NAVARRA SUR - DIA 02. Tudela y Bardenas Negras

19 de Marzo de 2017.

Para comenzar el nuevo día, había decidido quedarme en Tudela, la ciudad que me acogía durante este viaje. Y es que no hacía falta irse muy lejos para seguir descubriendo auténticas joyas, pues Tudela, con su historia milenaria y su riquísimo legado monumental, bien merecía que le dedicara unas cuantas horas. Son muchos los edificios, plazas y rincones que ofrece, y recorrerlos con calma era, sin duda, la mejor forma de saborearla.

TUDELA

Desde el punto de vista urbanístico Tudela está considerada como una ciudad de origen musulmán. De hecho, fue fundada y organizada bajo el mandato del rey Al Hakan I en el año 802 y no pasó a manos cristianas hasta 1119, cuando se incorporó a la corona navarro – aragonesa. En ella vivió habitualmente y murió el rey Sancho VII el Fuerte.

Durante siglos, Tudela fue un ejemplo destacado de convivencia entre culturas, con comunidades musulmanas, judías y cristianas compartiendo el mismo espacio urbano. Esta herencia multicultural ha dejado una huella profunda en su trazado, en su arquitectura y, en definitiva, en su identidad, convirtiéndola en una de las ciudades más singulares e interesantes de Navarra.

Comenzaría mi recorrido por la Plaza de los Fueros, verdadero corazón de Tudela y punto de encuentro tanto para locales como para visitantes. Esta plaza rectangular y porticada fue construida en el siglo XVII sobre el antiguo patio de armas del castillo y, curiosamente, hasta 1842 fue utilizada como plaza de toros, lo que explica su peculiar disposición cerrada. Hoy día, sigue siendo uno de los espacios más animados de la ciudad, con sus soportales llenos de vida, sus fachadas de vivos colores y el templete central que acoge, desde 1940, los conciertos de la banda municipal, especialmente durante las fiestas patronales.

Plaza de los Fueros. Tudela

Uno de los elementos más reconocibles de la plaza es la Casa del Reloj, cuya fachada norte se asoma a este espacio desde el siglo XVIII. Este edificio, de estilo barroco, albergó en su día el antiguo Ayuntamiento y todavía conserva el característico reloj de campana que marca el ritmo diario del centro histórico. Su presencia añade un aire solemne y distinguido al ambiente bullicioso de la plaza, y su integración en la arquitectura del entorno refuerza el carácter simbólico y representativo de este lugar.

Me adentraría por las calles del centro histórico, dejándome llevar por el trazado irregular y lleno de historia que define esta parte de la ciudad. En una de esas esquinas, casi de forma inesperada, me toparía con el Palacio del Marqués de San Adrián, una de las joyas civiles de Tudela. La construcción data del siglo XVI y presenta un marcado estilo renacentista con aire claramente italiano, algo no muy común en estas latitudes. Es especialmente notable el trabajo realizado en su fachada, donde destaca un alero tallado que remata el conjunto con elegancia.

Palacio Marqués de San Adrián. Tudela

Pero si hay algo que realmente impresiona en su interior es la doble escalera, una solución arquitectónica poco frecuente, que asciende en dos tramos y se une en un punto central bajo una cúpula llamativa que corona el espacio, aportando verticalidad y luz al conjunto. Actualmente, el palacio alberga la sede de la UNED, pero su valor patrimonial sigue intacto, convirtiéndolo en uno de esos edificios que merece la pena descubrir más allá de su apariencia exterior.

Sin más preámbulos llegaría a la plaza de la Catedral, donde se encuentra esta, el principal monumento de Tudela. Su construcción se realiza en un periodo de gran pujanza para la ciudad, tras ser conquistada a los musulmanes. En un primer momento fue consagrada como Colegiata de Santa María la Blanca, pero Pío VI la eleva a la dignidad catedralicia. Las obras comenzaron sobre el solar que ocupara la mezquita y absorbieron al templo mozárabe que había junto a ella.

Catedral de Tudela

La catedral es un complejo monumental que combina elementos románicos, góticos y barrocos, fruto de las sucesivas ampliaciones a lo largo de los siglos. Espléndido en muchos de sus rincones, las tres portadas de este templo presentan un carácter excepcional, siendo la del Juicio Final una de las más importantes del románico en Navarra, cargada de simbolismo y detalle escultórico. Además de esa magnífica portada, el templo conserva otras dos entradas de gran interés: la de Santa María, con formas románicas sobrias y elegantes, y la de la Virgen, ya plenamente gótica, que evidencia la evolución estilística vivida por la catedral a lo largo de los siglos.

