PRAGA - DIA 02. Staré Mesto y Barrio Judío

29 de Junio de 2017.

Estaba entre impaciente y feliz por el reencuentro con los barrios de Praga, por volver a atravesar el Moldava que parte la ciudad en dos, por escuchar los tranvías que rechinan al pasar sobre los viejos railes de la capital checa, por ver el ambiente de sus ruidosos cafés o por deleitarme, de nuevo, con la suave luz que ilumina las fachadas de los edificios.

Ya se me había olvidado el desagradable incidente de ayer y estaba dispuesto a empezar de cero, no permitiendo que nadie ni nada estropeara mi visita a la cautivadora ciudad, aunque en pocos minutos, después de tomar el triste desayuno del hostal compuesto por un sándwich y unos cereales con leche, iba a ser consciente que había un factor importante que podía influir sobremanera en arruinarme el día, y ese no era otro que el siempre caprichoso tiempo.

Praga me recibía con un cielo encapotado que permitía presagiar que, no tardando mucho, sus nubes iban a descargar con fuerza la cantidad ingente de agua que llevaban consigo. Antes de salir del hostel, Alfonso, un malagueño, que trabajaba en recepción, también se había encargado de avisarme de que para hoy daban un 100% de lluvia durante buena parte del día y que por ello me recomendaba llevarme un paraguas que amablemente me dejaba el alojamiento, así que aunque me pareció un poco exagerado, esta vez lo cogí, por si las moscas.

El primer objetivo de hoy estaba más que claro: recoger la Praga card, la famosa tarjeta, que ya existe en un sinfín de ciudades, que te permite entrar a buena parte de los edificios históricos, museos y monumentos, a un precio ventajoso si lo comparas con la suma de las entradas individuales a cada uno de ellos. Esta es la teoría, aunque en la práctica, como siempre digo, es otra historia. Aunque esta vez tenía más dudas que en otras ocasiones de si conseguiría amortizarla, pues es muchos monumentos lo que te ofrecen son descuentos y no la entrada gratuita, al final por pura comodidad decidiría comprarla, aún a riesgo de que esta opción me saliera más cara. Lo iremos viendo en el transcurso del viaje. La adquiriría a través de internet, en la página www.praguecard.com , optando por la de los cuatro días, pues al final había decidido no moverme de la capital checa para poder estar más relajado y hacer la visita con más calma a todo el patrimonio que ofrece. Su precio fue de 78 euros y la misma incluye todo el transporte urbano (tranvías, autobuses, metro, shuttle aeropuerto), así como la entrada gratuita en los monumentos más importantes y descuentos de hasta el 50% en otros muchos. Una vez pagada, te envían un vale a tu correo electrónico que es el que tienes que presentar en el punto de recogida elegido, pudiendo optar por el aeropuerto o dos lugares muy céntricos de la ciudad. Yo optaría por la oficina de turismo situada en el interior de la torre del Ayuntamiento. Es por ello que hacia allí se iban a dirigir mis primeros pasos por la capital.

Praga Card

Y aunque el archiconocido puente de Carlos estaba muy cerca de mi hostel, preferí dejar este para más adelante y encaminarme hacia allí por el mucho menos famoso puente Mánesúv. Sería en este preciso momento donde, sin previo aviso, unos tremendos goterones empezaron a caer sobre mi cabeza, para pocos segundos después comenzar a diluviar. Afortunadamente llevaba el paraguas y pude resguardarme con este de la que estaba cayendo. Pocos minutos después este pasaría a servirme de poco, pues las diferentes direcciones que llevaba el agua, unida a su fuerza, harían que acabase totalmente calado antes de llegar al Ayuntamiento, donde entraría como si fuera una sopa.

Una vez que me hube secado un poco, procedería a retirar la Praga card, con la que me darían un libro y un mapa con todos los lugares a visitar y sus características. Acto seguido me dirigiría por un pasillo interno hasta unas escaleras que me llevarían al primer piso de la construcción, donde podría reservar la entrada para la visita en castellano a los entresijos del edificio municipal de forma gratuita a las 11:00. (Sin la tarjeta son 100 CZK) Por cierto que es la única en nuestro idioma. El resto de horas son mayoritariamente en inglés y francés.

Eran las 09:45 cuanto terminaba de realizar este primer trámite, por lo que todavía me quedaba más de una hora hasta que empezara el evento.

