29 de Abril de 2017.
París ofrece tal sobredosis de monumentalidad que para
digerirla, relativamente mejor, creo que lo ideal es pasear, todo lo que se
pueda y siempre que el cuerpo aguante, entre unos lugares y otros para así
poder disfrutar al máximo de las increíbles perspectivas que se consiguen de
cualquier punto de la ciudad, independientemente del punto en el que te
encuentres.
Da igual que te halles en las orillas del Sena, en alguno de
sus cuidados espacios verdes, caminando por los barrios más tradicionales o en
lo alto de algún edificio o monumento, que siempre vas a tener hermosas vistas
que te dejan con los sentidos a flor de piel y la boca abierta y pensando que
cómo es posible que no haya cabida, al menos unos instantes, para algún lugar
que te haga sentir indiferencia y así poder descansar de tanta belleza.
París alimenta el intelecto y el alma y consigue crear una
extraña sensación de no tener nunca suficiente con lo que llevas visto y querer
siempre más y más, al menos eso me sucedería a mí desde el primer momento que
pondría un pie en sus calles.
No dudaría en madrugar muchísimo, pues eran tantas las cosas
que quería hacer que sabía que cualquier minuto extra lo iba a agradecer. Tal
es así que me encontraba saliendo del hostal a las 07:00, sin ni siquiera desayunar,
aunque no tardaría mucho en poner remedio a los ruidos que hacía mi estómago a
consecuencia de tal decisión. Y es que pronto encontraría una pequeña
repostería de barrio donde acaban de sacar del horno unos deliciosos croissants,
por lo que me hice con dos de ellos y un zumo de naranja y seguí paseando hacia
el primer lugar que tenía previsto en mi ruta matinal.
Ese no era otro que el río Sena y la isla de los Cisnes (en
francés Île aux Cignes), una isla artificial, larga y estrecha cuya principal
función es la de sostener los tres puentes que atraviesan el río en esta zona.
Pero más allá de motivos arquitectónicos, si por algo es famosa esta porción de
tierra es porque en uno de sus extremos
se encuentra la réplica de la Estatua de la Libertad, la cual está situada
mirando hacia el oeste, porque hacia aquella dirección está su hermana de la
ciudad de Nueva York. Aunque es cierto que no siempre sería así ya que estaría
mirando hacia la torre Eiffel durante casi cuarenta años, hasta que para la Exposición
Universal de 1937 le darían la vuelta y así permanecería ya hasta la
actualidad.
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Réplica de la Estatua de la Libertad y río Sena |
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Réplica de la Estatua de la Libertad |
Mientras devoraba lo que me quedaba de desayuno, podría ver
como la gente paseaba con sus perros, hacía jogging y utilizaba las máquinas de
ejercicio que estaban allí situadas, pero sobre todo no le quité ojo a la
hermana pequeña de Miss Liberty que bien puede presumir de ser idéntica a la
americana.
Mirando hacia mi derecha podría ver por primera vez, en este
viaje, la maravillosa torre Eiffel. Y la verdad que sería emocionante el
reencuentro con ella después de 25 años. Allí seguía impertérrita al paso del
tiempo.
Empezaría a caminar, de nuevo, por la orilla del Sena,
observando los antiguos barcos anclados del puerto de Grenelle, para en unos
minutos llegar a uno de los puentes más bonitos que atraviesan el curso de
agua: el llamado Bir – Hakeim. Desde él pude contemplar una de las mejores
vistas que ofrece la ciudad de la torre Eiffel, aunque es cierto que algo
cegado por el sol que empezaba a aparecer, justo detrás del famoso icono. Creo
que todavía no lo había mencionado, pero sí, hacía un día espléndido en el que
no se divisaba una sola nube en el cielo.
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Puente de Bir - Hakeim |
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Puente de Bir - Hakeim |
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Torre Eiffel desde Puente Bir - Hakeim |
Lo más curioso del puente es que posee dos niveles,
dedicándose la parte inferior a la circulación de automóviles y personas y la
superior a la línea seis del metro. Cuenta además con estatuas monumentales y
una soberbia escultura ecuestre conocida como “La France renaissante” la cual
sería ofrecida por la comunidad danesa a la ciudad.
