2 de Julio de 2017.
Aunque me quedaba más de medio día en Praga, era el momento
de empezar a mentalizarse de que en unas horas diría adiós a la “ciudad de las
mil torres y los mil campanarios”, a este decorado teatral al que había tenido
la suerte de regresar después de tanto tiempo y del que me iba a ir
entusiasmado gracias a su encanto y atmósfera únicas.
Pero no era todavía el momento de ponerse nostálgico pues me
quedaban un buen números de horas para seguir paseando por las calles
adoquinadas bajo las que resuenan la historia del reino de Bohemia, las
palabras de Kafka o las notas de Dvofák.
La jornada comenzaba en el mismo punto donde lo dejé ayer,
es decir en la isla Kampa donde a estas horas de la mañana, eran las 08:30, la
tranquilidad era absoluta. Me encontraba a orillas del río Moldava disfrutando
de una hermosa panorámica de Praga, con el puente de Carlos a la izquierda y, a
la derecha, la isla de los Tiradores y el puente de la Legión o Most Legii,
hacia donde me dirigiría, subiendo por unas escaleras. Este sería construido
entre 1898 y 1901 y su nombre rinde homenaje a los legionarios checos que
combatieron durante la Primera Guerra Mundial al lado de los aliados.
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Puente de las Legiones o Most Legii desde Isla Kampa |
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Río Moldava y Puente de Carlos desde Most Legii |
Nada más atravesarlo me daría de bruces con el Teatro
Nacional, un edificio del que se pueden sentir muy orgullosos sus ciudadanos,
pues su decoración exterior desvela
importantes episodios de la historia cultural y musical de la ciudad, pues fue
símbolo de la lucha de los checos por el reconocimiento de su lengua y su
identidad. Aunque no podría visitar su interior parece ser que es una auténtica
joya pues se movilizó a los mayores artistas checos para su decoración. Una
buena idea es reservar entrada para ver alguna obra en este lugar tan especial.
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Teatro Nacional |
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Escultura exterior Teatro Nacional |
Empezaría a avanzar por la calle Narodní, una de las calles
más animadas de Praga. Trazada en 1781 a lo largo de las murallas de la Ciudad
Vieja, constituyó el paseo favorito de la burguesía checa a principios del
siglo XX. Conserva sus prestigiosos cafés, los teatros y los tesoros
arquitectónicos de la Belle Époque. Aunque la iglesia de Santa Úrsula, a medio
camino, no me diría gran cosa, sí que me llamaría más la atención la iglesia gótica
de Nuestra Señora de la Nieves, la cual sería encargada por Carlos IV en 1347
para celebrar su coronación. El templo
que se puede ver está sin terminar y habría sido uno de los mayores de Praga si
las guerras husitas no hubiesen interrumpido las obras.
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Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves |
Casi pegada a la misma tendría oportunidad de pasar por la
plaza Jungman, donde me llamaría la atención el fascinante palacio Adria con
sus poderosas y monumentales figuras. Y justo al lado de este pequeño espacio, encontraría la
entrada al jardín Franciscano que fue en su origen el huerto de un monasterio y
desde donde además de conseguir olvidarte del ajetreo exterior, también se
disfruta de una buena perspectiva de la Nuestra Señora de las Nieves.
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Jungmannovo Namestí |
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Palacio Adria |
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Ntra Sra de las Nieves desde Jardín Franciscano |
Y ahora sí que había llegado el momento de hacer mi entrada
triunfal en el símbolo de la independencia nacional y nexo de unión entre la
ciudad vieja y la nueva. Me refiero claramente a la gran plaza Wenceslao, de
nada menos 750 metros de longitud. Nadie diría que viendo su aspecto actual,
fuese un antiguo mercado de caballos en la Edad Media.
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Plaza Wenceslao |
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Plaza Wenceslao |
En su suave y extensa pendiente, plantada de hileras de
árboles, se despliegan en sus laterales interesantes muestras de arquitectura
en muchas de las fachadas de sus hoteles y grandes almacenes como en el Gran
Hotel Europa, el edificio Melantrich, la casa Wiehl o el palacio Koruna.
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Hotel Europa.Plaza Wenceslao |
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Casa Wiehl.Plaza Wenceslao |
Pero creo que más allá de edificios interesantes, lo más
importante de este espacio es su
historia, pues durante la Primavera de Praga la plaza se convirtió en uno de
los núcleos duros de la resistencia contra los tanques rusos, además de ser
centro neurálgico de las grandes manifestaciones históricas de la capital como
la revolución de Terciopelo que llevaría
a la caída del Comunismo.