En el exterior seguía diluviando, bueno con eso me quedo corto, sería lo siguiente, pero haría un esfuerzo por atravesar corriendo los pocos metros que me separaban de los soportales que estaban justo en frente, pues quería mezclarme con la multitud que estaba allí concentrada y donde no cabía un alma. Evidentemente me volvería a empapar a pesar de la mínima distancia. Escucharía muchos idiomas, pero especialmente el inglés y el castellano y era curioso ir escuchando los comentarios que la gente iba haciendo, comprobando con ello cual era la actitud y la manera de reaccionar de cada uno, ante el panorama que se daba fuera. Había de todo, los más positivos decían que siempre se podía terminar en el interior de los museos, mientras que los más negativos, daban por perdido el día. Yo, de momento, estaba en una actitud imparcial, viéndolas venir y un poco a la expectativa de si la lluvia seguiría cayendo con esa fuerza el resto de la jornada. En estos momentos parecía el hombre impasible.

Soportales de la Plaza de la Ciudad Vieja

De todas maneras, en pocos minutos, el murmullo de la gente pasaría a un segundo y tercer plano, pues comenzaba a fijar la mirada en muchos de los edificios y detalles de la maravillosa plaza de la Ciudad Vieja.

En sus diferentes fachadas, los amarillos, los ocres, los rosas y los grises se suceden en una armonía perfecta, no desentonando nunca y creando una combinación ideal con el resto de monumentos.  Afortunadamente cada vez quedan menos tonos grises, los cuales se van expulsando poco a poco de la ciudad, dejando atrás los embarazosos años comunistas.

La riqueza arquitectónica que se despliega en este lugar  es tan deslumbrante, incluso singular, que una única lectura, por muy atenta que sea, no basta para apreciar todo lo que se ofrece a la vista, y menos hoy con el día que hacía, por lo que ya habría mejores momentos para ello.

Siempre a cobijo, no tardaría mucho en vislumbrar, por encima de los tejados, las extrañas torres, rematadas con pináculos, de la inmensa iglesia gótica de Nuestra Señora de Týn, el edificio religioso más importante de Praga después de la catedral de San Vito.

Ntra Sra de Týn. Plaza de la Ciudad Vieja

Dado que tenía tiempo y este es oro, haría uso del paraguas, para desplazarme por pequeños e intrínsecos callejones, que me permitirían llegar a la entrada escondida del edificio.

Este se levanta en el emplazamiento de un antiguo templo, aunque la actual es de estilo gótico y fue reconstruida en 1380. Desde su creación siempre ha estado asociada al movimiento husita, el cual abogaba por el regreso al cristianismo primitivo denunciando la riqueza y la corrupción de la Iglesia, instándola a la humildad y a la pobreza.  También se le ha asociado muchas veces con lo esotérico y lo misterioso, aunque hay muchas controversias al respecto. De todas maneras quedan ya pocas huellas de ese periodo, pues la “recatolización” de la ciudad lo destruyó casi todo.

En su interior, domina el barroco con altares decorados con cuadros firmados en su mayoría por Karel Skreta, el primer gran pintor barroco de Bohemia. Una lástima que no permitieran hacer fotografías, habiendo un control férreo al respecto.

Sería así como mataría el tiempo que me quedaba antes de regresar al Ayuntamiento, donde estaba, de nuevo, diez minutos antes de las once, la hora acordada para dar comienzo la visita a su interior. En punto, aparecería un joven que nos saludaría efusivamente a los pocos que allí nos encontrábamos. Era de carácter jovial y alegre y para nada se podía decir que corriese por sus venas sangre checa. Tras las respectivas presentaciones nos pediría que le siguiéramos llevándonos en primer lugar a la sala desde donde se puede ver a los doce apóstoles girar cada hora, lo que estaba a punto de suceder, por lo que tendría el privilegio de ver funcionar el mecanismo de los mismos, desde dentro. No sería así con los engranajes que hacen funcionar a todo el conjunto, pues estos sólo pueden ser manipulados y revisados por los seis relojeros oficiales con los que cuenta el reloj, siendo para el resto del mundo un absoluto secreto.