Optaría por dirigirme a la otra orilla y desde allí seguir
caminando por la avenida de Nueva York, para de este modo no echar de menos a
la maravillosa torre, pues de este modo es imposible no verla a cada segundo.
Es así como poco después me encontraría delante del palacio
Chaillot, que domina el Sena con su imponente estatura y encierra entre sus
alas curvas la explanada del Trocadero. No dudaría en dirigirme por una de las
escaleras laterales, decoradas con bajo relieves y esculturas, hacia la popular
terraza desde donde se obtiene una de las mejores vistas de la torre Eiffel.
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Palacio Chaillot y Plaza del Trocadero |
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Torre Eiffel desde Plaza del Trocadero |
Estaría un buen rato ensimismado con la imagen, hasta que,
como suele ser costumbre, un enorme grupo de japoneses, me haría huir del
lugar, bajando por el lateral contrario al que había subido y dirigiéndome
sosegadamente hacia la avenida a orillas del Sena.
Seguiría avanzando por la avenida Nueva York, para desde
ella bajar hasta la ribera del río, a la zona conocida como Port Debilly, donde
se puede ver algún que otro barco atracado y la pasarela del mismo nombre que
el puerto. Como ya indicaba al principio, las vistas que vas encontrando a cada
paso que das consigue superar a las anteriores y desde este sitio no tienen
nada que envidiar a las contempladas ya desde otros lugares.
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Torre Eiffel desde Avenida Nueva York |
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Pasarela Debilly y Torre Eiffel |
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Torre Eiffel desde Pasarela Debilly |
Muy cerca de la pasarela Debilly, me encontraría el palacio
de Tokyo, un centro de arte contemporáneo en el que me conformaría con ver su
fachada, para muy cerca de este llegar al puente del Alma, tristemente famoso
porque en él perdería la vida la princesa Diana de Gales en el desgraciado
accidente de coche que tuvo lugar en el túnel que pasa por debajo. Allí se
encuentra el memorial de la llama de la Libertad que es una reproducción a
escala real de la llama de la Estatua de la Libertad, rindiendo homenaje a la
amistad entre Francia y Estados Unidos. Pero más allá de ello, es sobre todo el
lugar donde se recuerda constantemente a la princesa con gran cantidad de ramos
de flores, velas y fotografías.
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Palacio de Tokyo |
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Memorial Llama de la Libertad.Puente del Alma |
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Recuerdos de la Princesa Diana. Puente del Alma |
Desde aquí, atravesaría otra vez el río Sena y tomaría la
avenida Quai Branly, para desandar lo andado por la orilla contraria, pasando
al lado del museo del mismo nombre que la avenida, con una curiosa fachada que
se funde con una vegetación frondosa, forma inteligente para dar valor a las
colecciones que se encuentran en su interior dedicadas a las civilizaciones de
los distintos continentes. Como es evidente no habría tiempo para su visita,
por lo que torcería en la esquina que se encontraba a continuación y tomaría la
avenue de la Bourdonnais hasta casi el final de la misma, donde torcería a la
derecha y en pocos metros tendría delante de mí el maravilloso Campo de Marte
con la Torre Eiffel al fondo. Una imagen única y que me haría retroceder en el
tiempo al mismo momento en el que llegaría a este punto con mi familia. Parecía
que fue ayer cuando estábamos aquí los cuatro.
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Torre Eiffel desde Campo de Marte |
Aunque la parte de los jardines más cercanos a la torre
estaban cercados por vallas para la regeneración del césped, no era el caso de
los más alejados en los que ya se podía ver a gente tirada en la hierba
disfrutando del espléndido día que hacía. Así que yo no iba a ser menos y eso
haría durante unos breves quince minutos.
De esta manera me deleitaría con el símbolo de París. Con
este monumento singular y único por tamaño y concepción, representando la
síntesis de la arquitectura y la ingeniería.
Como todo el mundo ya sabe, su creación se remonta a la Exposición
Universal de 1889. Los organizadores querían conseguir algo realmente
espectacular, ya que además coincidía con el primer centenario del inicio de la
Revolución francesa. La torre representó la solución ideal, convirtiéndose
además en el edificio más alto del planeta.