Tampoco hay que obviar el monumento a San Wenceslao dedicado
a los santos patronos del país y símbolo del combate nacional y la
independencia checa.
Dominando la plaza por el sur, es imposible no fijarse en el
Museo Nacional, hoy en día repleto de andamios. Pero antes de dirigirme hacia
este, optaría por desviarme a las cercanas calles Stepanská y Vodickova, pues
querían entrar en el palacio Lucerna, una galería que está considerada como de
las más bonitas de la capital y está llena de tiendas, teatros, cafés,
restaurantes y vastos salones donde en invierno se organizan bailes con regularidad.
Pero no era ese el motivo principal por el que quería entrar a ella, sino que
quería observar la curiosa estatua ecuestre de San Wenceslao, colgada cabeza
abajo del techo. El mejor lugar para contemplarla es el primer piso, junto al
ventanal, justo a la altura de la escultura de David Cerný. El famoso escultor
muestra así su reserva respecto al mito nacional checo y la concepción
tradicional del monumento, porque en efecto es famoso por sus pulsos con el
Estado y por sus intervenciones en el espacio público, que nunca responden al
encargo. En esta estatua también se aprecia el humor checo, impregnado de burla
y con la mente abierta al absurdo y a la crítica del poder.
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Escultura de San Wenceslado a caballo.Galería Lucerna |
Una vez abandonado, mí improvisado puesto de observación, me
dirigiría, ahora sí, hacia la fachada en restauración del Museo Nacional, para encontrarme
delante de esta con el monumento a las Víctimas del Comunismo, el cual se halla
muy cerca del lugar en el que Jan Palach se inmoló en 1969 en protesta por la
ruptura del Pacto de Varsovia.
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Monumento a las Víctimas del Comunismo |
Girando un poco a la izquierda también podría apreciar la
monumental Ópera estatal, último lugar que quería conocer de esta zona antes de
tomar el metro, pero cuando me dispuse a ello me encontraría que gran parte de
las estaciones por las que tenía que pasar, para llegar a mi siguiente destino,
estaban en obras, por lo que no me quedaba otra que coger un autobús que habían
puesto en sustitución del mismo.
Eran sólo dos paradas pero de una distancia considerable por
lo que haría bien en no ir caminando, pues me hubiera llevado mucho tiempo.
El caso es que me encontraba muy cerca de la colina de
Vysehrad, fuente de leyendas y cuna de la ciudad de Praga. Desde estas alturas
que dominan el Moldava se cuenta que la princesa Libuse, hija de un hada y de Krok,
jefe de los checos, predijo la fundación de una ciudad que llevaría el nombre
de Praha, y con ella la construcción de un castillo. La leyenda cuenta también
que después de la muerte de su padre y, ante la objeción de su pueblo, que
prefería ser dirigido por un hombre, tomó como esposo a un campesino, futuro
soberano fundador de la dinastía de los Premyslidas, que reinó en el país hasta
1306.
Como había predicho Libuse, se edificó el castillo y Praga
nació en esta ribera del río, antes de que, algún tiempo después, se alzara
otra fortaleza llamada Vysehrad cerca de allí, en la otra orilla, más al sur,
donde residieron durante muchos años los reyes de Bohemia. Hacia allí me
dirigía, acompañado por dos argentinos que me habían preguntado si sabía
llegar, así que fuimos charlando un poco de mi viaje del año pasado por su país.
Tras diez minutos, nos despedíamos y me volvía a quedar sólo delante de la
muralla y la puerta Tabor que permite la entrada al fuerte. Un poco más
adelante también atravesaría la puerta de Leopoldo, la cual me permitiría
plantarme delante de la Rotonda de San Martín, pequeño templo románico
construido a finales del siglo XI.
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Puerta de Tabor. Fortaleza de Vysehrad |
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Rotonda de San Martín.Vysehrad |
Aunque durante más de cien años, la fortaleza de Vysehrad
fue la residencia preferida de los soberanos Premyslidas, cuando la corte
regresó a Hradcany en 1140, el tiempo y el olvido fueron haciendo su labor,
dejándola en estado ruinoso. Afortunadamente, Carlos IV la volvería a
recuperar, reconstruyendo el recinto fortificado alrededor de un nuevo palacio
real y de la colegiata de San Pedro y
San Pablo. Hoy solo queda esta con sus dos inconfundibles torres gemelas. Su
interior está vez lo dejaría para mejor ocasión, pues ni estaba incluido en la
Praga card, ni tenía ganas de entrar. Sí me apetecía más pasear por el cementerio
adosado a sus muros, en el que se concentran las sepulturas de más de 600
personalidades de la nación checa, pegadas las unas a las otras, con hermosos
mausoleos y panteones que no te dejan indiferente.