Puerta del Juicio Final. Catedral de Tudela

En el interior de la catedral, el retablo mayor atrae todas las miradas. Esta magnífica pieza barroca, realizada en madera policromada a finales del siglo XVII, destaca por sus detalladas escenas de la vida de la Virgen y de Cristo, enmarcadas por columnas salomónicas que aportan movimiento y elegancia. El dorado, aún bien conservado, realza la expresividad de las figuras y la riqueza ornamental, convirtiéndolo en el centro neurálgico del templo.

Catedral de Tudela

Continuando el recorrido, el claustro gótico ofrece un contraste de serenidad. Construido en el siglo XIII, sus arcos apuntados y columnas esbeltas, decoradas con capiteles que representan motivos vegetales y escenas bíblicas, conforman un espacio tranquilo donde la luz se filtra suavemente, creando un ambiente ideal para la reflexión y la contemplación.

En la misma plaza de la Catedral también se alzan otros dos elementos destacados: el Ayuntamiento, edificio de piedra que refleja la sobriedad y solidez características de la arquitectura civil tradicional de Tudela, y el busto de Carlos III, rey ilustrado que dejó una profunda huella en la historia de Navarra y cuyo recuerdo permanece vivo entre los tudelanos.

Busto de Carlos III el Noble en la Plaza de la Catedral de Tudela

Desde aquí, me adentraría en las calles próximas para llegar a la Casa del Almirante, una construcción que destaca por su elegante fachada renacentista y que, según cuenta la historia local, perteneció a una familia noble vinculada a importantes figuras militares y políticas de la región.

Centro Histórico de Tudela

Casa del Almirante. Tudela

Seguiría la visita de Tudela llegando a la plaza del Mercadal, uno de los espacios más vibrantes y significativos del casco antiguo. Esta plaza, tradicionalmente centro de mercado y punto de encuentro de la ciudad, mantiene aún hoy ese aire popular y bullicioso que la convierte en un lugar ideal para percibir la vida cotidiana de Tudela.

Plaza Mercadal. Tudela

En esta plaza se encuentra la iglesia de San Jorge el Real, construida por la Compañía de Jesús en el siglo XVII. Su arquitectura se enmarca dentro del estilo barroco, con una fachada sencilla pero elegante, que refleja la sobriedad propia de los jesuitas. En su interior, el templo destaca por la armonía de sus líneas y la presencia de retablos y elementos ornamentales que contrastan con la austeridad exterior, mostrando la riqueza del arte barroco religioso en Navarra.

Iglesia de San Jorge El Real. Tudela

La plaza del Mercadal, con su pavimento de piedra y sus soportales, invita a detenerse a contemplar tanto el templo como las múltiples tiendas y cafeterías que rodean el espacio, haciendo de este rincón un punto imprescindible en cualquier recorrido por Tudela.

Tras dejar la animada plaza anterior, mi recorrido me llevaría a descubrir dos iglesias que forman parte del rico patrimonio religioso de Tudela: la iglesia del Carmen y la de la Enseñanza. La iglesia del Carmen, construida en los siglos XVII y XVIII, destaca por su sobria pero elegante fachada barroca, y en su interior alberga un valioso retablo mayor que refleja la devoción carmelita en la ciudad. Por su parte, la iglesia de la Enseñanza, aunque de menor tamaño, no pierde interés gracias a su estilo neoclásico y a su papel en la historia educativa y religiosa de Tudela.

Iglesia de la Enseñanza o de la Compañía de María. Tudela

Continuando con mi paseo, llegaría al Palacio del Marqués de Huarte, una imponente construcción civil que data del siglo XVI y que es uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura renacentista en la ciudad. Su fachada, con elegantes vanos y balcones, junto a sus elementos decorativos, hablan del poder y la influencia de esta noble familia durante aquella época. En el interior, si bien no siempre abierto al público, se conservan detalles arquitectónicos y decorativos que reflejan el esplendor de los siglos pasados.

Estas paradas enriquecerían el recorrido, mezclando historia, arte y vida urbana en un paseo que permitía captar la esencia de Tudela más allá de sus monumentos más emblemáticos.