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Torre Eiffel desde Campo de Marte |
La modernidad a ultranza que transmite el monumento no
satisfizo todos los gustos y fue tildada de “odiosa columna de metal
ensamblado” entre otras muchas lindezas. Y aunque los críticos se vieron
superados por los defensores, la intención era desmantelarla cuando los
permisos hubieran expirados a los veinte años. Irónicamente, la torre se salvó
porque los costes de demolición resultaban astronómicos.
Desde entonces se mantiene como el emblema de París,
utilizándose como antena de radio desde 1903, y siendo una de las atracciones
turísticas más visitadas del mundo.
En mi caso ya había tenido oportunidad de subir a lo más
alto cuando estuve con mis padres, pero quería repetir aquella fantástica
experiencia y hoy iba a ser ese día.
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Torre Eiffel desde Campo de Marte |
Eran las 10:30 cuando me plantaba en la base de la torre
Eiffel, donde tendría que pasar un primer control de seguridad para poder
acceder al gran perímetro situado justo debajo de la misma y donde están las
taquillas para poder comprar las entradas, así como los accesos para grupos y
para gente con entradas reservadas compradas en internet. Este último caso sería
el mío, pues unos dos meses antes la había adquirido en la página oficial http://ticket.toureiffel.fr/?langue=es
, en la que puedes seleccionar el día y la hora, aunque en el segundo caso la
opción más temprana es a las 11:00. También puedes elegir si optas por subir a
la cumbre o al segundo piso, en ambos casos en ascensor, costándote 17 euros en
el primer caso y 11 en el segundo. (No está incluida en la Paris Museum Pass). Conviene
hacerlo con bastante antelación porque en las fechas claves las plazas vuelan
con facilidad, quedándote entonces la única posibilidad de esperar la fila de
las taquillas que puede llegar a una espera de dos horas en las horas punta.
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Torre Eiffel desde Campo de Marte |
Yo había optado por la subida de las once, así que diez
minutos antes estaba en la pequeña fila de la entrada con reservas y a la hora
en punto, los encargados nos harían pasar a la pequeña rampa que te lleva hasta
el primer ascensor que se toma hasta la segunda planta, eso sí previo un nuevo
control de seguridad donde se vuelven a revisar las bolsas y las mochilas y se
pasa un arco de seguridad. Hecho esto sólo quedaba una pequeña espera de diez
minutos y ya en el cubículo se produciría la vertiginosa ascensión en unos
pocos segundos.
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Torre Eiffel |
Llegados a la segunda planta no me entretendría, de momento,
en ella sino que me iría directo a tomar el ascensor que sube hasta la cumbre y
que aún con la entrada reservada supone esperar unos veinte minutos hasta que
consigues cogerlo. Por cierto que aunque te pueda llevar a confusión los avisos
que aparecen en los paneles luminosos referentes a que sólo se puede acceder
con unas entradas determinadas, no hay que hacerles caso si has comprado la
entrada hasta la cumbre, pues el código de barras de tú pase vale perfectamente
para pasar el torno.
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Torre Eiffel |
Y tras la espera y tomar este segundo ascensor, ahora sí,
que por fin llegaba al punto más alto de la torre Eiffel al que se permite el
acceso a los turistas, situado a 276 metros (su altura máxima es de 324 metros).
Allí estaba otra vez, 25 años más viejo, pero con la misma ilusión que
entonces, disfrutando de tener París y los principales monumentos y símbolos de
Francia, a mis pies. No hacía frío y el día seguía siendo agradable, por lo que
todo invitaba a no mirar el reloj y recrearte lo que te apeteciese. Así haría
pero todavía quedaba mucho por ver y no quedaba otra que ir descendiendo, no
sin antes volver a ver el despacho de Eiffel, donde recibía a sus invitados.
Sería aquí, junto a su hija, donde recibió al famoso inventor americano Thomas
Edison.
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Río Sena desde Torre Eiffel |
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Campo de Marte desde Torre Eiffel |
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Palacio Chaillot y Plaza del Trocadero desde Torre Eiffel |
De nuevo en el segundo piso, sería el momento de pasear por
él y volver a recrearme con las panorámicas, desde unos cientos de metros
menos, exactamente ahora me encontraba a una altura de 115 metros. Y aunque las
vistas ya no son tan impresionantes, es cierto que aquí se goza del espacio que
no tienes en la cima, por lo que estás mucho más a tus anchas.
