Me despertaría la aminoración de velocidad del autobús, tras
una primera hora y media de recorrido y es que estábamos llegando a la primera
parada del viaje, correspondiente a la ciudad checa de Brno, donde sólo
subirían un par de personas, prosiguiendo la marcha inmediatamente.
Pero antes de continuar con el diario, es cierto, que si
acabas de empezar a leer estas líneas, lo mismo estás un poco descolocado, por
lo que mereces una pequeña aclaración. Y es que en estos momentos estaba
llegando a su fin el quinto día completo del viaje que estaba realizando por
tres hermosas capitales de Europa central. Había comenzado por Viena a la que
dedicaría tres días y me acababa de despedir de Bratislava de la que había
disfrutado durante casi dos jornadas completas y había dejado hacía apenas hora
y media, en este autobús en el que ahora me encontraba camino hacia Praga, mi
último destino y momento con el que has comenzado a leer. Por lo que si te
apetece saber algo más de mi estancia en esas otras dos ciudades te animo a
leer los respetivos diarios de las mismas. Para aquellos que ya me venían
siguiendo o que sólo les interese esta ciudad, no me enrollo más y continúo con
mis andanzas.
Por cierto que el billete para este trayecto lo compraría en
www.eurolines.com/es y me saldría por
diez euros, aunque no hubiera habido problema en comprarlo en la estación de
autobuses de Bratislava, pues no iba ni a la mitad de su capacidad.
Tras cuatro horas y diez en total, entrábamos en la estación
de autobuses de Praga, llegando a las 22:10 y por tanto con cinco minutos de
adelanto con respecto a la hora prevista de llegada.
Desde aquí sólo tendría que tomar la línea amarilla (B) en dirección hacia Zlicín, bajándome cuatro paradas después en Karlovo námesti. En el vestíbulo tomaría la tercera salida a la izquierda, saliendo en la esquina de un parque. Tengo que reconocer que viajaría sin billete y es que las máquinas sólo admitían monedas y no vi ninguna taquilla donde hubiera algún empleado del metro que me pudiera vender un billete sencillo, pues era lo único que necesitaba, ya que mañana comenzaba a utilizar la Praga Card y en ella está incluido el transporte. Así que tendría suerte de que no hubiese ninguna inspección.
Bandera de la República Checa |
Desde aquí sólo tendría que tomar la línea amarilla (B) en dirección hacia Zlicín, bajándome cuatro paradas después en Karlovo námesti. En el vestíbulo tomaría la tercera salida a la izquierda, saliendo en la esquina de un parque. Tengo que reconocer que viajaría sin billete y es que las máquinas sólo admitían monedas y no vi ninguna taquilla donde hubiera algún empleado del metro que me pudiera vender un billete sencillo, pues era lo único que necesitaba, ya que mañana comenzaba a utilizar la Praga Card y en ella está incluido el transporte. Así que tendría suerte de que no hubiese ninguna inspección.
No hay que olvidar que la moneda de la República Checa no es
el euro, sino la corona checa, por lo que conviene venir con dinero cambiado o
tener esto en cuenta y cambiar cuanto antes. Yo ya lo había hecho en España
gracias a mi amigo Nacho que trabaja en banca y que siempre me hace este favor.
El único fallo, como decía, era no llevar monedas, lo cual
iba a pagar muy caro pocos minutos después.
Como ya contaba, había salido en la esquina de un parque,
donde tenía que tomar el tranvía número 22 a Malostranské namesti, la parada
cercana a mi alojamiento. En la parada sólo había una señora a la que le dije
si me podía cambiar un billete, obteniendo como respuesta una mirada de odio
tremenda y, acto seguido, que me diera la espalda. Así que nada, como en ese
momento llegaba el susodicho tranvía me
subí a él sin el título de transporte respectivo. Y esta vez no hubo suerte, ya
que me encontré con una revisión en toda regla. Había como cinco inspectores de
paisano pidiendo el billete a todo el mundo y cuando llegaron a mí y les conté
que acababa de llegar con un inglés macarrónico y les enseñé el recibo de la
Praga Card de mañana, evidentemente les dio igual, ya que me pidieron el DNI y
me hicieron bajar del tranvía junto con otras seis personas más que estaban en
mi misma situación. Nos llevarían a todos al interior de una estación de metro
y nos indicarían que leyésemos la información en inglés que estaba expuesta en
un cartel, indicando que la multa por no llevar título de transporte valido
suponía 800 coronas checas, es decir, unos 30 euros. Así que todos pagaríamos
sin decir palabra alguna, nos dieron el recibo correspondiente y tras decirnos
que si se volvía a repetir sería el doble, se despedirían con cara de muy pocos
amigos.
Me quedaría con bastante mal cuerpo, pues para una vez que
no hago las cosas bien, va y me toca la china, lo que ya era mala suerte. Así
que no empezaba de la mejor manera mi estancia en Praga. Además seguía sin
suelto y ya no tenía ganas ni de ponerme a buscar un sitio para que me
cambiaran ni de volverme a arriesgar a subir a un tranvía sin billete, como era
evidente. Por lo que caminé como unos veinte minutos hasta la estación que
comentaba párrafos atrás y a la que tenía que haber llegado ya hacía un buen
rato sino hubiera sido por el fatídico incidente. En ella, sólo tendría que
atravesar una zona de aparcamiento, ahora vacía, y caminar cuesta arriba por la
calle Nerudova, donde en el número 14 se hallaba el Hostel Santini, donde iba a
pasar las próximas cuatro noches.
Hostel Santini.Calle Nerudova |
Este alojamiento se encuentra situado en pleno barrio de
Mala Strana, una zona privilegiada de la ciudad, pues está a tiro de piedra de
casi cualquier lugar importante, pudiendo ir caminando a todos ellos sin
problema. El edificio corresponde a un antiguo palacio que se ha reconvertido
en hostal, por lo que tiene mucho encanto. El baño es nuevo y está muy limpio.
Las habitaciones son espaciosas y tienen taquillas para poder dejar las cosas
de valor. Lo único malo es el desayuno que consiste en un triste sándwich que
has de pedir en recepción y cereales con leche, nada más. También tienes
derecho a una toalla incluida en el precio.
Yo optaría por reservar una habitación de cuatro personas,
costándome 23,90 por día el miércoles y el jueves y 34,90 por día, el viernes y
el sábado. Me tocaría en la buhardilla y puede decir, sin exagerar, que era tan
espaciosa que a las dos personas del fondo casi no se las oía cuando hablaban,
por lo que era como estar sólo con otra persona, situada a mi lado.
Eran las 00:30 cuando me hube asentado y el disgusto
del tranvía y el dinero desembolsado me habían quitado el hambre, por lo que
dejé todo preparado para el día siguiente y apagué pronto la luz, esperando que
mañana la jornada comenzara mejor.
Hostel Santini.Calle Nerudova |
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