Ahora me encaminaría hacia uno de los puntos elevados más simbólicos de Tudela: el monumento al Corazón de Jesús. Esta escultura, que corona el cerro de Santa Bárbara, fue erigida en 1942 como símbolo religioso y espiritual, y desde entonces se ha convertido también en un excelente mirador sobre la ciudad y su entorno. La figura de Cristo, con los brazos abiertos, domina el paisaje y parece abrazar Tudela desde lo alto.

Monumento al Corazón de Jesús

Más allá de su valor simbólico, lo que realmente impresiona al llegar a este lugar son las vistas. Desde aquí, se divisa con claridad el casco antiguo de la ciudad, con sus tejados rojizos, torres y campanarios sobresaliendo entre las calles. También se pueden contemplar el meandro del Ebro, los campos que lo rodean y, en días despejados, incluso la silueta lejana del Moncayo. Es, sin duda, uno de esos rincones que invitan a detenerse un momento y contemplar el paisaje en silencio.

Tudela desde el Monumento al Corazón de Jesús

Río Ebro a su paso por Tudela desde el Monumento al Corazón de Jesús

Desde allí, descendería tranquilamente hacia el puente sobre el Ebro, uno de los accesos históricos a Tudela y un punto clave en su desarrollo urbano y comercial. Este puente de origen medieval ha sido testigo del paso de generaciones y conserva parte de su estructura original, a pesar de las sucesivas reformas. Cruzarlo permite apreciar la importancia del río como eje vertebrador del territorio y contemplar una bonita panorámica del perfil urbano de la ciudad, especialmente atractivo con la luz de la tarde.

Puente sobre el Río Ebro

Río Ebro a su paso por Tudela

Tras disfrutar desde él de su entorno, seguiría mi recorrido hacia otro de los templos más notables de Tudela: la iglesia de la Magdalena. Se trata del templo más antiguo de la ciudad, levantado en el siglo XII y representativo del románico navarro. Destaca su magnífica portada decorada con capiteles historiados, así como su robusta torre de planta cuadrada que, por su aspecto, podría recordar más a una torre defensiva que a un campanario. El interior, austero y recogido, conserva ese aire sobrio y espiritual tan característico del románico.

Iglesia de la Magdalena. Tudela

Antes de dar por finalizado el recorrido, aún quedaban algunos rincones que merecían, al menos, una breve mención. Así, me acercaría hasta la iglesia de San Nicolás, situada en el casco antiguo y que antaño fue uno de los templos más destacados de la ciudad. De ella se conserva parte de su portada románica, testimonio del esplendor medieval de Tudela, y no hay que olvidar que en su interior llegaron a reposar los restos del rey Sancho VII el Fuerte antes de su traslado definitivo a Roncesvalles.

No muy lejos, en una de las laderas del Cerro de Santa Bárbara, todavía se aprecian los restos de la antigua iglesia de San Pedro. Aunque hoy sólo queden ruinas, cuesta no imaginar la presencia que debió de tener en su momento como uno de los templos más antiguos de Tudela.

Por último, también me pareció interesante perderme unos instantes por las estrechas calles de la antigua judería. Aunque los siglos han borrado mucho de su trazado original, aún se intuye en algunas esquinas la huella de una comunidad que tuvo un peso clave en la historia de la ciudad.

Tras este paseo por algunas de las iglesias y rincones menos transitados del casco histórico, decidí regresar a la Plaza de los Fueros. Allí, en una de sus terrazas, aprovecharía para picar algo y hacer una breve parada antes de continuar la ruta, ya por la tarde, dejando atrás Tudela y saliendo de nuevo a recorrer otros puntos del sur navarro que aún quedaban por descubrir.

BARDENAS NEGRAS

La tarde la iba a dedicar a recorrer las llamadas Bárdenas Negras, una zona mucho menos conocida y transitada que la Blanca, pero no por ello menos interesante. Se sitúan en el extremo nororiental del Parque Natural de las Bardenas Reales, ya en la zona lindante con Aragón, y reciben su nombre por el predominio de la vegetación en su paisaje, que contrasta claramente con la aridez desnuda de la Bardena Blanca. Aquí, la erosión es menos severa y los suelos, aunque también están compuestos por arcillas, areniscas y margas, aparecen en muchos casos cubiertos por extensos pinares, coscojas y matorral mediterráneo, lo que da un tono más oscuro al conjunto y le otorga ese sobrenombre.

