Ayer entre la oscuridad, el cansancio y que lo único que
queríamos era acostarnos lo antes posible, no reparamos en las condiciones en
las que estaban las calles de South Beach. Sin embargo hoy sí que tendríamos
oportunidad de ver su estado y la verdad que se te caía un poco el alma a los
pies y eso que ya estaba todo bastante organizado. Aún así el panorama era de enormes
pilas de árboles y ramas en las esquinas de cada manzana esperando ser
recogidas, acumulación de barro en muchas calles y avenidas y todavía un buen
número de ramas caídas sobre las aceras y los coches. Todo ello unido a que no
había ni un alma por la zona, nada que ver con el ambiente alegre y festivo que
pudimos vivir en nuestra primera estancia. No obstante, el pueblo americano se
caracteriza por levantarse rápidamente ante los contratiempos y los envites del
destino y parecía mentira que en tan sólo cinco días desde la acometida de Irma,
los trabajos para que todo volviera a la normalidad, estuvieran ya tan
adelantados.
Destrozos en Miami Beach tras el paso del Huracán Irma |
Destrozos en Miami Beach tras el paso del Huracán Irma |
Destrozos en Miami Beach tras el paso del Huracán Irma |
Después de este breve paseo, nos dirigimos sin perder tiempo
hacia el aeropuerto pues teníamos miedo de que pudiera haber overbooking, así
que estábamos allí cinco horas antes de la salida del vuelo. La entrega del
coche la realizaríamos sin problema y en nada nos plantábamos en los
mostradores de Iberia, un tanto nerviosos, esperando conseguir nuestro billete
físico lo antes posible. Aunque en condiciones normales tampoco hubiéramos
tenido complicaciones, la suerte nos sonreiría para volver, pues gracias a
Sergio y su trabajo, podríamos acceder a la categoría de Turista Premium, lo
que implicaba que nos asignaban unos sitios privilegiados por encima de nuestra
categoría. Sin llegar a ser primera clase, tampoco le iban a la zaga, por lo
que íbamos a ir la mar de cómodos.
Sólo nos quedaba ya esperar a la hora del embarque, momentos
que aprovecharíamos para reflexionar y darnos cuenta que al final habíamos
tenido muchísima suerte, porque si este mismo viaje, por casualidades de la
vida, se hubiera producido una semana más tarde, no hubiéramos podido ver y
hacer casi nada, con el consiguiente disgusto y esfuerzo económico tirado por
la borda. Viéndolo de forma positiva sólo nos habíamos perdido la NASA y encima
habíamos podido vivir una auténtica aventura con uno de los fenómenos
atmosféricos mas terroríficos de todos los tiempos y que podremos contar a
nuestros nietos. Así que no podíamos pedir más.
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