmenes en sus librerías, también
laboriosamente talladas. Es por tanto, el archivo monástico más importante del
país y eso que antes de la disolución de la orden contaba con cerca de 130.000
volúmenes, entre ellos varios miles de manuscritos e incunables.
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Biblioteca.Convento de Strahov |
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Biblioteca.Convento de Strahov |
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Biblioteca.Convento de Strahov |
Una vez acabada la visita, regresaría a las vetustas calles
de la ciudad, desde donde podría ver varias hileras de cepas que recuerdan los
innumerables viñedos que antaño rodeaban Praga y me perdería por la
tranquilidad que impera en esta parte alta de Malá Stana, llamándome la
atención las fachadas de la calle Italiana, hasta que siempre en descenso
llegaría hasta la plaza de Malá Strana, organizada alrededor de la iglesia de
San Nicolás y numerosos palacios construidos después del incendio de 1541. Mi
principal interés era la joya barroca que se alza imponente y cuya edificación
reuniría a los mejores artistas de la época, que dedicaron diez años más a
decorarla suntuosamente después de que se finalizase su construcción en 1752.
Falsos mármoles del púlpito, decoraciones de estuco encerado imitando mármoles
policromados y trampantojos constituyen un despliegue de maestría técnica de
los artistas que trabajaron en ella. Por todo ello creo que bien merece pagar
las 70 CZK que cuesta la entrada, pues no está incluida en la Praga card.
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Iglesia de San Nicolás |
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Iglesia de San Nicolás |
Después de tanta armonía y esplendor, saldría de San Nicolás
y torcería a la izquierda y tras pocos metros llegaría a la entrada de su torre
por la que tendría que pagar 50 CZK, después del descuento del 50% que me
harían al poseer la Praga card.
Las vistas, una vez más no te dejan indiferente, pues al
estar en el corazón de Malá Strana te permite ver muy cerca muchos de los
monumentos famosos por los que has ido paseando o pasearás durante tú estancia
en la ciudad.
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Praga desde Torre de la Iglesia de San Nicolás |
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Praga desde Torre de la Iglesia de San Nicolás |
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Praga desde Torre de la Iglesia de San Nicolás |
Dado que el sol estaba en la posición correcta, me parecería
este el momento idóneo para, una vez más, cruzar el puente de Carlos y subir a
la torre de la Ciudad Vieja porque, sí, efectivamente, se puede subir tanto a
esta como a la que está en el lado contrario y que dejaría para más tarde. La
entrada me costaría 45 CZK al poseer la Praga card y tener derecho a un
descuento del 50%. Posee una hermosa decoración, repleta de estatuas y escudos,
pero al ser una de las dos puertas de entrada al afamado puente creo que lo
mejor es la panorámica a vista de pájaro que ofrece del mismo atravesando el
río Moldava. Por otra parte la perspectiva desde las alturas de la plaza de los
Caballeros Cruzados tampoco te deja indiferente.
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Puente de Carlos desde Torre de la Ciudad Vieja |
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Torres de Praga desde Torre de la Ciudad Vieja |
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Plaza de los Caballeros de la Cruz desde Torre Ciudad Vieja |
Cuando regresé al nivel de la calle decidí volver a Malá
Strana y seguir deambulando por este barrio del que todavía me quedaba mucho
por descubrir, no tardando demasiado en plantarme delante del museo Kafka, al
cual no entraría, pues mi interés no era otro en esta plaza que observar la
curiosa escultura de dos hombre orinando sobre un mapa de la República checa a
la vez que van dibujando frases de diferentes celebridades del país. Su autor,
como no podía ser de otro modo, es el irreverente y extravagante escultor checo
David Cerný, del que tendría oportunidad de ver nuevas obras en el tiempo que
me restaba en la capital.
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Hombres Orinando de David Cerný.Museo Kafka |
Justo detrás del museo, desviándote por la calle que sale a
la derecha, llegaría hasta un privilegiado mirador desde donde poder ver el
Puente de Carlos en su totalidad. Era un escondido rincón donde no había nadie,
así que estaría aquí relajado unos minutos.