Apóstoles del Reloj del Ayuntamiento

Después continuaríamos por diferentes salas, entre las que se encontraban las de audiencia y representación, recibiendo las oportunas explicaciones al respecto de cómo se estructuraba la capital en el pasado y cuáles fueron sus principales monarcas, haciendo referencia en multitud de ocasiones al importante Carlos IV, al que consideran el mejor rey de su historia, tanto por su manera de gobernar como por que el sería el que mandaría erigir el famoso puente o la catedral de San Vito, entre otras muchas joyas arquitectónicas.

Ayuntamiento de la Plaza de la Ciudad Vieja

Escudo.Ayuntamiento de la Plaza de la Ciudad Vieja

Ayuntamiento de la Plaza de la Ciudad Vieja

Por último, terminaríamos la visita por un paseo por el laberíntico subsuelo, donde se pueden apreciar a la perfección las antiguas estructuras de las calles y casas de la Praga románica, haciendo así un viaje en el tiempo.

Subterráneo Ayuntamiento de la Plaza de la Ciudad Vieja

Subterráneo Ayuntamiento de la Plaza de la Ciudad Vieja

Respecto a la subida a la torre del Ayuntamiento, me tendría que quedar con las ganas, pues estaba en restauración y no se podía acceder a ella, así que una lástima pues las vistas, desde esta, son de las mejores de Praga.

Después de casi una hora de recorrido, volvía a la plaza de la Ciudad Vieja, donde seguía lloviendo, aunque con menos fuerza que a primera hora de la mañana, lo que ya permitía poder andar con el paraguas sin calarte hasta los huesos, así que aprovecharía para fijarme, con más detenimiento, en el monumento conmemorativo de bronce dedicado a Jan  Hus, jefe de la reforma husita, y que desde 1915 se yergue en el centro del gran espacio.

Monumento a Jan Hus.Plaza de la Ciudad Vieja

Imposible de obviar son también el sofisticado palacio Kisnský, un palacio rococó construido para el conde Goltz y que hoy en día es sede de la Galería Nacional, y a su lado, la casa llamada “de la Campana de Piedra”, una sobria y elegante mansión gótica del siglo XIV, antaño oculta bajo una fachada barroca.

A la izquierda de la extensa plaza, se encuentra la iglesia de San Nicolás, con su fachada exterior de estilo barroco, y un interior, que tampoco quise perder la oportunidad de conocer, que se encuentra inspirado en los Inválidos de París, con hermosos frescos, vistosos juegos de luz y una deslumbrante araña de cristal.

San Nicolás.Plaza de la Ciudad Vieja

La lluvia era persistente por lo que optaría por continuar con visitas interiores y evitar el exterior en la medida de los posible, salvo por los necesarios desplazamientos entre unos puntos y otros.

De esta manera llegaría hasta la plaza Marianské, encuadrada a la derecha por el nuevo Ayuntamiento, la Biblioteca Municipal, enfrente, y a la izquierda por el Clementinum, mi siguiente objetivo. Este vasto conjunto arquitectónico es el segundo complejo más extenso después del castillo, contando con tres entradas y cuatro alas principales. Alberga tres iglesias, varias bibliotecas y una torre panorámica, pero buena parte de todo ello se encontraba en obras y no se podía visitar, por lo que es en este preciso momento sería cuando me desmoralizaría bastante, entre el nefasto tiempo, el no poder acceder, anteriormente, a la torre del Ayuntamiento, ni ahora a estas instalaciones que me apetecía mucho disfrutar. Reconozco que por unos instantes se me pasó por la cabeza, volver al hostel y pasarme allí la mañana tranquilo y a cubierto, pero afortunadamente el sentido común pudo más y, después de estar más de veinte años para reencontrarme con Praga no era plan de hacer esa estupidez, por lo que me sobrepuse y me dirigí al cercano barrio Judío o Josefov.

Su nombre hace honor al emperador José II, que flexibilizó las leyes que restringían las actividades de los judíos, aunque este hecho no se puede disociar del antiguo gueto, al que sustituyó entre finales del s. XIX y principios del XX, ni de la tumultuosa historia de la comunidad judía de Praga.

El barrio se extiende por el norte y el noroeste  de Staré Mesto hasta orillas del Moldava y nada queda ya de la antigua ciudad hebraica, salvo las sinagogas reconvertidas en museos y el antiguo cementerio, que reviven lo que fue aquella Praga judía.