En las Bárdenas Negras no se hallan las formaciones icónicas que uno asocia inmediatamente con este espacio natural, como el Castildetierra o el Rallón, pero sí ofrecen una experiencia distinta: más sosegada, más silenciosa, con senderos que atraviesan pinares, barrancos cubiertos de vegetación y elevaciones que permiten divisar el contraste entre el verdor de esta área y los tonos ocres del resto del parque. Es, en cierto modo, una Bardena más íntima, más recogida y salvaje, ideal para quienes buscan alejarse de los puntos más masificados.

Mi inmersión en las Bárdenas Negras comenzó en la Plana de la Negra, un espacio que desde el primer momento me cautivó por su carácter distinto a lo que había recorrido hasta entonces. Aquí, el paisaje se despliega en suaves lomas cubiertas por densos pinares, coscojas y matorral mediterráneo, que tiñen la tierra de un verde oscuro y profundo, dando sentido a ese nombre que parecía casi una ironía tras la brillante aridez de la Bardena Blanca. A diferencia de las formaciones erosionadas, angulosas y casi lunares de la Blanca, la Plana de la Negra se presenta amable a la vista, con un relieve moldeado por siglos de erosión pero suavizado por la abundante vegetación.

Plana de la Negra 

Plana de la Negra

Desde esta zona me dirigí al Santuario de Sancho Abarca, situado en un enclave estratégico sobre un promontorio que domina las Bárdenas Negras y ofrece unas vistas panorámicas realmente impresionantes. Este santuario, dedicado a Sancho Abarca, un monarca navarro del siglo IX conocido por su papel en la defensa y consolidación del Reino de Navarra, se ha convertido en un punto de referencia tanto espiritual como paisajístico.

La historia del Santuario está íntimamente ligada a la tradición y la religiosidad popular de la zona. Construido en torno al siglo XVII, aunque algunas referencias hablan de estructuras anteriores dedicadas al mismo santo, el edificio actual conserva esa sencillez humilde típica de los lugares de culto rurales, integrándose perfectamente con el paisaje que lo rodea. El santuario ha sido un lugar de peregrinación y encuentro para los habitantes de la zona. Desde la explanada frente al santuario, las vistas son simplemente espectaculares: al norte se extiende la imponente extensión de las Bárdenas Blancas, con sus formaciones erosionadas de tonos claros y formas caprichosas; al sur, el verde profundo de las Bárdenas Negras, con sus pinares y matorrales que dan un aire más fresco y frondoso al parque. Desde allí se pueden identificar pequeños pueblos, caminos que serpentean y la transición visible entre estos dos mundos tan distintos dentro del mismo parque natural.

Bardenas Negras desde Santuario de Sancho Abarca

Bardenas Negras

Después de dejar atrás el Santuario de Sancho Abarca, proseguí hacia el Cabezo del Fraile, una de las formaciones más reconocibles de esta zona de las Bárdenas Negras. Este cabezo se alza con una silueta inconfundible, dominando el entorno con sus tonos rojizos y oscuros, en contraste con el verde que caracteriza esta parte del parque. Su presencia es imponente, casi escultórica, y parece marcar con solemnidad el paisaje que lo rodea.

Ruta Cabezo de El Fraile

El entorno que lo rodea invita a la contemplación pausada: senderos que serpentean entre pinares, suaves lomas cubiertas de vegetación mediterránea, barrancos que se abren con discreción entre las colinas. A medida que uno se adentra en la zona, el Cabezo del Fraile se muestra desde distintos ángulos, ofreciendo perspectivas cada vez más sorprendentes que permiten apreciar su singularidad geológica y el carácter salvaje que lo envuelve.

Bardenas Negras desde Ruta Cabezo de El Fraile

En algunos puntos del recorrido, la vista se amplía y regala panorámicas que combinan la vegetación de las Bárdenas Negras con las tierras más áridas de la Blanca a lo lejos. La transición de paisajes se vuelve casi imperceptible, pero profundamente evocadora. En ese equilibrio entre lo agreste y lo cubierto de vida radica el encanto de esta parte del parque.

Ruta Cabezo de El Fraile

Cerca del cabezo, también se intuye la huella humana, con antiguos asentamientos documentados en sus inmediaciones que confirman la importancia histórica del lugar. Naturaleza e historia se entrelazan en un entorno que, sin necesidad de coronar ninguna cima, ya transmite toda su fuerza y su belleza.

Fue, sin duda, una manera perfecta de cerrar una jornada intensa y fascinante, que no dejaba ya lugar a dudas de que este territorio es casi imposible que decepcione a nadie.


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