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Puente de Carlos desde cercanías Museo Kafka |
Cada minuto que pasaba en Malá Strana hacía que cada vez me
gustara más y me estuviese pareciendo encantador con sus pequeñas y apacibles
plazuelas, los elegantes palacetes o la tranquilidad de sus jardines, por lo
que creedme cuando digo que nada tiene que envidiar a Stare Mesto. Respecto a
los últimos daría por casualidad con el parque Vojan, bien resguardado por un
alto muro que nada hace presagiar que más allá del mismo se esconda este
espacio verde. En sus praderas me encontraría con dos capillas, una de las
cuales me llamaría especialmente la atención. Era la llamada capilla de Elías
con forma de gruta y una peculiar arquitectura que simula estalactitas y
estalagmitas.
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Jardines Vojan |
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Capilla de Elijah. Jardines Vojan |
Cuando salí de allí, de repente, me daría cuenta que había
olvidado buscar a la que se conoce como la calle más estrecha del mundo, por lo
que retrocedería unos metros en dirección al museo Kafka y allí me la
encontraría. Me parecería normal no haber dado con ella de primeras pues al ser
tan estrella, es casi inapreciable sino te fijas bien.
Su mayor peculiaridad es que está regulada por un semáforo,
¡Sí, no es broma! Es tan estrecha que no pueden pasar dos personas a la vez,
por lo que tiene un botón que has de pulsar si el semáforo del lado en el que
te encuentras está en rojo.
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Calle más estrecha del Mundo |
Después de estar allí un rato haciendo el chorra,
continuaría mi peregrinaje por las calles de Praga, llevándome estas sin querer
hasta los exteriores del Parlamento checo, lugar donde preguntaría a un policía
bastante amable cual era el camino a seguir para llegar a mi siguiente destino:
los jardines del palacio o Fürstenberská Zahrada.
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Parlamento República Checa |
Daría unas cuantas vueltas para encontrarlos, fijándome
mientras lo hacía en un puesto donde vendían zumos naturales y los famosos
Trdelník, que ya había visto en muchos lugares y que todavía no había probado,
por lo que me pareció el momento idóneo para hacerlo. Estos consisten en una
masa de harina enrollada, aderezados con canela y rellenos de diferentes
ingredientes. En este caso los ofrecían con frutas, nata y sirope de chocolate,
por lo que quedé más que saciado al ser bastante contundente. Así que en quince
minutos había comido.
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Comiendo Trdelnik |
Pocos minutos después encontraría la entrada a los jardines
que mencionaba un párrafo atrás. La entrada me costaría 50 CZK, pues no estaba
incluida en la Praga card y tras atravesar la puerta de entrada me daría cuenta
que me tocaría volver a esforzarme, pues estos se sitúan en la escarpada ladera
del castillo a modo de escalones, donde en cada uno de ellos se pueden ver
vides cultivadas, así como flores y, según vas ascendiendo por las escaleras
centrales, nuevas y bonitas vistas de la ciudad. Están inspirados en los
jardines renacentistas italianos.
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Jardines del Palacio |
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Praga desde Jardines del Palacio |
A la salida, continuaría paseando por esta ciudad de cuento,
que casi a cada paso bien podría compararse con un escenario creado para el
rodaje de una película o una obra teatral, y entre calles empedradas y poco
concurridas y pasadizos fantasmales llegaría hasta el palacio Wallenstein, sede hoy día del Senado. Lleva el nombre del
general de los ejércitos imperiales que lo hizo construir entre 1623 y 1629 y
es el palacio más grande de la ciudad después del castillo, siendo en su época
una de las más fastuosas residencias al norte de los Alpes.
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Palacio Wallenstein |
El príncipe Wallenstein, que alimentó durante toda su vida
una ambición desmesurada, no pudo disfrutar durante mucho tiempo de sus
posesiones pues fue asesinado por traidor en 1634 por orden del emperador
Fernando II.