Dado que tenía la Praga card, me desplazaría hasta el centro de interpretación y venta de entradas, en pleno centro del barrio, donde me darían de forma gratuita la entrada que me permitiría entrar a todas las sinagogas, menos a una, y al cementerio. Sin el pase la entrada supone 330 CZK. La excepción estaba en la Sinagoga Vieja –Nueva que me supuso un desembolso de 200 CZK. Por cierto, que es importante tener en cuenta que cierran los sábados y durante las festividades judías. El cementerio también lo hace los viernes a partir de las 14:00.

Había poca gente por las calles así que me daba igual comenzar la visita por una que por otra, por lo que elegiría la sinagoga Pinkas. Construida en 1535 y remodelada en 1625, fue un lugar de culto hasta 1941 y ha sido transformada en un conmovedor monumento conmemorativo a los judíos de Bohemia y de Moravia, exterminados en los campos. Las paredes recubiertas de nombres y apellidos de las 80.000 víctimas del Holocausto, seguidos de las fechas de su nacimiento y de su muerte, desgranan en una escritura de una extraordinaria finura la identidad de cada uno de ellos agrupados por familias.

Sinagoga Pinkas. Barrio Judío

Sinagoga Pinkas. Barrio Judío

En el primer piso, se pueden ver documentos y dibujos de niños del campo de Terezín, reunidos en una sala, lo cual acrecienta la tristeza.

Desde la ventana de uno de los pasillos de la sinagoga se divisaba, el objeto de mi siguiente visita: el antiguo cementerio judío, donde se me encogería el alma al observar las más de 12.000 lápidas distribuidas por el pequeño recinto sin ningún tipo de orden, apretujadas las unas contra las otras, amontonadas, erguidas, torcidas, bajo las que se encuentran enterrados más de 100.000 judíos. Las más antiguas son de arenisca, y las más nuevas, de mármol blanco y rosa, y se hallan colocadas tan próximas unas a las otras que, en algunos momentos, parecen estalactitas de una cueva.

Antiguo Cementerio Judío

Antiguo Cementerio Judío

El recorrido se realiza por un pequeño sendero marcado que no permite salirse del mismo y que va rodeando todo el perímetro y desde el que también se pueden observar las tumbas de algunas de las personalidades hebreas más importantes, como  la del rabino Low, creador de la leyenda del Golem; la del matemático David Gaus, y la de Mordechai Maisel, el alcalde de origen judío que fue responsable de la ampliación de este barrio.

Antiguo Cementerio Judío

Antiguo Cementerio Judío

La salida me llevaría de forma obligada a los alrededores de la sinagoga Klaus, en la que se halla otra parte de la colección del Museo Nacional Judío. En la antigua sala de ceremonias se pueden observar una serie de quince cuadros, realizados hacia 1780 que ilustran  la ceremonia mortuoria, que lleva desde la casa del difunto hasta el cementerio judío, emplazado entonces en el exterior del casco urbano de Praga y hoy día situado en el barrio popular de Zizkov.

Sinagoga Klausen. Barrio Judío

Sinagoga Klausen. Barrio Judío

Justo enfrente y en la siguiente manzana, permanece impasible al paso del tiempo, la sinagoga Vieja – Nueva, en la que siguen resonando las devotas oraciones. Erigida durante el último cuarto del siglo XIII, obra de constructores cistercienses, es el santuario judío más antiguo de Europa y uno de los monumentos góticos más viejos de Praga. Mirándola en el entorno arquitectónico en el que se encuentra, uno se pregunta por qué milagro este lugar de culto todavía en servicio (y lo estuvo incluso durante el periodo comunista) ha sobrevivido al odio y a los destrozos del hombre. Tras pasar bajo el tímpano del pórtico, esculpido con hojas de parra y racimos de uva que salen de una cepa nacida de doce raíces, símbolo de las doce tribus de Israel, penetraría en el interior de este lugar, donde los judíos del gueto encontraron, en muchas ocasiones,  refugio a lo largo de la historia. Impresiona su sobriedad y la gran cantidad de detalles de su interior.