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Los Inválidos desde Torre Eiffel |
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Río Sena desde Torre Eiffel |
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Arco del Triundo desde Torre Eiffel |
En esta planta se localiza un restaurante y tiendas donde se
venden recuerdos y bebidas y comidas, aunque como es de imaginar los precios
son desorbitados, por lo que salvo que vayas a desfallecer, lo mejor es esperar
a estar de nuevo abajo.
Por último llegaría, otra vez en ascensor, a la primera
planta. Ojo que hay que estar pendiente de esta parada porque el elevador es el
mismo que te lleva hasta la planta baja y hay mucha gente que va directa y no
se apea aquí.
En mi caso sí que tenía interés en dar un pequeño paseo por
este piso, pues no recordaba nada de lo que ofrecía. De esta manera podría
caminar por el típico suelo de cristal, tan clásico ya en un buen número de
torres, con la sensación de no tener nada bajo tus pies; o llevaría a cabo el
llamado recorrido de descubrimiento en el que se da a conocer la historia del
monumento a través de escaparates, paneles, pantallas y terminales táctiles, lo
que es una forma entretenida y didáctica de saber un poco más acerca de la
popular torre.
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Torre Eiffel |
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Suelo Transparente en la Torre Eiffel |
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Paneles Explicativos en la Torre Eiffel |
Después de algo más de dos horas en sus instalaciones,
volvía a pisar tierra firme a las 13:20, dirigiéndome, otra vez, por los
jardines del Campo de Marte hacia una cúpula dorada que se divisa a kilómetros
de distancia y que es señal inconfundible de que allí se encuentra el complejo
de Los Inválidos, una inmensa construcción que mandaría erigir Luis XIV como
hospital y hogar de los soldados ancianos o lisiados que no podían ocuparse de
sí mismos.
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Iglesia del Dôme. Los Inválidos |
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Iglesia del Dôme. Los Inválidos |
Los Inválidos comprende una serie de edificios y patios que
albergan varios museos, siendo el más destacado el de la Armada, el cual alberga
una soberbia colección de armas y objetos militares que van desde la Antigüedad
hasta la Segunda Guerra Mundial. Pero mi interés no residía en este sino que mi
intención era visitar sus edificios religiosos. Es por ello que primero me
encaminaría hacia la iglesia de Saint Louis des Invalides, considerada la
capilla original y en la que se desplegaban las numerosas enseñas y estandartes
capturados al enemigo. Estos unidos al blanco impoluto de su nave la hacen
realmente bella. Pero, sin embargo, no puede competir con la segunda capilla
privada que mandaría construir Luis XIV, anexionada a la anterior y conocida
como iglesia del Dôme a la que pertenece la magnífica cúpula dorada que
mencionaba párrafos atrás y que está inspirada en la de San Pedro de Roma. Es
aquí donde se encuentra el mausoleo de Napoleón Bonaparte y de otros ilustres
jefes militares de la época.
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Explanada Museo del Ejército.Los Inválidos |
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Iglesia de San Luis de Los Inválidos |
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Mausoleo de Napoleón.Iglesia del Dôme.Los Inválidos |
La entrada es gratuita con la Paris Museum Pass. Sin ella
cuesta 11 euros.
La grandeza de la tumba de Napoleón está, sin duda, a la
altura de sus ambiciones militares. Nada es casualidad ni está construido sin
motivo. Su situación, en una cripta sin cubierta hace que los visitantes
podamos admirarla desde arriba teniendo que agachar la cabeza para ello,
haciendo sin querer una especie de reverencia al emperador. El sarcófago es
descomunal y a su alrededor se pueden leer los nombres de sus principales
batallas inscritos en coronas de laurel. Las doce estatuas adosadas a las
columnas simbolizan sus campañas más importantes.
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Mausoleo de Napoleón.Iglesia del Dôme.Los Inválidos |
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Mausoleo de Napoleón.Iglesia del Dôme.Los Inválidos |
Aunque a lo mejor es tontería decirlo, pero se puede bajar
hasta la misma base del sarcófago y rodearlo. Lo digo porque pude ver a gente
que se conformaba con observarlo desde arriba, no sé si por desconocimiento o
por falta de interés.