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Iglesia de S.Pedro y S.Pablo.Vysehrad |
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Cementerio de Vysehrad |
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Cementerio de Vysehrad |
La llegada de un grupo de visitantes al interior del
recinto, me invitaría a esfumarme y dirigirme a la gran pradera verde que se
encuentra en uno de los laterales de San Pedro y San Pablo, asentándose sobre
ella cuatro grupos de estatuas, y que atravesándola me permitiría acceder hasta
las murallas, las cuales recorrería ofreciéndome así unas vistas increíbles de
los acantilados sobre los que se asienta la fortaleza, de la ciudad en la
distancia y del ondulante curso del Moldava, el cual puede seguirse durante un
buen tramo hasta que se pierde en la lejanía. Tampoco hay que olvidarse de la
llamada roca de Vysehrad, en cuya cumbre se hallan las ruinas góticas de los
llamados baños de Libuse, bastión defensivo del castillo medieval.
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Río Moldava desde Murallas de Vysehrad |
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Río Moldava y Praga desde Murallas de Vysehrad |
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Ruinas de Baños de Libuse en la Roca de Vysehrad |
Disfrutaría muchísimo de este lugar, de este entorno de
vegetación por el que da gusto pasear, de la frescura del parque, de la
absoluta tranquilidad que te permite
escapar de los caminos trillados de otras partes de la ciudad y de las
maravillosas vistas que te ofrece del entorno. Es realmente sorprendente que
Vysehrad no sea casi frecuentado por el turismo de masas y que sólo lleguemos
hasta aquí unos pocos, porque este sitio no desmerece en nada a otro lugares y
podría competir perfectamente con ellos en belleza e interés cultural. Quién
sabe si en el futuro pasará a ser otro lugar imprescindible, pero mientras ese
momento llegue, hay que reconocer que ha sido un privilegio conocer casi en
soledad un lugar tan importante para la historia checa.
Eran casi las 13:30 cuando abandonaba el lugar y volvía a
coger el autobús que me había traído hasta aquí. Esta vez lo tomaría para sólo
una parada, pues quería hacer un último circuito paseando antes de despedirme
definitivamente de Praga.
Comenzaría caminando por la amplia calle Katerinská, la cual
me llevaría al cruce con Vysehradská, donde torcería a la derecha, para pocos
metros después encontrar el acceso, a través de un gran patio, al monasterio
eslavo de Emaús, característico por las dos agujas de hormigón reforzado que lo
hacen diferente de otras construcciones religiosas. Muchos santuarios
serían duramente castigados por las
guerras husitas y no han conservado más que escasas muestras de pintura mural
gótica, sin embargo los fragmentos de
frescos que se conservan en el claustro de este convento, se cuentan entre los
más preciados de Bohemia. Lástima que estuviera cerrado a cal y canto y tuviera
que perdérmelos.
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Monasterio de Emaús |
Saliendo de nuevo a la calle por la que transitaba, y sólo
unos metros más adelante, hallaría, a la derecha, la iglesia de San Juan en la Roca, con sus características torres
gemelas cuadradas y la doble escalinata que lleva a su interior.
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Iglesia de San Juan Nepomuceno en la Roca |
Muy cerca de la misma, se encontraba también la casa de
Fausto, una mansión sobre la que se cuentan muchas leyendas acerca del profundo
conocimiento de sus dueños de la alquimia y de los pactos con el diablo de
alguno de ellos.
En este momento estaba en uno de los flancos de la inmensa
plaza de Carlos IV, cuyo centro lo ocupa un enorme parque repleto de fuentes,
praderas y estatuas, donde la gente va a leer y descansar. Nada que ver con el
gran mercado de ganado que aquí se encontraba cuando la fundó el famoso
monarca. A lo largo de sus laterales podría ir encontrando también importantes construcciones
como la iglesia barroca de San Ignacio, construida por los jesuitas para
impresionar al pueblo; el colegio jesuita; varios edificios correspondientes a
la Universidad; o el Ayuntamiento de la Ciudad Nueva con su hermosa torre
gótica. Sería en este último donde se produciría uno de los episodios más
impactantes y sangrientos de la historia de Praga, ya que sus concejales serían
lanzados desde sus ventanas y rematados con picas, aquellos que sobrevivieron,
al no atender la petición de liberar a los prisioneros que hicieron los
manifestantes en la primera defenestración de la ciudad.