Sinagoga Vieja- Nueva.Barrio Judío

Sinagoga Vieja- Nueva.Barrio Judío

Mi siguiente parada estaría dedicada a conocer la sinagoga Maisel, la cual refleja el gusto neogótico de la época que se construyó. El coste de la misma sería sufragado por el alcalde de la ciudad judía, Mordechai Maisel, que dio también su nombre a la calle, pero desgraciadamente de aquello ya no queda nada. Esta sería remodelada entre 1893 y 1905. En el interior se pueden ver mapas, iconografías, diversas piezas de plata, mantos y objetos de culto que trazan la historia de los judíos de Bohemia y de Moravia entre los siglos X y XVIII.

Sinagoga Maisel. Barrio Judío

Sinagoga Maisel. Barrio Judío

Nada más salir, a la derecha, y unos pasos más adelante me encontraría con la fachada del Ayuntamiento, el cual es la sede de la administración de la comunidad judía y no se puede visitar. Posee una peculiaridad y es que está dotado de campanario, un raro privilegio concedido durante el reinado de Fernando III en reconocimiento por la participación de esta comunidad en la defensa de la Ciudad Vieja contra el ejército sueco.

Contigua al anterior está la sinagoga Alta,  a la que tampoco se puede acceder, por lo que me dirigiría a la última de las sinagogas visitables: la Española. Edificada en 1867 -1868, en memoria de los judíos de España, inmigrantes sefardíes que encontraron refugio en Praga durante la segunda mitad del siglo XVI, después de haber residido o transitado por Italia o los Países Bajos.

Sinagoga Española. Barrio Judío

Para mi gusto su interior, de estilo morisco, es el más bonito de todos, inspirándose en el de la Alhambra de Granada. Cuenta con vitrinas repartidas entre la planta baja y el primer piso. También se exponen fotografías, correspondencia, libros y mapas que desvelan la complicada historia de esta comunidad. Periódicamente se celebran conciertos de órgano en su interior, por lo que puede ser una interesante actividad a realizar.

Sinagoga Española. Barrio Judío

Sinagoga Española. Barrio Judío

Sinagoga Española. Barrio Judío

Por cierto que en el exterior se puede observar la curiosa escultura dedicada al famoso escritor checo Franz Kafka y es que muy cerca de aquí tendría una de sus residencias.

Escultura Memorial a Franz Kafka.Barrio Judío

Eran las 15:00 cuando terminaba de descubrir este interesante barrio, así que no tenía dudas en que me iba a dirigir a comer, optando por un restaurante que estaba casi pegado a un conjunto de casas cubistas que llamaban la atención. El nombre del mismo era Baterka y la carta era variada, ofreciendo tanto especialidades checas como otro tipo de opciones. Así que elegiría de primero una sopa típica y de segundo un buen plato de pasta, acompañado todo por una jarra de cerveza de la marca Pilsner Urquell, una de las más famosas de Praga. Todo me saldría por 250 CZK.

Repuesto del tute que llevaba encima, retomaría otra vez las visitas, decidiendo empezar la tarde con la iglesia de San Simón y San Judas, la cual estaba cerrada, así que me tendría que conformar con verla por fuera. Mi interés por ella era motivado porque en su interior tocaron personalidades tan célebres como Mozart y Haydn.

Aunque no estaba en mis planes, debido a que la incesante lluvia empezaba a ser otra vez más fuerte, decidiría ponerme a resguardo en el interior del convento de Santa Inés, que sería el primero que se creó al norte de los Alpes. En su interior se exponen las colecciones de arte medieval de Bohemia y Europa central de la Galería Nacional, que a decir verdad tampoco es que me entusiasmaran. En sus diferentes salas se sucederían numerosos retablos, murales votivos y grabados. Más me gustaría ver las naves diáfanas del propio monasterio, uno de los primeros lugares donde el estilo gótico haría acto de presencia en Praga. También son interesantes unas curiosas esculturas que se muestran en los jardines que rodean la construcción.

Convento de Santa Inés de Bohemia

Convento de Santa Inés de Bohemia

Convento de Santa Inés de Bohemia

Esculturas Convento de Santa Inés de Bohemia

Decir que la entrada estaba incluida en la Praga card, ya que si no es probable que no hubiese pagado las 150 CZK que cuesta.

Dos nuevas iglesias se sucederían en mi camino. Por un lado San Cástulo en la que podrían hallarse las reliquias de Santa Inés, y por otro lado, Santiago, con una sobria fachada que ni mucho menos anuncia su espectacular interior barroco con un despliegue vertiginoso de adornos y de dorados.