Mi siguiente visita me llevaría muy cerca de donde descansa
Napoleón, no tardando ni diez minutos en llegar hasta allí. Había llegado al
museo Rodin, uno de los centros culturales que más ganas tenía de conocer y que
en la primera visita a la capital francesa no tuve oportunidad de ello. Era
consciente que estaba muy limitado por el tiempo del que disponía, pero por lo
menos podría ver las obras más famosas del genial escultor.
Con la Paris Museum card la entrada es gratuita y sin
esperar fila, sino cuesta diez euros. Cierra los lunes y el horario es de 10:00
a 17:45.
Tenía claro que gran parte de mi tiempo en sus instalaciones
lo iba a dedicar al jardín de las esculturas, en el que se pueden apreciar las
obras más emblemáticas de Rodin, en su estado definitivo. Así me encontraría
con El Pensador, Los Burgueses de Calais y la Puerta del Infierno, entre otras
muchas obras. Si a ellas les sumas los agradables espacios por los que poder
pasear como una rosaleda, un gran parterre, sotobosques y un pequeño
estanque, pues esta claro que el lugar
es ideal para aislarte unos momentos del desenfreno exterior.
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El Pensador.Jardines Museo Rodin |
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Burgueses de Calais. Jardines Museo Rodin |
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Puerta del Infierno. Jardines Museo Rodin |
Está claro que el propio museo, situado en el bonito
palacete que domina el jardín y que Rodin ocupó como inquilino, también es un
auténtico tesoro, pero para ver con tranquilidad su interior hubiera necesitado
varias horas más, de las que no disponía, por lo que decidí entrar y dirigirme
directamente en busca de tres obras: El Beso del propio
Rodin, La Edad Madura de Camille Claudel y el retrato de Pére Tanguy de Van
Gogh. Aunque en la búsqueda de las mismas podría ver otras muchas y algunas de
lo más interesantes, preferí casi no detenerme en ellas y centrarme en las
mencionadas, para tratar de disfrutarlas un poco más.
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Hotel Biron.Museo Rodin |
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Jardines Museo Rodin |
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El Beso.Hotel Biron.Museo Rodin |
Con ellas terminaría la visita al museo Rodin, de donde salí
encantado, para tras tomarme un crepe rápido y una botella de agua en un puesto
callejero, coger por primera vez el metro en el día de hoy. Lo haría en la
estación Varenne, que la tenía casi al lado, y me bajaría en Miromesnil, para
dirigirme desde esta y ya caminando a la llamada Capilla Expiatoria.
Este monumento histórico se mandaría construir por Luis
XVIII, después de trasladar los restos de su hermano Luis XVI y María Antonieta
a la basílica de Saint Denis, para conmemorar el mismo lugar en el que estos
habían sido enterrados tras su ejecución en 1793.
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Capilla Expiatoria |
Con esta información salía de mi pensamiento erróneo al
pensar que aquellos seguían aquí enterrados. Aún así el monumento es realmente
bonito, especialmente su interior con la capilla y las dos estatuas de mármol
blanco representando a los reyes, pudiéndose leer debajo de cada una el
testamento de Luis XVI, por un lado, y la última carta que escribió María
Antonieta a la hermana del rey, por el otro.
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Escultura de Luis XVI.Capilla Expiatoria |
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Escultura de María Antonieta.Capilla Expiatoria |
También es interesante la cripta pues en ella se puede
apreciar el altar de mármol negro con forma de tumba antigua en el que yacía el
rey antes de la exhumación.
Si había tomado la decisión de cambiar de zona y dirigirme
explícitamente hasta aquí es porque sus horarios están algo limitados pues
cierra los domingos y los lunes y el resto de días está abierta de 10:00 a
12:30 y de 13:30 a 18:00, por lo que como se ve son un poco caprichosos y no
quería quedarme sin verla. La entrada sin la Paris Museum Pass cuesta seis
euros.
Muy cerca de la anterior se halla la iglesia de la Madeleine
con forma de templo antiguo y unas dimensiones colosales: 108 metros de largo y
43 metros de ancho. Se encuentra rodeada por una galería de 52 columnas, debajo
de las cuales se han excavado 34 nichos que guardan estatuas de santos. El
frontón también es espectacular y se encuentra adornado por el Juicio
Universal. Este último sería la primera vez que podría contemplarlo, ya que en
la anterior ocasión se encontraba completamente tapado por andamios por estar
restaurándose.