Aunque sus grandes salones estaban cerrados, no era el caso
de sus espléndidos jardines barrocos que abren todos los días de abril a
octubre. Por ellos pasearía mientras me fijaba en los detalles de las fuentes y
las esculturas de bronce, además de un inusual muro compuesto por estalactitas
artificiales de entre las que salen monstruos y animales grotescos con un
aspecto bastante tenebroso que contrasta con la belleza del resto del recinto.
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Jardín Wallenstein |
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Castillo desde Jardín Wallenstein |
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Muro grotesco en Jardín Wallenstein |
El siguiente lugar al que me llevarían mis cansados pies
sería a la iglesia de Santo Tomás que sorprende por su escultural fachada barroca y su fuerza, con capiteles
dorados, estucos, molduras y bóvedas pintadas al fresco, lo que contrasta con
la altura de la nave, que recuerda el origen gótico del edificio.
Seguiría caminando hasta tropezar con la iglesia de Nuestra
Señora de la Victoria, donde me apresuraría a entrar antes de que lo hicieran
un grupo de más de veinte personas. Y es que este templo esconde al Niño Jesús
de Praga, que es objeto de gran devoción por numerosos peregrinos que llegan
hasta aquí de todas las partes del mundo. Su origen es español y se le
atribuyen un buen número de milagros.
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Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria |
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Niño Jesús de Praga.Ntra Sra de la Victoria |
En mi primer viaje tendría la oportunidad de escuchar aquí
un concierto que me dejaría gratamente sorprendido, pero no tendría opción de
visitar el museo que se encuentra detrás del altar principal, algo que sí haría
en esta ocasión, ya que estaba interesado en contemplar algunos de los más de
cien vestidos con los que cuenta la famosa estatuilla. Son realmente bonitos y
los hay de todas las partes del mundo. Lo mismo sucede con la colección de
Belenes en miniatura donados por multitud de países, algunos de lo más
curiosos.
Casi al lado de la anterior, oculto en el fondo de un
callejón sin salida y pasando su entrada casi desapercibida, hallaría el
discreto pero hermoso jardín del palacio Vrtba. La entrada me costaría 55 CZK,
dado que no se acepta la Praga card, aunque ese precio era inferior al normal,
ya que una parte del mismo se encontraba ocupado por la celebración de una
boda.
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Jardín Vrtba |
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Jardín Vrtba |
Si muchos jardines perdieron en el siglo XIX su decoración
barroca, este la ha conservado a lo largo de sus diferentes terrazas en altura,
donde puedes ir admirando estatuas y bojes esculpidos, según vas ascendiendo
progresivamente hasta el mirador situado en lo más alto de los mismos y donde
uno puede sentarse y admirar Praga sin cansarse nunca de ello. Además las
vistas quedan flanqueadas por las iglesias de San Nicolás y Nuestra Señora de
la Victoria, una a cada lado, lo que le da a la panorámica mayor fuerza.
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Praga desde Jardín Vrtba |
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Ntra Sra de la Victoria desde Jardín Vrtba |
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Iglesia de San Nicolás desde Jardín Vrtba |
El paso de los coches y los tranvías a lo largo de la calle
Karmeliská me devolvería brutalmente al ajetreo de la circulación, del que no
tardaría mucho en volver a escapar ya que era el momento de subir a la torre
del puente de Malá Strana que había dejado para este momento de la tarde. La
entrada con la Praga card supone un descuento del 50%, costando 50 CZK. Desde
lo más alto podría disfrutar del sensual contorno de Praga y de un mar de
cúpulas y torres que se reflejan sobre el Moldava, por lo que me fue imposible
no quedar hipnotizado ante tanta belleza desmesurada.
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Puente de Carlos desde Torre del Puente de Malá Strana |
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Castillo desde Torre del Puente de Malá Strana |
La petición de una pareja para que les hiciera una foto, me
permitiría escapar de mi momentáneo estado, lo que aprovecharía para volver a
bajar y adentrarme entre diferentes
callejuelas que me llevan sin rodeos hasta la plaza de Malta, congelada en el
tiempo entre ricas viviendas barrocas y rococó y marco de la película Amadeus,
de Milos Forman.