Seguiría callejeando y sin quererlo aparecería en la espectacular torre de la Pólvora, la cual formaba parte de una de las trece puertas de la muralla, siendo utilizada después para guardar la sustancia que le da nombre. Y dado que estaba abierta, no desaprovecharía la oportunidad de subir sus casi 200 escalones para poder obtener así las primeras vistas de la ciudad desde lo alto de una de sus torres. Con la Praga card me ahorraría las 90 CZK que cuesta sin ella.

Torre de la Pólvora

Praga desde Torre de la Pólvora

Praga desde Torre de la Pólvora

Praga desde Torre de la Pólvora

Justo al lado, adosada a la misma, se puede ver la Casa Municipal, de características contrapuestas a la torre, pues en ella se aprecia el modernismo checo en todo su esplendor. Los mayores talentos y artistas se movilizaron entre 1902 y 1911 para decorar el edificio, así como sus salones.

Casa Municipal

Desde este lugar tomaría la famosa calle Celetná, cuyo paseo por ella no puede faltar en cualquier visita que se precie en Praga, y es que es una de las que más ambiente tiene. Está repleta de tiendas de souvenirs y de restaurantes de comida rápida y el gentío que se da en ella es tremendo. Esta era la antigua vía real, por la que antaño transitaban los reyes de Bohemia para su coronación en la catedral de San Vito.

Calle Celetná

La misma me llevaría, de nuevo, hasta la plaza de la Ciudad Vieja, con la que había comenzado el día, y dado que había parado de llover me detendría un rato en ella para disfrutarla algo mejor que por la mañana.

Plaza de la Ciudad Vieja

Plaza de la Ciudad Vieja y Ntra Sra de Týn

Casas de la Plaza de la Ciudad Vieja

Aunque estaba ya cansado, todavía me animaría a dar un último paseo por los alrededores de la gran plaza, pero dirigiéndome hacia uno de los sectores que todavía no había recorrido. De esta manera, sin seguir un orden predeterminado, me perdería por calles como Husova, Michalská o Martinská, entre otras, encontrando recogidas plazas, hermosos palacios, elegantes edificios e interesantes y nuevas iglesias, tales como la casa renacentista de los Osos Dorados, el elegante edificio verde del teatro de los Estados, la Universidad Carolinum, la iglesia de San Martín en la Muralla, la iglesia de San Galo, la de San Francisco o la plaza de Belén con su sencilla capilla.

Teatro de los Estados

Iglesia de San Martín en la Muralla

Plaza de Belén

Eran ya más de las 20:00, momento idóneo para buscar algún sitio donde reponer fuerzas y descansar, por lo que después de seguir callejeando durante uno diez minutos, encontraría un escondido lugar que me llamaría la atención. Se llamaba U Kunstatu y se encontraba a escasos cinco minutos del puente de Carlos. Tenía un gran patio con mesas para sentarse aunque hoy el día no invitara a ello y su interior era de lo más agradable. Una vez dentro me enteraría que es un lugar donde va mucha gente para hacer catas de cervezas, viendo a unos chicos de enfrente que habían elegido una opción en la que te ponían unos siete vasos de tamaño medio con diferentes marcas. A mí me pareció excesivo por lo que opté porque me recomendaran dos. Una de nombre Max, de buen sabor y nada fuerte, y otra de la que no recuerdo el nombre. Esta la acompañaría con unas salchichas con salsas, ya que la carta es más bien para picoteo y no ofrece platos contundentes ni demasiado tradicionales.

Cervecería U Kunstátu

Cervecería U Kunstátu

Una vez que pagué la cuenta (230 CZK) y cuando estaba a punto de marcharme, uno de los camareros me ofrecería bajar al sótano del bar pues este ofrece una grata sorpresa. Y es que los subterráneos muestran la cámara de los lores de un antiguo palacio de origen románico que data de 1180. Así que sería la guinda perfecta a la cena.

Subterráneo Cervecería U Kunstátu

Y para terminar el día, me pareció una buena idea, guardar la cámara, pues ya habría tiempo para más fotos, y volver al hostel atravesando, por primera vez, el Puente de Carlos, repleto de gente, con unas vistas fantásticas del castillo y un cielo estrellado que hacía presagiar que el día de mañana nada tendría que ver con el que había hecho hoy.

No hay comentarios :

Publicar un comentario