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Plaza de Carlos y Ayuntamiento de la Ciudad Nueva |
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Iglesia de San Ignacio. Plaza de Carlos |
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Plaza de Carlos |
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Ayuntamiento de la Ciudad Nueva.Plaza de Carlos |
Desde aquí me dirigiría en dirección al río, volviendo para
ello al centro de la gran plaza y tomando la calle Resslova. A lo largo de la
misma dos nuevas iglesias se cruzarían en mi camino. Por un lado la iglesia de
San Cirilo y San Metodio, donde se pueden apreciar las marcas de balas dejadas
por el asedio que sufriría la misma en 1942, cuando las tropas alemanas
atacaron a los paracaidistas checos y eslovacos que se ocultaban aquí tras
asesinar al gobernador nazi de
Checoslovaquia, Reinhard Heydrich. Por otro la iglesia de San Wenceslao,
adornada con catorce vidrieras y considerado uno de los monumentos
neorrenacentistas checos más interesantes.
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Iglesia de San Cirilo y San Metodio |
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Iglesia de San Wenceslao |
La verdad que parece mentira que pueda haber tantísimos
monumentos religiosos, teniendo en cuenta que hoy en día la República Checa es
el país europeo con más ateos entre su población, con nada menos que un 70% de
la misma declarándose como tal.
Al final de la calle y en una esquina, en frente del
Moldava, uno no puede evitar fijarse en dos curiosos edificios acoplados, uno
de hormigón con ventanas irregulares y el otro curvado y de cristal, conocidos
como la Casa Danzante, y que representan un pareja agarrada bailando. Sus
arquitectos lo bautizaron con el nombre de Fred & Ginger en honor a la
famosa pareja de actores y bailarines de Hollywood. Su arquitectura
contemporánea en el corazón de la ciudad
patrimonial, tendría un buen número de críticas cuando se inauguró debido al
conservadurismo de sus dirigentes políticos, pero hoy es uno de los edificios
más famosos en su estilo.
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Casa Danzante |
Como decía estaba ya al lado del río, por lo que continué
paseando por su ribera mientras me fijaba en los bonitos edificios de colores
pálidos de la avenida Masarykovo, hasta que no tardaría mucho en divisar la
galería Mánes, cuyo interior alberga exposiciones de arte contemporáneo,
fotografías y pinturas. En su exterior lo que destaca por encima de cualquier
otro elemento es su torre renacentista, que antaño hacía las funciones de
depósito de agua, el cual alimentaba las fuentes públicas.
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Edificios Avda Masarykovo |
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Galería Mánes |
Tras esta, continuaría caminando por el llamado muelle
Masaryk, un hermoso conjunto de inmuebles modernistas, neorrenacentistas y
neobarrocos, así como por la avenida Smetanovo, la cual ofrece unas excelentes
vistas del puente de Carlos, la colina de Petrin, el barrio de Malá Strana y el
Castillo, desde el otro lado del río.
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Castillo desde Avda Smetanovo |
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Castillo y Puente de Carlos desde Avda Smetanovo |
No me quedaba mucho tiempo ya, pero me negaba a marcharme de
Praga sin pasar, por última vez, por la plaza de la Ciudad Vieja para tener una
última y rápida visión de ella, antes de dirigirme a atravesar el puente de
Carlos, también por última vez, aunque en esta ocasión haría algo que todavía
me faltaba por hacer, que no era otra cosa que pararme delante de la escultura
de San Juan Nepomuceno y tocar los bajorrelieves de su pedestal, pues se dice
que con ello tienes asegurado el regreso a la capital checa, lo cual sería un
placer, pues nunca te cansas de pasear por ella.
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Monumento a Jan Hus y Ntra Sra de Týn. Plaza de la Ciudad Vieja |
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Escultura San Juan Nepomuceno. Puente de Carlos |
Sólo me quedaba media hora para comer unas hamburguesas en
el Mac Donald, hecho lo cual, volvería al hostel a recoger la maleta y desde
este andaría como unos quince minutos hasta la estación de metro más cercana
llamada Malostranská, para tras cuatro estaciones bajarme en Nadrazi
Veleslavín, donde tomaría el autobús 119 que me dejaría en la terminal dos del
aeropuerto de Praga, donde pondría fin al viaje de nueve días por algunas de
las ciudades más bellas de Centroeuropa.
Respecto a si me salió rentable la Praga card, tengo
que decir que no me saldría rentable pues el coste de todos los museos y
transporte que tomé me saldría por unos 64 euros, mientras que la tarjeta me
costaría 78 euros. Además hay que tener en cuenta que habría tres museos que
entraría por el simple hecho de disponer de ella y porque llovía, lo cual no se
hubiese dado si no hubiera comprado el pase. Por lo tanto creo que lo mejor es
pagar individualmente cada monumento, pues no se ahorra nada con ella e incluso
te sale más caro que de esa otra manera.
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