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Iglesia de la Madeleine |
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Iglesia de la Madeleine |
Y justo en frente y avanzando por la Rue Royale hacía la
entrada en la máxima expresión del poder: la mítica plaza de la Concordia,
curioso eufemismo para esconder los centenares de ejecuciones que se dieron
aquí durante la Revolución. En el centro de la misma podría apreciar el famoso
obelisco de Luxor, regalo del virrey de Egipto en 1836. Detrás se extienden los
campos Elíseos, pudiéndose ver al fondo el Arco del Triunfo. El inmenso
cuadrilátero no tiene desperdicio y también está adornado por preciosas
fuentes, esculturas, columnas y estatuas que la hacen majestuosa.
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Plaza de la Concordia |
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Obelisco Plaza de la Concordia |
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Plaza de la Concordia |
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Campos Elíseos desde Plaza de la Concordia |
Flanqueándola por uno de sus extremos se encuentra el Palais
Bourbon que acoge la Asamblea Nacional, es decir la cámara legislativa en la
que se reúnen sus 577 diputados. El gran pórtico con sus majestuosas columnas
frente al río Sena es imponente. Además se encuentra justo en frente de la
Madeleine, lo que permite que entre ambas le den un esplendor, difícil de
igualar, a la segunda plaza más grande de Francia.
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Asamblea Nacional. Plaza de la Concordia |
Era este el momento de retomar los agradables paseos por la
ribera del famoso río, repleta en estos momentos de jóvenes sentados en sus
orillas y familias paseando. Ante estas imágenes no pude evitar imitar a los
primeros y sentarme un rato a disfrutar del ambiente y de la navegación de los
batobus repletos de turistas que no paraban de saludar a los que estábamos allí
sentados.
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Torre Eiffel, Puente de Alejandro III y Río Sena desde Puente de la Concordia |
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Batobús por el Río Sena |
A pocos metros de mí, en primer plano, también podría
contemplar el monumental puente de Alejandro III, al que me encaminaría después
del merecido descanso. No me extraña que esté considerado casi de forma unánime
como el más bello de París y declarado patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO, porque es increíble. Gran parte de su atractivo reside en su perfil
extremadamente bajo. Los diseñadores recibieron instrucciones específicas para
que no obstruyera la visión de los Campo Elíseos en una orilla, ni de Los
Inválidos en la otra. Por tanto el puente sólo tiene seis metros de altura. No obstante
puede ser visto desde la distancia gracias a los cuatro pilares de granito de
17 metros de altura ubicados en cada esquina, y coronados por estatuas doradas
de Pegaso, el caballo alado, y diferentes figuras alegóricas. A ellas les
acompañan farolas, querubines y ninfas que adornan ambos lados y que
representan a Francia en diferentes etapas históricas.
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Puente de Alejandro III |
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Puente de Alejandro III |
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Puente de Alejandro III y Los Inválidos |
Por él cruzaba el Sena una vez más y sin darme cuenta me
encontraba en medio del Grand y el Petit Palais, dos galerías de arte construidas
para la Exposición Universal de 1900 y concebidas para mostrar lo mejor del
diseño y la ingeniería francesa y para albergar bellas creaciones artísticas.
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Grand Palais |
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Petit Palais |
Y tras avanzar un poco más llegaba a la grandiosa avenida de
los Campos Elíseos, la cual recordaba como si fuera ayer la primera vez que
pasee por ella. Y, por supuesto, que volvería a hacerlo, fijándome en las
carísimas tiendas, restaurantes y locales que la flanquean, entre ellos la
prestigiosa sala de espectáculos Lido.
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Campos Elíseos |
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Campos Elíseos y Arco del Triunfo |
La tarde empezaba a languidecer pero conseguía llegar, con
la mejor luz, hasta el extremo occidental de la famosa avenida donde me
encontraría con uno de los monumentos más famosos de Francia. Efectivamente,
muchos ya habréis adivinado que me encontraba delante del Arco del Triunfo.
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Arco del Triunfo |
Fue concebido por Napoleón Bonaparte como expresión de su
grandeza imperial y su arquitecto se inspiró en los arcos triunfales de otra
gran era imperial: la antigua Roma. Mide casi los cincuenta metros de altura y
celebra las victorias militares del Emperador en sus enormes relieves.