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Plaza Maltesa |
Casi adosada a la anterior hallaría la iglesia de Nuestra
Señora de la Cadena, un inesperado testigo de la época románica y corazón del
recinto de los hospitalarios de San Juan de Jerusalén, a quienes se confió la
protección del puente Judith, el antecesor del puente Carlos.
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Nuestra Señora de la Cadena |
Las calles y plazas circundantes ofrecen nuevos palacios y
esbeltos árboles que son la antesala de otros muchos que se despliegan
discretamente a las orillas de la isla Kampa, mi siguiente parada.
Pero antes de llegar a ella, me volvería a detener otra vez,
para admirar y fotografiar el famoso muro de John Lennon situado en la plaza
del Gran Priorato. Este es un símbolo de la libertad y del levantamiento que se
produjo contra el régimen comunista allá por los años ochenta y está repleto de
dibujos, mensajes y pintadas reivindicativas y de protesta. La verdad que me
gustaría mucho este rincón.
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Muro de John Lennon.Plaza del Gran Priorato |
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Muro de John Lennon.Plaza del Gran Priorato |
Y, ahora sí, y sin más preámbulos, atravesaba por un
puentecillo el riachuelo del Diablo o Certovka, desde donde podría ver la
ruedas de molino que jalona todavía el curso de este pequeño canal, y llegaba
al corazón de la ya mencionada isla Kampa.
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Rueda de Molino del Gran Priorato |
No tardaría mucho en plantarme en la plaza Na Kampé,
bordeada de casas erigidas entre los siglos XVII y XVIII, recién renovadas y
pintadas en tonos pastel, que evocan escenas de la vida de antaño. Bancos,
fresnos y farolas adornan este decorado de cine ocupado por terrazas y cafés.
Merece la pena detenerse a contemplar las mansiones, para después acercarse a
las orillas del Moldava, desde donde conseguiría un nuevo ángulo, de los muchos
que ya llevaba, de puentes, edificios y riberas. Algunos barcos atracados en un
embarcadero ofrecen excursiones, pero esta vez dejaría esta opción para mejor
ocasión.
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Isla Kampa |
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Riachuelo del Diablo o Certovka |
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Puente de Carlos desde la Isla Kampa |
Ahora continuaría, a través de amplias extensiones de
césped, hasta el museo Kampa, un edificio de un blanco inmaculado al pie del
famoso río y que en su día fue un viejo molino. No era mi intención entrar a
él, pero sí admirar los bebés gigantes del artista checo contemporáneo David
Cerny. Su peculiaridad es que no tienen rostro, siendo este sustituido por un
código de barras.
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Bebés Gigantes de David Cerny.Isla Kampa |
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Bebé Gigante de David Cerny.Isla Kampa |
Tras retratarme con ellos, volvería a pasear por la orilla
del río, encontrando nuevas esculturas de otros autores, vistas del puente de las
Legiones y la isla del Disparo, así como un restaurante, con mesas y bancos de
madera, al lado del Moldava, que ofrecía una vista privilegiada del puente de
Carlos y de Staré Mesto, por lo que no dudaría en sentarme en la única mesa que
quedaba libre para cenar.
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Puente de las Legiones o Most Legii desde Isla Kampa |
Su nombre era Sovovy
Mlyny y optaría por pedir un rico gulash con trocitos de bacon y el típico pan
checo, que hasta el momento es el mejor que he probado ya que es más suave que
los que tomé en Hungría y la salsa no es tan fuerte. Este lo acompañaría con un
bol de patatas fritas. De beber me dejaría aconsejar por los amables camareros
que me atendieron y pediría una cerveza negra. Todo me saldría por 395 CZK.
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Praga y Río Moldava desde Restaurante Sovoy Mlyny |
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Cerveza en Restaurante Sovoy Mlyny |
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Cenando gulash en Restaurante Sovovy Mlyny |
A punto de que la noche se echara encima y con la
imagen del puente de Carlos recién iluminada decidiría retirarme, pues me
quedaba preparar todo el equipaje y organizar un poco el planning de mañana,
que era el último día de este viaje que me había llevado por algunas de las
ciudades más bellas de Europa.
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