El tráfico es frenético a su alrededor y bajo ningún
concepto se te debe ocurrir tratar de atravesarlo por su superficie, ya que
tendrías todas las papeletas para dejar este mundo. Para llegar hasta él existe
un túnel subterráneo que permite acceder a su base, donde se encuentra la
entrada para visitar su interior y subir a la azotea.
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Arco del Triunfo |
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Arco del Triunfo |
Antes de ello me detendría unos instantes en la tumba del
Soldado Desconocido, que conmemora a los caídos en las dos guerras mundiales, y
en la que arde una llama eterna reavivada diariamente por la tarde.
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Tumba del Soldado Desconocido.Arco del Triunfo |
Y ahora sí y sin más preámbulos me dispuse a subir a lo más
alto. La entrada normal cuesta 12 euros, pero con la París Museum Card es
gratuita y sólo esperas la fila del control de seguridad. Si no hay que armarse
de paciencia para conseguir la entrada en las taquillas que están en el
subterráneo.
En el pequeño museo de su interior se relata su historia con
paneles explicativos y una pequeña proyección con subtítulos en inglés y
español.
Es la antesala al
plato fuerte, es decir, las extraordinarias vistas que ofrece la cima de la
bella capital con una perspectiva de 360 grados. Desde esta se pueden apreciar
todos los grandes monumentos a vista de pájaro: el Sacre Coeur, el arco de La
Defensa, los Campos Elíseos, la plaza de la Concordia y, por supuesto, que la
torre Eiffel, en cuya dirección se concentraban gran parte de los visitantes,
como no podía ser de otra manera.
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Torre Eiffel desde Arco del Triunfo |
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Sacre Coeur desde Arco del Triunfo |
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Campos Elíseos desde Arco del Triundo |
Poco a poco, el sol empezaba a esconderse, la noche se hacía
sobre París y las luces empezaban a iluminarlo todo, creando un nuevo momento
mágico de los muchos que ya se habían quedado en mi retina.
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La Defensa desde Arco del Triunfo |
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Primeras luces de la Torre Eiffel desde Arco del Triunfo |
Y, sin duda, lo más especial sería verla a ella brillando
con fuerza en el horizonte, sabiéndose la dueña y señora de la capital francesa
y que es objeto de todas las miradas. Y es que si de día impresiona, la torre
Eiffel de noche te hipnotiza y te deja sin habla.
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Torre Eiffel iluminada desde Arco del Triunfo |
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Torre Eiffel iluminada desde Arco del Triunfo |
Y aunque no cabe duda que esta hubiera sido una manera
perfecta para concluir la jornada, la atracción del icono francés es tan fuerte
que no podría evitar ir a su encuentro, por lo que tomaría el metro en los
mismo Campos Elíseos y me desplazaría en él hasta la estación de Trocadero,
para desde la plaza del mismo nombre, volver a disfrutar, mucho más cerca, del
brillo, la elegancia y la belleza de la inimitable y única torre Eiffel.
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Torre Eiffel iluminada desde Plaza del Trocadero |
Sería en los escalones de la plaza donde también aprovecharía
para comerme un bocadillo, un crepe y una coca cola (13 euros), comprados en
uno de los puestos que están allí situados y es que estaba a punto de
desfallecer.
Eran las 23:30 cuando cogía otra vez el metro con dirección
hacia la estación de Comercio, por lo que entre que llegué al hostal y me
acosté eran casi la 01:00, por lo que es de imaginar que caería fulminado sobre
el pequeño colchón de mi cama.
Y antes de concluir definitivamente es te capítulo
quería hacer referencia a los costes que me hubieran supuesto la entrada a los
diferentes museos y monumentos si no hubiera tenido la París Museum Pass. Ellos hubieran ascendido a 39 euros sólo en
esta jornada, por lo que creo que, más que nunca, es más que evidente que sale
de lo más rentable gastarte los 62 euros que supone para cuatro días. Aunque al
final del viaje veremos cuál es la diferencia total entre hacerlo de una manera
y de otra. También hay que tener en cuenta el tiempo que ahorras en no esperar
filas que es de lo más preciado en la capital francesa.
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